La ermita de san Leonardo reconstruida por el P. Pietro Lavini. |
Y no son totalmente solitarios.
por Tamara Griffiths
- 2013 –
Los ermitaños
aparentemente están volviendo a estar de moda. Un reciente estudio de Isacco Turina,
de la Universidad de Boloña, muestra que el número de ermitaños en Europa
aumenta cada año. Tan solo en Italia existen cerca de 2000. En parte, el suceso
obedece al hecho de que la definición de ermitaño está siendo modernizada, de
tal manera que hoy existen los “eremitas urbanos” e incluso los "ermitaños part-time". Los tradicionales
eremitas que viven en lugares remotos todavía siguen siendo pocos.
Las montañas son
famosas por sus eremitas; ellas son consideradas lugares espirituales que
logran crear una unión entre la tierra y el cielo. Algunos eremitas, como san
Romualdo, consideraban a las montañas necesarias para la contemplación debido a
que inspiran la elevación mental; además están lejos del diario traqueteo de
la vida.
A contramano de los estereotipos,
los ermitaños no siempre tienen que ser solitarios. San Francisco de Asís
estableció que sus eremitas podían vivir en grupos. De hecho, la etimología de
la palabra no se refiere realmente al solitario. La misma deriva del griego eremos, que significa “salvaje o
desierto”. El tema del desierto es importante para los ermitaños del mundo como
un símbolo que les recuerde a los Padres del desierto. Los primeros eremitas
del desierto, como san Antonio, dejaron establecidas las virtudes de la práctica
eremítica. Tales prácticas incluyen una vida dedicada a la contemplación, al
estudio de las plantas de la naturaleza, al consumo de alimentos donados [found foods], etc; y las mismas resultan
contrarias a los valores de hoy.
He tenido la fortuna
de reunirme con un eremita tradicional en su propio santuario erigido a mano,
asentado en la cima de un acantilado a 1124 metros de altitud. Cuando era joven,
este religioso pudo visitar las antiguas ruinas de san Leonardo, que eran solo un
amontonamiento de piedras envueltas en ramificadas vides, y pensó: “¿Porqué no
traerla de vuelta a su antiguo esplendor?”. Y así comenzó el desafío que consumiría
la vida del padre Pietro.
Sin embargo, de manera
extraña solo recibió un apoyo mínimo de parte de la orden religiosa de los
capuchinos, a la que pertenece. Con tan solo un pedazo de pan –y a veces ni
siquiera eso- y con sus propias manos, dio inicio a la colosal reconstrucción
del edificio. Pasó muchos años llevando materiales sobre su espalda hasta la
montaña, en donde tenía una provisional habitación para vivir. Y ahora, a sus
ochenta y tantos años, su tarea está terminada. Ha construido una gran iglesia
con sus arcos de estilo gótico, una alta torre acampanada, con su hospedería y
sus jardines. Aunque, dada las circunstancias, uno no puede dejar de notar que
el estilo arquitectónico es más una construcción única que una precisa
restauración.
Los jardines son su
aspecto más cautivante, es tentador describirlos como similares a los jardines
colgantes de Babilonia. Tales diminutas cuñas de tierra están construidas del
lado interior de la roca, en lo alto del desfiladero y contenidas por pequeñas
muros de piedra. Cuando el dorado sol inunda los flancos de las montañas, y
mientras la caverna inferior se envuelve en sombras abismales, surge la
sensación de estar siendo transportados a otro mundo. Estos jardines fueron
cultivados ya en el 600 a.C., y el edificio fue levantado sobre un santuario pagano
que data de épocas pre-romanas. En nuestra cultura occidental crecientemente
homogénea, las montañas son decisivamente importantes porque con frecuencia son
el último bastión en donde todavía podemos vivir la historia y encontrar un
modesto a la vez que heroico individualismo.
Desde su elevado
desfiladero, Pietro mantiene viva la tradición: usa caracoles para curar
malestares, reúne plantas silvestres, etc.; y llama a su hogar por su nombre
romano: Golubro. Pietro considera que la tragedia de la vida actual es el
consumismo, que ha destruido nuestra conciencia de austeridad y frugalidad, de virtudes
que aprendimos durante siglos y que ayudaban a que todos los días fuesen un
regalo. Hoy se celebra a la sociedad del consumidor; y éste considera que lo
suyo es una virtud porque sirve fervorosamente al sistema. El hombre ha obtenido
como su paga diversos productos y el confort, pero ha perdido la parte más
grandiosa de su vida.
Esperemos que el
creciente número de eremitas incluya un sucesor de Pietro, que sea hallado para
cuando él ya no esté más. Mientras tanto, Pietro les ofrece esta “receta” como
una de sus comidas preferidas. Para más recetas visiten la página: www.sibillinimountainhealth.com. En diciembre, haré una nota sobre la
celebración anti-consumista de la navidad según Pietro.
Sopa de emitaño.
Pique un poco de
cualquier verdura que halle disponible en su huerta. Córtelas y póngalas todas
juntas en un recipiente con unos centímetros de agua y algunas hierbas, como
tomillo o romero. Cúbralas y déjelas que hiervan. Cuando los vegetales estén
suavizados, presiónelos un poco con un tenedor. Rociéles aceite de oliva, sal y
pimienta.
...
Griffiths Tamara (11
de enero del 2013). Hermits Are Fashionable Again – And
They Aren’t All Solitary. The Huffington
Post.
N. del T.: el padre Pietro Lavini es conocido como il muratore di Dio, “el albañil de Dios”. Hay varios videos sobre él y su obra en Youtube, aunque están todos en italiano.
0 comentarios: