Mutaciones del ascetismo en el monaquismo
contemporáneo.
por Isabelle Jonveaux, Ph.D.
En la conferencia realizada en mayo debido al milenio que
cumplió la Abadía de Solesmes, en Francia, le pregunté a un viejo abad de la Congregación
de Subiaco: “¿Es usted un asceta?”, y me respondió: “¡No!”, como si fuese un
verdadero error considerarlo de esa manera. Sin embargo, con frecuencia se da
por sentado que la vida monástica significa ascetismo. Ya Max Weber había
escrito que los monjes son ascetas profesionales o los virtuosi [lat. virtuosos] de tal práctica:
En tanto individuo religioso que daba el ejemplo, el monje fue el primer profesional, al menos en aquellas órdenes que practicaron un ascetismo racionalizado; por sobre todo en la orden jesuítica. El monje vivía de manera metódica, programaba su tiempo, practicaba un continuo autocontrol, rechazaba todo gozo espontáneo y toda obligación personal que no sirviera al propósito de su vocación (Weber 1978:1172-3, cursiva original).
En los libros de Weber, la virtuosidad religiosa se ve
definida por el ascetismo. El monaquismo temprano fue, en verdad, una auténtica
lucha contra el cuerpo -tal como lo demuestran los estilitas o los monjes del
desierto-, pero en la actualidad ha dejado de ser un tipo de existencia monástica que podamos
observar. Y así, frente a estos hechos, surgen algunas preguntas: ¿el
ascetismo monástico realmente está cambiando? ¿En qué términos lo hace? ¿Cuál
es el lugar del cuerpo en esta virtuosidad modificada? Puesto que la virtuosidad
religiosa se basa en las prácticas ascéticas, no podemos considerar que la vida
monástica de hoy en día rehúya por completo al ascetismo. Por lo tanto, tenemos
que comprender el nuevo sentido que se le concede a esta tradicional práctica
religiosa.
La investigación que presentaré aquí se halla apenas en
sus comienzos; y como tal, daré lugar a más preguntas antes que a respuestas.
En este artículo trataré de comprender los cambios que están afectando al
ascetismo monástico en la sociedad moderna. Tras establecer algunos hechos que
demuestran el declive del ascetismo, expondré algunas suposiciones sobre las
razones religiosas y sociales que podrían explicar tal situación. Por último,
abordaré el aparente abandono de esta [antigua] práctica y lo compararé con el
nuevo objetivo de autorrealización que los monjes quieren alcanzar en su vida
monástica.
La declinación del ascetismo monástico.
Para comenzar, tenemos que explicar qué es exactamente
el ascetismo. Y
he aquí una definición de Max Weber:
La salvación puede ser vista como una gracia que es característica de la conducta ética activa, la cual se realiza bajo la convicción de que es dios quien dirige tal conducta; es decir, el actor es un instrumento de dios. Designaremos a este tipo de actitud hacia la salvación, caracterizada por un procedimiento metódico para alcanzar la salvación religiosa, como: “ascética” […] La virtuosidad religiosa, además de someter los impulsos naturales a un sistemático patrón de vida, siempre conduce al control de las relaciones dentro de la vida comunal y de las virtudes convencionales, que son inevitablemente no-heroicas y utilitarias; y lleva, todavía más, a una plena crítica radical [de naturaleza] religiosa y ética (Weber 1963:164-5).
Respecto a los primeros ascetas, a quienes fueron famosos en la sociedad debido a sus hazañas, podríamos pensar que tenían al ascetismo como propósito [en sí mismo]. Sin embargo, eso no es algo totalmente cierto. El ascetismo es teóricamente la única herramienta usada para alcanzar el objetivo de una vida religiosa más perfecta, que es controlar el cuerpo para aquietarlo y para que no perturbe la contemplación de Dios. Ernst Troeltsch dice que “el ascetismo siempre permaneció como un elemento más entre otros varios; nunca fue la extensión lógica de la moralidad cristiana” (Troeltsch 1992:104); y subraya que el momento en que se convirtió en un objetivo en sí arroja sospechas sobre la Iglesia. Todas las mortificaciones de aquellos primeros ascetas estaban dirigidas a combatir el deseo sexual, pues consideraban que podían superarlo: habían monjes que se lanzaban al agua fría o ayunaban durante varios días. Pero el objetivo no era la lucha en sí, ellos querían estar más cerca de Dios e ir más allá del pecado original, pues sería como estar en el paraíso.
Sus drásticos cambios físicos, tras años de disciplina
ascética, registraban con satisfactoria precisión lo esencial: las etapas
preliminares del largo regreso de la persona humana -del cuerpo y del alma en
su conjunto- a un estado original, natural, incorrupto (Brown 1998:223).
El monje quería concentrar la totalidad de su ser en
Dios, pero las funciones orgánicas se le escapaban, ya que el juicio humano no
tiene efecto sobre ellas. El monaquismo quería, por lo tanto, regular y controlar
tales funciones dando lugar al juicio; y de manera especial al juicio
religioso. Según Max Weber, el ascetismo monástico:
Se convirtió en un método de vida racional sistemáticamente configurado; tenía como objetivo superar el status naturae para liberar al hombre del poder de los impulsos irracionales y de la dependencia del mundo y la naturaleza. El fin era sujetar al hombre a la supremacía de la resuelta voluntad, a fin de que subordine sus acciones a su propio control continuo y para que considere sus consecuencias éticas (Weber 2002:81).
El ascetismo no prohíbe las funciones humanas, las
racionaliza. Por lo tanto, podemos decir que, como definición, el ascetismo es
una racionalización religiosa de la vida orgánica.
Tengo que subrayar aquí que –tal como lo dije- los
monjes son teóricamente los profesionales del ascetismo. Cuando me dirigí a los
monasterios para avanzar con mis indagaciones, siempre tuve presente en mi
mente esta definición de la sociología clásica. Pero pude notar que los monjes
no hablaban sobre el ascetismo si yo no abordaba el tema de manera directa. Quedó demostrado que los monjes no necesitan de este concepto para definir su propia
forma de vida. Además, al leer el comentario a la Regla de san Benito por el monje y especialista francés Adalbert de Vogüé, descubrí una extraña afirmación: “el ascetismo ya no tiene
sentido en tu vida monástica” (De Vogüe 1977:321). Esta sorprendente contradicción merece
ser cuestionada para comprender qué está sucediendo con esta tradicional característica
de la vida monástica.
Según De Vogüé, esta disciplina de la vida monástica
se organiza alrededor de tres pilares principales: alimentación, sueño y
sexualidad. Por lo tanto, antes de seguir explicando el significado del ascetismo en la vida monástica actual, tenemos que notar los cambios cuantitativos que se han
dado en tales prácticas. La Regla de san
Benito define la correcta cantidad de alimento y bebida que se puede dar
a los monjes. Dicho con más precisión, san Benito recomienda que los monjes no
coman carne: “Excepto los enfermos que están débiles, que todos se abstengan de
comer carne de animales cuadrúpedos” (De Vogüé 1997: capítulo 24). Sin embargo,
en la actualidad son muchas las comunidades que comen carne; incluso durante la
Pascua, tal como lo pude observar en una comunidad italiana. Y al igual que las
personas de la sociedad, los monjes de hoy tienen tres comidas al día; a veces
acompañadas con un té al atardecer. En este sentido, podemos concluir que al
ascetismo alimenticio es débil respecto a la recomendación de la regla.
La segunda observación se refiere al sueño. Los
primeros monjes del desierto rezaban durante toda la noche para así estar
listos a recibir a Cristo en cualquier momento en que él apareciera. Esta es la
razón por la que los monjes de la Edad Media se despertaban una o dos veces
durante la noche para poder rezar. Cristo dice: “Recen para que no caigan en tentación”
(Mt. 26:41), y es esto lo que los monjes querían hacer. De acuerdo a la Regla de san Benito (De Vogüé 1977), el oficio de la noche tiene lugar normalmente
entre la 1 y las 2 a.m. Pero, aunque la regla no ha sido modificada, en los
actuales monasterios es muy raro que el primer oficio tenga lugar antes de la 5-6 a.m.
Respecto a determinados ejercicios corporales, por lo
menos ciertos instrumentos de mortificación –como la disciplina
[autoflagelación], el cilicio y otros más- ya no son usados en la
mayoría de los monasterios. Y digo “en la mayoría” porque he visitado cierto
monasterio en donde un monje me dijo que podían usarlo si así lo resolvieran,
pero es algo raro hoy en día. Si los monjes desean hacer uso de estos métodos,
antes tienen que pedirle permiso a su abad; pero las prácticas ya no son
impuestas al total de la comunidad. En la cristiandad primitiva, los monjes
vivían sin ningún tipo de confort y hasta mantenían heridas infectadas para
participar de los sufrimientos de Cristo en la cruz. A partir del s. V en
adelante, cuando junto a Constantino la cristiandad perdió su status de
religión perseguida, “el ascetismo relevó al martirio” (Kleinberg 2005:152);
tomó la forma de lo que se ha denominado “el martirio sin sangre” (Guy 1987:15).
Fue una forma de martirio que el individuo se imponía sobre su propio cuerpo,
se trataba de cualquier presión externa impuesta sobre el mismo. Pero esto ha
dejado de ser una realidad, ningún monje moderno se inflige heridas en su
cuerpo de manera deliberada. Este tipo de ascetismo podría denominarse
ascetismo de imitación, pues buscaba imitar a Cristo, ser una reproducción de
su vida y sus sufrimientos. El otro tipo [de ascetismo] consiste en el
ejercicio que busca obligar al cuerpo a centrarse solamente en la contemplación
de Dios, ya que la misma no es algo que se de naturalmente.
Todo monje de la actualidad come carne, duerme hasta
las 5 a.m., consulta internet y posee calefacción en su celda. Visto de manera
conjunta, podemos decir que desde cierta perspectiva el ascetismo monástico se
encuentra en descenso. Si consideramos a los primeros ascetas, los padres del
desierto fueron, en verdad, profesionales del ascetismo; las mortificaciones
eran la esencia de sus vidas. Podríamos citar una vasta cantidad de historias
en donde -por ejemplo- los monjes vivían en columnas, se rehusaban a todo tipo
de alimentos o se autoflagelaban.
Más allá de estas antiguas prácticas, el ascetismo es
principalmente una disciplina dirigida a la definición de una perfecta vida
religiosa. El ascetismo finalmente implica todo aquello que podría situarse
entre el monje y Dios. El cuerpo y el espíritu tienen que ser domesticados a
través del ascetismo. En los primitivos días de la práctica ascética, se
consideraba que el espíritu se veía directamente influenciado por los humores
del cuerpo.
Las causas de la mutación del ascetismo.
A fin de enfrentar estos cambios cuantitativos, esta investigación
busca comprender las causas principales de esta evolución. Consideramos que
esta declinación cuantitativa en el ascetismo no significa que los monjes ya no
sean virtuosi o que solo vivan una
buena vida. Para comprender lo que realmente está sucediendo en la vida
monástica con relación al cuerpo, tenemos que investigar tres tipos de
influencias que están modificando al ascetismo dentro de las comunidades. La
primera tiene lugar en la propia vida monástica, pues otras modificaciones que
se dan dentro de la comunidad influyen sobre la forma en que el ascetismo es
practicado. Y la evolución del sistema religioso, así como la evolución de toda
la sociedad, también tienen [fuertes] implicancias sobre el ascetismo y sobre su
significado en la vida monástica.
Para empezar, el ascetismo tiene lugar dentro del
sistema monástico, y es por eso que puede verse afectado por otros cambios que
puedan surgir en la propia vida monástica a partir de la modernidad. En la sociedad
secular, las donaciones ya no son suficientes para la subsistencia de los
monasterios. En Francia, además, los monjes tienen que pagar cargas sociales al
Estado. Como resultado, la autonomía económica ya no es posible y los monjes
tienen que desarrollar actividades verdaderamente productivas que puedan concederles
dinero para vivir y pagar sus impuestos. Por consiguiente, el trabajo monástico
está experimentando cambios significativos; y las transformaciones que afectan
a la labor monástica también tienen un impacto sobre la manera en que el
ascetismo es practicado. En la Regla de
san Benito, el trabajo es, de hecho, la primera herramienta de ascetismo
debido a que implica la ocupación del cuerpo. Es la única actividad física y de
fatiga del cuerpo en la vida monástica; constituye así un contrapeso a la contemplación.
El cuerpo humano no está adaptado a los rigores de una permanencia continua en
la contemplación, necesita del contrapeso físico para su equilibrio. En la actualidad, la labor
monástica tiene que competir con un mercado global. Por esta razón, los monjes
se valen de las nuevas tecnologías a fin de aumentar su rendimiento. Y debido
a que el trabajo con computadoras es sedentario, los monjes no tienen ninguna
actividad física; lo que conduce a que la dimensión ascética del trabajo ya no
sea corporal. Cierto monje francés a quien entrevisté, me dijo: “La labor con
las computadoras es una labor que cada vez está siendo más importante en el
monasterio. Pero se trata de un trabajo sedentario, no requiere de esfuerzo
físico. No nos concede el equilibrio del trabajo manual”. La labor con computadoras
está disolviendo el equilibrio físico que proporciona el trabajo manual y está
dejando así de proporcionar su función higiénica, según lo señala Max Weber. En
consecuencia, el uso de la tecnología de información en las comunidades
religiosas es considerado por los monjes como una abdicación del ascetismo a
fin de canalizar las limitaciones de eficiencia y rentabilidad.
La evolución material de la vida monástica puede
explicar la razón por la que el ascetismo está cambiando. Pero más importante que ella son los cambios sobre el significado que se va concediendo al ascetismo. Y esta
última evolución no se limita a la ética monástica, pues se trata de un factor
del sistema religioso global, que también está atravesando por cambios significativos.
La religión cristiana está basada en la salvación escatológica y en el pecado,
conformando un sistema que se describe a través de un proceso de: ascetismo–mortificación–pecado-salvación
escatológica. El sentimiento de culpa se halla en el centro mismo de la
relación entre Dios y el ser humano.
Trabajar por la salvación significaba rezar y
arrepentirse a fin de expiar los pecados en el servicio a Dios, de aquel
que juzga a la humanidad. Tal expiación era principalmente un acto físico. Al
igual que Jesús sufrió en la cruz, el hombre tenía que sufrir para así demostrar
su agradecimiento y para luego continuar expiando sus pecados.
El primer paso que se da en la redefinición de todo
este sistema es el cambio de un Dios severo por un Dios que es amor. En mi
disertación doctoral, he comparado el vocabulario usado en las homilías
medievales de san Bernardo y las usadas en las homilías de hoy en las misas de
la televisión francesa. Aquí podemos apreciar los resultados: en la importancia
dada al término “amor” y en la manera en que el término “salvación” está
colapsando. En la época de san Bernardo, la salvación era un tema común y tratada con frecuencia. Por contraste, los sacerdotes de hoy no hablan de este tema en sus
homilías. Los creyentes ya no se preocupan por su salvación principalmente
porque ya no se la mencionan.
Si Dios, como Padre, ama a la humanidad, entonces no
puede desear que ésta sufra a causa de él. Este Dios ya no condena a sus hijos
y ya no los envía al infierno sino que les perdona todo. Yves Lambert observa
que “la agenda del Papa Juan Pablo II no se centra en la salvación en el más
allá, de la que nunca ha hablado sino en términos de la resurrección, sino en
la construcción de una ‘civilización del amor’” (Lambert 2000: 19). Lambert nota
también que la tasa de confesiones en Francia ha caído rápidamente entre 1952 y
1974. En 1952, el 15% de los católicos decía ir a confesarse al menos una vez
al mes, mientras que en 1974 solo lo hacía el 1% (Lambert 1985:259). Este
indicador revela la forma en que Dios es representado en la sociedad. En este
sistema actual, la mortificación o la penitencia ya no son necesarias, pues los
beneficios de la salvación se pueden obtener sin sufrimiento. Y la
espiritualidad monástica no es independiente de la evolución global del sistema
religioso. A lo largo de mi investigación solo una monja me habló del trabajo
como penitencia. En la Edad Media, las familias de los nobles solían enviar a
uno de sus hijos a los monasterios de tal manera que pudieran trabajar por la
salvación de toda la familia. Los monjes de hoy no entran a la vida religiosa
para efectuar una elección y asegurar su salvación; su primera tarea no es
asegurar su salvación sino vivir desde ya con Dios.
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Las prácticas ascéticas tienen que ser redimensionadas
desde la perspectiva de la evolución de una sociedad global. El alimento
ascético, por ejemplo, refleja el status de la dieta en la sociedad. En la
época en que se escribieron las reglas monásticas, la escasez y el hambre eran
corrientes. Esta es la razón por la que los monjes, si querían vivir en la
pobreza y la castidad para dar testimonio de que Dios es más importante, tenían
que seguir una dieta estricta. La carne era símbolo de abundancia y de riqueza,
y rehusar a ella afirmaba la ética de pobreza. Además, se consideraba que
existía un lazo entre el alimento y la fornicación; lo que sucedía
especialmente en relación a la carne, que [supuestamente] tenía la capacidad de
producir excitaciones en el cuerpo. La frugalidad en la comida era, según Casiano, la
base de todo ascetismo monástico; pues la dieta es el medio para superar la
fornicación y, por ende, el origen de la cadena causal (Foucault 1994: 297). La
limitación alimenticia de los monjes, por lo tanto, asienta su raíz en este
trasfondo social, el mismo que hoy en día es muy diferente. El tema de la
alimentación se convirtió en lugar común en la sociedad occidental, el temor a
ver su agotamiento dio lugar al exceso. Y en este contexto, el alimento
ascético significará comer menos que la sociedad -pero no menos de lo que el
cuerpo necesita- y de manera especial consumir alimentos saludables y
sencillos.
En cuanto al ascetismo del sueño, es posible observar la
misma fluctuación de esta actividad en relación a las características
sociales. Léo Moulin señala que en la Edad Media todos se levantaban muy
temprano al amanecer, de tal manera que si los monjes querían tener una vida
ejemplar debían levantarse cuando todos los demás todavía estaban durmiendo
(Moulin 1978: 30). Esta es la razón por la que el primer oficio era a la 1 a.m.
Los cambios en el ascetismo son contingentes a la evolución de la sociedad,
pero podemos observar que los monjes siempre vivían en un grado de confort por
debajo de la sociedad. Por lo tanto, no podemos hablar del ascetismo sin hacer
referencia a la sociedad: el estilo de vida de una sociedad establece una
suerte de hito por medio del cual puede medirse el ascetismo. Más aun, asegura
que las prácticas sean posibles, pues no lo serían si fueran relativamente más
difíciles.
Es importante notar que el cambio de la práctica
ascética en la vida monástica tiene tanto razones materiales como espirituales.
Por lo que si dos de estos principales pilares del ascetismo –el alimento y el
sueño- ya no son considerados medios adecuados de perfección, quizás tengamos
que buscar a los mismos en otro lugar. ¿Cuál es la mejor manera de lograr la
perfección religiosa en la actualidad?
Del ascetismo a la autorrealización.
La gente joven de la sociedad moderna no entra a la
vida monástica para convertirse en asceta. No necesitan suprimir sus deseos o
aspiraciones personales sino concentrarlas en Dios, dirigirlas hacia la
autorrealización.
Podría asegurar que estamos siendo testigos de un
cambio en el énfasis con que se percibe al ascetismo. Para los padres del
desierto, el ascetismo era por sobre todo un ejercicio de sufrimiento: apuntaba
a herir al monje en su carne, la sangre fluía desde las heridas que los monjes
se infligían para gloria de Dios. Pero esto ya no es posible en la sociedad
actual debido a la nueva imagen de Dios. Tal como lo señala Peter Berger, cuando dice que “la distintiva teodicea cristiana del sufrimiento ha perdido su
plausibilidad” (Berger 1969:125). Más que una desaparición del ascetismo, la vida
monástica está dejando de lado el voluntario sufrimiento corporal. Cierto monje
francés de Landevennec me dijo que el ascetismo no necesariamente implica
penitencia o aspereza. Para él, vivir en una comunidad es un ejercicio nada
fácil; es una práctica ascética que no implica sufrimiento físico. Al entrar a
la vida religiosa, los monjes buscan alcanzar la autorrealización, a la que
pueden llegar a través de su vocación. Cuando ellos dicen “sí” a Dios, no
acuerdan llevar una vida de compunción sino que asienten a desarrollar la mejor manera de realizarse a
sí mismos. Danièle Hervieu-Léger nota el hecho de que la palabra “renunciación es
percibida como un acceso […] a la autorrealización” (1986:11) por la propia sociedad, ¡aun cuando ella no lo viva!
El segundo punto está en que, en la Edad Media, tales
prácticas fueron consideradas como incentivos dirigidos a Dios. Dentro de la
espiritualidad medieval, la práctica del “ayuno está unida a la escasez, la
muerte y el hambre. Es una elección de carencia que induce a Dios a enviar la
plenitud: la lluvia, la cosecha y la vida” (Bynum 1987:39). La moderna
racionalización de la religión ha suprimido los incentivos dirigidos a Dios que
el hombre había generado a partir de sus privaciones. El ascetismo moderno ya no
apunta de manera directa a la obtención de la salvación; el ascetismo ya no es
percibido como una ofrenda a Dios para que él nos conceda la salvación.
El ascetismo, por lo tanto, no está desapareciendo
sino transformándose en prácticas intelectuales y dejando de lado los sufrimientos
corporales. Esto revela un cambio de énfasis respecto al cuerpo dentro del
sistema religioso. Aunque la primitiva religión cristiana redimió al cuerpo en
comparación con las antiguas filosofías, la condenación del cuerpo se fue
acentuando gradualmente hasta llegar a la Edad Media, cuando “el cuerpo fue menospreciado, condenado y humillado” (Le
Groff y Truong 2003:11). El punto clave fue la virginidad, que aumentó su valor
cuando la sexualidad había perdido su dignidad. De manera contraria, hoy en día
la vida monástica ya no niega el cuerpo a medida que los productos de la
cosmética y las actividades de bienestar demuestran estar bien. Y no he
mencionado aun al ascetismo sexual dentro de la actual vida monástica. A primera
vista, pareciera ser el aspecto menos modificado debido a que el mismo aun
sigue siendo claramente observado. Pero siguiendo el mismo resultado [que
venimos observando], el sentido otorgado a este tipo de ascetismo también se ha
visto sujeto a cambios. Sin negar los deseos del cuerpo, los monjes intentan ahora expresarlos de manera religiosa. El cuerpo ya no es hostil a la vida religiosa;
al igual que el alma, tiene su lugar en la vida monástica –especialmente en la
oración- como medio de comunicación con Dios. Las semanas de “danza y oración”
o de “yoga” que se proponen en los monasterios demuestran la manera en que el
cuerpo está adquiriendo un nuevo lugar dentro de la esfera religiosa.
La autorrealización va en aumento en la vida
monástica, pero eso no significa que remplazará al ascetismo. Dicho de manera
más exacta: en la moderna vida monástica, el cuerpo ya no es un objeto de
sufrimiento sino de realización, ya no es un medio de penitencia sino de
oración y de glorificación a Dios. Sin embargo, como dijimos antes, el
ascetismo es necesario para la vida religiosa a fin de alcanzar el autocontrol dirigido
a la contemplación y para dar sentido a todos los actos de la vida religiosa.
Por lo tanto, el ascetismo, en tanto ejercicio, no ha desaparecido de la vida
monástica; pero ya no es [un ejercicio] físico sino intelectual. Cierta monja
sostuvo que apreciaba más un ascetismo interior que uno corporal. Y un monje de
Solesmes dijo que para él, el ascetismo consiste sobre todo en aceptar lo que
somos: nuestra condición humana y biológica junto a sus limitaciones. Según
Otto Zöckler, teórico del ascetismo dentro de la historia religiosa, se pueden
distinguir dos tipos de ascetismo: “un método negativo y de abstención” (Zöckler
1897: 6-8), que implica especialmente al ascetismo sexual y alimenticio; y "un
método positivo", que es esencialmente un ascetismo intelectual, que se adopta a
fin de centrarse en el espíritu de contemplación de Dios. Este segundo tipo de
ascetismo pareciera ser el más extendido hoy en día.
Conclusión.
En conclusión, diría que este artículo es solo la
introducción a un prolongado proyecto de investigación; hay todavía mucho
trabajo por hacer. Pero estoy convencida, junto a Giuseppe Giordan, que “el
cuerpo es un punto de observación privilegiado para seguir los cambios que
están teniendo lugar dentro del contemporáneo campo religioso” (Giordan 2009:227).
Según la sociología clásica, el ascetismo define a la virtuosidad religiosa de manera
tal que es una de las principales dimensiones de la vida monástica. Esta es la
razón por la que es muy importante estudiar estas cambiantes prácticas, pues pueden implicar una redefinición de la virtuosidad religiosa. Al situar
los cambios cuantitativos y cualitativos de manera conjunta, pareciera que
tanto el ascetismo como el lugar del cuerpo dentro de la vida monástica se están viendo modificados. Antes que un descenso del ascetismo, es más preciso decir que su
significado está siendo redefinido y se está convirtiendo más en intelectual que
en físico. Al mismo tiempo, el cuerpo va adquiriendo una nueva posición: de la
mortificación va pasando a la autorrealización, se va convirtiendo en un nuevo
aliado –y ya no en un enemigo- de la vida monástica.
Por consiguiente, ¿es el ascetismo un valor en
peligro? Sí, en el sentido de que ya no es un valor religioso, tal como lo
prueban los monjes que afirman que no son ascetas o la monja que sostiene que
su comunidad vive un “ascetismo no-ascético”. Sin embargo, esto no significa
que el ascetismo haya desaparecido. La práctica del ascetismo es necesaria para
la virtuosidad religiosa, pero la forma de practicarla y definirla ha venido
cambiando; y lo ha hecho de manera contingente a otras transformaciones del
sistema religioso y de la sociedad. El nuevo tipo de ascetismo que los monjes
viven en la actualidad es principalmente un ascetismo intelectual. El cuerpo
monástico es el sublime cuerpo del Cristo resucitado, ya no sufre más y puede expresar emociones, como el amor a Dios. Este cuerpo se comunica con Dios
a través de la oración y es así que logra florecer. Además, mientras
el cuerpo ascético era solo una herramienta para poder perfeccionar la
contemplación, este otro cuerpo expresivo puede convertirse en un fin.
Finalmente, el ascetismo de la moderna vida monástica permanece siendo una
forma de llevar adelante este tipo de existencia, pero ya no está directamente
correlacionada con la salvación.
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Fuente: ojs.abo.fi
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