15.6.14






II. Una diferenciación: soledad y paz interior. | anacoresis y hesiquía. |

Esta diferenciación resulta clara a partir de lo ya señalado y bien se la podría haber establecido a priori. Existen dos clases de reposo, dos tipos de paz, dos hēsykhías: una exterior y otra interior; una en las cosas y otra en el hombre; una en el silencio de las fuerzas de la naturaleza y otra en el silencio de las facultades del alma.

Estas dos  hesiquías no necesariamente van a la par. Hay quien se ve agitado interiormente aun cuando no hay nada que se mueva a su alrededor; y está quien mantiene la tranquila posesión de sí mismo mientras el mundo pareciera estar colapsando. Esta es la pretensión de los estoicos; y es un hecho reconocido en la vida de algunos santos.

Sin duda, lo más importante aquí es la tranquilidad del alma: Non turbetur cor vestrum, nos dice Cristo [1]. Los hesicastas más fieles a su soledad lo sabían muy bien. Y sabían también sobre cuánto influye “lo de afuera” sobre “lo de adentro”, si bien no se dedicaron mucho a [elaborar] una psicología sistemática; los veremos, además, alejarse de la moral demasiada metafísica de los estoicos. Como contrapartida, practicaron bastante el psicoanálisis, buscando en las profundidades de su alma aquellas pasiones que reconocían como ocultas. Los hesicastas tenían principios de discernimiento que les permitían descomponer un determinado complejo psíquico hasta [la identificación de] sus elementos, de tal manera que pudieran señalar la causa verdadera o probable de cada uno de ellos; causas que pudieron haber estado en Dios, en los buenos o malos espíritus, en las percepciones sensoriales presentes o surgidas de las arcas de la memoria, en la múltiple afectividad subjetiva, o en las ideas y deseos de orden mental.

| Sin duda, será necesario exponer con más detalle las leyes de esta discreción o discernimiento: diákrisis. Por el momento, baste decir que la distinción entre lo externo y lo interno -esenciales para toda doctrina ética y afirmadas solemnemente, aunque con diferentes significados, por los estoicos y por el evangelio-, no les era desconocido ni siquiera a los ascetas menos eruditos.| Aun con esta distinción entre la hesiquía-anacorética y la hesiquía-psíquica, se requerirá de tiempo para su clara afirmación e imposición de manera práctica.

De hecho, al parecer en no pocos autores la soledad y la tranquilidad se confunden como si –en definitiva- no hubiese ninguna esperanza de quietud en una sociedad de hombres ruidosos e indiscretos, precisamente porque éstos no poseen la hesiquía interior. La pobreza del alma de estos hombres los lleva a picotear de todo en busca de alivio, de distracción, de entretenimiento o de evasión; tal como la necesidad de alimento lleva a los polluelos y gallinas a rasguñar y rebuscar incansablemente, salvo en los intervalos en los que cacarean o duermen.

Es frecuente que las palabras anakhóresis [retirada] y hēsykhía hayan sido consideradas sinónimas; algo que sucede incluso en nuestros días, cuando conocemos muy bien la diferencia entre ambas: ¡ellas son distintas, sí, pero también están íntimamente relacionadas!

Abba Moisés le dijo a Abba Macario de Escete [una región clásica del anacoretismo moderado]: “Yo deseo la hēsykhásai, estar en la quietud, pero los hermanos no me lo permiten”. Abba Macario le dijo: “Veo que eres naturalmente sensible y que no eres capaz de alejar a un hermano [inoportuno]. Si quieres la hesiquía ve al desierto, a lo más profundo; ve a Petra y lograrás el reposo”. Así lo hizo y consiguió la paz [2].

Se entiende: quien no tiene paz, quien enfrenta distracciones, tiene que reforzar su dosis de soledad. Según algunos de los que escucharon a san Arsenio, para éste los hesicastas son los monjes que evitan el encuentro con todo tipo de personas [3].

| Los trovadores del desierto manifestarán continuamente una tendencia a volver a aquella sinonimia. Después de todo, sabían bien a quién recurrir. En Orígenes, hēsykhía equivale a ēremía o descanso [4]. San Gregorio Nacianceno no se cansará de repetir su amor "por el bien que es la hesiquía y la anacoresis" [5]. Para san Gregorio de Nisa la hesiquía es similar a la estadía de Moisés en el desierto [6]. Y Ammonas no es de distinto parecer; e igualmente lo es Teodoreto cuando habla del "amor por la hesiquía" de san Simeón el Viejo [7]. Incluso Dionisio la resalta: la huida de san José hacia Egipto es, para él, la anacoresis; claro que en sentido material, si bien poco antes de esto sostiene que los ángeles les llevaron la buena nueva a los pastores debido a que éstos se habían purificado mediante la anacoresis-hesiquía; ¡y utiliza un solo artículo para los dos términos! [8].

La persistencia de esta equivalencia puede explicarse de dos maneras: ya sea por la identificación de la quietud con la soledad; ya sea por el desgaste del término anakhóresis. Justiniano, precisamente, consagra este segundo sentido en sus Novelles, en donde divide a los monjes en cenobitas y hesicastas/anacoretas [9]. Desde entonces, los dos términos ya no se tienen que aceptar según su significado más radical; a menos que el contexto lo requiera.

Incluso la vida de las palabras está en movimiento, y su preciso matiz no se revela sino a través de un estudio cuidadoso del medio ambiente en el que viven. Así, en el Pseudo-Efrén, el hesicasta es un recluso, mientras que el eremita es un solitario no-recluso.|


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1. Trad.: “Que no se agite tu corazón”; Jn. 14:1.
2. Alf. Macario, n. 22.
3. Alf. Arsenio, n. 44.
4. In Jer. Hom. 20, 8.
5. PG 35, 413.
6. Vita Mosis, PG 44, 425. La vita di Mosè, Ed. Paoline, Alba.
7. PG 82, 1357-64.
8. La Jerarquía Celeste, IV. Cf. Le Opere, Cedam, Padova, 1956.
9. Novelles V, c. III.

Nota: he dejado algunas de las pocas referencias a obras en italiano que figuran en la ed. del 78.


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