26.10.15






























Encuentro con los participantes de la peregrinación del Pueblo Gitano.

Discurso del Santo Padre Francisco.

Aula Pablo VI.

Lunes 26 de octubre de 2015.


¡Queridos hermanos y hermanas!

Les doy la bienvenida y los saludo a todos de manera cordial. Agradezco al cardenal Antonio María Vegliò por sus palabras [introductorias] y por la organización de este evento en colaboración con la Fundación Migrantes de la Conferencia Episcopal Italiana, con la Secretaría de Migrantes de la Diócesis de Roma y con la Comunidad de San Egidio.

Queridos amigos gitanos: ¡O Del si tumentsa! [¡El Señor esté con ustedes!].

Muchos de ustedes vienen de lejos y han realizado un largo viaje para llegar aquí. ¡Sean bienvenidos! Gracias por haber deseado que conmemoremos juntos el histórico encuentro del beato Pablo VI con el pueblo nómade. Han pasado cincuenta años desde que él fuera a visitarlos al campamento de Pomezia. Con generosidad paternal, el Papa les dijo a sus abuelos y padres: “En donde ustedes se detienen, son considerados inoportunos y extraños […] Aquí no. […aquí] encontrarán a quien los quiera, los estime, los aprecie y los asista” (Insegnamenti III [1965], 491). Con estas palabras, él instó a la Iglesia al compromiso pastoral con el pueblo de ustedes; alentándolos a ustedes –al  mismo tiempo- a que tengan confianza en ella. Desde aquel día a la fecha, hemos sido testigos de grandes cambios en el campo de la evangelización y en el de la promoción humana, social y cultural de su comunidad. Hemos escuchado al Dr. Peter Pollák [parlamentario esloveno de origen romaní] hablar sobre su experiencia y sobre la manera en que se ha de promocionar esta vía y continuar con ella.     

Un signo fuerte de la fe y el crecimiento espiritual de su etnia, es el creciente número de vocaciones al sacerdocio, al diaconado y a la vida consagrada. Hoy está aquí, con nosotros, el obispo Devprasad Ganava [de Udaipur, India], quien es hijo de su pueblo. A ustedes, queridos consagrados, sus hermanos y hermanas los miran con confianza y esperanza por el rol que desempeñan y por aquello que pueden hacer en el proceso de reconciliación dentro de la sociedad y la Iglesia. Ustedes son puente entre dos culturas, y por eso se les pide que sean siempre testimonio de la transparencia evangélica, para así favorecer el nacimiento, crecimiento y cuidado de nuevas vocaciones. Sepan ser compañía no solo en el camino espiritual, sino también en la simplicidad de la vida cotidiana, junto a todas sus dificultades, alegrías y preocupaciones.

Conozco la dificultad de su pueblo. Al visitar algunas de las parroquias romanas en las afueras de la ciudad, he podido escuchar de sus problemas, sus inquietudes, y he constatado que no solo interpelan a la Iglesia sino también a las autoridades locales. He podido observar las precarias condiciones en la que viven muchos de ustedes debido a la negligencia, a la falta de trabajo y de medios necesarios para la subsistencia. Esto contrasta con el derecho que tiene toda persona a una vida digna, a un trabajo digno, a la educación y a la atención sanitaria. El orden moral y social requiere que todo ser humano pueda disfrutar de sus derechos fundamentales y que se vea obligado a responder a sus propios deberes. Es sobre esta base que es posible construir una convivencia pacífica, en donde las diversas culturas y tradiciones pueden preservar sus respectivos valores no con una actitud de clausura y contraposición, sino de diálogo e integración. Ya no queremos asistir a tragedias familiares en donde los niños mueren de frío o bajo las llamas, o se convierten en objetos a manos de personas depravadas; en donde los jóvenes y las mujeres se ven envueltos en el tráfico de drogas o de seres humanos. Esto sucede porque a menudo caemos en la indiferencia y en la incapacidad de poder aceptar costumbres y formas de vida diferentes a la nuestra.

Deseo que su pueblo pueda dar inicio a una nueva historia, a una historia renovada. ¡Den vuelta a la página! Ha llegado el momento de erradicar los prejuicios seculares, los preconceptos y la mutua desconfianza, los cuales a menudo se encuentran en la base de la discriminación, del racismo y de la xenofobia. Nadie debe sentirse aislado, nadie está autorizado a pisotear la dignidad y los derechos de los demás. El espíritu de misericordia nos llama a luchar para que todos estos valores sean garantizados. Permitamos, por lo tanto, que el evangelio de la misericordia sacuda nuestras consciencias, que abra nuestros corazones y nuestras manos a los más necesitados y marginados; comenzando por aquellos que están más cerca. Los aliento, en primer lugar, a que en las ciudades de hoy -en las que se respira tanto individualismo- se comprometan a construir una periferia más humana, ligada por la fraternidad y por el compartir; tienen esta responsabilidad y es su tarea. Y ustedes pueden hacerlo si son, sobre todo, buenos cristianos; evitando todo aquello que no es digno de este nombre: la falsedad, el fraude, la estafa, los litigios. Ustedes cuentan con el ejemplo del beato Ceferino Jiménez Malla, hijo de su pueblo y quien se distinguió por sus virtudes, por su humildad y su honestidad, así como por su gran devoción a la Virgen, una devoción que lo condujo al martirio y a ser conocido como el “mártir del rosario”. Hoy lo propongo como modelo de vida y de religiosidad por el vínculo cultural y étnico que los une a ustedes con él.   

Queridos amigos, no les den a los medios de comunicación ni a la opinión pública ocasiones para que hablen mal de ustedes. Ustedes son los protagonistas de su presente y de su futuro. Al igual que todos los demás ciudadanos, pueden contribuir al bienestar y al progreso de la sociedad respetando sus leyes, cumpliendo con sus propios deberes e integrándose a ella a través de la emancipación de sus nuevas generaciones. Aquí, en esta aula, veo a muchos jóvenes y a muchos niños; ellos son el futuro de su pueblo y también de la sociedad en la que viven. Los niños son su tesoro más valioso. Hoy su cultura se encuentra en una fase de cambio, el desarrollo tecnológico hace que sus hijos sean cada vez más conscientes de su propia potencialidad y de su dignidad; ellos mismos sienten la necesidad de trabajar por la promoción humana de su persona y por la de su pueblo. Esto exige que se les asegure una adecuada instrucción escolar. Y esto tienen que reclamarlo: ¡es un derecho!

La educación es, sin duda, la base para un saludable desarrollo de la persona. Se nota que el bajo nivel de escolarización de muchos de sus jóvenes representa hoy el principal obstáculo para que accedan al mundo del trabajo. Sus hijos tienen el derecho de ir a la escuela, ¡no se los nieguen! ¡Sus hijos tienen el derecho de ir a la escuela! Y es importante que el estímulo hacia una mayor instrucción provenga de la familia, que parta de sus padres, que parta de sus abuelos; es tarea de los adultos asegura que los niños vayan a la escuela. El acceso a la enseñanza les permite a sus jóvenes convertirse en ciudadanos activos, participar en la vida política, social y económica en sus respectivos países.

A las instituciones civiles se les pide el compromiso de garantizar un adecuado curso formativo para los jóvenes gitanos; concediéndoles la posibilidad, a las familias que viven en condiciones más desfavorables, a que puedan beneficiarse de una apropiada inserción escolar y laboral. El proceso de integración sitúa a la sociedad ante el desafío de conocer la cultura, la historia y los valores de la población gitana. ¡Que su cultura y sus valores sean conocidos por todos!

En varias ocasiones, por parte de san Juan Pablo II y de Benedicto XVI, se les ha asegurado a ustedes el afecto y el aliento de la Iglesia. Ahora, quisiera terminar citando las palabras del beato Pablo VI, quien afirmó: “En esta Iglesia ustedes no están al margen sino –en cierto modo- en el centro, están en el corazón. Ustedes están en el corazón de la Iglesia” (ibid., 491-492). Y en este corazón también está María, a quien veneran como la Virgen de los Gitanos y que ahora será coronada de nuevo para recordar el gesto que realizara el Papa Montini [Pablo VI] hace cincuenta años. A ella y al beato Ceferino los encomiendo a ustedes, a sus familias y a su futuro. Y por favor, les pido que recen por mí. Gracias.


Fuente: vatican.va

- El registro del evento fue alojado en Youtube. Para el discurso en sí, véase a partir del minuto 41:55. Y a partir del minuto 57:30 se observa la coronación de Amari Devleskeri Dej, de Nuestra Madre de Dios:


- Para leer el discurso de Pablo VI en 1965:



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25.10.15





















El ulular del nycticorax.

por Vāyu-sakha.

El nycticorax es Cristo, o el hombre santo que desprecia a los infieles. En el salmo [se dice]: Soy como un nycticorax en su morada (Sal. 101:7). 

La cita le pertenece a Euquerio, obispo de Lyon (†449); y aparece en su obra: Liber Formularum Spiritualis Intelligentiæ ad Uranium (PL 50) – “Libro de fórmulas de comprensión espiritual para Veranio”. Veranio fue uno de los dos hijos que tuvo con su esposa Gala; su otro hijo fue Salonio y sus hijas fueron Consorcia y Tulia. Su obra establece un método para la adquisición de conocimiento espiritual a través del estudio de las escrituras, defendiendo la validez de la lectura de los textos sagrados según el sentido alegórico, acorde a la temprana hermenéutica medieval.

Respecto al fragmento del salterio que aparece en esta cita, la versión Septuaginta (c. s. II a.C.) lo expresa de la siguiente manera:

ἐγενήθην ὡσεὶ νυκτικόραξ ἐν οἰκοπέδῳ | egenēthēn ōsei nyctikorax en ōikopedō

Cerca de seis siglos después, Jerónimo traducirá este texto al latín tal como lo menciona Euquerio; es decir, manteniendo el término nycticorax e interpretando a ōikopedō como domicilio - morada. Y más de un milenio y medio después, la Nova Vulgata (1986) preservará todavía aquel primer término a la vez que reemplazará al segundo por ruinis - ruinas: 
Factus sum sicut nycticorax in ruinis.

Así, la traducción actual sería: “Soy como un nycticorax entre las ruinas”. Lo cual tiene más sentido si se aprecian los versículos que acompañan a este fragmento y el espíritu de lamentación de todo el salmo. También el Códice de Leningrado (c. s. XI) lo entiende de esta manera, haciendo uso del vocablo: חָרְבָּה - chorbah - lugar en ruinas o desolado.

Pero veamos ahora otro detalle, uno más importante: ¿qué es un nycticorax? En el salmo 102:6, que corresponde a la edición latina del 101:7, todas las traducciones al español lo interpretan como: búho. Pero el término también podría hacer referencia a otras aves. De hecho, Jerónimo pudo haber utilizado el vocablo: bubo, noctua o ulula, si hubiese querido señalar específica y exclusivamente al búho. Pero no lo hizo. ¿Por qué?

El término nycticorax, proviene del griego: νυκτι - nycti - noche | κόραξ  - corax  - cuervo; es decir: “cuervo de la noche”. Desde la antigüedad, este término ha resultado un tanto controversial, pues señala a un incierto grupo de aves nocturnas. Aunque dentro de tal grupo se reconocen algunas de las consideradas bíblicamente impuras (Lv. 11:13-19; Dt. 14:12-18); y en particular, al búho orejudo (Asio otus) y al martinete común (Nycticorax nycticorax). Y esto sucede también al atender al vocablo hebreo: כּוֹס kowc, según el códice mencionado. Por lo tanto, el versículo que utiliza Euquerio también se podría traducir de la siguiente manera: “Soy como un martinete entre las ruinas”.

Desde tiempos lejanos, en la mitología y folklore de muchas regiones asiáticas, europeas y americanas, ha sido frecuente la asociación del búho y el martinete con connotaciones negativas y hasta maléficas. Durante el cristianismo medieval, se crearán bestiarios que consignarán al nycticorax como símbolo característico de los infieles y de fuerzas de la oscuridad.

El martinete, que bien podría reemplazar al búho en nuestras traducciones, recibe diversos nombres comunes en Centro y Sudamérica. Sin atender a sus subespecies, y sin limitarlo necesariamente a los países que se mencionan, algunos de tales nombres son: garza solitaria, garza bruja, zorro de agua (Argentina); huakkana, cachí (Bolivia); guacurú, taquirí, sabacú (Brasil); gauda, guairao (Chile); guaco común, garza nocturna (Colombia); chocuacó (Costa Rica); guanabá de la Florida (Cuba); hoactlí, perro de agua, pedrete gris (México); tayazú-güirá (Paraguay); huaco, huairavo, huachira (Perú). En prácticamente todas estas regiones, existen entornos rurales en los que todavía se vincula a esta ave con augurios y presencias nada favorables.

Ahora bien, ¿por qué Euquerio compararía a un ave impura e infame con el propio Cristo? Tras la muerte de su esposa, Euquerio se retiró primero al monasterio de Lérins y más tarde a la soledad de una cueva, asentada en la región montañosa del Luberon. Quizás allí, mientras todavía era un ignoto eremita, pudo escuchar continuamente el ulular de la garza solitaria. Allí, en las silenciosas noches de su perdida cavidad rocosa, aquella misteriosa ave sería su más frecuente y única compañía.

Los aldeanos de la Provenza medieval, por su parte, al escuchar la nocturna voz del martinete o al dar con el rojizo brillo de su mirada, de inmediato sentirían temor a causa del mal presagio o debido a una supuesta presencia maligna. Pero Euquerio no. Su austera soledad le enseñará a percibir su entorno natural de manera mucho más profunda y hasta contraria a como lo hacía la mayoría de las personas.

¿Qué percibió Euquerio en aquella reservada ave y su ulular? Vio la existencia apartada, solitaria y oculta, de un ser completamente dedicado a su sagrado objeto de amor y que por eso mismo es bienaventurado. Desde la perspectiva de ese ser, las demás personas resultan infidelibus, son infieles, pues no vivifican su relación con aquel que a pesar de todo sigue siendo fiel a ellas. Pero entonces, ¿puede Cristo, o un ser consagrado, sentir realmente desprecio por quienes no son fieles a su relación con Dios? Euquerio dice que Cristo los desprecia no porque él los rechace a ellos, sino porque ellos lo rechazan a él; tal como las personas crédulas repudian al nictycorax y éste –si bien es evasivo- no puede sino alejarse más y quedarse lejos de ellas. Cristo se limita a mantenerse apartado; pero no los abandona.

Y tampoco ha de hacerlo el eremita.  


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22.10.15



















Pulsá sobre la imagen.

Para comprender apropiadamente el sentido de la expresión, téngase en cuenta que pertenece al s. XII y es parte de una de las más austeras órdenes monásticas.


19.10.15



Dentro de unos días, entre el 23 y el 26 de octubre, se realizará una nueva peregrinación a Roma del pueblo romaní, en donde serán recibidos por el Papa Francisco. Será en ocasión del 50° aniversario de la ya histórica frase que les dedicara Pablo VI: Voi siete nel cuore della Chiesa | “Ustedes están en el corazón de la Iglesia” [+]. La Conferencia Episcopal Española ha producido un lindo díptico al respecto [+].

Aún cuando las palabras de Pablo VI son significativas para la totalidad de la cultura rom y de los católicos en general, su homilía sólo se halla en italiano en la página del Vaticano, razón por la cual decidí expresarla aquí en español.  


  
Homilía del Santo Padre al
Campo Internacional de los Gitanos.

Pomezia, 26 de septiembre de 1965.

Cerca de Pomezia, a poca distancia de Roma [unos 30 kms.], los gitanos tuvieron oportunidad de recibir la visita del Papa Pablo VI, quien se acercó hasta sus tiendas para celebrar allí la santa misa. Durante su homilía, el Papa trazó un programa de fe, compromiso y renacimiento espiritual para todos los nómades hermanados en Cristo.

...

Queridos zíngaros, queridos nómades, queridos gitanos venidos de todas partes de Europa, a ustedes los saludamos.

1. ¡Nosotros los saludamos a ustedes, peregrinos perpetuos; a ustedes, exiliados voluntarios; a ustedes, refugiados siempre en camino; a ustedes, caminantes sin descanso! ¡A ustedes, que no tienen casa propia, morada fija, país amigo ni sociedad pública! ¡A ustedes, que carecen de trabajo adecuado, que carecen de contactos sociales, que carecen de medios suficientes!

¡Saludos a ustedes, que han elegido su pequeña tribu, su caravana, como su propio mundo separado y secreto; a ustedes, que miran al mundo con desconfianza y que son vistos por todos con desconfianza; a ustedes, que han querido estar siempre y en todas partes, aislados, ajenos y fuera de todo círculo social; a ustedes, que desde hace siglos están en camino y que todavía no han establecido dónde llegar, dónde quedarse!

2. He aquí que hoy han llegado aquí, están reunidos aquí. Ustedes se han juntado entre sí y prácticamente forman un [solo] pueblo; ustedes se han venido a encontrar con nosotros y se han dado cuenta de que este es un gran suceso, casi un descubrimiento.

Vean, queridos nómades, el significado de este encuentro. Aquí hallarán un espacio, una estación, un refugio diferente al de los frecuentes campamentos en donde asientan su caravana. En donde ustedes se detienen, son considerados inoportunos y extraños, y permanecen con timidez y atemorizados. Aquí no. Aquí se los espera, se los saluda, se los celebra. ¿Alguna vez han tenido esta fortuna? Aquí se da una nueva experiencia: encontrarán a quien los quiera, los estime, los aprecie y los asista. ¿Alguna vez -durante su interminable excursión- han sido saludados como hermanos, como hijos, como ciudadanos iguales a los demás? ¿Lo han sido como miembros de una sociedad que no los rechaza sino que los recibe, que los cuida y que los honra? ¿Qué significa esta novedad? ¿A dónde han llegado?

Han llegado –antes que nada- a un mundo civilizado, que no los desprecia, que no los persigue ni los excluye de su sociedad. Han de reconocer que la sociedad que los circunda ha cambiado mucho respecto a aquella de hace unas décadas, que los proscribía y que mucho los ha hecho sufrir. No sientan odio por aquel que fue despiadado y cruel con ustedes, aquel que vilmente condujo a la muerte a muchos de sus semejantes. Nosotros ofrecemos nuestra cordial conmemoración de los gitanos que fueron víctimas de la persecución racial, rogamos por sus fallecidos; e invocamos a Dios para que entre los vivos y los difuntos haya paz, que sea eterna para éstos y terrena para todos los hombres de este mundo. Sí, sean valientes y justos, reconozcan que la sociedad de hoy es mejor. Si lo prefieren, pueden mantenerse al margen de la misma y tolerar muchas molestias, pero ella les ofrece a todos su libertad, sus leyes y sus servicios.    

3. Pero lo que ahora importa es el hecho de un descubrimiento diferente. Ustedes vienen a descubrir que no están fuera sino dentro de otra sociedad, de una sociedad visible pero espiritual, de una humana pero religiosa. Y esta sociedad, ya lo saben, se llama Iglesia. Hoy, como quizás nunca antes, ustedes vienen a descubrir a la Iglesia. En esta Iglesia ustedes no están al margen sino –en cierto modo- en el centro, están en el corazón. Ustedes están en el corazón de la Iglesia, porque están solos, y nadie está solo en la Iglesia; están en el corazón de la Iglesia porque son pobres y necesitan de asistencia, de instrucción, de ayuda; y la Iglesia ama a los pobres, a los que sufren, a los pequeños, a los desposeídos, a los abandonados.

Es aquí, en la Iglesia, que ustedes hallarán que no son solo miembros, colegas, amigos, sino también hermanos. Y hoy los recibimos como hermanos; pero no se trata solo de ustedes y nosotros, sino que implica también que -de alguna manera, en el sentido cristiano- ustedes son hermanos de todos los hombres. Es aquí, en la Iglesia, que ustedes son llamados familia de Dios; y la misma les confiere a sus miembros una dignidad incomparable, pues les permite a todos ser hombres en el sentido más elevado y pleno, ser sabios, virtuosos, honestos y buenos; en una palabra: ser cristianos.

Nos sentimos complacidos de detentar el título de líderes de la Santa Iglesia -que se nos ha conferido sin mérito alguno- y de poder saludarlos a todos ustedes, queridos nómades, queridos gitanos, queridos peregrinos de los caminos de la tierra, como si fueran nuestros hijos. A todos les damos la bienvenida, a todos los bendecimos.

Quisiéramos que el resultado de este excepcional encuentro fuera que puedan pensar en la Iglesia a la cual pertenecen, que puedan conocerla mejor, apreciarla mejor, amarla mejor. Quisiéramos que el resultado fuera, en suma, que despierten en ustedes la consciencia de lo que son. Cada uno de ustedes ha de decirse a sí mismo: “Soy cristiano, soy católico”. Y si alguno no lo pudiera decir porque no tiene esa fortuna, sepa que la Iglesia Católica aun así lo quiere, lo respeta, ¡y lo espera! Ojalá que [tal persona] también pueda apreciarla con una mirada sincera y con buen corazón.

4. Esta consciencia así despierta, respecto de la Iglesia, ha de ser el primer efecto de este día memorable. Pero no el único. Hay muchas otras cosas que deseamos para ustedes y desde ustedes. Tal como después de un largo y arduo camino su caravana llega a un hermoso lugar que es verde y tranquilo, cerca de un río límpido y fresco, y entonces hallan allí descanso, confort y alegría, de igual manera, nosotros quisiéramos que este encuentro fuera de beneficio para ustedes proveyéndoles de suficiente consuelo espiritual: de la paz de la consciencia, del compromiso de mantenerse valientes y honestos, de la oración simple a la vez que profunda, del perdón recíproco entre ustedes (si su ánimo se tornase contrario y hostil) y de muchas otras maneras similares.

Consideramos que debiera mejorar la relación de ustedes con la sociedad, con la cual se cruzan y contactan con sus caravanas: así como se complacen al hallar descanso y una amable hospitalidad, en toda etapa deben procurar dejar un grato y simpático recuerdo; que su camino esté lleno de ejemplos de bondad, de honestidad y de respeto. Y tal vez, si desarrollasen una mejor cualificación en alguna labor artesanal, pudieran mejorar su estilo de vida para su propio beneficio y el de los demás.      

Pero, sobre todo, quisiéramos obtener de ustedes una promesa: la de aceptar la solícita y desinteresada ayuda de los buenos sacerdotes y de las buenas personas, de quienes los han traído hasta aquí y ahora quieren guiarlos por el camino del bien y de la fe, casi escoltándolos como padres y hermanos en su interminable itinerario. ¡Tengan confianza! No tenemos nada que pedirles, excepto que acepten la maternal amistad de la Iglesia. Nosotros podremos hacer algo por ustedes, por sus hijos, por sus enfermos, por sus familias, por sus almas, si su confianza está de acuerdo con la Iglesia y con quienes la representan.

5. A estas personas queremos expresarle nuestra gratitud y señalarles nuestro aliento. A los prelados que aman a nuestros humildes hijos errantes; a Mons. Bernardin Collin [†1985], obispo de Digne [Francia], quien por encargo de nuestra Congregación Consistorial preside las obras de asistencia pastoral a los nómades; al buen padre Fluery SJ., promotor de tan benéfica actividad; a don Bruno Nicolini, a don Mario Ambrogio Riboldi y a todos los sacerdotes, religiosos y laicos que trabajan en favor de los gitanos; sea para ellos nuestra expresa voz de elogio y de gratitud. Que estas dignas personas, que demuestran y ejercen la caridad de la Iglesia y la nuestra hacia la gente nómade, y que por lo tanto son ministros de nuestras bendiciones, las reciban también sobre sí mismas de manera afectuosa y especial.  

Y ahora, hermanos e hijos todos, oremos juntos. Aquel Peregrino divino, para quien no fue ni largo ni grave el infinito camino que lo condujo del cielo a la tierra a fin de convertirse en nuestro compañero en el viaje de la vida, está a punto de volver aquí, entre nosotros y por nosotros, en el sacramento del altar. Con espíritu de recogimiento, avivemos nuestra oración: Cristo está cerca. Digamos con la misteriosa invocación de la Biblia: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap. 22:20). 



Fuente: vatican.va 


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16.10.15


Los eremitas laicos.

por el P. Eugene Stockton.

Las personas en búsqueda de soledad me llamaron la atención a partir de que publicara mi libro: Wonder: A Way to God (1998). Resulta claro que existe una afinidad natural entre ciertas formas de oración y un determinado estilo de vida. Existen etapas o niveles de misticismo en donde uno está a solas con Dios en todo momento y la persona tiende a enmarcar ese hecho en un modelo de vida.

Durante la investigación que realizara para el libro, y a partir de reacciones posteriores, pude darme cuenta de que muchos cristianos sin vocación por el estado religioso estaban buscando un compromiso espiritual más profundo, aún cuando eso pudiese significar autoexcluirse de las habituales agrupaciones sociales; incluso de las religiosas. El título de este estudio me resultó un término adecuado para tales buscadores de la soledad.

Los “monjes seculares” de Sinetar.


La gente normalmente desconfía de esta forma de vida. Se considera que los eremitas son raros, antisociales, psicóticos o que están al margen de la sociedad. Sin embargo, tales suposiciones se ven disipadas por un libro de Marsha Sinetar, en donde sintetiza varios estudios de casos de “monjes seculares” (estén o no motivados por cuestiones religiosas) mientras sigue de cerca las observaciones y la terminología de Abraham Maslow. Y sus aportes pueden verse respaldados por las biografías reunidas por Peter France. 

En general, Sinetar concluye que estas personas exhiben personalidades excepcionalmente equilibradas e integradas, y que su forma de vida es un medio de autoactualización. Normalmente estas personas pasan a través de dos etapas: primero, por un radical alejamiento de los demás; segundo, por el comienzo de una auxiliaridad a los demás. Todo esto se da mientras el crecimiento personal resulta en un mayor autoconocimiento y en un aumento de la habilidad para vivir según el propio ser, según la personalidad auténtica [1].

A partir de sus estudios de casos se pueden mencionar las siguientes características típicas del solitario:

- Trascendencia social: independencia o desprendimiento emocional de las influencias sociales (de las reglas, costumbres, ídolos, etc., del mundo externo) a medida que se va tras el llamado interior a ser cada vez más lo que ya se es; es decir, tras “la propia verdad personal”.

- Autonomía: Maslow entiende como individuos autónomos a aquellos regulados por las leyes de su propio carácter antes que por las de la sociedad. Existe una autoridad interior, relacionada con la integridad y verdad personal, a la que uno obedece. Y tal autoridad a veces puede expresarse como una voz de descontento dentro de uno mismo.

- Sacrificio: el sacrificio es inevitable para responder al llamado de desprendimiento social; es decir, para responder al llamado de desapego de las opiniones, costumbres y seguridad colectivas, de la existencia inconsciente, de las rutas directas y seguras hacia el logro, de las tendencias que evitan el riesgo y, finalmente, de la propia separatividad (“el pequeño ser personal”).

- Metamotivación: este es el término que utiliza Maslow para señalar el impulso motivacional hacia la plenitud. A medida que la autoactualización se desarrolla, la persona reconoce al ser como parte de un todo integrado y desea actuar, en consecuencia, de manera eficaz y responsable. Es precisamente permaneciendo un paso atrás que puede ver las cosas en su conjunto (incluyendo al ser).

- Estructura: los aspectos externos del tiempo y el espacio son ordenados a fin de extender el preciado tiempo para ser. La persona ordena sus recursos para lograr la independencia y autosuficiencia, inclinándose por un estilo de vida frugal y por la “simplicidad voluntaria”. De manera deliberada, reduce todas sus obligaciones sociales.

- Ruptura radical: se produce una ruptura radical con la vida común en aras de seguir los dictados internos dirigidos a una vida auténtica. Tal ruptura es tanto perceptual como física y se da a un precio muy elevado, pero resulta en una gran consciencia del verdadero ser. 

- Crecimiento en la auxiliaridad: luego del retiro radical, la metamotivación conduce a un sentido de parentesco o de relación con los-demás-como-si-fueran-el-propio-ser, impulsa al uso de los propios dones en beneficio de la totalidad y hacia la entrega del ser a través de un fuerte sentimiento de amor.

- Autodescubrimiento: al obtener un conocimiento más amplio de sí misma, la persona también descubre en sí habilidades para: interpretarse de manera más auténtica dentro de una visión más amplia del mundo; manejar sus recursos de forma más creativa y eficiente; abandonar las presiones convencionales; tolerar aún más las ambigüedades; fusionar los intereses “del-propio-ser-y-del-de-los-demás”; y para aumentar sus habilidades a fin de resolver los problemas de manera creativa.

La entusiasta valoración del monje secular y de su estilo de vida, por parte de Marsha Sinetar, puede que impacte en el cínico como una más de las publicaciones sobre desarrollo personal que inundan los Estados Unidos. De hecho, su título: Lifestyles for Self-discovery [Estilos de vida para el autodescubrimiento], suena algo extraño para una persona orientada por el amor a Dios; pareciera, más bien, una imprudencia del ser. Pero a través de una actitud favorable, es posible notar a la gracia erigiéndose sobre la naturaleza; es posible notar que el tipo de vida al que la persona [solitaria] se ve dirigido por la gracia es inherente y humanamente saludable.

Mi estudio sobre los eremitas laicos.

En 1999, el obispo Keving Manning (de la diócesis de Parramatta, Australia) me concedió tres meses de licencia para poder estudiar a los eremitas laicos. En Australia pude contactarme con unos pocos que estaban intentando llevar a cabo este tipo de vida, pero sus esfuerzos tendían a ser más bien experimentales y aislados. Luego dirigí mi atención hacia el Reino Unido, en donde existía una larga experiencia en la vida solitaria; claro que tal forma de vida había sido mucho más frecuente antes de la Reforma [s. XVI].

Durante la época de la anacoreta Juliana de Norwich [s. XV], se dice que había 40-50 solitarios viviendo dentro de los muros de la ciudad. En ese entonces, con frecuencia un monasterio o parroquia tenían una celda en la que un(a) anacoreta pasaba toda su vida encerrado(a). Bastante diferente era el ermitaño, tal como lo describe Clifton Wolters en su introducción al The Fire of Love, obra del eremita Richard Rolle:

[...] Aunque solitario, alejado y dentro de su celda, el eremita no estaba ligado a ésta tal como lo estaba el anacoreta. El primero podía desplazarse según su voluntad -lo que habitualmente sucedía- y podía establecer su morada donde quisiese. Si bien compartía el ideal de oración con el anacoreta, el eremita podía practicar además las buenas obras (imposible para aquel) y vivir un tipo de vida totalmente diferente. Existen ejemplos de eremitas actuando como guardafaros extraoficiales en épocas en las que el servicio de faros era impensable; y se sabe de eremitas manteniendo puentes en reparación, mendigando en los caminos, haciendo guardia en las puertas de la ciudad, ayudando a los leprosos en los lazaretos, actuando como guías en territorios difíciles, recaudando donativos o siendo reconocidos como expertos en [determinadas] tareas prácticas dentro de un determinado distrito. Hay pocas cosas a las que no podían dedicarse. Por supuesto, básicamente se dedicaban a rezar, a dar consejos y a advertir a los demás. Un eremita podía incluso casarse, aparentemente sin perjuicio de su posición.

Todo esto recuerda mucho al poustinik ruso, tal como es descrito en el Poustinia de Catherine de Hueck Doherty.

Desde sus días de apogeo, la vida eremítica nunca llegó a desaparecer del todo de la escena británica, pero en las últimas décadas pareciera manifestar un cierto retorno y disfrutar de reconocimiento público. Existe una red que enlaza a los individuos aislados en The Fellowship of Solitaires, que tiene su propio boletín (tal como en EUA están las publicaciones Raven's Bread y The Roll, que llegan a muchos ermitaños). 

También existe un alto grado de aceptación oficial. Un hito importante fue la reunión de algunos de los principales exponentes de este tipo de vida en la iglesia principal de St. Davis, en Gales, en 1975, cuyos informes fueron posteriormente publicados en Solitude and Communion (1997).

En respuesta a las numerosas peticiones de consejo o ayuda, la Commision on the Economics of the Contemplative Life, con sede en Londres, presentó un informe detallado sobre los eremitas solicitando mayor reconocimiento oficial, mayor discernimiento, asistencia y medios de formación para ermitaños, a la vez que rechazaban “toda idea de institucionalizar o hacer uniforme esta forma de vida”.

Existe una casa de formación católica y dos anglicanas [para los eremitas], las cuales, sin embargo, solo pueden ayudar a un mínimo de candidatos. El nuevo Derecho Canónico de la Iglesia Católica reconoce la vida eremítica como una vocación específica que se ha de vivir bajo la guía del obispo diocesano (canon 603). Algunos candidatos consideran la realización de votos bajo este canon, pero los obispos con frecuencia son renuentes a aceptar estos pedidos, quizás por sentirse inseguros sobre los compromisos que habrán de asumir; en tanto que otros candidatos recurren a unos pocos y bien conocidos eremitas para solicitar sus consejos.

Durante mi presente estudio pude hablar con algunos obispos, con superiores de institutos y con guías espirituales que habían tenido tratos con ermitaños. Hallé, como ya lo había hecho, que los solitarios muestran una amplia variedad de estados y estilos de vida. Habían religiosos que eran parte de conventos y monasterios, sacerdotes de ministerio activo, parejas casadas, gente de negocios, jubilados, solteros que vivían en elevados apartamentos, mujeres que trabajaban en guarderías, animadores de casas de oración; había un sacerdote que regía un lugar de estricta soledad a la vez que era lugar de hospitalidad; había uno parecido a un guru o starets que buscaba e impartía sabiduría en un asram de estilo hindú; otros eran peregrinos que recorrían o estaban establecidos en lugares sagrados, otros eran moradores de lugares solitarios, otros miembros terciarios o miembros de una skete (comunidad eremítica).

Sin duda, muchos ejemplificaban uno de los dos estados señalados por Marsha Sinetar:

1. Un alejamiento radical de la sociedad y un ascetismo austero junto a una regla de vida.
2. Un “regreso al mercado [del mundo]”, abrazando la auxiliaridad de servicio a los demás. Estos, aunque menos austeros que los primeros, mostraban una santidad inconfundible a la vez que comodidad, urbanidad y equilibrio (probablemente lo que Sinetar quiere decir con “personalidad auténtica”, lo que es una buena publicidad para esta forma de vida).

Las otras características mencionadas por Marsha Sinetar eran claramente evidentes -en mayor o menor grado- en todas las personas con las que pude entrevistarme, algo que detallaré más adelante.

¿Pueden los laicos ser ermitaños?

A medida que mi búsqueda avanzaba, me resultó claro que la pregunta crucial era si los laicos podían ser ermitaños. Por supuesto, la duda surge entre los religiosos, quienes citan las reglas de san Benito y san Francisco para señalar la recomendación de una larga madurez en comunidad antes de aventurarse a combatir al demonio dentro de uno mismo.

Por otra parte, los laicos sienten que los religiosos subestiman la vocación del laico y que el mundo, lejos de ser un terreno hostil, es para ellos un locus y un medio para la santificación. Es como si los animales de tierra y los acuáticos se sorprendiesen de cómo el otro logra sobrevivir en un entorno tan peligroso; pero cada uno se encuentra cómodo en su hábitat natural, están adaptados para obtener allí su vital porción de oxígeno. Para los laicos, el mundo es el lugar en donde la santidad los espera, las calles son su claustro, el alboroto de la ciudad su liturgia. 

El solitario laico, lejos de ser un cuasi-religioso sin lugar en el mundo, es alguien que busca la soledad con Dios en medio del mundo; de hecho, en comunión con el mundo. Algunos de mis entrevistados, familiarizados con tradiciones de misticismo orientales, se preguntaban si las prácticas y el pensamiento religioso podrían dejar de estar tan llenas de dualismo (evidente en el lenguaje del combate y la mortificación) y si podría darse una vía de ascetismo no dualista.

Pero, entonces, ¿qué es un eremita o un solitario? La mejor definición con la que me he encontrado es la de Paulo Guistiniani, quien se describió a sí mismo como “alguien que busca vivir a solas con Dios y solo para Dios”. Se trata de alguien que se ve impulsado por una pasión por solo Dios, una pasión que lo conduce a una unión que ha de ser absoluta y exclusiva.

Y tal pasión busca expresarse en cierto estilo de vida, que puede tomar diferentes formas, cada una de ellas respondiendo profundamente a la idiosincrasia del individuo. Y aun cuando el estilo de vida adecuado y ansiado resulte inalcanzable temporalmente, la búsqueda se mantiene. El P. Paul Gurr (de Jamberoo, Australia) me lo señaló acertada y concisamente: básicamente es un tema de autopercepción. Una persona puede que sea naturalmente sociable (como el propio Gurr, por ejemplo), pero suele sentirse sola al estar en medio de las multitudes; y así, durante los viajes se puede ser intensamente consciente de que la única compañía constante es solo Dios.

¿Cómo hace un laico para lograr el equilibrio entre las exigencias del trabajo y la familia y las exigencias de la vida solitaria? En verdad, me he encontrado con quienes lo hacen de manera exitosa; y no había ninguna duda sobre su gracia por la soledad y sobre su eficaz conducción en medio de las exigencias de la vida. Tal como la teología ortodoxa habla de la transfiguración del místico, también se podría decir que para el propio místico incluso el entorno se transfigura. Theillard de Chardin llamó a esta transformación “el medio divino”: el momento en que nuestro entorno natural se ve lleno de Cristo. A través de la fe podemos encontrar a Cristo en todo cuanto nos rodea, en el corazón de la materia, en el corazón del otro.

Una gradual comprensión espiritual de la segunda venida de Cristo haría que lo recibiésemos continuamente en las personas y cosas de nuestro entorno inmediato. Con seguridad, en un matrimonio esto sucedería principalmente en relación a la propia pareja. Y esto se halla en armonía con la más rica teología del matrimonio; aunque al rozar el borde de la sexualidad, pareciera que no nos atreviésemos a adentrarnos en el tema.   

La tradición tántrica, especialmente la del budismo tibetano, bien podría contribuir a nuestra apreciación cristiana de la espiritualidad de la sexualidad. Thomas Moore ha subrayado el vínculo que existe entre la sensación y la experiencia mística, la una nutriendo a la otra. Y Patricia Mullins sostiene que ciertas descripciones del éxtasis sexual muestran que es bastante semejante al éxtasis místico. Y de manera general, los sentidos, lejos de ser enemigos del alma o aún un peligro para la misma (como en las viejas espiritualidades), pueden considerarse como aperturas por las que Dios se filtra en nosotros proviniendo desde nuestro medioambiente.

Surge ahora el tema de la soledad relativa o rítmica. Así como un místico lo es aun cuando no todo el tiempo esté sumido en la oración, de igual modo el solitario no tiene que estar siempre en una soledad absoluta. San Francisco y otros santos son conocidos por llevar un ritmo [de vida] entre soledad y ministerio activo. Se dice que el actual Papa de la Iglesia Copta alterna semanalmente entre la soledad de su celda y la administración de su Iglesia.  

No existe razón alguna por la que una ama de casa, luego de que haya dejado a sus hijos en la escuela, no pueda hallar en sus próximas seis horas un momento para estar a solas con Dios; incluso en medio de sus tareas. Al igual que el viajero (que lo hace en un trayecto largo o en desplazamientos rutinarios), ella puede repetir el himno del breviario [inglés]: “Solo, con nadie sino contigo, mi Señor, recorro mi camino”.

Los sacerdotes jubilados o que todavía se hallan dentro del ministerio activo, puede que se sientan llamados a la soledad lejos de sus funciones públicas o incluso dentro de las mismas. Se me ha objetado que ese tipo de compromisos podrían percibirse como diluyentes del status eremítico. Pero lo que es importante para una persona que ha sido llamada no es el esfuerzo por ajustarse a cierta definición de lo que es un eremita, sino el tratar de responder al llamado para estar a solas con Dios según las condiciones reales de su propia vida.

Comparación de características.

El estudio que realizara me condujo a una serie de características hacia las cuales los entrevistados tendían de manera común. Podrían comparárselas con las mencionadas por Sinetar, aunque no se trata de ajustarlas a aquellas ni de usar las categorías propias de su disciplina [la psicología].

- Fuerte sentido del llamado: los sujetos hablan de algo mucho más fuerte que la vocación normal (es decir, que la vocación al sacerdocio o a la vida religiosa). En algunos se remite a la niñez y con bastante frecuencia cuentan lo felices que eran estando solos cuando eran niños.

- Pasión: unida de manera natural al punto anterior; rápidamente se la menciona como un fuego incesante, como un impulso primario a ser uno con Dios.

- Distancia emocional de la sociedad: esto no solo implica libertad de las presiones de la sociedad civil, sino también de las inquietudes de la Iglesia, de forma tal que uno puede observar los sucesos en ésta de manera profundamente objetiva. Y esto requiere de una interpretación delicada, ya que de ninguna manera significa poco amor por la Iglesia o falta de sentido de pertenencia. 

- Autonomía: sentido de estabilidad al ordenar la propia vida, fijando las prioridades, omitiendo lo que pareciera superfluo o inapropiado (para el individuo en cuestión) y valorando las pocas pertenencias.

- Autosuficiencia: en general, los sujetos no buscan apoyo, sea material o espiritual, de ninguna iglesia ni congregación. Se entiende que cada quien gana su propio sustento o cobra una pensión.

- Simplicidad: la misma encuentra su expresión no en la pobreza sino en la frugalidad. Las posesiones y ocupaciones que están más allá de las verdaderas necesidades se ven como peso de distracción. Es común la conmovedora indiferencia hacia previsiones para la vejez o la enfermedad.

- Quietud y silencio: este es el atesorado bonus proporcionado por la vida simple y despojada. Algunos hablan de un rico vacío que les concede toda creatividad en sus vidas, un vacío lleno solo por Dios.

- Crecimiento en la auxiliaridad: como ya lo dije, algunos encuentran -luego de un radical alejamiento inicial- cierto sentido de servicio al mundo a través de la oración y el ministerio, sin perjuicio de la soledad; se trata de un sentido de comunión con los demás a través de la ocupación amorosa y de la compasión. El seguir las noticias de cada día también es un estímulo a la oración. Me vino a la memoria aquellos abanderados que acompañaban a los ejércitos en las antiguas batallas: desarmados, vulnerables, útiles solo para señalarle a los demás la dirección correcta y la solidaridad.

- Desprendimiento: desapego de todo aquello que no tenga que ver con Dios. Hay una inconfundible cautela ante la posibilidad de verse arrastrados por causas bastante dignas o hacia actividades (quizás parroquiales) que podrían conducirlos a tareas absorbentes o de plena distracción. Para algunos, el cambio en su forma o lugar de vida podría significarles (como a los Padres del Desierto) verse privados de la regular recepción de los sacramentos.

En la vida espiritual, tales complementos son medios para lograr un fin; pero sólo Dios es el fin, aquel a quien algunos se adhieren sin intermediarios debido a su sola gracia. Todo esto exige de mucha prudencia y discernimiento, si bien se debe dejar lugar a que Dios se revele al alma de maneras que no nos resulten nada comunes.

Es habitual comparar la vida espiritual al matrimonio. La imagen es la más apropiada en la  medida en que el alma solitaria va en búsqueda de su amado, razón por la cual, lo siguiente resulta oportuno: la pasión del amor busca la absoluta y exclusiva unión con el otro [Dios]; un alto definitivo, una ruptura radical (como en una boda), da lugar a una unión estable; luego viene la luna de miel y más tarde la rutinaria vida en pareja (que es menos espectacular pero no menos amorosa); el hogar de sus corazones se abre luego a la hospitalidad (niños, visitantes); y la pareja continúa siendo una unidad autosuficiente que se enriquece en la reciprocidad.

Conclusión.

Mis consideraciones finales se dirigieron a ver, puntualmente, cómo algunos solitarios son más exitosos que otros en su forma de vida. Lo cual no sugiere una lista de juicios o exhortaciones sino más bien de consejos. Por ejemplo, he llegado a ser profundamente consciente de lo conveniente que resulta tener cierto orden en la vida, es decir, un horario flexible y un equilibrio en las actividades en vez de dejar que las cosas simplemente sucedan.
Además, algunas de las características mencionadas arriba requieren de una atención constante: es necesario seguir trabajando en la simplicidad (cuidándose del efervescente desorden), en la reflexión (en la tranquila atención a las pequeñas cosas) y en la quietud. Otras características simplemente provienen del desarrollo de la gracia.

Sobre todo, en un tiempo en el que está de moda buscar la soledad por sí misma (como sucede con algunos exponentes de la new-age) o para fines personales (como salud, tranquilidad, estudio, reputación chamánica, autodescubrimiento o integración personal), el solitario cristiano solo puede reconocer un único objetivo, uno sin ningún otro que lo acompañe; incluso en menor grado. La única y exclusiva atención debiera ser centrarse en el Dios que se nos revela en su Palabra encarnada. Solo con él se puede ir tras la soledad. 

“Aquel que busca vivir a solas con Dios y solo para Dios”.

Bibliografía.

- Allchin, A.M. edit. (1977). Solitude and Communion. Fairacres Publication, n. 66, Oxford.
- Doherty, C. (1975). Poustinia, Notre Dame Press, Indiana.
- France, P. (1996). Hermits: The Insights of Solitude, Chatto & Windus, Londres.
- Moore, T. (1998). The Soul of Sex: Cultivating life as an act of love. Harper-Collins, New York.
- Mullins, P. (1999). “After the Games... Theology from the perspective of an Australian woman”, en Peter Malone (ed.), Developing an Australian Theologv. St Paul's Publications, Strathfield, pp.133-147.
- Sinetar, M. (1986). Ordinary People as Monks and Mystics: Lifestyles for Self-discovery. Paulist Press, New York.
- Stockton, E. (1999). Wonder: A Way to God, St Paul's Publications, Strathfield.
- Wolters, C. (1972). Traducción de la obra de Richard Rolle: The Fire of Love. Penguin Books, Londres, pp. 18-19.


1. N. del T.: Maslow entiende la autoactualización como “el deseo de autorrealización; es decir, como la tendencia del individuo a verse actualizado en lo que potencialmente es. Esta tendencia podría expresarse como el deseo de ser cada vez más y más lo que uno es, hasta convertirse en todo lo que uno es capaz de llegar a ser”. (A Theory of Human Motivation, ed. 2000). Esto explica algo más lo que concibe por personalidad auténtica. Y la metamotivación es aquello que motiva o impulsa a un individuo hacia la autoactualización y la excelencia. Pero esta motivación es diferente de la que opera en necesidades de nivel inferior y emerge, precisamente, luego de que éstas se han visto satisfechas. La auxiliaridad (stewardship, traducida también como “mayordomía” o simplemente “servicio”), señala a  la motivación a trabajar por los demás y al sentido de comunión con las otras personas.


Fuente: el artículo fue originalmente publicado en la revista australiana Compass Theology Review, vol. 34, Nº 2, 2000, pp. 46-50. Edición online en (recuperado el 14 de octubre del 2015): hermitary.com

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