21.12.13



David Menkhoff de Little Rock lee sus votos ante el obispo Anthony B. Taylor junto al P. Norbert Rappold. Y Judith Weaver espera hacer lo mismo apoyada por sus testigos.

Nuevos eremitas diocesanos
buscan la soledad ligados por sus votos.

por Male Hargett

- 2013 –

Los eremitas viven sus vidas en soledad, pero el reciente 10 de septiembre todas las miradas estuvieron puestas sobre dos de ellos cuando profesaron sus votos perpetuos ante el obispo Anthony B. Taylor.

Ese día, se realizó una misa en la capilla Morris Hall del St. John Center -en Little Rock- para Judith Weaver de Paris y David Menkhoff de Little Rock. A la misa asistieron treinta y cinco de sus amigos, los feligreses de lugar y empleados de la diócesis. La casi desconocida vocación fue tema de conversación entre los asistentes, quienes sentían curiosidad por saber sobre la forma de vida de Weaver y Mankhoff: ¿Dónde viven? ¿Cómo es que se sustentan? ¿Qué hacen todo el día?

Hasta el año pasado, la propia hna. Joan Pytlik D.C., auxiliar para los religiosos, no sabía mucho de los cánones que apoyan a la vida eremítica. La Iglesia siempre ha reconocido a los eremitas, también llamados anacoretas, como aquellos que se han apartado del mundo para dedicarse por completo al silencio y a la oración. Tradicionalmente, los eremitas han estado relacionados a las órdenes religiosas, pero en la actualidad también pueden profesar sus votos perpetuos ante un obispo diocesano. Según el Código de Derecho Canónico: “Un ermitaño es reconocido por el derecho como entregado a Dios dentro de la vida consagrada, si profesa públicamente los tres consejos evangélicos, corroborados mediante voto u otro vínculo sagrado, en manos del obispo diocesano, y sigue su forma propia de vida bajo la dirección de éste”. Los eremitas pueden profesar sus votos luego que el obispo local haya aprobado su “plan de vida”.

La investigación de la hna. Joan sobre la vida eremítica fue reunida para la diócesis de Little Rock como parte de su política inicial para los eremitas. Y la misma fue aprobada por el obispo Taylor en julio de este año. La diócesis ya tenía desde hace mucho a dos eremitas: Alice Ruth Carr de Fort Smith y Agnes Janice Sehgal de Bryant, quienes solo lo eran bajo su propia dirección, hasta recientemente. “Esta naciente política implica que muchos de los ermitaños puedan conectarse a la diócesis de manera formal”, afirma la hna. Joan, quien durante los últimos diez meses estuvo visitando a los mismos personalmente.

En su homilía, el obispo Taylor dijo que es importante reconocer que un eremita no es lo mismo que un “recluso”: “Vos no podés estar casado ‘en general’; en el matrimonio siempre estás ligado a una persona en particular. Pues bien, en la vida religiosa ésa es la diferencia entre ser un eremita y ser un recluso. Ambos se separan en cierto grado del mundo, pero solo el eremita está ligado por votos a la persona de Jesús”.

Weaver, quien es miembro de la iglesia de St. Anthony, en Ratcliff, había vivido como eremita primeramente cerca a la Abadía de Subiaco; lo hizo durante cuatro años en la década de los ’90. Antes de eso pasó por un proceso de discernimiento vocacional para convertirse en monja contemplativa, e incluso tuvo una exitosa carrera en publicidad y marketing durante muchos años. Luego de mudarse a Savannah, Georgia, para discernir su vocación como carmelita y trabajar como capellán en la iglesia de un hospital, Weaver regresó a Arkansas hace ya ocho años para renovar su compromiso con la vida eremítica.

“Siempre me he sentido inclinada por la vida contemplativa. Me siento cómoda en la soledad y también con lo que hago con la soledad. Realmente es una forma de comunicación con Dios”, sostiene. Weaver estaba muy feliz de finalmente profesar sus votos y estar conectada de manera permanente con la diócesis de Little Rock. “Es, en verdad, una vocación madura. No ha sido una trayectoria directa para mí, pero he comprendido que para vivir de verdad la vida eremítica creo que necesitás experimentar la vida religiosa”, afirma.

Weaver, de 72 años, se levanta a las 03:00 a.m. tres veces por semana para una larga vigilia de oración, para la liturgia de las horas, la lectura de libros espirituales, del evangelio del día y de las escrituras: “Se trata del momento más tranquilo y hay un verdadero sacrificio en él. Es un tiempo en que todo el mundo está inmóvil; al menos la mayor parte del mundo. Y uno es más consciente de Dios; al menos yo logro ser así”, sostiene.

Ella disfruta mucho sacando a pasear a su perra Shih Tzu de nombre “Cuddle”, a las 05:00 a.m., mientras la mayor parte del pueblo todavía está durmiendo: “Nunca ladra. Ella es mejor ermitaña que yo”, dice. Weaver tiene un auto y un teléfono, pero no tiene computadora ni televisión: “Para mí, resultan contradictorias y perturban la atención a Dios. Me siento más libre sin esas cosas”.

Durante la semana, a veces se dedica a la “oración compartida” con su vecino, el diácono Mark Shea, quien tiene internet y con quien escucha las homilías del Papa y las noticias católicas. Weaver también prepara viandas para muchos de sus vecinos, una actividad que -según ella- se ajusta a su vida contemplativa. “Puedo ser como María durante todo el día o una parte del mismo; y hacer de Marta mientras estoy en la cocina”, afirma Y hace referencia al pasaje del evangelio que menciona a María de Betania escuchando a Jesús mientras su hermana, Marta, estaba en la cocina.

La misa diaria no es una práctica regular para ella, pero atiende a la adoración los días miércoles: “Estoy muy unida a los demás compartiendo las oraciones de la misa por la mañana… Para mí, estar en silencio y en casa es mi camino”, sostiene.

Menkhoff, de 67 años, se considera a sí mismo un “eremita urbano”: vive en un pequeño departamento en medio de Little Rock y se vale de un ómnibus para ir a misa a la iglesia Our Lady of the Holy Souls o a la Catedral de St. Andrew. A diario, o cuando va a misa los fines de semana, utiliza las tarjetas de oración Divine Mercy, una devoción que ha mantenido desde que era chico. El resto del día se dedica a la oración, a la liturgia de las horas, a la lectura y también a la comunicación con su director espiritual, el P. Norbert Rappold de Mountain Home, a través de un diario espiritual. Para esta comunicación es necesario el correo postal, pues Menkhoff no tiene teléfono ni casilla de email. Y tampoco tiene vehículo alguno ni televisión.

Al igual que Weaver, Menkhoff previamente pasó por un proceso de discernimiento vocacional para ser un benedictino o un carmelita. Menkhoff, veterano de Vietnam y antes enfermero [licensed practical nurse], ha vivido como eremita durante casi 20 años. Ya en el 2007 había profesado votos privados ante el P. Rappold: “Norbert y yo somos como hermanos”, afirma.

Mientras viaja por Little Rock en un ómnibus, dice que todavía puede mantener su vida eremítica: “Internamente sigo viviendo en soledad”.

La vida como eremita: silencio y soledad.

Los hombres y mujeres católicos, de 30 o más años, pueden convertirse en eremitas diocesanos. Pero esta forma de vida con frecuencia es desconocida o malinterpretada.

Para ser un eremita, uno tiene que haber desarrollado su propio plan de vida, que incluye la manera en que habrá de vivir la oración, la penitencia y el trabajo. Los cuatro eremitas que actualmente existen en la diócesis son jubilados y viven de su seguro social y de otros fondos. Un potencial eremita que sea más joven tendrá que ver por sus propios ingresos a través de un empleo externo o como freelance, tratando siempre que su tarea sea “contemplativa”.

Los eremitas tienen que encontrar y pagarse una vivienda “sencilla”. Y dejarán su ermita solo por cuestiones básicas, como: ir a la iglesia, ir a comprar sus alimentos y provisiones. Según la política inicial para los eremitas de la diócesis: “Su morada ha de ser simple y contar con las necesidades básicas, un lugar en donde el silencio y la soledad sean posibles, lejos del ruido y de la confusión de la ciudad”.

Los eremitas aceptan los votos de pobreza, castidad y obediencia de manera similar a como lo hacen los hermanos y hermanas de las órdenes religiosas. Se los alienta a que sean fieles a la misa, a la adoración, a la reconciliación, a la lectura de la escritura, a la oración personal y a la dirección espiritual. No se requiere que se atienda diariamente a la liturgia de las horas.

La diócesis ha desarrollado también una política similar para las vírgenes consagradas. Quienes desean mantener una virginidad perpetua pueden buscar la aprobación de la diócesis para ser consagradas como vírgenes, aceptando el voto de castidad ante el obispo. A las vírgenes así consagradas, se les recomienda que vayan a misa y que reciten la liturgia de las horas; pero no están obligadas a vestir un hábito ni llevar un velo.

Tanto Weaver como Menkhoff eligieron llevar un hábito que fue bendecido por el obispo durante la misa de su profesión, si bien el mismo no es necesario. Menkhoff viste un largo escapulario gris cuando va a misa; Weaver viste una túnica marrón o blanca junto a una falda marrón y una cruz tau alrededor del cuello: “A mi edad, me gusta llevar un signo distintivo de mi compromiso”.

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Hargett, Malea (19 de septiembre del 2013). New diocesan hermits seek solitude, bound by vows. arkansas-catholic.org

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16.12.13


El nuevo monaquismo

Un manifiesto interespiritual para la vida contemplativa del siglo XXI.

por Rory McEntee & Adam Bucko


“Sostenemos que el nuevo monaquismo designa un impulso que está intentando encarnarse en la nueva generación. Y el mismo se encuentra más allá de los límites de cualquier institución religiosa en particular, aunque bebe profundamente de las fuentes de nuestras tradiciones de sabiduría. Se trata de una motivación que llama a una vida intensamente contemplativa, a la conformación de pequeñas comunidades de amigos, a un activismo sagrado y a descubrir juntos el llamado único de toda persona y toda comunidad”.


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El texto es bastante extenso, por lo que primero sitúo el link hacia el documento en formato pdf, para su mejor visualización. Debajo aparece la totalidad del contenido dispuesto para este blog:




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El nuevo monaquismo

Un manifiesto interespiritual para la vida contemplativa del siglo XXI.

En agradecimiento.

Han existido muchas fuentes de inspiración y muchos guías en el camino hacia este nuevo monaquismo. Antes de comenzar, tenemos que ofrecer nuestro más profundo agradecimiento a todas aquellas ideas, vidas, mentores y presencias que nos han traído hasta aquí.  Podemos nombrar a unos pocos de tales pioneros: el P. Bede Griffiths, Raimon Panikkar, Thomas Merton, el P. Thomas Keating, el hno. Wayne Teasdale, Andrew Harvey, Matthew Fox, Kurt Johnson, Cecil Collins, su santidad el Dalai Lama, Dorothy Day, Pir Hazrat Inayat Khan y Pir Zia Inayat Khan, Catherine Doherty, Madeleine Delbrel, Pierre Teilhard de Chardin, el P. Richard Rohr, la madre Teresa, a los miembros de Hermits of Peace en el Sky Farm Hermitage, al hno. Francis Al, a la hna. Michaela Terrio y muchos otros más; en especial también a aquellos hacedores de sabiduría sufí y hasídica para quienes “el mundo nunca ha salido del monasterio”…

Prólogo.

Lo que buscamos es una experiencia que transforme nuestras vidas y que nos incorpore al destino del universo. Estamos en búsqueda de una intuición que sea capaz de concedernos una orientación en la vida –incluso en el presente- para poder existir en el tiempo.


Raimon Panikkar – The Rhythm of Being.

Cuando miramos a la actualidad del mundo, nos inspiramos en lo que está sucediendo alrededor del globo: desde los jóvenes que participan en movimientos como Arab Spring y Occupy Wall Street, hasta los nuevos movimientos monásticos entre los cristianos evangélicos que se dedican a la oración y al servicio de los pobres, hasta la conversión de una “Iglesia emergente” ([…] no una nueva religión, sino una nueva forma de ser religioso), hasta los pequeños grupos de musulmanes que se reúnen y permiten que las mujeres lideren la adoración, reinventando lo que significa responder al llamado de Dios; hasta el “budismo comprometido”, que combina las prácticas sublimes y la compasión de la senda budista con el activismo social; hasta la juventud “espiritual pero no religiosa”, que está comenzando a tomar responsabilidad de su propia vida espiritual fuera de las tradicionales instituciones religiosas.

Vemos estos movimientos como impulsos espirituales que nos alejan de una era de dogmáticas formulaciones religiosas y de inamovibles estructuras de poder. Estos impulsos están despertando a toda una  nueva generación de personas alrededor del mundo. Son personas que no están interesadas en imponer una nueva e inflexible regla, más bien quieren comprometerse con una práctica diaria que “haga a un lado sus egos” y explore lo que significa crear un mundo que funcione para todos, un mundo enraizado en los principios de una democracia directa, en la ayuda mutua, en la confianza en nuestra “bondad original” y en una radical aceptación de todo individuo y de los dones únicos que cada uno tiene para ofrecer.

Estos movimientos necesitan de la profunda sabiduría contemplativa de nuestra raza humana para lograr el éxito. Sin ella, los movimientos corren el riesgo de tener un rol mínimo en el triunfo último de la raza humana. Se trata del triunfo del alma humana en su totalidad, de un logro que todos esperamos; y nuestras vidas desean -sea de manera consciente o no- servir a ese nacimiento. Es solo a través de la senda contemplativa, una senda que conduce a la madurez espiritual, que este servicio finalmente puede ser alcanzado.

El nuevo monaquismo tiene como objetivo tomar esta responsabilidad: cruzar por sobre las tradiciones, cruzar las disciplinas, cruzar las diferencias vocacionales, cruzar lo secular y lo sagrado… tiene que quebrar límites y construir puentes para una vida contemplativa adecuada para el siglo XXI. El monaquismo tradicional ha sostenido largamente este espacio para la raza humana; pero sus días de gloria han pasado y de manera creciente solo sirve a un rol menor, especialmente dentro de la sociedad occidental.

El nuevo monaquismo busca encarnar este rol de manera significativa. No a través de leyes morales o de nuevos credos, sino a través del apoyo al florecimiento único e indispensable de todo individuo y de toda comunidad sobre la tierra. Y este apoyo se da por medio de la dedicación a una profunda y disciplinada vida contemplativa y a una vida de servicio a todos los demás.

El nuevo monaquismo es una manifestación intratradicional del bodhisattva, un símbolo encarnado de nuestra humanidad básica, es nuestra “bondad esencial” y sobre todo nuestra unidad como un solo ser. Se trata de una manifestación del “cuerpo místico de Cristo”, la revelación del único ser entre nosotros, de aquel en quien “vivimos, nos movemos y existimos”. Es hacia este audaz objetivo que el nuevo monaquismo se atreve a mirar con antelación [foresee]; más aún, ve solo ese objetivo y garantiza que la propia vida será una simple y disciplinada expresión amorosa de su obtención.

Que la armonía esté presente en nuestra intención,
que la armonía esté en nuestros corazones,
que la armonía esté en nuestras mentes
y que vivamos todos en paz.

Rig-veda 10.191.4.

Preludio.

Situémonos en el entorno divino. Allí nos hallaremos a nosotros mismos, allí donde el alma es más profunda y en donde la materia es más densa. Allí descubriremos, ahí donde toda su belleza fluye conjunta, el ultravital, ultrasensible y ultraactivo punto del universo. Y al mismo tiempo sentiremos la plenitud de nuestros poderes de acción y adoración sin ningún esfuerzo, ordenados dentro de nuestro más profundo ser.

Pierre Teilhard de Chardin – The Divine Milieu.

El arco de nuestra exposición seguirá el camino de la creación: comenzaremos con el principio, es decir, con lo que no tiene principio, con la idea original del Hombre, del purusha, del arquetipo del monje. Luego seguiremos su destilar a través del curso del tiempo hasta llegar a su trama en nuestro entorno actual, en donde se transmuta en nuevas formas siempre fieles al impulso primordial. Y elevaremos nuestra conciencia a medida que destile provisiones prácticas para nuestras vidas actuales. Abriremos, también, nuestros corazones a medida que nuevamente desaparezca más allá del horizonte del tiempo. Dejaremos que ese resplandeciente sol despliegue sus rayos de calor, de amor y de sabiduría sobre nosotros, dentro de nosotros y entre nosotros, a medida que vayamos dando nacimiento a la hermosa variedad del nuevo monaquismo…

Para eso rezamos y en eso nos gozamos.

Lo que no tiene principio: el arquetipo del monje.

Hablo de una aspiración y de una necesidad. No es porque uno lo dese que se convierte en monje. El monje casi que se ve forzado por una experiencia que solo puede concretarse en la praxis de la propia vida. Por un lado, es una experiencia de la presencia del objetivo de la vida; y por otro, es la ausencia de la misma (o el no haberla alcanzado).


Raimon Panikkar – Blessed Simplicity.

¿Puede haber un preludio a los que no tiene principio? Sin embargo, aquí estamos. Comenzaremos nuestra exposición con aquello que hace que un monje sea un monje, observaremos a través de la ventana de las formas tradicionales hacia la dimensión interior del ser humano que da nacimiento al monje. Luego nos volveremos hacia la evolución de estas formas tradicionales para ver lo que llamamos nuevo monaquismo. Por evolución, “queremos señalar al cambio y la continuidad, a algo que no solo es un despliegue del pasado sino a lo que también se sirve de una identidad subyacente” [1].

A lo largo de nuestra exposición, en especial al comienzo, haremos amplia referencia al Blessed Simplicity: The Monk as Universal Archetype, de Raimon Panikkar. Este autor fue un hombre con una importante comprensión croscultural, lo que lo hace especialmente adecuado para nuestra presentación. Panikkar fue un sacerdote católico que también llegó a ser un budista y un hindú, tal como cierta vez lo dijo con una frase célebre: “Yo ‘dejé’ de ser cristiano, me ‘hallé’ como hindú y ‘volví’ a ser budista sin nunca haber dejado de ser cristiano” [2]. Además de su exploración crosreligiosa, Panikkar logró obtener doctorados en filosofía, química y teología, hablaba siete idiomas y escribía en seis de ellos. Es difícil hallar a otra persona que sea capaz de sumergirse de manera tan completa en tan diversos medios culturales.  
Blessed Simplicity, el resultado de un simposio monástico realizado tanto para las tradiciones orientales como para las occidentales, así como para contemplativos no-religiosos. Es un trabajo seminal sobre la emergencia del nuevo monaquismo a partir de las formas tradicionales. Su lectura es una sinfonía de las profundidades y es por eso que, tal como cuando uno anhela participar y no mejorar a Mozart, lo citaremos varias veces. La obra de Panikkar manifiesta una tesis sobre el monje como representante de una dimensión constitutiva del ser humano, a la que él denomina arquetipo del monje: “Un arquetipo es un producto de la propia vida humana, y es, por lo tanto, mutable y dinámico. Hablar sobre el arquetipo del monje es asumir que existe un arquetipo humano que el monje manifiesta con mayor o menor éxito. Los monjes tradicionales han representado a su modo ‘algo’ que también nosotros podríamos estar llamados a realizar, aunque de manera diferente” [3].

Entonces, ¿cuál es la dimensión constitutiva del ser humano? ¿Es el arquetipo del monje? “Puede que no tengamos otro acceso al arquetipo que el estudiar o el venir a conocer al monje como arquetipo” [4]. Es el monje quien ha representado con mayor frecuencia este ideal dentro de la familia humana. Cuando miramos al monje y penetramos profundamente en “aquellos aspectos del ser humano que están más enraizados en su naturaleza, vemos que el monje finalmente es un monje como resultado de una necesidad, es el resultado de una experiencia que eventualmente lo conduce a cambiar y –al final- a quebrar con algo en su vida para alcanzar esa ‘cosa’ que lo abarca o trasciende todo” [5].  

Y continúa Panikkar: “Por monje, o monachos, entiendo a la persona que aspira a alcanzar al objetivo último de la vida con todo su ser, renunciando a todo lo que no es necesario; es decir, concentrándose en este simple y único objetivo. Precisamente, es esta concentración única o exclusividad de objetivo que evita cualquier otro fin legítimo como subordinado, lo que distingue a la senda monástica de otros intentos espirituales hacia la perfección o salvación” [6].

Aunque el ser monje también es una cuestión personal: “Una cantidad ilimitada de personas puede realizar, cada una de manera única, su propia perfección. La humanidad es múltiple y, en este sentido, no existe la naturaleza humana perfecta” [7].

La transición se da cuando vemos al monje tradicional como “tan solo una forma de realizar este arquetipo universal. Si la dimensión monástica existe al menos potencialmente en todo ser humano, la institución del monaquismo debiera estar igualmente abierta a todos. El monasterio, entonces, no sería el “establishment” de los monjes sino la schola domini, la escuela en donde la dimensión humana es cultivada y transmitida. Y aquí aparece el resultado de nuestra distinción entre el monje y el arquetipo, es decir, entre el monje como paradigma de la vida religiosa y el arquetipo del monje. En otras palabras, se trata del arquetipo humano tal como ha sido vivido por los monjes, pero que hoy también puede ser experimentado y vivido de diversas maneras” [8].

Cada uno de nosotros, sea religioso, ateo o agnóstico, en uno u otro momento ha sentido la agitación por la que aspira el monje. Todos hemos tenido momentos de “trascendencia”, momentos de intensa pasión por la justicia y la verdad, una abundancia de compasión por el sufrimiento de los demás o perfectos sentimientos de amor por nuestra pareja o nuestros niños. Tales momentos son parte de nuestra experiencia humana; tocan una dimensión escondida dentro de nosotros. En cierto sentido, el monje es la persona que reconoce la legitimidad y primacía de tales momentos. Es como si él se decidiese tocar la “esencia del asunto” y explorar el origen de esos momentos, asomarse a la puerta para ver dónde se concentran. Y ese “asomo” eventualmente lo conduce a un más allá de la mera curiosidad y se convierte en el único objetivo de toda su vida. 

Muchas personas de la actualidad, en especial los jóvenes, han pasado por tales experiencias inmanentes y trascendentales. Y puede que hayan sentido profundamente el encanto de tal llamado, pero no el deseo o la necesidad de entrar a un monasterio, ni tampoco de seguir una particular tradición religiosa.  

El nuevo monaquismo: monjes en el mundo.

Llegará el momento en que los hombres, tras haber despertado al sentido de un solo vínculo estrecho que abraza a todos los movimientos de este mundo –a la obra de la Encarnación que todo lo abraza-, serán incapaces de entregarse a cualquiera de sus tareas sin antes comprender con una clara visión que su trabajo –sin importar cuán elemental sea- es receptado y bien dispuesto por el centro del universo. Cuando llegue ese momento, habrá muy poco para separar entre la vida del claustro y la vida del mundo. Y solo entonces la acción de los hijos del cielo –a la vez que la acción de los hijos del mundo- habrá alcanzado la deseada plenitud de su humanidad.


Pierre Teilhard de Chardin – The Divine Milieu.

El nuevo monje es un ideal, una aspiración que vive en la mente y el corazón de nuestra generación actual [9]. El modelo del monaquismo tradicional requería el alejamiento del mundo, la simplificación de la propia vida y la renuncia a muchas de las comodidades e impulsos de la existencia en el mundo. Los monjes tradicionales eran normalmente célibes y con frecuencia vivían lejos de los demás y en soledad, todo lo cual tenía como objetivo lograr la sagrada simplicidad que los conduciría a la plenitud de su ser. Sin embargo, como Panikkar lo señala: “El desafío del monaquismo moderno consiste en el imposible intento –a primera vista- de adquirir a través de su simplicidad la plenitud de la vida humana” [10].

Se trata de lo que el mismo Panikkar llama: “simplicidad a través de la integración. El monje moderno no desea renunciar -excepto a lo que es simplemente pecaminoso o negativo- sino más bien transformar todas las cosas. No está interesado en despojarse de todo sino en asimilarlo todo” [11]. Y respecto a nuestro uso del nombre “nuevo monje”, Panikkar va directo al tema: “Puede que en último análisis sea preferible que descartemos la palabra ‘monje’ y busquemos otra menos sobrecargada, pero eso no demostraría que lo que el monje contemporáneo pretende no se corresponde a lo que los antiguos estuvieron tratando de hacer” [12].

Sostenemos que el nuevo monaquismo designa un impulso que está intentando encarnarse en la nueva generación. Y el mismo se encuentra más allá de los límites de cualquier institución religiosa en particular, aunque bebe profundamente de las fuentes de nuestras tradiciones de sabiduría. Se trata de una motivación que llama a una vida intensamente contemplativa, a la conformación de pequeñas comunidades de amigos, a un activismo sagrado y a descubrir juntos el llamado único de toda persona y toda comunidad.

Quizás debamos hacer una pausa aquí para observar lo que entendemos por contemplación. En New Seeds of Contemplation, Thomas Merton la describe bellamente diciendo que: “La contemplación es la vida misma; la vida plenamente despierta, plenamente activa y plenamente consciente de que está viva. Es una maravilla espiritual. Es el espontáneo temor reverencial [awe] ante lo sacralidad de la existencia, la sacralidad del ser. Es la gratitud por la vida, por la consciencia y por la existencia. Es una vívida realización del hecho que la vida y el ser en nosotros proceden de una fuente invisible, trascendente e infinitamente abundante. La contemplación es, por sobre todo, la consciencia de la realidad de aquella fuente. La consciencia conoce a la fuente de manera oscura, inexplicable, pero con una certeza que está más allá de la razón y de la simple fe. Es una mayor profundidad de fe, un conocimiento demasiado profundo para verse atrapado en simples imágenes, palabras o incluso conceptos. Esa fuente puede ser sugerida por medio de palabras, de símbolos, pero en el momento mismo en que intenta indicar lo que sabe, la mente contemplativa retira lo que ha dicho y niega lo afirmado” [13].

La contemplación es la respuesta a un llamado: un llamado de aquel que no tiene voz y aun así habla en todo lo que existe. Y habla, por sobre todo, en las profundidades de nuestro propio ser, pues somos su propia palabra. Pero somos palabras que han de responderle a él, contestarle, hacer eco de él e incluso contenerlo y significarlo de alguna manera. La contemplación es este eco. Es una profunda resonancia en el más recóndito centro de nuestro espíritu, en donde nuestra propia vida pierde su separada voz y resuena con la majestad y misericordia de aquel que está escondido y vivo. La contemplación es despertar, es iluminación y es la sorprendente aprehensión intuitiva por medio de la cual el amor obtiene la certeza de Dios: de su intervención creativa y dinámica en nuestra vida diaria. Por lo tanto, la contemplación no simplemente “encuentra” una clara idea de Dios y lo confina dentro de sus límites, manteniéndolo como un prisionero al que siempre puede regresar. Al contrario, la contemplación es conducida por él hacia su reino, hacia su propio misterio y hacia su propia libertad” [14]. 

Y Panikkar nos dice al respecto que: “La contemplación es aquella actividad que nos sitúa en un espacio abierto desde el cual podemos observar y contribuir al curso del universo. Es esa actividad que disfruta del bienestar de todos los seres. La vida contemplativa es sencillamente la vida; la vida en su más pleno sentido. Para algunos, es el descubrimiento de la persona o del ser humano; para otros, el descubrimiento del ser de todos los seres. En cualquier caso, la contemplación encuentra que el valor de todo ser reposa en lo que es y no en lo que hace o tiene. El punto central es el desarrollo de la esencia del ser humano a su máxima plenitud, cualquiera sea el sentido en que tal esencia o plenitud sean interpretados” [15].

Tradicionalmente, esta dedicación a la vida contemplativa resaltaba la primacía del ser sobre el hacer, en tanto que el nuevo monje “resalta la unidad del ser y el hacer. La verdadera acción es contemplativa, y la auténtica contemplación actúa” [16]. El objetivo y la lucha, o quizás el juego, del nuevo monje es encarnar a la vida espiritual y contemplativa incluyendo a la acción; y ésta no tiene por qué estar en oposición a aquella. De hecho, la acción puede convertirse en contemplación. El nuevo monje trabaja por una nueva forma de estar en el mundo, una forma por la que puede convertirse en expresión del espíritu, una forma a través de la cual Dios puede vivir y trabajar en el mundo. El nuevo monje busca ser como una vasija vacía a través de la cual se manifieste la mente-de-Buddha o mentalidad búdica.

A través de la oración y práctica contemplativa se logra un profundo estado de receptividad y escucha, de apertura y espaciosidad. Y a partir de ahí, uno siente un impulso interior y se mueve según el mismo. Uno se vuelve consciente de un campo funcionalmente perfecto, que mantiene unido a todo dentro de una indivisa totalidad y junto a la más elevada sensibilidad, amor, sabiduría y compasión. Y esta consciencia no se opone a la acción. De hecho, sin una acción integrada no puede decirse que la contemplación esté completa. Santa Teresa de Ávila logra receptar, en términos cristianos, esta necesidad de acción dentro de la contemplación:

Cristo no tiene otro cuerpo sino el tuyo,
no tiene manos ni pies sobre la tierra sino los tuyos,
tuyos son los ojos con los cuales el mira este mundo con compasión,
tuyos son los pies con los cuales camina para hacer el bien,
tuyas son las manos con las cuales bendice todo este mundo.

Tuyas son las manos, tuyos son los pies,
tuyos son los ojos, tú eres su cuerpo.

El nuevo monje escucha los dolores y lamentos de la nueva creación a su alrededor y no puede alejarse de ese sufrimiento. Siente que: “la configuración de este mundo es de interés no solo religioso sino contemplativo, no es algo ajeno ni extraño a la vocación monástica. Ve que los demonios y asuras de las frías y solitarias regiones se han convertido en los gritos y llantos de su entorno humano. Los diarios y noticias se han convertido en su lectura espiritual” (Blessed Simplicity, pp. 43, 50). El monje moderno siente en la raíz misma de su alma el llamado a la vida contemplativa, pero “no puede renunciar al mundo secular porque no cree que éste sea secundario, no puede renunciar a la actividad en el mundo porque cree que es algo indispensable” [17].  

Esto lleva al nuevo monje a una radical intuición de la “sacralidad de lo secular”. Se trata de un área en donde la evolución que señalamos al comienzo puede observarse con mayor claridad. Por secular, nos referimos no solo a una característica independencia de cualquier institución religiosa, sino también -y en un misterioso sentido- a una independencia de la “naturaleza de las cosas” puramente eternas e inmutables. En otras palabras, por sacralidad de lo secular entendemos la sacralidad de todo lo que existe en este mundo. Panikkar describe lo secular como “el carácter temporal de las cosas”;  y continúa con su intuición: “Esta temporalidad hoy está siendo aceptada no solo como algo que importa sino como algo que es decisivo. En vez de ser solo algo temporal, pasajero y efímero, la estructura temporal del mundo representa ahora un coeficiente de realidad que no puede ser eliminado. Ya no se la considera algo que de lo que puedas prescindir o incluso que puedas utilizar para alcanzar algo más importante” [18].

El monje moderno “tiende hacia lo secular, sin que por eso su búsqueda de santidad se vea reducida. La secularidad representa la afirmación del cuerpo, de la historia, del mundo material y de todos los valores temporales en general como decisivos e insuperables. Y eso significa legitimar el estar comprometidos con los sucesos temporales, significa que el tiempo posee un valor positivo y que la persona religiosa debe ocuparse en la reforma de las estructuras socio-político-históricas de la realidad. Esto implica la incorporación de lo divino en lo humano, la impregnación de lo divino en todas las estructuras del mundo material. Si esto representa una mutación en la concepción de lo sagrado, representa igualmente una paralela revolución en la experiencia de lo secular. Lo secular no es más aquello que es temporal, provisorio, perecedero, contingente y demás; es, más bien, el revestimiento de lo permanente, de lo eterno y lo inmutable” [19].

Esta intuición naturalmente conduce al nuevo monje a todas las áreas de la arena humana, principalmente a las áreas de la inclusión, de las relaciones íntimas, de la preocupación ambiental y de la política y edificación comunitarias. El nuevo monje ve al cuerpo como una sagrada encarnación, y parte de su tarea espiritual es mantener una relación saludable, estimulante y transformativa junto al mismo.

El nuevo monaquismo también fomenta las relaciones íntimas, las amistades profundas y significativas, y las relaciones sexuales comprometidas y amorosas. El nuevo monaquismo está interesado en descubrir la naturaleza divina y el lugar original de todas las relaciones humanas. No se opone al celibato, antes bien lo reconoce como un profundo y genuino llamado, aunque uno raro. Y reconoce, al mismo tiempo, que el celibato no es necesario para expresar el arquetipo del monje.

El nuevo monaquismo acepta que existe una brecha entre las idealizadas relaciones íntimas y la realidad que frecuentemente nos toca vivir. Y por eso llama a todos a curar estas heridas y a construir verdaderas relaciones de intimidad basadas en la integridad, la confianza, la amistad espiritual y el amor. Los nuevos monjes quieren ver que el espíritu penetre en todas las áreas de la vida humana, es por eso que “buscan una espiritualidad que no sea exclusivamente espiritual. No solo no despreciarán ningún valor humano, sino que realmente intentarán cultivarlos a todos. El monje ama todo lo que existe e incluso es un apasionado de todo lo humano, sin que eso excluya lo material y temporal” [20].

Se podría decir que el nuevo monje escucha no solo las palabras de Jesús que dicen: “El reino de Dios está dentro de vos”, sino también –y de manera más sustancial- aquellas que expresan que: “El reino de Dios está entre ustedes”. Estos monjes actuales sienten la necesidad de trabajar para su salvación a través de las relaciones con los demás, con el cosmos, con su tarea en el mundo y con la realidad última (cualquiera sea la manera en que la conciba o sean iniciados en ella). Por lo tanto, ningún esfuerzo humano está más allá del alcance de estos monjes; y es en su esfuerzo por elevar todo lo que consideran valioso en la condición humana que encuentran su unidad con el otro. Ellos se sienten partícipes del acto último de la creación, del doble acto encarnacional de traer al espíritu a la forma y de transmutar la forma en espíritu.

Otro punto de diferencia del nuevo monje respecto al rol tradicional del monje se da en el área de la dirección espiritual. Es frecuente que el nuevo monje no se vea inclinado a la tradicional idea de obediencia a un superior o a la total dedicación a un guru. Si bien se respetan los roles tradicionales y se reconocen los muchos logros que éstos han producido, con mayor frecuencia el nuevo monje encuentra su dirección espiritual en las profundidades de la amistad espiritual. Hay una historia que ilustra bien esta nueva tendencia: un autor se acercó a un guru muy reconocido para preguntarle si deseaba ser su director espiritual. Y el maestro le respondió diciendo: “Sí, pero con una condición: que también vos lo seas para mí”.

El nuevo monje reconoce –por encima de toda duda- la necesidad de los mayores, la necesidad de dirección espiritual y el maravilloso don que le han concedido quienes son más avanzados que él. Es alguien que se esfuerza por desarrollar su sentido de discernimiento, y sus mentores espirituales le son indispensables como un medio para reflexionar sobre sus procesos en la toma de decisiones y para revisar sus diversas intuiciones [insights]. El nuevo monje aprecia esta nueva dirección espiritual como el más profundo florecimiento de la amistad. Y la amistad es la piedra angular de la nueva relación entre el mentor y el aprendiz, entre el maestro y el estudiante. Viene bien recordar la apócrifa historia de Buddha y su asistente Ananda, quien le pregunta a aquel: “Querido Buddha, ¿la amistad espiritual es la mitad del camino hacia la iluminación?”. A lo que Buddha responde con una amplia sonrisa: “No, Ananda, la amistad es todo el camino”.  

La noción de amistad espiritual ayuda al nuevo monje a reconocer la importancia de las comunidades humanas, que es una manera en que se podría definir a la “política” en su sentido original. El nuevo monje está interesado en construir comunidades que sean sustentables, llenas de un sentido de lo sagrado y que ayuden a sus miembros a descubrir y vivir su sagrada vocación en el mundo. Sus esfuerzos para construir comunidades sustentables y enriquecedoras se extiende más allá de una confortable existencia para sí mismo y para los suyos. Los nuevos monjes consideran que su misión es ayudar a toda la creación, demostrar –una vez más- que los seres humanos pueden vivir en un entorno de ayuda, de sustentabilidad y de crecimiento. Su cuidado se extiende no solo a los demás sino también al mundo natural que los rodea y a todas las criaturas vivientes. 

El nuevo monje puede ser un artista, un científico, un maestro espiritual, un profesor de primaria, un trabajador social o un mozo. El trabajo no importa tanto como el lugar desde donde acercan su obra. Y su obra no puede estar separada de su camino espiritual. Los nuevos monjes se esfuerzan por conceder una elevada consciencia, intimidad y autenticidad a su obra, sea que se trate de lavar platos o de alimentar a los pobres. Obviamente, existen ciertas profesiones en las que el nuevo monje no puede participar, como las incluidas en la construcción de armas, la abierta degradación del medio ambiente o la explotación de nuestros semejantes en pro de beneficios económicos. La mayoría de profesiones, sin embargo, no solo están abiertas a los nuevos monjes sino que están tan necesitadas de atención [mundfulness], de generosidad y de una infusión de gracia en su entorno que se esfuerzan por atraerlas a sus vidas.

Las consideraciones económicas no le interesan demasiado al nuevo monje, aunque no es naïve en este aspecto. Sabe la manera en que funciona el mundo moderno y se ha comprometido a trabajar de manera inteligente dentro de él. Pero no le presta atención a las nociones de “éxito” de nuestra era moderna, pues muchas de ellas no son sino finos velos de agrandamiento del ego y excusas para la explotación de nuestro entorno y de otros seres humanos. Para el nuevo monje, nuestra actual “sociedad productiva” es, en el mejor de los casos, una noción efímera; y en el peor de los casos, una forma de vida insidiosa, desmoralizadora y degradante para el espíritu humano. Para el monje moderno, una verdadera “sociedad productiva” permitiría ampliar el tiempo para un sosegado retiro, para la oración, la meditación y la reflexión del alma.

El punto principal que resumiría esta parte, es que el nuevo monje no ve una brecha entre su vida interior y la exterior. El nuevo monje está “en el mundo pero no es de él”, tal como Jesús nos enseñó a serlo. Este monje “juega alegremente el juego de la vida en el mundo, pues no permanece en sus reglas y efectúa cambios a algunas de ellas. Y las hace a riesgo de su propia vida, por supuesto, pues al cambiar las reglas eventualmente estará cambiando todo el juego” [21].

Para el nuevo monje solo existe su vida y la mejor manera en que puede contribuir con ella a la vasta totalidad de la existencia. Este movimiento resulta ser intensamente personal para todo individuo, el tema de la vocación se convierte en algo importante para cada uno de sus miembros. El nuevo monje debe lidiar con el tema  de su “llamado”, pues éste es tan único como su propia individualidad.

El descubrimiento de la vocación, llamado y dones personales trata -una vez más- sobre la unidad de la acción y la contemplación. La acción contemplativa surge desde la receptividad y la escucha. Puede que algunos sostengan que la acción surge de un consentimiento a la acción de Dios en nosotros, o desde una clara y sutil percepción de la acción primordial de la mente-de-Buddha. Esta acción puede tomar un infinito número de formas distintivas, pero esencialmente se trata de una acción que es expresión de sanación, de sabiduría, de compasión y de amor. La acción es única según quienes seamos y la situación en donde estemos; esta acción se vale de toda la experiencia y los dones de nuestra vida. Es una acción por medio de la cual realmente llegamos a ser lo que hemos nacido para ser.

Una vez que el llamado surge desde el espacio contemplativo que hemos creado en nuestras vidas, nuestra crucial responsabilidad es decirle: “Sí”. Y eso requiere no solo de voluntad, sino también de paciencia y discernimiento. Al hacerlo, comenzamos a responder al llamado universal para encarnar la plenitud de nuestro ser y para comenzar a acercar un amor transformador al mundo. La verdadera contemplación no lo es en su pleno sentido sino hasta incluir el “sí”, y dentro de ese “sí” también surge un “no”. Se trata de un “no” a todos los elementos de este mundo que violan nuestro amor, compasión y sentido de justicia. A través de este proceso, surge la voz profética del nuevo monje, el “sagrado activismo” de Andrew Harvey, el profeta como un “místico de acción” según Matthew Fox, y la concientización según el hno. Wayne Teasdale: “Se trata del despertar de una consciencia mucho más profunda a los problemas que requieren de cierta respuesta de nuestra parte, especialmente en los lugares en donde la gente está sufriendo” [22].

Este proceso requiere que el nuevo monje recapacite profunda y inteligentemente sobre sus acciones y sobre la manera en que las mismas afectan el bienestar de todos. El nuevo monje reconoce que todas sus acciones tienen consecuencias universales, sea que surjan o no en un espacio contemplativo. Pero su objetivo es permitir que todas sus acciones surjan desde el “reservorio contemplativo”. El monje se esfuerza por descubrir su verdadero llamado, por saber cómo servir de la mejor manera al cosmos y confía en la acción interior de su espíritu. Y no se trata de un proyecto individual, sino que lo va discerniendo junto a sus mentores y su sangha (su comunidad de amigos espirituales).

Al final, es la dedicación de la persona a una vida contemplativa y comprometida, y a una vida de inteligente servicio a todos los seres vivos, lo que la convierte en un nuevo monje. Y pareciera que éste se ocupa de lo imposible: construir nada menos que el reino de Dios en la tierra. No solo derrama lágrimas por la sociedad de antaño, sino que se compromete a construir la nueva para sí y para todos. En especial para quienes se encuentran en el último peldaño de nuestra sociedad: los pobres y oprimidos, los criminales, los mentalmente afligidos y los abusados sexualmente; “la sal de la tierra”, según nos dijo Jesús.

Pero la compasión del nuevo monje no se detiene aquí, gracias a su perspicaz mirada es capaz de ver la desesperación en los rostros de Wall Street, puede ver la soledad y desesperación en el alma de muchos ricos y privilegiados y por eso que se esfuerza por todos ellos. Y los fanáticos religiosos, quienes han retorcido el espíritu y el mensaje de amor de sus fundadores, también se incluyen en la extensión de su compasión. El nuevo monje está para construir un nuevo mundo no a través de la violencia sino a través de la fuerza de la compasión, de la voz profética, de la sabiduría y del amor. Y también mediante la movilización de todos aquellos que están con él. Este es el trabajo del nuevo monje: encarnar un mundo nuevo que permita el florecimiento único del espíritu en todo individuo y toda comunidad.

Construyendo puentes: la vida contemplativa en el s. XXI

El tiempo no es un accidente para la vida o para el ser. Toda existencia es tempiterna: siempre vieja y siempre nueva. Nuestra tarea y nuestra responsabilidad es asimilar la sabiduría de las tradiciones del pasado y, tras haberlas hecho nuestras, permitirles que puedan crecer. La vida no es repetición ni continuación, es crecimiento, y eso implica ruptura y continuidad a la vez. La vida es creación. Si la creación es un acto de contemplación, como lo dice Plotino, el verdadero crecimiento sería manifestar de forma contemplativa nuestra participación en la actividad creatividad de la realidad.


Raimon Panikkar – The Rythm of Being.

Al principio hablamos de una “evolución” que incluía “al cambio y la continuidad, a algo que no solo es un despliegue del pasado sino que también se sirve de una identidad subyacente” [23]. Puesto que estamos hablando de la vida contemplativa en el s. XXI, nos detendremos ahora en un elemento fundamental para el éxito del nuevo movimiento monástico: la relación entre nuestros “mayores” espirituales y el nuevo monje. Por mayores [elders] nos referimos a aquellas preciosas almas que han realizado su travesía espiritual mucho antes que nosotros, la gran mayoría de las cuales lo han hecho principalmente dentro de las centenarias estructuras de las tradiciones de sabiduría. El P. Thomas Keating, un monje benedictino muy apreciado como maestro espiritual, establece un tema de gran importancia para el nuevo monje: “El valor más preciado que tienen en común las diversas religiones del mundo es su acumulada experiencia de travesía espiritual. Siglos de buscadores han descubierto y han vivido bajo sus condiciones, tentaciones, ensayos, desarrollo e integración final. Toda esta riqueza de experiencia personal de lo trascendente da testimonio del fundamento histórico de nuestra búsqueda contemporánea. No es solo una novedad pasajera. Al mismo tiempo, este vasto reservorio de sabiduría práctica heredada del pasado eleva una importante pregunta a los nuevos buscadores: ¿Se puede trascender el ego empírico y el falso ser sin conectarse a la tradición espiritual de alguna de las religiones existentes en el mundo?” [24].

El nuevo monje reconoce que las tradiciones de sabiduría de este mundo contienen conocimiento, transmisiones y linajes espirituales a los cuales aspira asimilar en su interior para luego darlas a luz en el mundo moderno. Mucho de aquella sabiduría está contenida no solo en las palabras de nuestros mayores, en sus escritos y en su presencia, sino también en las estructuras que se han desarrollado alrededor de los intentos de transmisión de la sabiduría de la tradición. Estas estructuras ayudan a reducir ciertos peligros en el sendero. Han sido construidas como mecanismo de comprensión y ayuda para aquellos momentos en que la senda espiritual alcanza uno de sus muchos puntos de clímax. Como un “gato ante el agujero del ratón”, los directores espirituales y los métodos que han desarrollado nos ayudan a reconocer esos momentos y a permanecer alertas y listos ante ellos. Los directores espirituales además, dirigen de forma sutil nuestros esfuerzos y nos orientan de tal manera que nuestra lucha produzca sus esperados frutos. Quizás lo más importante sea que ellos son como un “sustrato cultural” de confianza y como una junta evaluadora que exige que afilemos nuestras capacidades de discernimiento y descubramos nuestra única verdad. Ellos son indispensables fuentes de conocimiento para el aspirante espiritual, como lo es –ciertamente- el nuevo monje.

Pero tenemos que reconocer que de muchas maneras estamos viviendo en un mundo post-religioso e interespiritual. Muchos jóvenes de hoy ya no se conectan de manera tan profunda con nuestras tradiciones de sabiduría. En un reciente informe, cerca del 30% de la población norteamericana se declaró “espiritual pero no religiosa” [25]; ¡y tal número se acrecentó hasta el 75% en quienes se encontraban entre los 18 y 29 años de edad! [26]. En cuanto al futuro del monaquismo, las tradiciones de sabiduría del mundo están luchando fervorosamente para reclutar jóvenes vocaciones monásticas. El lenguaje de nuestras instituciones religiosas ya no habla a los corazones y almas de los jóvenes. ¿Acaso la respuesta a nuestra situación actual es decirles a los jóvenes que tienen que conectarse con una institución religiosa para poder alcanzar la madurez espiritual? ¿Es posible que el impulso que conduce a las personas fuera de los muros de las tradiciones establecidas sea una encarnación del Espíritu Santo?

Nosotros consideramos que asistimos a la necesidad de un nuevo movimiento, de uno que responda a las necesidades del cambiante mundo de hoy a la vez que mantenga las verdades e intuiciones más profundas de nuestras tradiciones de sabiduría. Nosotros, como una generación aún en contacto con nuestros mayores, tenemos la obligación solemne de asimilar y transmitir esta sabiduría a las generaciones más jóvenes. Sin embargo, al hacerlo, no podemos pasar por alto las formas tradicionales solo porque ellas ya no hablen más a muchos de nuestra juventud. En vez de eso, se nos pide que traduzcamos aquellas verdades a formas que resulten relevantes a algunos de los temas más urgentes y a las mentes más jóvenes de nuestra sociedad. Necesitamos de un movimiento que manifieste un nuevo esquema universal, uno que sea adecuado para la vida contemplativa en el s. XXI. Este esquema tiene que ser capaz de inspirar una nueva vida y nuevas comunidades contemplativas, que las mismas sean capaces de cambiar corazones, de transfigurar vidas y relaciones y que nos ayuden a dar nacimiento a un nuevo mundo. Para este emprendimiento, necesitamos de la sabiduría y la guía que nuestros mayores pueden brindarnos. Aquí vemos la importancia de este diálogo y de un mutuo deseo y necesidad: la necesidad de nuestros mayores de transmitir su sabiduría, y la necesidad del nuevo monje de recibirla, asimilarla y traducirla para una nueva generación.

Esta relación sinérgica, entre los guardianes de la colectiva sabiduría espiritual de nuestro planeta y el camino que han de encarnar estos nuevos monjes, es de suma importancia ya que se tienen que construir puentes. A la luz de este hecho, y tras consultarlo con nuestros más respetados mayores y mentores, hemos dado vida a The Foundation for New Monasticism. Se trata de una organización sin fines de lucro que será una alianza intergeneracional dedicada a llegar hasta la generación de los más jóvenes para inspirarlos a comprometerse con una vida contemplativa, para ayudarlos a erigir sus vidas alrededor de la misma. La fundación se dedicará a dar nacimiento a una red universal de contemplativos que reúna a algunos de nuestros más preciados mayores y a jóvenes contemplativos. La fundación inicialmente se concentrará en cuatro proyectos principales (descritos en detalle luego del epílogo): el primero es una dedicación a los campus universitarios y el trabajo vocacional; el segundo, un proceso de formación de siete años dirigido a un compromiso pleno con el nuevo monaquismo; el tercero, crear una empresa editorial dedicada a guiar a las jóvenes voces contemplativas y a sus diálogos con los mayores; y el cuarto, erigir un pequeño ashram y un eremitorio neomonástico para encarnar un espacio sagrado y un símbolo de la nueva vida monástica. Sentimos que si es sustentada adecuadamente, esta organización puede concederles una oportunidad a los contemplativos –sean jóvenes o adultos y de cualquier tradición- para estar presentes uno al lado del otro según la nueva inspiración que nos está convocando, según una forma íntima, democrática y recíproca. Tenemos a la vista un modelo aconsejado por el fundador de los cuáqueros: George Fox, en donde uno está junto al otro de una manera tal que posibilite que la sabiduría del Espíritu Santo se manifieste a través de cada uno de los participantes. Esto, así lo creemos, logrará inspirar a amigos, comunidades y a nuevos esquemas para la vida contemplativa en el s. XXI.

Prevemos este nuevo esquema como una manera bastante descentralizada a la vez que interconectada de encarnar la unidad en la diversidad. Este esquema encarnará un nuevo tipo de liderazgo, una nueva forma de construir comunidades y una nueva forma en la que mayores y jóvenes se ayuden mutuamente. Este nuevo liderazgo trata, por sobre todo, de ser capaz de relacionarse con los demás de manera tal que la transmisión espiritual sea posible y permita que cada uno descubra sus dones y los ofrezca a la totalidad, compartiéndolos de manera libre y no-jerárquica. Puede que, a veces, incluso que no resulte claro quién es el líder, pues el liderazgo simplemente se dará según cada uno vaya descubriendo sus dones y se comprometa al servicio de la compasión y la justicia.

Prevemos a todas las comunidades suscribiéndose a ciertos principios generales y sintiéndose libres de actualizar el nuevo monaquismo de formas que verdaderamente se correspondan a su verdadera vocación, sea como individuos o comunidades. Algunas comunidades podrían reflejar una vida monástica más formal, con votos y hábitos;  en tanto que otras puede que estarán más integradas al mundo, aunque profundamente centradas en la vida contemplativa. Cada quien podría crear su camino de integración, un camino que no vea a la contemplación y al activismo como factores opuestos de la vida y que se comprometa a la transfiguración de todos los ámbitos de la vida: sea personal, institucional, religiosa, económica o política.

Los individuos dentro de una comunidad también podrían encarnar diversas vocaciones. Estas comunidades serían, para quienes aspirasen a la vida contemplativa, una vía para congregarse y empezar a “construir el Reino de los Cielos con una amistad a la vez”. Y sería posible hacerlo tanto en pequeñas redes de amigos como en grandes comunidades intencionales. Cada comunidad tendría su expresión única y cada una tenga una espiritualidad ligeramente diferente. Algunas serían cristinas, otras hindúes, musulmanas, budistas o judías;  algunas hasta combinarían dos o más tradiciones y otras serían más bien interespirituales. Pero en todas resonarían los mismos principios básicos.

¿Y cuáles son esos principios? Su santidad, el Dalai Lama, los comenzó a enunciar en su nuevo libro: Beyond Religion: Ethic for a Whole World. Allí sostiene que: “Ha llegado el momento de buscar una forma de pensar sobre la espiritualidad y la ética que esté más allá de la religión” [27], y luego intenta crear una base de valores compartidos a través de lo que denomina “valores internos”. El Dalai Lama continúa diciendo que: “Por valores internos entiendo a las cualidades que todos apreciamos en los demás. Todos apreciamos las cualidades interiores de benevolencia, paciencia, tolerancia, perdón y generosidad. Y de la misma manera, a todos nos molestan las demostraciones de codicia, malicia, odio y fanatismo. Por lo tanto, el promover activamente las positivas cualidades internas del corazón humano -que surgen a partir de nuestra esencial disposición hacia la compasión- y el aprender a combatir nuestras inclinaciones más destructivas será un hecho apreciado por todos” [28].

Una senda interespiritual.

La principal maravilla del entorno divino es la facilidad con la que congrega y armoniza dentro de sí cualidades que a nosotros nos parecen contradictorias. En el entorno divino, todos los elementos del universo se contactan entre sí por medio de lo que en ellos es más interior y último. Allí, todos ellos concentran, poco a poco, lo más puro y atractivo que hay en sí mismos, sin pérdida y sin peligro de un posterior deterioro. En el corazón del entorno divino las cosas son transfiguradas desde su interior. Ellas se bañan interiormente bajo la luz y, en tal incandescencia, retienen –aunque sería mejor decir: exaltan- lo más específico de sus atributos.

Pierre Theilhard de Chardin – The Divine Milieu.

La palabra interespiritual fue acuñada por el hno. Wayne Teasdale en 1999, en su libro: Mystic Heart: Discovering a Universal Spirituality in the World’s Religions. Durante la década pasada, el movimiento interespiritual ha salido intempestivamente a escena, al punto que ahora se registran cerca de 70,000 entradas en Google [solo 3,000 en español]. La palabra fue usada para denotar el fenómeno de las tradiciones de sabiduría del mundo que se movían más allá del diálogo interconfesional (en el que las tradiciones se reúnen para aprender de sus pares acerca de sus creencias y rituales, dando lugar a un profundo respeto y confianza recíprocos a través del diálogo) para alcanzar una verdadera dimensión en la que comparten “tecnologías espirituales” y realizaciones místicas sobre un nivel experiencial. Lo interespiritual connota también un reconocimiento por el que las tradiciones de sabiduría del mundo -lejos de una mutua discrepancia entre ellas- pueden ser vistas como una herencia común de la humanidad: “las diversas intuiciones, esparcidas como preciosas semillas entre las religiones, son consideradas como pertenecientes al inclusivo dominio de lo místico” [29].

El hno. Wayne pudo intuir el movimiento “espiritual pero no religioso” y predijo que la interespiritualidad encarnaría la futura dirección de la humanidad: “Puede decirse que la verdadera religión de la humanidad es la propia espiritualidad, ya que la espiritualidad mística es el origen de todas las religiones del mundo. Si fuese así, y creo que lo es, podríamos decir que la interespiritualidad –el acto de compartir las experiencias últimas en todas las tradiciones- es la religión del tercer milenio” [30].

El Dr. Kurt Johnson, en su libro: The Coming Interspiritual Age, sostiene un fuerte argumento para apreciar el movimiento interespiritual dentro del contexto del proceso evolutivo de la humanidad. Johnson describe a la interespiritualidad como “la discusión natural entre los seres humanos sobre aquello que estamos experimentando, sobre quiénes somos, sobre la razón por la que estamos aquí y respecto a dónde estamos yendo. La interespiritualidad es también el movimiento compuesto por todos estos temas que se dirige a la experiencia de profunda interconexión, de unidad de consciencia y de unicidad” [31].

El Dr. Johnson incluso se extiende y amplía la visión del hno. Wayne: “El principal vector del desarrollo espiritual y ético de nuestra especie no fue ninguna de las innumerables sendas espirituales del mundo, sino la dirección que todas ellas han compartido. Su histórico desarrollo ha sido una sola experiencia para la humanidad, una convergencia existencial que se ha desplegado y continúa haciéndolo en la actualidad, concretando así un aspecto de la maduración de nuestra especie. La interespiritualidad, entonces, parte de una comprensión diferente de la religión. Incluso como enseñanza, ella comienza con una visión de toda experiencia religiosa de nuestra especie como una sola experiencia que se ha ido desplegando a lo largo de muchas líneas y ramas, facultando a nuestra especie para sea capaz de lograr una evolución más elevada. En otras palabras, la interespiritualidad reconoce una experiencia común en toda espiritualidad. Ella reconoce un origen compartido, un proceso compartido y una madurez compartida” [32].

En este contexto, la interespiritualidad está involucrada con la familia humana como una totalidad. Y esto nos lleva a la intuición de lo que podríamos llamar la tradición humana, que contempla a toda la humanidad en el evolutivo proceso de maduración. En esta concepción, la humanidad se considera responsable no solo de sus partes constitutivas: los seres humanos, sino también de todas las criaturas de nuestro planeta y del bienestar de la madre tierra, de Gaia. La tradición humana reconoce que para asumir nuestra responsabilidad tenemos que esforzarnos por lograr la madurez espiritual y hallar nuevas formas para asimilar y transmitir la sabiduría colectiva de nuestra raza. Esta tradición “no conoce límites”, excepto los de la propia raza humana. Todos somos partes integrales de este florecimiento, y todos contenemos a la totalidad. El microcosmos es un reflejo del macrocosmos.

Pero, ¿cómo es que el nuevo monje se aproxima a esta comprensión según su propia senda espiritual? Sin duda, algunos de los nuevos monjes han sido y serán llamados a encarnar su camino dentro de una particular tradición de sabiduría ya establecida. Pero ellos también tienen que estar dispuestos a ver otros caminos como totalmente legítimos y conducentes a la madurez espiritual. La Vedanta Society, la orden monástica basada en el genio espiritual de Ramakrishna –un santo de la India- encarna adecuadamente esta filosofía. Dentro de esta sociedad se articulan cuatro sendas: la del bhakti-yoga o el camino del amor devocional; la del karma-yoga o el camino del servicio desinteresado; la del jñana-yoga o el camino del conocimiento a través de la realización no-dualista; y la del raja-yoga o el camino real de la meditación. Sin embargo, a los practicantes se les pide que elijan solo una senda y que se concentren en ella. Incluso a los más avanzados practicantes se los desalienta a comprometerse en más de dos de los caminos. Pero todas las sendas son reconocidas como plenamente legítimas y fructíferas, al igual que lo son los caminos de otras tradiciones de sabiduría fuera de la tradición de los Vedas.

Muchos de los nuevos monjes también serán llamados al camino ya esculpido por la mayoría de los mayores. Se tratará de echar raíces fuertes en una sola tradición, y desde aquel punto de ventaja realizar una bifurcación para poder beber profundamente en la sabiduría de otras tradiciones. Esto se puede observar en el ejemplo de monjes cristianos que se han convertido en roshis zen o que han cultivado la experiencia advaita (la realización no-dualista) que se halla en los Vedas y los Upanisads. Existen muchos ejemplos en este sentido, como la experiencia de Thomas Merton, del P. Thomas Keating, del hno. David Steindl-Rast, del P. Bede Griffiths, del hno. Wayne Teasdale y de muchos otros más. Este camino ha llegado a ser tan popular, que de alguna manera se ha convertido en un toque de clarín para muchos de nuestros mayores, quienes consideran que uno tiene que estar firmemente establecido en su tradición particular antes de experimentar con alguna otra.

Sin embargo, el nuevo monje no siempre encuentra que alguna de estas sendas tradicionales se correspondan con él, por lo que hay otros caminos que puede tomar. Existe un camino de múltiple pertenencia religiosa, recientemente expuesto de manera elocuente por Matthew Wright -un joven nuevo monje- en la tesis de su maestría: Reshaping Religion: Interspirituality and Multiple Religious Belonging. Este camino incluye visionarios como Lex Hixon y el P. Henri Le Saux -también conocido como Abhishiktananda- y consiste en la integración profunda en uno mismo de múltiples tradiciones religiosas. Como Wright lo explica: “Esta persona hace todo lo que puede para comprender sinceramente a la nueva tradición en su interior: acepta la iniciación y se involucra con la comunidad, la adoración, el estudio y la oración de la misma. Pero al mismo tiempo mantiene las exigencias similares de su tradición de origen. Resulta obvio que esto requiere de un trabajo duro y no es para cualquiera. Debido a esto, he establecido la pertenencia múltiple dentro de una especial categoría de vocación. Se trata esencialmente de un acto de fe y uno tiene que estar llamado a la misma” [33].   

Wright sostiene, además, que: “Las diferentes tradiciones religiosas, en su nivel de doctrina y formulación histórica, con frecuencia son contradictorias; y quien tenga una pertenencia múltiple debe confrontar esta realidad si quiere mantener su honestidad e integridad. Quien tenga una pertenencia múltiple tiene que mantenerse por completo en ambos mundos; tiene que permitir que las aparentes contradicciones, y con frecuencia las históricas heridas que una tradición ha infligido sobre la otra, tengan lugar dentro de su alma. Debido a esta tensión, se espera que algo creativo y sanador emerja, algo que requiere de una profunda confianza en el llamado” [34].

Existe también un camino no-tradicional más completo que nos gustaría abordar más ampliamente aquí, ya que ha sido el camino recorrido por los autores de este manifiesto. Es, quizás, el menos concretado hasta la fecha. A falta de una mejor palabra, nos referiremos al mismo como la senda interespiritual. Aunque notamos que todo lo anterior también podría ser considerado de similar manera, esta senda puede prescindir de una plena inserción en alguna de las existentes tradiciones de sabiduría. La senda interespiritual surge de un reconocimiento universal del potencial de los seres humanos para la madurez espiritual que es necesaria, como base, para un camino más personal. Reconoce también la visión interespiritual de las tradiciones de sabiduría como una herencia común de la humanidad. Implica, además, una comprensión más radical de nuestras tradiciones espirituales, pues todas ellas no son solo caminos hacia la madurez espiritual, pues uno siente -de una manera misteriosa- que entre unas y otras bien podrían perfeccionarse.

Toda tradición de sabiduría sería como una pieza del rompecabezas que es el florecimiento último de la humanidad. Nuestra mirada reconoce que toda tradición ha explorado y remarcado sutiles diferencias de la experiencia humana, razón por la que se han convertido en expertas en diferentes aspectos de nuestro potencial humano. Han descubierto, además, trampas potenciales y formas de superarlas según avanzamos en nuestro camino. Toda tradición contiene fragmentos de oro sobre la comprensión humana y ninguna posee la totalidad de la misma. Según esta comprensión de la interespiritualidad, toda tradición es tanto maestra como estudiante, tiene algo que ofrecer y algo que aprender. En su Mystic Heart, el hno. Wayne señala que: “Finalmente, estoy convencido que es entre unas y otras que las religiones logran completar su comprensión sobre la realidad última” [35].

Si el nuevo monje se encuentra en esta senda, es muy probable que sea a causa de haber sido “guiado” a la misma. Sin embargo, existen peligros de los que debiera ser consciente cuando se entrega a esta senda. No debería recorrerlo simplemente por curiosidad o para explorarlo. Si bien tales características son alentadoras, no son suficientes. Esta senda requiere de la guía de los mayores en los caminos tradicionales, así como un alto nivel de integridad y responsabilidad. El nuevo monje debe estar ansioso por cavar profundamente antes que de manera solo superficial, tiene que elegir sabiamente a un mentor espiritual y permanecer atento a la confrontación con su propio ego.

Uno tiene que abandonar las trampas de la “nueva era”: aquellas que solo transitan de manera vana por la senda espiritual, que solo logran reconfortar el ego antes que transformarlo. De una cosa puede estar seguro el nuevo monje, que en su travesía se encontrará con momentos en los que se alejará de su verdadero proceso transformativo en la vida contemplativa, tal como les ha sucedido a quienes estuvieron antes que él. Tratándose de un camino exigente, quizás muchas veces el nuevo monje tenga que tantear una persistente “muerte del proceso”, pues sin el marco de una reconocida tradición de sabiduría y sin la guía de un firme mentor espiritual que ya haya transitado el territorio antes que él, ¿será capaz de ver por sí mismo?

Puede que uno se pregunte ahora: ¿por qué hablar, entonces, de una “nueva senda”? ¿Acaso el camino espiritual no está ya cargado con suficiente dificultad como para agregarle todavía más peso a tan hercúlea tarea? ¿Y quién, tras revisar el apagado panorama espiritual de la nueva era: con sus sendas llenas del superficial “sentirse-bien” y del “pensamiento positivo”, puede dudar que tales trampas son bastante temibles como para tener que confrontar sus sombras y también al oscuro capullo de la alquimia espiritual? Esta es una pregunta difícil de responder. Quizás sea suficiente decir que el nuevo monje situado en esta senda posee una profunda sensación sentida [felt sense] y sabe que hacerlo de otra manera sería una renuncia a su verdadero “camino”.

El monje siente en la raíz de su alma que su relación con Dios, que su identidad con la mente-de-Buddha y con la vida misma lo han guiado hasta aquí. Y siente que continúan guiándolo a lo largo de esta senda. Su fidelidad está puesta en ese impulso, en esa inspiración del espíritu, y no podría librarse del mismo como no podría hacerlo de sus propios latidos. El monje busca y necesita de la guía y el discernimiento de sus mayores, pero su madurez espiritual y su camino finalmente son su propia responsabilidad, le competen a él y solo a él. Aunque sus frutos le pertenecen a todos.

Hemos visto que un invalorable aspecto de esta senda –además de una disciplinada práctica espiritual diaria, como meditación, recitación de mantras, prácticas conscientes y relacionadas al “momento presente”- es la construcción de relaciones saludables y la recepción de la dirección espiritual de nuestros mayores. Cuando se realiza esto con integridad, con respeto, humildad, entrega y un profundo anhelo espiritual, uno puede recibir de los mayores una auténtica transmisión espiritual. Y si bien tal trasmisión no está basada en nuestra aceptación total de la tradición de los mayores, incluye muchos de sus elementos. Se trata, en esencia, de la experiencia de la realidad última que han tenido los mayores dentro de su tradición. Ellos nos transfieren su experiencia sobre esta vida humana y sobre la relación de nuestra existencia con la realidad última.

Este proceso de infusión requiere de una disposición humilde, de una que no es cultivada naturalmente en las sociedades occidentales. Tal disposición implica, en cierto sentido, la habilidad para “inclinarse” en señal de profunda gratitud. El venerable Chogyam Trungpa captó su esencia cuando dijo lo siguiente (aquí lo parafraseamos): “La transmisión es como verter el té en una taza. La taza debe estar por debajo de la tetera. Y esto es solo la afirmación de un hecho; no contiene ningún trazo de jerarquía. Si la taza no está debajo de la tetera, el té no llegará a la taza”.

Esta senda interespiritual quizás sea un grandioso puente de comprensión encarnada para una nueva generación. Es una senda que podría ser capaz de asimilar muchos de nuestros linajes espirituales sin llegar a insertarse –o contemplarse- por completo en los marcos religiosos que los sostienen. Quienes se encuentran en esta senda son quienes están especialmente ocupados con el nacimiento de una renovada comprensión espiritual para la generación más joven, la cual aspira a los grandes ideales de la humanidad pero necesita de la profunda sabiduría del conjunto de caminos tradicionales, de los mayores y de la transmisión de su legado para poder encarnarlos. No se trata de un camino teórico sino de uno que se ha desarrollado a partir de la praxis vivida por los autores.   

Todas las sendas de naturaleza interespiritual son revolucionarias. Aunque puede que no conduzcan a una plena comprensión de la realidad última, realmente pueden aumentar nuestra comprensión de la humanidad dentro de la realidad última. Ellas requieren que reevaluemos nuestras tradiciones a la luz de la experiencia contemplativa, de la revelación de las otras tradiciones y en el contexto de lo que hemos aprendido sobre el mundo gracias a la ciencia y la psicología. Estas sendas también nos piden que estemos atentos al impulso que se está encarnando en la nueva generación, en cómo podríamos traspasarles la sabiduría que hemos heredado.

Finalizaremos esta sección con otra joya de la sabiduría del hno. Teasdale: A Monk in the World; es un fragmento que contiene algunas de las trampas y perlas de este camino interpespiritual: “En cierto sentido, ir tras una vida espiritual intermística es ser un verdadero pionero del espíritu. No es un camino fácil de recorrer, ya que no existen muchos mapas y son muchos los que temen perderse. Pero se trata de un sendero que contiene ricos depósitos de sabiduría a lo largo de su extensión. Si confiamos, si nos mantenemos en movimiento y compartimos nuestra experiencia con los demás a la vez que buscamos consejos, estaremos bien. De hecho, la incertidumbre puede conducir incluso a mayores realizaciones espirituales. Sin los habituales rituales y creencias de nuestra tradición sobre las que apoyarnos, a veces nos acercamos más a la realización de los verdaderos objetivos de la religión” [36]. 

Epílogo: tocando el horizonte.

“Para Dios no existe la palabra imposible". Y esta es, precisamente, la tarea, alcanzar lo que a primera vista pareciera imposible: unir al cielo y a la tierra, a la carne y al espíritu, a la Palabra y a Dios, a lo masculino y lo femenino, a lo secular y lo sagrado. "El camino del Buddha es inalcanzable. ¡Yo prometo alcanzarlo!".
Raimon Panikkar – Blessed Simplicity.

Concebimos al nuevo monaquismo como un movimiento, como el surgimiento orgánico de un profundo deseo de vivir una vida significativa y de servir al mundo a través de nuestro trabajo y compasión. Este movimiento crece a partir de su deseo de encarnar una espiritualidad contemporánea, una que beba profundamente de las fuentes de sabiduría humana que han sido excavadas a lo largo de los siglos, una que hable a nuestra sensibilidad moderna; que hable refiriéndose al suceso único de la reunión de la raza humana como un solo mundo, y que se señale las múltiples y complejas necesidades de la humanidad en los espasmos de transición hacia un nuevo y mejor mundo; un mundo en donde nuestras diferencias sean comprendidas dentro del contexto de nuestra unidad como seres humanos, en donde nuestra diversidad sea celebrada, alentada y apoyada; un mundo en donde lo que hagamos sea menos importante que lo que somos, y en donde lo que produzcamos sea juzgado según su sustentabilidad y su contribución al mejoramiento de las relaciones humanas y al alivio del sufrimiento de nuestro planeta. El nuevo monje bien podría ser el comienzo de una manifestación física de lo que ya es una realidad en el mundo espiritual; una manifestación en donde un esfuerzo interconectado y colaborativo de las energías y verdades espirituales trabaje de manera conjunta y en armonía por el bien de toda la vida en nuestro planeta. Y esto puede notarse en la habilidad del nuevo monje para moverse de forma transparente entre las tradiciones de sabiduría, en el arte, la música, el trabajo duro, la comunidad y la amistad.

El nuevo monaquismo es la búsqueda de la más profunda humanidad dentro de nosotros. Y es en esta búsqueda en donde todos estamos unidos, no solo nuestros “monjes” compañeros sino todos aquellos que desean un nuevo mundo y que viven y respiran el espíritu; todos aquellos que desean alcanzar las más hondas profundidades de su ser y luego entrar al mundo a través de ese portal. Un nuevo monje es alguien que siente el llamado a su propia evolución, a la profundidad de su espíritu, a su propio camino transformacional, y entonces responde. Es alguien que se entrega a su camino para servir mejor a toda vida, sin saber dónde lo llevará su travesía pero sabiendo que ya no puede aceptar nada en su vida como que esté separado de la misma. Es alguien motivado por sus ideales de amor y compasión por los demás, así como también por una impenetrable creencia en la verdad y la realidad de la humana madurez espiritual, en su poder transformativo, en su gracia y en su estimulante base. Es alguien comprometido a servir al mundo mediante crecientes grados de amor sacrificial, de experta sabiduría y de gozo.

La Fundación para el Nuevo Monaquismo

La Fundación para el Nuevo Monaquismo es una organización sin fines de lucro dedicada a la visión señalada a lo largo de este manifiesto. Concebimos a la fundación como una alianza inter-generacional dedicada al desarrollo de nuevos modelos para la vida contemplativa en el s. XXI. La principal atención de la fundación estará centrada en la nueva generación y en sus necesidades espirituales. La fundación reunirá a mayores y jóvenes contemplativos bajo un espíritu que busque desarrollar una aproximación única a la espiritualidad, una que incluya tanto los dones de las tradiciones como la incorporación de emergentes intuiciones. El objetivo de la fundación será ofrecer sabiduría y guías transformativas que hablen a las salientes necesidades de la nueva generación; consistirá en un mandala de proyectos e iniciativas. Más abajo describimos cuatro proyectos específicos que serán la ocupación inicial de la fundación. Creemos que éstos conceden una mirada global del espíritu de la organización y los mismos servirán como ancla a la visión del nuevo monaquismo como una forma concreta en el mundo de hoy.

El primer proyecto será hab, una antigua palabra aramea que representa la dimensión activa del amor. HAB será una asociación ecuménica e interespiritual para la juventud, estará dirigida específicamente a trabajar en los campus universitarios. Este programa tendrá su inicio con programas educacionales y con retiros para los jóvenes, los cuales tendrán como codocentes a algunos de nuestros más respetados mayores. El objetivo de HAB será hablar sobre las más urgentes necesidades existenciales de la juventud y atender a sus interrogantes en el contexto de la oración contemplativa y de la sagrada amistad. Mientras que la mayoría de los adultos no necesariamente enmarcan sus anhelos existenciales bajo el lenguaje “religioso”, los adultos jóvenes sí tienen necesidades espirituales. Ellos con frecuencia lo expresan haciendo preguntas relacionadas con su llamado a la vida. HAB será el ancla sobre este tipo de preguntas, comprometiendo a los jóvenes con un profundo proceso respecto a su vocación y a su “llamado”. A través de la dirección espiritual, de la práctica contemplativa y de una única metodología vocacional, HAB ayudará a los jóvenes a desarrollar un vocacional estilo de vida que incluya vislumbres experienciales de su “verdadero ser” y una forma de construir sus vidas alrededor del mismo. HAB se esforzará luego por apoyar el floreciente llamado único de cada persona a través de la reunión de todos estos jóvenes en una red informal de pequeños grupos y comunidades contemplativos; una red que continuaría inspirando a los participantes a llevar vidas contemplativas centradas en sus propios talentos personales que estén al servicio de la compasión y la justicia.     

Un segundo proyecto es el desarrollo de un proceso de largo plazo de formación del nuevo monje. Concebimos este proceso en un periodo de siete años; bajo un modelo que se base en la formación más formal que se da en los monasterios. Este proceso de formación será la espina dorsal del programa de educación de la fundación, nos llevará a la conformación de un grupo central de “nuevos monjes” que extenderán este trabajo alrededor del mundo.  Una característica especial de este programa será su metodología única, que alentará a los mayores a enseñarles a los jóvenes a partir de su experiencia de vida; lo que es contrario al hacerlo desde el marco de sus tradiciones. Se dice que cuando las narrativas institucionales dejan de funcionar es necesario recurrir a las autobiografías. Esto hará que los jóvenes puedan beber profundamente de la experiencia viva de sus mayores, y los conectará a ellos más allá de los esquemas religiosos. Las metodologías similares a las desarrolladas por la Snowmass Interspiritual Dialogue Fellowship (antes conocida con Snowmass Conference) son un buen ejemplo de cómo este potente tipo de liderazgo espiritual puede funcionar. Se trata de una forma de resaltar -a través de un profundo diálogo- las vivencias más íntimas que cambian nuestras vidas. Se trata de un diálogo en donde las personas se encuentren unas a otras en el contexto de una relación “yo-tú” y en donde ambas partes logren el cambio en el proceso. Además de esta guía, la formación incluirá una diaria actividad contemplativa, el estudio, el trabajo con la sombra psicológica, prácticas corporales sagradas, periodos extensos de retiro y un trabajo a largo plazo con un director espiritual, quien con su ayuda guiará a cada aspirante en su travesía. La aplicación intelectual estará dirigida a la conformación de un sólido esquema interespiritual, que ayudará a las personas a integrar diferentes corrientes de sabiduría; incluyendo lecturas de escrituras tradicionales, de la obra de los místicos y una comprensión comparativa del camino espiritual, de sus estados y niveles, según la presentan las diversas tradiciones de sabiduría del mundo. Vemos esta formación como un proceso que encarna y consolida lo que sería “un pleno compromiso con la vida espiritual” en el s. XXI.   

Un tercer componente de esta visión es una empresa editorial: New Way Publishing, que serviría como un canal para que la voz del nuevo monje alcance el extenso mundo y una transite por una avenida que influya sobre vasta cultura. La mayor parte de la editorial se centrará en hallar y guiar a las jóvenes voces contemplativas, que puedan hablar con sabiduría y dirigir su conocimiento hacia la generación más joven. Y también se concentrará en los diálogos entre los jóvenes y los mayores, viendo de captar el emergente espíritu y sabiduría de tales encuentros. El objetivo será producir libros y publicaciones que “luzcan juveniles”, que hablen a los jóvenes y que incorporen sus preguntas y deseos bajo tal formato; producirá publicaciones que reflejen el nuevo impulso sinérgico, ayudando a conformar lo que sería una cultura contemplativa en la era actual. Sentimos que este “nicho” no es algo que se vea normalmente representado en el panorama editorial, y New Way Publishing tendrá el potencial para hablar a la generación más joven de una manera eficaz, de una manera que conecte nuestras profundas raíces contemplativas a movimientos como Occupy; es decir, con el deseo de una saludable espiritualidad que puede enriquecer y autenticar su anhelo moral de un mundo mejor. New Way se concentrará en una amplia distribución dentro del mainstream de diversas maneras, principalmente en pequeñas comunidades contemplativas, en campus universitarios, en seminarios teológicos, en colectividades de artistas, en comunidades ecológicas e intencionales y en organizaciones activistas. 

Un último componente, que es parte de la visión inicial de la fundación, es el establecimiento de un pequeño ashram interespiritual para el nuevo monje. Se trata de un lugar en donde vivir, trabajar y tener un espacio sagrado para poder encarnar la visión del nuevo monje. El eremitorio servirá como un símbolo sagrado de la nueva vida monástica y será un espacio en el que se puedan alojar los mayores que nos visiten, en el que se organicen pequeñas conferencias y en donde puedan permanecer las personas que se comprometan a largo plazo: quienes se incluyan en el proceso de formación de siete años y quienes mantengan extensos periodos de retiro. Prevemos que Ray McEntee, Adam Bucko y quizás uno o dos de nuestros mayores puedan ser residentes permanentes. Habrá también unos pocos eremitorios para los visitantes y un espacio común para las comidas y las charlas, una pequeña biblioteca, un espacio de meditación comunal y otro para el estudio. No será un monasterio tradicional, sino una encarnación de lo que sería esta nueva vida monástica en nuestra cultura y sociedad. Por ejemplo, los residentes podrían vivir activas vidas “en el mundo” -según los proyectos arriba mencionados y otros más- e incluso podrían haber crecientes familias. Este espacio sagrado serviría como un latido espiritual, continuamente palpitando su esencia en el mundo exterior y conduciendo al mundo más profundamente dentro de sí.

Una nota sobre la praxis.

La praxis es un proceso por el que la teoría, las lecciones o habilidades son manifestadas, practicadas, encarnadas o realizadas. Sin la praxis, la visión permanece simplemente como eso, como una mera visión. El movimiento interespiritual ha crecido exponencialmente en esta primera década y hay mucho para aprender del trabajo que se ha realizado. La praxis es el cómo efectuamos la teoría, ideas, intuiciones y realizaciones en los detalles prácticos de la vida y en medio de la sociedad; de una sociedad que no solo no soporta la vida contemplativa sino que de muchas maneras le es francamente hostil, al menos en el mundo occidental. Pero esta es la “esencia de nuestro tema”. Al llevar a cabo nuestra visión tenemos que estar deseosos de aprender del pasado, tenemos que revaluar continuamente la teoría y la manera en que están siendo aplicadas, y debemos permanecer fieles al dictum de Jesucristo: “Por sus frutos los conocerán”.

Los autores.

Rory McEntee es un contemplativo enraizado en la tradición de la interespiritualidad y el nuevo monaquismo, trabaja en la intersección de espiritualidad, educación y cultura. Como amigo cercano y educando [mentee] del hno. Wayne Teasdale, ha participado en la fundación del movimiento interespiritual. Durante ese tiempo, participó también en diversos diálogos y colaboró con muchos líderes espirituales del mundo. Actualmente, Rory se desempeña como administrador del Snowmass InterSpiritual Dialogue -una institución fundada en 1984 por el P. Thomas Keating- y es miembro del círculo de liderazgo del The Community of the Mystic Heart. Rory trabaja y colabora con los líderes espirituales de diversas tradiciones, y está particularmente interesado en profundos procesos de formación contemplativa para aquellos jóvenes que pueden emerger de las amistades colaborativas e intergeneracionales entre los contemplativos. Rory reconoce como sus fuentes de inspiración y mentores a Joshi Baba-G, al P. Thomas Keating y a su santidad el Dalai Lama. Su email es: rmcentee21@gmail.com   

Adam Bucko es activista, karma-yogi, director espiritual de muchos jóvenes homeless de New York y partidario de la aproximación contemplativa para el cambio social. En el 2004, Adam cofundó la Reciprocity Fundation, una organización sin fines de lucro que ha sido premiada y que se dedica a ayudar a los homeless y a la juventud en situación de peligro a quebrar su ciclo de pobreza. Inspirado por el legado espiritual del P. Bede Griffiths, Adam recientemente fundó HAB, una asociación interespiritual “neo-monástica” para los jóvenes que ofrece formación en una espiritualidad radical y en un activismo sagrado. El objetivo de esta asociación es conceder dirección espiritual y guía contemplativa, conectando a la juventud con los mayores para construir un movimiento de pequeñas comunidades que dediquen sus vidas a la contemplación y a una acción inspirada y transformadora en el mundo. Adam también es miembro de un comité de liderazgo intergeneracional del The Contemplative Alliance, una organización que reúne a contemplativos y activistas espirituales de diversas tradiciones para tratar problemas sociales y temas del mundo. Su email es: adam@adambucko.com

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Referencias.

1. Panikkar, Ramon (1982). Blessed Simplicity: The Monk as Universal Archetype, New York: Seabury Press, p. 92.
- La edición en castellano es: 1993, Elogio de la sencillez, España: Verbo Divino.
2. Panikkar, Ramon 1993). The Cosmotheandric Experience, New York: Orbis Books, Intro., p. v
- En castellano: 1999, La intuición cosmoteándrica, España: Trotta.
3. Panikkar, Ramon, Blessed Simplicity, p. 7
4. Ibid., p. 8
5. Ibid. pp. 8-11
6. Ibid.
7. Ibid. p. 13
8. Ibid. pp. 8, 20, 28
9. Ibid. p. 29
10. Ibid.
11. Ibid. pp. 33-34
12. Ibid. p. 27
13. Merton, Thomas, New Seeds of Contemplation,
- La edición en castellano es: Nuevas semillas de contemplación, España: Sal Terrae.
14. Ibid.
15. Panikkar, Ramon, Blessed Simplicity, pp. 45-46
16. Ibid., p. 46
17. Ibid., p. 83
18. Ibid., p. 60
19. Ibid., p. 55-56
20. Ibid., p. 55-56
21. Ibid., p. 93
22. Teasdale, Wayne (2003). A Monk in the World: Cultivating a Spiritual Life, California: New World Library, p. 138
23. Panikkar, Ramon, Blessed Simplicity, p. 92
24. Keating, Thomas (Junio del 2010), Seekers of Ultimate Mystery, New Jersey: Contemplative Outreach Newsletter.
25. Newsweek, 2009.
26. Clayton, Phillip (25 de marzo del 2012). Letting Doubters in the Door, L.A. Times.
27. The Dalai Lama (2011). Beyond Religion: Ethics for a Whole World, Boston: Houghton Mifflin Harcourt, Intro., p. xv
28. Ibid., p. xi
29. Teasdale, Wayne, A Monk in the World, p. 175
30. Teasdale, Wayne (1999). The Mystic Heart: Discovering a Universal Spirituality in the World’s Religions, California: New World Library, p. 26
31. Johnson, Kurt (2012). The Coming Interspiritual Age, Vancouver: Namaste Publishing.
32. Ibid.
33.Wright, Matthew (2012), Reshaping Religion: Interspirituality and Multiple Religious Belonging, M.Div. Th., p. 12
34. Ibid.
35. Teasdale, Wayne, The Mystic Heart, p. 26
36. Teasdale, Wayne, A Monk in the World, p. 175.


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