30.11.13



Nuevas formas de vida consagrada.

por Mary Charlotte Chandler, r.s.c.j., Ph.D.

- 2007 -

La autora es directora del Center for the Study of Religious Life, concede seminarios sobre el futuro de la vida religiosa y organiza foros interdisciplinarios para líderes de institutos religiosos.
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Durante los últimos sesenta años se han dado cambios importantes en la vida consagrada dentro de la Iglesia Católica. La vida religiosa, que alguna vez fuera sinónimo de vida consagrada, hoy es solo una de las varias formas de vida consagrada que existen en la Iglesia. El Código de Derecho Canónico, revisado en 1983, describe dos formas individuales de vida consagrada: las vírgenes consagradas y los eremitas consagrados por una diócesis; y dos formas de agrupaciones: los institutos religiosos y los institutos seculares. El código añade, además, una sección sobre las sociedades de vida apostólica. La laicidad consagrada no tiene ninguna sección en el derecho canónico debido a que sus votos son privados. El presente artículo describe brevemente estas nuevas formas de vida consagrada que existen junto a la vida religiosa de hoy.

Las vírgenes consagradas.

En la iglesia antigua, las vírgenes llegaron a conformar un grupo distinto, pero con el correr de los siglos la práctica de mujeres consagradas que viven en el mundo desapareció. El rito pasó a ser usado en los conventos de monjas con votos solemnes. A principios del s. XX, las demandas para consagrar vírgenes que permanecieran en el mundo secular fue desestimado por el Vaticano. Pero la puerta se abrió nuevamente con el documento del Vaticano II: Constitución sobre la Sagrada Liturgia, que convocó a una revisión del rito. Y así, el revisado rito para la consagración de vírgenes que viven en el mundo sería promulgado el 31 de mayo de 1970. En este rito, las vírgenes simbolizan a la Iglesia como la Novia de Cristo. Son tres las preguntas que se les hacen: 

1. ¿Estás dispuesta a perseverar hasta el final de tus días en el sagrado estado de virginidad así como en el servicio a Dios y a su Iglesia?
2. ¿Estás dispuesta a seguir a Cristo bajo el espíritu del evangelio, de manera tal que toda tu vida sea testimonio fiel del amor de Dios y un signo decisivo del Reino de los Cielos?
3. ¿Estás dispuesta a aceptar la consagración solemne como novia de nuestro Señor Jesucristo, hijo de Dios?

La candidata renueva su determinación diciendo: “Padre, reciba mi determinación a seguir a Cristo en una vida de perfecta castidad que, con la ayuda de Dios, profeso hoy ante vos y ante el pueblo de Dios”. Luego, el obispo recita una oración de consagración solemne frente la candidata a la vez que extiende sus manos sobre ella. Las vírgenes consagradas permanecen en el estado secular, no son religiosas ni profesan votos religiosos. La cobertura de las necesidades materiales de su vida es responsabilidad personal. A través de su consagración, las vírgenes consagradas mantienen un lazo con su obispo y con su iglesia particular. Al menos una vez al año mantienen una conversación con su obispo respecto de su vida consagrada y de su servicio a la iglesia. A diferencia de los sacerdotes diocesanos, ellas no tienen obligación de obediencia hacia el obispo.

La United States Association of Consecrated Virgins (USACV) es una asociación voluntaria de vírgenes consagradas que conceden su ayuda a las mismas a la vez que promueven esta vocación.

Los eremitas consagrados diocesanos.

La vida eremítica es una antigua forma de vida consagrada. Diversos institutos religiosos sostienen esta forma de vida dentro de su propia legislación. Hay algunos religiosos –que cuentan con el permiso de su superior- y algunas vírgenes consagradas que eligen esta forma de vida. El Código de Derecho Canónico de 1983 concede la novedosa opción de vivir la vida eremítica de manera individual bajo la dirección del obispo. Los eremitas profesan públicamente los votos de pobreza, castidad y obediencia ante su obispo diocesano; y se dedican a la oración, la penitencia y la soledad mientras se ganan su propio sustento. Ellos no son parte de ningún instituto religioso sino que siguen su propio plan de vida bajo la guía del obispo. Se trata de una vocación excepcional. Un informe realizado en el 2005 solo encontró 19 eremitas consagrados en diez diócesis de los Estados Unidos.   

Seglares consagrados.

En 1947, Pío XII reconoció a los institutos seculares -algunos de los cuales databan del s. XVII- como una forma de vida consagrada. Cada instituto tenía su propio carisma, su espiritualidad, sus constituciones, su política de admisión, su programa de formación, su estructura administrativa y su apostolado. Estos son distintos de las órdenes terciarias y de las prelaturas personales. Los miembros de los institutos seculares son laicos solteros o sacerdotes diocesanos que profesan los consejos evangélicos a través de un voto u otra forma de lazo sagrado, según sus institutos particulares y con inclusión de la castidad. Ellos difunden los valores del evangelio en el mundo y contribuyen a la santificación del mundo desde adentro. Los miembros laicos normalmente viven solos y no visten ningún atuendo especial. En sus vidas diarias y en sus ocupaciones, los miembros dan vida a la misión de sus institutos.

El United States Conference of Secular Institutes (USCSI) surgió en 1972 para hacer conocida la vocación, para compartir ideas, para apoyar a los grupos que deseaban convertirse en institutos seculares y para realizar diversas investigaciones.

Una nueva expresión de secularidad consagrada se puede observar en la rama secular del instituto religioso Daughters of the Holy Spirit. En 1990, ciertos miembros de este instituto empezaron a notar que algunos de sus pares con el correr del tiempo se habían alejado de la vida religiosa para insertarse en un modelo secular de vida consagrada. Consideraron, entonces, establecer una rama secular como una nueva senda de vida en la que pudiesen vivir su carisma; una senda a la cual también algunas lacias podrían sentirse llamadas.

La rama secular de las Daughters of the Holy Spirit fue establecida en el 2003. No se trata de un instituto diferente, sino que está bajo el liderazgo del superior general de los institutos religiosos. Esta autoridad designó un moderador general para la rama secular y ratificó todas las decisiones para los votos perpetuos en la misma. Sin embargo, los miembros de la rama secular viven la secularidad consagrada antes que la vida religiosa. El voto de castidad es esencialmente el mismo que el de los religiosos, pero el contenido de los votos de pobreza y obediencia es diferente. Y no existe la vida en común. La pobreza incluye simplicidad de vida, el compartir según voluntad y la donación de una parte de sus ingresos al grupo a fines de administración y gastos de solidaridad. La obediencia es vivida en diálogo con la familia, los amigos y los pequeños grupos afines. Las decisiones mayores son discernidas con el moderador regional.

Los miembros de las Sociedades de Vida Apostólica.

Las Sociedades de Vida Apostólica persiguen un determinado fin apostólico o misionero. Son diferentes de los institutos religiosos y seglares, y sus miembros no profesan votos religiosos sino que se comprometen con los consejos evangélicos a través de algún tipo de lazo. Estos miembros mantienen una vida en común y su estilo de vida y espiritualidad confluyen en su interés principal, que es el apostolado.

La mayoría de Sociedades de Vida Apostólica están compuestas por varones, ya que muchas comenzaron como sociedades misioneras de sacerdotes seculares. La historia de las sociedades femeninas tiene raíces diferentes. Por ejemplo, las Daughters of Charity tuvieron que esforzarse durante su fundación para no ser un claustro y para poder servir a los pobres. Y lo lograron al convertirse en una sociedad de vida apostólica antes que en un instituto religioso. Ellas no profesan votos perpetuos.

Aunque son diferentes, las Sociedades de Vida Apostólica comúnmente son agrupadas dentro de los institutos religiosos. Todos ellos son registrados en conjunto dentro del Kenedy Directory [directorio oficial de todas las diócesis e institutos]. En 1975, quince sociedades masculinas cuyo objetivo misional era ad gentes (a las naciones) solicitaron sujetarse a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos antes que la Congregación para Institutos Religiosos y Seglares (hoy llamado Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica). Este grupo incluye a la sociedad Maryknoll y al Missionary Society of St. Columban. Otros ejemplos de sociedades de vida apostólica son la Sociedad de San Pablo, la Society of the Precious Blood y las Sisters of Social Service.

Laicidad consagrada.

Las mujeres y los hombres que abrazan los consejos evangélicos en la forma de votos privados son conocidos como laicidad consagrada (un voto es público si es aceptado en nombre de la Iglesia por alguna autoridad legítima; de otra forma, se considera que es privado).  

Muchos movimientos laicos, por ejemplo los Focolare y los Regnum Christi, tienen grupos centrales constituidos por laicos consagrados. Los miembros consagrados en comunidades según su género, hacen votos privados de pobreza, obediencia y castidad, y conceden sus ingresos a la comunidad de bienes.

La Fraternidad Mariana de la Reconciliación, fundada en 1991, es un ejemplo de una asociación de fieles cuyos miembros son todas laicas consagradas. Sus miembros prometen castidad y obediencia a los estatutos de la comunidad. Ellas viven en comunidad y están “totalmente disponibles” para su apostolado de evangelización.

Diversidad dentro de la vida religiosa.

Dentro de la propia vida religiosa existe una gran diversidad de manifestaciones. Hay nuevas formas que han evolucionado como respuesta a contextos históricos y culturales diferentes. Hoy en día tenemos religiosos consagrados en la dimensión eremítica, monástica, contemplativa, mendicante, evangélica y apostólica, todos los cuales responden a su particular llamado alrededor del mundo. La vida consagrada dentro de la Iglesia Católica está viva y está bien, y continúa avanzando. Si atendemos a la historia, estas nuevas formas no reemplazan a las formas más antiguas sino que tienen su lugar junto a ellas y enriquecen la posibilidad de diversas formas consagradas de respuesta al evangelio de Jesucristo.

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Chandler Mary C. (2007). New Forms of Consecrated Lifes. New Theology Review, vol.20, N°4, pp.64-66.

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El ermitaño Whiteaker.
Lecciones de vida de los ermitaños de hoy.

por Adam Lusher

- 2012 –

Nuestra era tecnológica, conectada las 24 del día, hace que la vida de un verdadero solitario sea más atractiva y alcanzable. Adam Lusher fue en búsqueda de aquellos que eligen vivir como solitarios.

En la ladera de una colina se está construyendo una cabaña. Elaborada con madera simple, la cabaña será suficiente para conceder un espacio para dormir y para rezar, otro para la higiene personal, otro lo suficientemente grande como para situar una estufa, un lavadero, una mesa y algo más. Desde un banco situado afuera, se pueden observar los campos y vallas de Shropshire. En un día claro como este, las colinas Malvern Hills son visibles desde unos cincuenta kilómetros aproximadamente. Pero en este paisaje campestre difícilmente se halle otro signo de humana habitación.

Acompañado por una sonrisa alegre, Stafford Whiteaker revisa lo que pronto será su hogar; o más correctamente, su celda. “Pronto viviré en soledad. Y es maravilloso”, dice. En un radiante atardecer del siglo XXI, esta figura de habla tranquila y vestido sencillamente –con guardapolvo y lentes bifocales antes que con una larga barba y taparrabos- se presenta a sí mismo como un ermitaño.

“Se la denomina la vida escondida. No me sorprende que no sepas nada de ella. Pero está viva y está bien; y vive aquí, en Inglaterra, en Escocia y Gales”, afirma. Aunque es difícil tener cifras exactas. Los ermitaños, después de todo, no se esmeran por ser conocidos. Pero un reciente informe sugiere que hoy deben existir cerca de unos 200 ermitaños en Gran Bretaña. 

Algunos, como Whiteaker, disfrutarán de la vida monástica, pero estarán solos y no junto a una comunidad de monjes(as). Pero como si estuviesen dentro de un monasterio, los ermitaños también siguen una “regla de vida” y se sujetan a un horario (horarium) cuyas raíces se remontan a los inicios de las cristiandad. Los eremitas como Whiteaker con frecuencia se describen a sí mismos como seguidores de la vida eremítica, diferenciándose así de los “solitarios” que siguen un camino menos regulado y quienes no necesariamente adhieren a una religión específica. Aunque también buscan lo espiritual, pero, como lo dijo alguien: “Es algo más bien experimental. Lo llevo a cabo a medida que voy avanzando. No sé lo que pasará después”.

No todos los ermitaños disfrutan de un entorno campestre como el lugar en donde está la “celda” de Whiteaker. A medida que exploraba los anónimos círculos de oración que circulaban por una red virtual de ermitaños (mediante comunicaciones escritas), descubrí la existencia de “ermitaños de barrios carenciados, de horrendos camastros, en horrendas ciudades”, tal como una fuente lo registró. Una especie más favorecida es la del “monaquismo urbano”: vivir solo en medio de la ciudad, en un simple departamento del que raramente se sale. Algunos de estos “eremitas urbanos” incluso tienen un blog. La última entrada de uno de éstos dice: “Sí. Intentaré postear una vez cada tres años o algo así…”. La segunda entrada más reciente es del 2009, y la imagen del perfil es la de una monja medieval. Su autora es una laica de unos cincuenta años que vive en New York City. Para sustentarse, esta ermitaña trabaja desde su casa, lo cual le permite “permanecer” en su “celda” durante casi todo el tiempo. “Consigo los alimentos y casi todo lo demás por entrega a domicilio, así que raramente dejo mi departamento, excepto para ir al coro o a misa”, escribe. Ella se convirtió en ermitaña en el 2007, nueve años después de haber experimentado “un devastador evento en mi vida. Empecé a notar que el tiempo que pasaba sola era un bálsamo para mi alma herida. Y los nudos mundanos comenzaron a desatarse”. En su último post, de abril del 2012 (“Estado de ánimo: contemplativo”), escribe: “Soy feliz. Y no, no estoy sola :-)”.

En esta era obsesionada con Facebook y Twitter, ese tipo de apartamiento del mundo parece extraño, incluso sospechoso. Y ésa es la razón por la que Whiteaker, tras dudarlo un poco, finalmente permitió que lo visitara: “Mucha gente que busca una forma de vida más solitaria tiene que saber que es algo que está bien. No están mal, no están locos. Esta tradición tiene miles de años”.

En las culturas Orientales, la tradición eremítica ha perdurado por miles de años. Y una vez que llegó la cristiandad se acomodó y continuó con su camino. El asceta Antonio el Grande siguió a Jesús dirigiéndose al desierto allá por el año 270 d.C. Para cuando murió, cerca al 356 d.C., eran tanto los eremitas que lo habían seguido al desierto cercano a Alejandría, que –según su biógrafo- el yermo “se llegó a convertir en una ciudad”. Hoy en día, los eremitas continúan despertando la curiosidad y emanan un aura de sabiduría. “Sentáte en tu celda, y tu celda te enseñará de todo”, dice uno de los padres del desierto, Abba Moisés.

En la actualidad, a la ermitaña de New York también le agradecen por “sus palabras de sabiduría y experiencia”, pero lo hacen los visitantes virtuales de su blog. De hecho, internet les ha concedido un gran impulso a los buscadores de la vida solitaria, pues les permite trabajar desde sus celdas, comprar sus alimentos diarios y recibirlo en sus viviendas. Y aquellos que buscan un poco de luz no tienen ir tras un hombre de larga barba que vive en la cima de una montaña, simplemente pueden enviar un e-mail.

Pero quizás estés pensando que la tradición de los ermitaños pertenece a la Edad Media. Bueno, aquí está Whiteaker, mostrándome su jardín. Y con voz cálida y con algunos trazos de acento norteamericano, saluda a los abejorros que circundan las flores: “¡Hola muchachos!”. La “vida oculta”, insiste, no se trata de morir sino de crecer.

Y continúa: “Cada vez más personas buscan esta forma de vida. No queremos convertirnos en solitarios porque temamos al mundo, sino porque queremos alejarnos de todas sus ocupaciones y caos. Simplemente queremos un poco de silencio para poder reflexionar”. Los eremitas religiosos se centran en su relación con Dios. Aunque, según Whiteaker, no necesitás ser religioso para desarrollar tu lado espiritual, para concentrarte en las cosas “que realmente importan”.

Whiteaker creció en California y comenzó su vida como ermitaño en 1998, en los Altos Pirineos de Francia. A sus 80 años, su rostro ya manifiesta resequedad,  pero es delgado y se mantiene tan saludable que pareciera de sesenta. A medida que delinea lo que realmente importa, no puedo dejar de pensar en lo que otros gurús que aconsejan -de manera más hedonista y hippie- cuando hablan de iluminar, sintonizar y soltar: “¿Cuando fue la última vez que no hiciste absolutamente nada? No es un pecado. En los libros sagrados no hay nada que diga que tenés que estar continuamente ocupado. La vida es corta, ¿porqué no ser feliz?”.

En una antigua cabaña pastoril, en un elevado páramo sobre Stranraer, Escocia occidental, Sara Maitland está de acuerdo: “Ayer, mientras estaba rezando, de pronto tuve una maravillosa sensación de la grandeza de Dios. No soy una hosca presencia en este páramo”. La cabaña tiene solo dos habitaciones. No tiene teléfono celular (se comunica conmigo a través de su teléfono fijo [landline]); ni tampoco se halla en las redes sociales, ni tiene radio ni televisión. “Mi televisión es la costura”, dice. Maitland tiene 62 años y está convencida de que hay otros que desean imitarla. En el 2008 escribió A Book Of Silence, un libro sobre su búsqueda de una vida solitaria.

“Todavía recibo una gran cantidad de cartas, lo que me lleva a pensar que existe una verdadera necesidad por lo trascendente allá afuera”. Los autores de las cartas le preguntan si están conduciendo su vida solitaria de manera adecuada: “Tengo muchas cartas de mujeres de mi edad que han enviudado, se han sumergido en el silencio y piensan que pueden hacer algo mejor con el mismo. Me gusta eso”. Aunque es creyente, se diferencia de otros eremitas porque “no obedezco al obispo. No soy una virgen consagrada”. Pero tuvo un matrimonio y dos hijos. Recuerda luego que compartió un albergue estudiantil con Bill Clinton en los ’60, y que fue expulsada de la galería pública de la Cámara de los Comunes en 1973 por molestias que provocara [heckling] a favor de la liberación femenina. 

Maitland remarca que su vida no es “tan dura como los Padres del Desierto. Duermo en una cama apropiada. No me autocastigo. No hay ninguna cosa penitencial que sea extrema”. Whiteaker también sonríe cuando le expreso mi relativa desilusión por no hallarlo en una cueva: “¡Es demasiado húmeda! No quiero tener reumatismo”. Pero la modernidad tiene sus inconvenientes. El dinero y los impuestos al parecer son ineludibles ni siquiera para los eremitas. Maitland tiene que pagar impuestos municipales e ir de compras ocasionalmente (y va al supermercado, pues así evita las posibles charlas en el almacén local).

Esta mujer complementa sus ingresos trabajando “silenciosamente” como profesora de escritura creativa para la Universidad de Lancaster. Y se comunica con sus estudiantes vía e-mail, en una computadora que –lo dice con orgullo- no tiene dispositivos de sonido.

Whiteaker, el autor de The Good Retreat Guide, que está en su sexta edición, me cuenta sobre su último libro: Good Living in Hard Times: the Art of Contentment. Casi en su totalidad, esta obra trata sobre el sincero deseo del ermitaño de compartir las diversas lecciones que ha aprendido. Aunque, claro, también necesita pagar su nueva celda. Whiteaker comenzó su desempeño laboral en Sudamérica, escribiendo guiones para lo suena a un antecedente mexicano de la serie Casualty. En “los rugientes ‘60” trabajó en anuncios publicitarios en Londres. Y en los ’80 estaba en PR, trabajando para clientes como Unilever: “Lo disfruté mucho entonces. En ese momento era lo inidicado para mí”. Hoy, todos los días se levanta a las cinco o seis de la mañana. Inmediatamente agradece a Dios por estar vivo y procede a recitar algunos salmos. Luego lee la Biblia, a los Padres del Desierto y otros escritores modernos; recién entonces desayuna con café y unas tostadas. Después continúa con más oraciones en la mañana y una hora de contemplación; por la tarde, una caminata para meditar y la oración de la hora. A la noche, tras cenar sopa y pan, quizás lea una novela de detectives. Tuvo hijos, tuvo una esposa; de la que se separó cuando tenía 30 años. Ahora está en Shropshire, y ve a sus seis nietos tres o cuatro veces al año. El llegar a Shropshire -me dice con alegría- significa “poder morir en mi propia ley”.

Resultaba algo imprudente preguntarle sobre otros temas, pero lo hice. Hubo una larga pausa. Por supuesto que existen tentaciones: “En el 2007, en solo cuatro meses, perdí a tres personas muy cercanas a mí. Eso me impactó bastante. Quería algo normal. Y tuve una fuerte aventura mientras vivía en soledad”.

Y continúa: “En la vida solitaria, sin importar cuán satisfecho estés, lo que se pierde es la intimidad humana. En realidad no tanto la parte sexual, sino el sentido de intimidad, de estar junto a otra persona”. Así que aquella relación del ermitaño terminó. Y el llamado a la vida solitaria probó ser más fuerte: “Había una gran parte de mí que no compartía con la otra persona. No estaba en posición de hacer feliz a alguien”.  Quizás sea mucho pedir que un periodista londinense comprenda esto.

Cuando Maitland habla sobre la superficial vida moderna que concede una extensa red de “relaciones débiles”, entiendo lo que quiere decir. Estoy de acuerdo cuando ella llama a los aeropuertos “un infierno”, y a los teléfonos celulares “inventos del demonio”. Incluso puedo entender el sentido de ir a un retiro o de una larga caminata. Pero es la necesidad de soledad permanente lo que me resulta difícil, en especial cuando Maitland y Whiteaker sugieren que es una buena idea consultar ocasionalmente con un experimentado “director espiritual”. “Las voces que escucho con el viento son muy divertidas. Pero yo aconsejaría tener un director espiritual que te ayude a distinguir y ver si se trata solo de la manera en que el cerebro procesa el sonido, si es Dios quien te habla o si estás perdiendo el juicio [bonkers]”, dice Maitland. 

Maitland y Whiteaker son dos de las personas más locuaces con las que te podrías encontrar, y no parecieran haber perdido el juicio. Y como lo aclara este ermitaño, cuando ya su visita se retira y la charla ha terminado: “Es como sumergirse en un profundo océano, con el silencio rodeándome como agua y siendo increíblemente aceptante. Me siento totalmente bien”. Cuando le pido que me lo explique más, mueve la cabeza y dice. “Estás tocando algo que no sé cómo explicártelo”; e insiste en que vaya a su huerta y saque algo para mí. Acepto su regalo. Luego junta sus manos como quien va a rezar y dice: “Bendito seas”. Finalmente, con una bolsa llena de papas, con algo de menta y quizás con cierta sabiduría concedida, vuelvo nuevamente a la ciudad.
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Lusher Adam (19 de septiembre del 2012). Life lessons from modern day hermits. The Telegraph.

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27.11.13


Consolation - David D. Neal - 1893
Los eremitas de hoy: 
la más antigua forma de vida consagrada.

por Angela Reddemann

- 2008 –

Entrevista con la eremita diocesana Maria Anne Leenen.

Una de las más antiguas formas de vida consagrada es la de los eremitas. En la actualidad, existen cerca de ochenta ermitaños en las regiones de habla alemana. Zenit se reunió con la eremita: Maria Anna Leenen, de la diócesis de Osnabrück y quien tiene su ermita en Ankum, y habló con ella acerca de esta particular forma de vida y de sus desafíos.

Maria Anna Leenen ha escrito un libro sobre la vida eremítica: Einsam und allein? Eremiten in Deutschland [¿Solitarios y solos? Los eremitas en Alemania], que primero fue editado por la editorial St. Benno-Verlag en Leipzig. Y en el 2006 salió la edición revisada y ampliada por la editora Aschendorff, en Münster. La obra arroja luz sobre la vida eremítica, ofreciendo relatos actuales de eremitas, a la vez que trata el tema de la espiritualidad y el derecho canónico.  

¿Qué es un eremita?

Un eremita es una persona que busca a Dios en el silencio y la soledad. Es alguien que se sitúa ante Dios y ante sí mismo. La vida eremítica es una vida de oración y contemplación estando en soledad, sin el apoyo de una comunidad.

¿Cuántos eremitas existen actualmente en Alemania?

Por ahora no existen cifras exactas. Pero yo estimo que al momento los varios eremitas –mujeres y hombres- de habla germana han de ser unos ochenta en total.

Bueno, ¡se trata de un número impresionante para tan radical forma de vida!

Sí, probablemente desde hace 70 años atrás se viene dando un crecimiento en Alemania –o países de habla germana- en cuanto a la aceptación de esta antigua a la vez que nueva forma de vida. Aunque es, por cierto, una tendencia a nivel mundial.

A mí me sorprende por sobre todo la extraordinaria variedad de los diferentes estilos de vida eremítica. No solo en sus causas sino también en sus configuraciones.

¿Cuáles son las diferencias que existen en esta forma de vida?

En primer lugar mencionaría las dos formas básicas de eremitas: los diocesanos y los pertenecientes a una orden religiosa. Los primeros se hallan incluidos jurídicamente dentro del canon 603 del derecho canónico, y su superior directo es el obispo. Los eremitas que pertenecen a una orden están sujetos a su abad o al superior del convento/monasterio al que están ligados, lo que implica su sujeción a la regla particular de tal orden o congregación.

El eremita diocesano es responsable de sustentarse a sí mismo; en tanto que el adherido a una orden pertenece a la misma, tiene al menos una ayuda social y puede dedicarse a sus ocupaciones, siempre y cuando hayan sido aprobadas por su comunidad.

¿Cuál cree usted que es el elemento esencial de la espiritualidad eremítica? ¿Existe una esfera particular o un centro específico?

Bueno, es difícil poder resumirlo. Creo que lo esencial en la vida contemplativa de hoy es la búsqueda de Dios, lo que nos habla –por sobre todo- de situarnos ante él, de establecer una relación con él. Mi propio recorrido -y por eso mismo el de la toda humanidad, de la humanidad de hoy- trata principalmente de permitir que nuestras pulidas fachadas se resquebrajen y que toda la debilidad y miseria de la persona salgan a la luz. Y que reconozcamos luego cuán necesitados estamos de redención, de cómo todo lo que necesitamos es una relación profunda con Dios, con Jesucristo.   

Además, y volviendo a la imagen tradicional, el camino del eremita se asemeja a un vagar por el desierto: sintiendo hambre y sed, soportando tormentas de arena, serpientes y escorpiones. Pero en medio del desierto, en medio de la aridez y de las tormentas se encuentra un verdadero oasis. Y el lugar del eremita es estar allí, presente junto a la vida que nos concede las aguas de salvación. Hacia allá se dirige su camino. Y él va solo, pero no va para sí mismo sino por todos los que desean hallar esta fuente. Ya sea que la conozcan o no.

Pero, ¿cómo programas sus días y sus tiempos de oración? ¿Cómo es que obtiene su sustento necesario?

Si quiero autosustentarme a la vez que proteger mi aislamiento y seguir con el espíritu de oración, entonces no es adecuado que realice demasiados trabajos. Pero aun cuando los eremitas vivimos de manera muy simple y con frecuencia hasta pobremente, en Alemania existen una serie de cosas que tienen que ser pagadas y que no se le hubieran ocurrido a Abba Antonio, el padre de los eremitas. Y eso requiere que se abandone la celda, que se establezcan múltiples interacciones y que la jornada laboral fuera de la ermita no siempre se ajuste al ritmo de las horas de oración. Con frecuencia está presente, además, la preocupación por el dinero a pesar de la simple economía.  

Esta situación requiere, entonces, de particularidades para la recaudación y para la concentración; requiere de disciplina y de fortaleza, de la fuerza y la firmeza de cada individuo.  

A nivel personal, escribo libros y artículos para diversos periódicos y revistas religiosas, como Wegbereiter, una revista sobre profesiones de la Iglesia hecha por los salvatorianos de Munich. Y también realizo velas decoradas. Todo lo integro dentro de un estricto ritmo de oración que caracteriza a mi día de actividad. Además, trato de mantener la palabra de la escritura en mi corazón durante todo el día, que sea el alimento de mi corazón. Los antiguos padres y madres del desierto llamaron a este tipo de oración: ruminatio.

Ya que ha escrito un libro sobre los eremitas en Alemania, ¿cuál es la su intención particular de su obra?  

Bueno, cierta vez estuve ocupada en una búsqueda por saber dónde y cómo es que se vive la vida eremítica en otros lugares. Lo que resultó ser también una forma de reflexión sobre mi propia forma de vida. He intentado, además, establecer una pequeña red entre nosotros, los eremitas. La idea surgió durante la investigación y la propia elaboración del libro. Fue muy, realmente muy emocionante observar las reacciones y a veces ciertos patrones entre los eremitas. A través del libro se han establecido una gran cantidad de contactos agradables y útiles. Lo cual me hace muy feliz.   

¿En qué estás trabajando actualmente?

En la actualidad me dedico a escribir un libro que abordará la espiritualidad eremítica de hoy. Trato de señalar lo que en el contexto actual significan ciertas palabras claves del eremitismo, como: soledad, penitencia, silencio y demás. Y también lo que ellas significan para la vida eremítica de la actualidad, en la que sigue vigente el servicio del eremita: ¿cómo debería ser realmente este tipo de vida? ¡Nuestra vida no es un confortable rincón a solas con el pequeño Jesús para el beneficio de nuestra propia alma! 

¿Hay algún pequeño avance? ¿Cuándo cree que será publicado el libro?

Para el título he elegido: Sich aussetzen kämpfen. Gedanken zur eremitischen Spiritualität heute. [Aquellos que combaten. Pensamientos sobre la espiritualidad eremítica de hoy]. Y la editorial Aschendorff también está muy interesada en esta obra.

¿Qué es lo que necesita quien quiera llevar su forma de vida?

¡Un claro llamado que ha de ser probado a lo largo de muchos años! Y una buena constitución física y psíquica, un profundo gozo en la oración, sin pensamientos escapistas y la opinión de que la vida eremítica es la forma más elevada de una supuesta sucesión. Y debe tratarse de alguien un poco mayor. Dentro del catecismo existe un fragmento maravilloso sobre nuestra forma de vida. Allí está todo incluido, de manera concisa:  “Los eremitas presentan a los demás ese aspecto interior del misterio de la Iglesia que es la intimidad personal con Cristo. Oculta a los ojos de los hombres, la vida del eremita es predicación silenciosa de aquel a quien ha entregado su vida, porque él es todo para él. En este caso se trata de un llamamiento particular a encontrar en el desierto, en el combate espiritual, la gloria del crucificado” (Catecismo de la Iglesia Católica 921).

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Reddemann Angela (18 de abril del 2008). Eremiten heute: Die älteste Form gottgeweihten Lebens zieht an. Zenit.org

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Un ermitaño de la comunidad: Hermits of the Blessed Virgin Mary of Mount Carmel, camina y reza al atardecer.
Los eremitas de la actualidad: 
respondiendo el llamado a la soledad y la oración.

por Leslie Fain

- 2013 –

Mientras seguimos pensando que los eremitas son reliquias de la Iglesia medieval, en la actualidad existen muchos que dedican la totalidad de sus vidas a la oración solitaria.

Cuando la hermana Mary Diana de 83 años, oriunda de Springfield, Oregon, se consagró como eremita hace cuarenta años atrás, se encontraba entre las primeras de Estados Unidos. “Entonces había algunas, pero no era como es ahora”, dice la religiosa, quien vive junto a la hermana Mary Magdalene, de 89 años, y quien también estuvo entre aquellas precursoras.

Si la facilidad con la que los eremitas –mujeres y hombres- pueden ser encontrados en internet resulta en una señal valedera, cada vez más personas se entregan al discernimiento de un llamado a la vida de oración y soledad junto a Dios. Pero, ¿a qué atribuiría la hermana Mary Diana el aumento de las vocaciones eremíticas? “Esperemos que sea a causa del amor puro hacia Dios, y del deseo de pasar el tiempo con él todos los días de la vida”, sostiene.

Una de las razones para este gradual aumento se halla en el hecho de que el canon 603, promulgado en 1984, permite a los obispos a aceptar en sus diócesis a los eremitas que no estuviesen afiliados a alguna orden religiosa. El canon permite que hombres y mujeres –como María, que tiene 60 años y pasó la mejor parte de su vida criando niños- tengan la oportunidad de discernir el posible llamado a la vida eremítica.

Fue algo decepcionante para María saber que la mayoría de las órdenes religiosas del catolicismo no la aceptarían debido a su edad. Pero el ser eremita le podía conceder la oportunidad de participar de la vida religiosa. María vive en la Costa del Golfo, y piensa que el aumento de los eremitas también podría ser un signo de los tiempos: “Este tipo de llamado fue respondido por la temprana Iglesia cuando se dieron herejías y persecuciones. El  mundo se había tornado muy injusto y las personas ya no podían vivir en él”, afirma. Sostiene que este aumento también podría ser un indicativo del desgaste de las órdenes religiosas: “Quizás el Espíritu Santo está renovando la vida eremítica para devolvernos a las órdenes que necesitamos”.

La hermana Mary Diana está de acuerdo en que algunos están regresando a la vida eremítica debido al decaimiento moral de la cultura. “Políticamente no podés hacer nada porque las cartas están en tu contra”, afirma; aunque añade que la oración, por su parte, siempre es una buena opción debido a que siempre resulta beneficiosa.

¿La vida eremítica es soledad?

Aunque sería fácil imaginarse a la vida eremítica como una existencia solitaria, la hermana Mary Diana disipa esa idea con una sonrisa: “¿Cómo es que alguna vez podrías estar solo ante la presencia del Señor?”, pregunta.

Las hermanas, quienes asisten a una parroquia católico-bizantina, no tienen ningún programa estructurado -lo cual es una característica de los eremitas católicos de Oriente-, pero en todo momento rezan y se mantienen cerca al Señor. Y él, además, acerca a las personas a las hermanas, según Mary Diana. Ella da cuenta de cierta ocasión en que junto a la hermana Mary Magdalene tenían un fuerte deseo de orar. Poco después de que empezaran, un hombre se acercó a la puerta y comenzó a participar de la oración. La persona estaba atravesando por dificultades, así que ellas se detuvieron y vieron de ayudarlo.

Muchos años antes, luego de que construyeran su ermita en otra localidad de Oregon, las hermanas ofrecían una cabaña para retiros a cualquiera que desease pasar un tiempo junto a la naturaleza y a solas con Dios. “No había publicidad, pero las personas nos encontraban. Se convirtió en un flujo continuo de personas. No cobrábamos nada. Cualquier cosa que deseaban darnos, se la devolvíamos”, dice la hermana Mary Magdalene.

Pero cuando se trata de comunicarse con las personas, las hermanas participan muy poco de la tecnología. La única razón por la que tienen un teléfono es debido al delicado estado de salud de la hermana Mary Magdalene. “Ni radio, ni televisión ni diarios. Escucho a los niños cuando hablan de los iPads y de Google, pero no sé lo que son y tampoco quisiera saberlo”, dice la hermana Mary Diana.

El hermano Martin, de la comunidad Hermits of the Blessed Virgin Mary of Mount Carmel, en Cristoval, Texas, dice que si bien únicamente a veces está en soledad, “probablemente existan personas en la ciudad que, a pesar de codearse día a día con otras personas más, son intensamente solitarias”. Y agrega que el estar en un espacio en donde Dios ocupa el primer lugar y en donde tiene hermanos que lo rodean evita que sea un solitario de tiempo completo. Los demás hermanos se han convertido en una familia para él.

La vida eremítica y el llamado a la evangelización.

Mientras vive como eremita, el hermano Martin dice que imita a Cristo: “En la vida eremítica, uno se retira del mundo de manera muy similar a como Cristo lo hizo por cuarenta días en el desierto para poder rezar, o como cuando se iba a lugares solitarios para hacerlo”, afirma.

Algunos se preguntarán cómo es que la vida solitaria se ajusta con el llamado a la evangelización: “Aunque no lo crean, los protestantes parecieran identificarse más con lo que hacemos, con la oración intercesora. Hay muchos protestantes que nos visitan. Ellos ven la evangelización en la Iglesia orante. Cuando la gente se acerca resulta evangelizada por el lugar; cuando vienen experimentan la belleza de la naturaleza y el arte cristiano”, dice el hermano Martin. Y continúa: “Los protestantes parecieran comprenderla [a la vida eremítica] mejor que muchos católicos. Cuando éstos ven a los monjes, piensan que no hacemos nada por nadie; pero cuando una persona hace algo bueno, repercute en todos. Eso es la comunión de los santos”.

María también sostiene que la principal tarea de la vida eremítica es la oración por las almas de los demás: “Mientras más profundizás en el corazón de Cristo, mucho más te elevás. Es como estar en la cima de una montaña y ver a todo el mundo angustiándose por el pecado, y sentís tristeza por el mundo y entonces rezás por él”.

Como parte de su vocación, los hermanos eremitas también tienen tiempo para los huéspedes del eremitorio: “Los hermanos nos turnamos para atender a las visitas. Les mostramos los alrededores e intentamos ser amigos de todas las personas”, dice el hermano Martin. En muchos sentidos, el eremitorio es similar a un monasterio tradicional. La diferencia está en que los eremitas viven en viviendas separadas y rezan algunas de sus plegarias de manera privada. Para sustentarse, los hermanos hacen diferentes tipos de panes, mermeladas, manteca de manzana y dulces de chocolate. Tras recaudar el dinero luego lo dividen en doce fracciones, como parte de su presupuesto anual. Hay, además, personas que realizan donaciones y ayudan con la construcción del eremitorio. Y para la venta de los productos, los hermanos tienen un website, en donde figura su catálogo; aunque los interesados también pueden adquirirlos directamente en el local del eremitorio. Algunos de los hermanos van a lugares específicos a vender sus productos.

Los eremitas deben adherirse a un estricto horario, que –según el hermano Martin- es físicamente exigente. Se levantan a las 3:30 a.m. todos los días, y cuando no están rezando se dedican a cuidar el eremitorio y sus huertas, al cuidado de las cabras y las gallinas, atienden la labor del suelo y cavan fosos. Y aunque existe un tiempo permitido para la siesta, Martin dice que muchas veces no lo hacen debido a sus tareas. Si los trabajos de la jornada ya se han completado, la hora para el descanso nocturno es 20:30 p.m.

El hermano Martin Mary afirma que para los visitantes lo más sorprendente de la vida en el eremitorio es el programa diario que tienen, algo que les concede paz a él y a sus hermanos. “Estamos felices y nos sentimos realizados a través de la entrega de nuestra voluntad y de la obediencia”, asegura.

Aunque María todavía está discerniendo si ha sido llamada a la vida eremítica, ella –al igual que el hermano Martin- sigue un estricto programa llamado horarium. Algunas de sus actividades diarias incluyen la oración, el acudir a misa, la lectio divina, meditaciones, el estudio, el ejercicio físico, los quehaceres domésticos y el cultivo de un huerto. “Es una vida muy ocupada. Pero todo está centrado en el silencio y la soledad, de tal manera que podés concentrarte en la escucha y el discernimiento de la palabra de Dios”.

En lo que se refiere a la tecnología, el hermano Martin y los demás eremitas –tal como las hermanas Mary Diana y Mary Magdalene- no tienen acceso a la radio, la televisión ni los diarios. Sin embargo, puesto que venden sus productos online tienen que acceder a internet para mantener su website y revisar las posibles ventas. En tales momentos, no a cualquiera se le permite acceder a la red, sino que tiene que hacerlo bajo la presencia de su superior o estando con otro hermano. “De esa manera evitamos meternos en problemas”, dice el hermano Martin Mary.

El superior de los hermanos se mantiene al tanto de lo que sucede en las noticias, y les transmite a los otros eremitas aquellas situaciones climatológicas que resulten amenazantes o sobre aquellos sucesos de gran envergadura. Por ejemplo, durante el 11S, el superior del hermano Martin Mary les mostró en la computadora imágenes de lo que había acontecido.

María, quien aún no ha profesado votos públicos o privados, todavía tiene acceso al teléfono celular y a internet, los cuales ha de abandonar si decide seguir la vida eremítica.

Reconociendo el llamado.

Antes de convertirse en eremita, la hermana Mary Diana fue una monja de clausura durante veinte años, y describe a la misma como una hermosa vocación. Aunque, al igual que la madre Teresa, dice que sintió “un llamado dentro del llamado”, a través del cual pudo discernir su llamado a una vida eremítica. “La semilla fue plantada mientras estuve en el monasterio”, afirma. Y continúa diciendo que si bien no hubo resistencia de parte de su superiora y de las otras monjas, cuando reveló su llamado a la vida solitaria al principio hubo una cierta malinterpretación. “Ellas sentían que ya eran contemplativas; pero luego llegaron a comprenderlo”, dice.

El hermano Martin, quien ha sido eremita durante doce años, dice: “Sentí que el llamado era muy profundo dentro de mí, buscaba una vida de oración… y pensaba que se trataba de una forma de vida particular. La oración era algo que me ayudaba mucho. Había estado creciendo a través de la oración. Y comprendí que este era el camino que necesitaba recorrer por el resto de mi vida”.

El hermano Martin se había criado como católico e iba a misa los domingos. Al ingresar a la universidad, sin embargo, dejó de acudir a las celebraciones. Pero a través de la influencia y la intercesión de su madre, quien había dejado la fe y luego regresó, volvió a la práctica católica.

Cuando tomó la decisión de convertirse en eremita, se encontró con algo de resistencia de parte de su familia. “Soy hijo único, así que pensar en una vocación célibe descartaba la idea de que mis padres tuviesen nietos. Eso fue difícil de superar”, dice Martin. Y para su padre, la decepción todavía se extendió hacia el abandono de su carrera: “En la universidad había elegido cursar en la escuela médica. Había realizado el MCAT [Medical College Admissions Test, un examen de ingreso] y ya tenía los formularios. Fue difícil para mi padre. De estar encaminado a ser un médico pasé a la vacilante idea de ser un eremita”.

Y continúa: “Lo que yo tenía en claro era que, de haber ido a la escuela médica, habrían sido otros ocho años más, 24 horas del día todos los días, en las cuales no tendría tiempo para rezar el rosario ni para ir a misa. Veía eso como una realidad. Si seguía esa ruta habría perdido mi vocación”. Dice que también para su madre resultó ser duro, pero debido a que ella era mujer de oración fue capaz de superarlo. Y eventualmente su padre también lo hizo así.

En 1996, María comenzó a entonar el oficio divino; y mientras más lo hacía, más anhelaba ser parte de una orden religiosa: “Me acerqué a varias de ellas, pero siempre me decían que era muy vieja”. Pero María también tenía diversos impedimentos, como un hijo menor, deberes para con la familia y una deuda educativa.

 “Me uní a un grupo virtual –vía email- para encontrar vocaciones para mujeres mayores”, dice. Se encontraba leyendo los mensajes sobre órdenes religiosas cuando se cruzó con un mensaje en la que alguien se identificaba como “semi-eremítico”. No sabía lo que eso significaba, así contactó al autor del mensaje, quien resultó ser el superior de unos monjes eremitas. Pero su orden no tenía una rama femenina. Este religioso “de alguna manera me abrió los ojos [eye-opener] para ver que ese tipo de vida existía”, dice. A partir de allí comenzó su búsqueda y leía todo cuanto podía acerca de los eremitas. Y tan pronto como sus impedimentos fueron resueltos, buscó un director espiritual que fuera ortodoxo.

María creció como una fundamentalista cristiana en medio del ferviente catolicismo de St. Louis, Missouri, en donde regularmente veía monjas y sacerdotes. Luego de que la mayor parte de su vida fuera una vehemente anti-católica, María se convirtió al catolicismo en 1992. Antes de su conversión, dice, tuvo que enfrentar una lucha interior: “Podía ver toda esta belleza dentro de la Iglesia, pero al sentirme atraída por ella pensaba que me dirigiría al infierno. Durante los ’70 estuve muy enferma y en muchas ocasiones la Bienaventurada Madre realmente vino a mí de diversas maneras, trayéndome confort. En ese momento, dejé el anti-catolicismo… dejé de odiar a la Iglesia Católica”.

¿Cómo sabe uno cuando está en el camino correcto? María dice que para ella fue resultado de años de estudio, de años de recitar el oficio divino y de seguir bajo dirección espiritual.

Si vos pensás que tenés un llamado a la vida eremítica, dice María, “No te rindas. Leé todo lo que puedas”. Afirma que libros como el Poustinia de Catherine Doherty y los primeros libros de Thomas Merton realmente la ayudaron en su proceso de discernimiento.

Según ella, existe mucho prejuicio respecto de la vida eremítica. “La mayoría de las personas no sabe que existe”, dice, y que hay otros que “probablemente tenga una respuesta negativa y burlona [knee-jerk] hacia ella”.

Y termina diciendo: “Mi objetivo es lograr discernir, paso a paso y junto a mi director espiritual, lo que Dios desea para mí”.


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Fain Leslie (28 de octubre del 2013). Modern-Day Hermits: Answering the Call to Solitude, Prayer. The Catholic World Report.

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Suspendido con el eremita.

por Andrew Lee Butters

- 2008 –

He transcurrido la mayor parte de la marcha descendiendo por los filos del Valle de Qaddisha, no tanto preocupado por lo que pasaría si de pronto cayese por el desfiladero de la montaña como por el protocolo social que corresponde al visitar a un eremita. Después de todo, los eremitas han elegido la soledad por sobre la compañía; en especial por sobre los extraños que resultan inesperados. Pero el monasterio Nuestra Señora de Hawka, un santuario del s. XIII construido sobre el rojizo y pedregoso escarpado situado a un costado del valle, es uno de los últimos eremitorios activos y es considerado una especie de tesoro nacional por el Líbano.

Si de pronto el uso del teléfono para acordar una audiencia con antelación no es una opción al alcance, todavía se puede recorrer bastante bien esta traicionera senda.

Cuando llegué a la gruta del monasterio, el único sonido que se escuchaba era el arrullo de dos blancas palomas situadas en lo alto, como si resaltasen la santidad del lugar. Solo unos pocos siglos después del amanecer de la cristiandad, diversos varones santos llegaron a las montañas del norte del Líbano en búsqueda de soledad. Aunque la atracción por la vida ascética de alguna manera se ha debilitado en la era actual. El padre Darío, un sacerdote colombiano de 73 años, vino a vivir a Hawka hace ocho años, convirtiéndose en uno de los tres eremitas del Líbano.

Tal status realmente hace que el visitante se sienta algo nervioso por presentarse. ¿Qué tal si estando en el monasterio me tropiezo estando en plena misa? ¿O si interrumpo al padre en un momento clave de su contemplación sobre la creación divina? O, lo que es más probable, ¿qué pasaría si la razón por la que renunció a una vida de placeres terrenales fue alejarse de la estima de periodistas extranjeros, para quienes él es una fascinante curiosidad? Lo cierto es que, ¿qué tiene que ver alguien que ha elegido la vida de un eremita con aquello que algunos de nosotros –quienes trabajan en la economía corporativa de la ciudad- podrían llamar “problemas de la gente”?

A pesar de mi agitación, resultó evidente que el único ritual necesario para solicitar una audiencia con un eremita era tocar la puerta. El padre Darío sale de su recinto vistiendo un hábito negro y portando con una cálida sonrisa. Luego me explica que aunque tiene muchos visitantes –algunos de los cuales lo despiertan en medio de la noche o trazan grafitis con sus nombres en las paredes de su celda-, todos son bienvenidos. Es el deber de los eremitas cristianos –explica- el servir a Dios y a la humanidad a través de la oración y la penitencia. Y eso, al parecer, incluye el soportar a los tontos con buen humor.

De hecho, el eremitismo de la Iglesia Católica y de sus ramas orientales no es una suerte de escape original hacia la naturaleza y la libertad, sino un rol definido por el derecho canónico y sujeto a la disciplina y la jerarquía. Para convertirse en eremita, uno primero tiene que ser miembro de una orden monástica o haber sido consagrado por un obispo. El padre Darío fue un sacerdote de la Iglesia Católica que vivía en Florida y ganaba cerca de doscientos dólares por hora trabajando como psicólogo, hasta que Dios le dijo que abandonara sus posesiones materiales y tomara la vida contemplativa. Pero la palabra del Señor no sería lo único necesario para convertir al padre Darío en un eremita. Solo después de diez años de haberse mudado al Líbano y de haberse convertido en monje maronita fue que recibió la bendición del obispo para dar el paso siguiente. Se apartó de la agitada vida del monasterio principal, en donde los monjes disfrutan de teléfonos celulares y de Mercedes Benz, hacia el silencio del valle. Hoy en día transcurre su tiempo según un ajustado programa: 14 horas de oración, 3 horas de trabajo en una huerta, 2 horas de de estudio de textos místicos y 5 horas durmiendo sobre un tablón de madera con una piedra bajo su cabeza. “Al principio resulta difícil, pero ahora no puedo dormir con una almohada”, afirma.

Lamentablemente, aun con todos sus ensayos en el proverbial desierto, el padre Darío tiene poco que ofrecer bajo la forma de sabiduría gnóstica a los fugaces excursionistas. Aunque tiene una historia divertida sobre lo que se puede obtener a través del Departamento de Seguridad Nacional [Homeland Security] durante un vuelo a Medio Oriente si tenés el mismo apellido (Escobar) y el mismo lugar de nacimiento (Medellín) que el legendario narcotraficante. “Mucha gente viene aquí pensando que conozco el futuro. Pero yo tan solo sé una cosa: que todos moriremos”, sostiene. Luego me dice que vea de casarme.

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Lee Butters Andrew (13 de octubre del 2008). Hanging with the Hermit. Time Magazine.


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La ermita de san Leonardo reconstruida por el P. Pietro Lavini.
Los ermitaños están de moda otra vez.
Y no son totalmente solitarios.

por Tamara Griffiths

- 2013 –

Los ermitaños aparentemente están volviendo a estar de moda. Un reciente estudio de Isacco Turina, de la Universidad de Boloña, muestra que el número de ermitaños en Europa aumenta cada año. Tan solo en Italia existen cerca de 2000. En parte, el suceso obedece al hecho de que la definición de ermitaño está siendo modernizada, de tal manera que hoy existen los “eremitas urbanos” e incluso los "ermitaños part-time". Los tradicionales eremitas que viven en lugares remotos todavía siguen siendo pocos.

Las montañas son famosas por sus eremitas; ellas son consideradas lugares espirituales que logran crear una unión entre la tierra y el cielo. Algunos eremitas, como san Romualdo, consideraban a las montañas necesarias para la contemplación debido a que inspiran la elevación mental; además están lejos del diario traqueteo de la vida.

A contramano de los estereotipos, los ermitaños no siempre tienen que ser solitarios. San Francisco de Asís estableció que sus eremitas podían vivir en grupos. De hecho, la etimología de la palabra no se refiere realmente al solitario. La misma deriva del griego eremos, que significa “salvaje o desierto”. El tema del desierto es importante para los ermitaños del mundo como un símbolo que les recuerde a los Padres del desierto. Los primeros eremitas del desierto, como san Antonio, dejaron establecidas las virtudes de la práctica eremítica. Tales prácticas incluyen una vida dedicada a la contemplación, al estudio de las plantas de la naturaleza, al consumo de alimentos donados [found foods], etc; y las mismas resultan contrarias a los valores de hoy.

He tenido la fortuna de reunirme con un eremita tradicional en su propio santuario erigido a mano, asentado en la cima de un acantilado a 1124 metros de altitud. Cuando era joven, este religioso pudo visitar las antiguas ruinas de san Leonardo, que eran solo un amontonamiento de piedras envueltas en ramificadas vides, y pensó: “¿Porqué no traerla de vuelta a su antiguo esplendor?”. Y así comenzó el desafío que consumiría la vida del padre Pietro.

Sin embargo, de manera extraña solo recibió un apoyo mínimo de parte de la orden religiosa de los capuchinos, a la que pertenece. Con tan solo un pedazo de pan –y a veces ni siquiera eso- y con sus propias manos, dio inicio a la colosal reconstrucción del edificio. Pasó muchos años llevando materiales sobre su espalda hasta la montaña, en donde tenía una provisional habitación para vivir. Y ahora, a sus ochenta y tantos años, su tarea está terminada. Ha construido una gran iglesia con sus arcos de estilo gótico, una alta torre acampanada, con su hospedería y sus jardines. Aunque, dada las circunstancias, uno no puede dejar de notar que el estilo arquitectónico es más una construcción única que una precisa restauración.

Los jardines son su aspecto más cautivante, es tentador describirlos como similares a los jardines colgantes de Babilonia. Tales diminutas cuñas de tierra están construidas del lado interior de la roca, en lo alto del desfiladero y contenidas por pequeñas muros de piedra. Cuando el dorado sol inunda los flancos de las montañas, y mientras la caverna inferior se envuelve en sombras abismales, surge la sensación de estar siendo transportados a otro mundo. Estos jardines fueron cultivados ya en el 600 a.C., y el edificio fue levantado sobre un santuario pagano que data de épocas pre-romanas. En nuestra cultura occidental crecientemente homogénea, las montañas son decisivamente importantes porque con frecuencia son el último bastión en donde todavía podemos vivir la historia y encontrar un modesto a la vez que heroico individualismo.

Desde su elevado desfiladero, Pietro mantiene viva la tradición: usa caracoles para curar malestares, reúne plantas silvestres, etc.; y llama a su hogar por su nombre romano: Golubro. Pietro considera que la tragedia de la vida actual es el consumismo, que ha destruido nuestra conciencia de austeridad y frugalidad, de virtudes que aprendimos durante siglos y que ayudaban a que todos los días fuesen un regalo. Hoy se celebra a la sociedad del consumidor; y éste considera que lo suyo es una virtud porque sirve fervorosamente al sistema. El hombre ha obtenido como su paga diversos productos y el confort, pero ha perdido la parte más grandiosa de su vida.

Esperemos que el creciente número de eremitas incluya un sucesor de Pietro, que sea hallado para cuando él ya no esté más. Mientras tanto, Pietro les ofrece esta “receta” como una de sus comidas preferidas. Para más recetas visiten la página: www.sibillinimountainhealth.com. En diciembre, haré una nota sobre la celebración anti-consumista de la navidad según Pietro.

Sopa de emitaño.

Pique un poco de cualquier verdura que halle disponible en su huerta. Córtelas y póngalas todas juntas en un recipiente con unos centímetros de agua y algunas hierbas, como tomillo o romero. Cúbralas y déjelas que hiervan. Cuando los vegetales estén suavizados, presiónelos un poco con un tenedor. Rociéles aceite de oliva, sal y pimienta.
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Griffiths Tamara (11 de enero del 2013). Hermits Are Fashionable Again – And They Aren’t All Solitary. The Huffington Post.

N. del T.: el padre Pietro Lavini es conocido como il muratore di Dio, “el albañil de Dios”. Hay varios videos sobre él y su obra en Youtube, aunque están todos en italiano.


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