por Tim Ruggiero
Sobre un ensayo de Michele Carter, Abiding
Loneliness: An Existential Perspective (2003):
"Muchos escritores de la tradición occidental describen a la
forma existencial de la soledad como una inevitable condición de nuestra
humanidad. La soledad se encuentra en la región más profunda del ser y se expande a medida que el individuo se hace consciente y enfrenta las
experiencias límites de la vida: el cambio, los periodos de confusión, la
tragedia, la alegría, el paso del tiempo y la muerte. La soledad, en este
sentido, no es similar a la del sufrimiento por la pérdida de alguien querido,
ni tampoco una ausencia de sentido acerca de la totalidad o integridad. Más
aún, no es la enfermiza defensa psicológica contra la amenaza de estar solo,
especialmente si estar solo significa que debemos enfrentar situaciones
críticas que son de vida o muerte. Antes bien, la soledad existencial es una
forma de estar en el mundo, una manera de asir y confrontar la propia verdad
subjetiva. Es la experiencia de descubrir las propias interrogantes respecto a
la existencia humana, la experiencia de enfrentar las difíciles contingencias
de la condición humana. Desde una perspectiva existencial, la soledad
individual busca alcanzar cierto significado frente a la impermanencia de la
vida, frente a la angoisse de la libertad humana y la inevitabilidad de la
muerte. En su hermoso y trágico ensayo God's Lonely Man, el novelista
Thomas Wolfe conecta la intensa soledad de su propia vida a la del aspecto
universal de la humanidad. Dice:
La convicción de toda mi vida descansa ahora en que creo que la soledad, lejos de ser un fenómeno raro y curioso, característico de mí y de otros pocos solitarios, es un hecho central e inevitable de la existencia humana. Cuando revisamos los momentos, los actos y afirmaciones de todo tipo de personas -no sólo el lamento y el éxtasis de los grandes poetas, sino también la enorme desgracia del alma común- encontramos, creo, que todos sufren por lo mismo. La causa última de sus lamentos es la soledad.
Para Wolfe, la experiencia de soledad no es extraña ni curiosa, sino
'inevitable y justa' porque es parte del corazón humano. Tal como la
experiencia de la alegría se ve acentuada por la tristeza, la soledad, 'siempre
abrumada con la certeza de la muerte', hace que la vida sea preciosa. La
soledad y la muerte son, por lo tanto, inevitables facetas de la existencia
humana; ambas son ontológicamente necesarias para una congruente vida humana.
La soledad no es la experiencia de lo que uno carece sino más bien la
experiencia de lo que uno es. En una cultura profundamente atrincherada en la
retórica de la autonomía y los derechos, el canto del solitario de Dios con
frecuencia resulta acallado o no es escuchado. Es irónico cuánto de nuestra
libertad agotamos en el poder: en conquistar la muerte, la enfermedad y el
deterioro, mientras escondemos a los demás nuestra bien enterrada soledad. Pero
si ésta fuese compartida, lograríamos profundizar en nuestra mutua
comprensión".
Comentario.
Paul Tillich, en The Courage To Be, dedica muchos capítulos al
tema de la soledad y la ansiedad existencial. Y nos ofrece este pasaje de una
de las obras de Nietszche:
¡Oh, hermano mío!, ¿acaso vos tenés el valor? Tiene corazón aquel que conoce el temor pero lo vence, quien ve el abismo con orgullo. Aquel que ve al abismo con ojos de águila, quien agarra al abismo con talones de águila, es él quien tiene valor (cursiva original).
Y Tillich dice que: "Estas palabras revelan el otro lado de
Nietzsche, el que lo hace un existencialista; y muestran el coraje necesario para
mirar dentro del abismo del no-ser en la completa soledad de aquel que acepta
el mensaje de 'Dios ha muerto'".
Desde este punto de vista, la soledad es una experiencia a la que hay
que darle la bienvenida antes que desterrarla, pues nos enfrenta con las dos
preguntas más importantes de la existencia: ¿de qué realmente trata toda la
vida?; y, ¿cómo debería usar mi libertad para poder definirme? La referencia a un Dios "muerto" es
otra manera de decir que toda presión y responsabilidad por una vida de sentido
descansa directamente sobre nuestros hombros. Nosotros, no Dios,
decidimos lo que seremos. Nosotros, y solo nosotros, somos los autores y
directores de nuestra vida moral. Esto es lo que los existencialistas quieren
decir cuando afirman que la existencia precede a la esencia. Es ésta
comprensión, además, la que resulta más espantosa que cualquier otra.
La soledad nos lleva al abismo que Nietszche describe y nos fuerza a
tomar una decisión. Para la mayoría de las personas, quizás la tentación de
erradicar la desagradable subjetividad sea irresistible, y por eso buscan
cualquier experiencia que los haga olvidarse de la misma. Siempre existe el
sentido de pertenencia que nos concede la membresía a un grupo. Hay una seguridad
existencial cuando se vive una "importante" vida, cuando se está
conectado al centro de poder de la propia sociedad: al tener un trabajo
respetable, una familia y unas pocas comodidades materiales. Este camino no es
falso en sí mismo, eso dependerá de la persona. Muchos encuentran sentido y
satisfacción en ese estilo de vida. Pero ese camino también podría ser elegido
como resultado de ver la propia libertad e individualidad como una amenaza: hay
personas que elegirán distanciarse de una vida que mantenga la esperanza de
afirmación y de creatividad a fin de no soportar la inseguridad existencial que
la misma exige.
Sin embargo, existen aquellos que fijan la vista en el abismo y no se atemorizan.
Pensemos en Siddhartha Gautama, quien abandonó una vida de opulencia y su
familia hacia el final de su segunda década de vida para viajar solo en busca
de sentido; o veamos a Henry D. Thoreau, quien se retiró a los bosques por unos
años para obtener una saludable perspectiva sobre el mundo; o consideremos
muchos otros personajes de ficción, como por ejemplo Lester Burnham, en la
película Belleza Americana (1999), quien se queja por el hecho de haber
pasado su vida adulta en un coma emocional y moral, y por eso persigue los
retazos de sentido y de belleza que aún le están disponibles en sus actos de
rebeldía. O pensemos también en Christopher Reeve, quién sabía que las
probabilidades de volver a una vida normal y feliz eran mínimas y nulas, pero aun
así decidió convertir su horrible tragedia en una búsqueda de soluciones
científicas a males desgastantes como el Alzheimer y el Parkinson.
La soledad, en esta lectura, no es algo que deba rechazarse o temer;
antes bien, es una posible catalizadora hacia una vida más productiva y
comprometida. Y una avenida para una elevada autoconciencia.
...
Ruggiero Tim. An Existential View of Loneliness. Philosophicalsociety.com
3 comentarios:
Dónde puedo encontrar el ensayo de Thomas Wolfe?
Lo encontraste?
Siento discrepar profundamente de muchas afirmaciones que se hacen en éste texto. Excusar o justificar la soledad por inevitable o sin sentido real, mas que el que queramos darle, es, a mi juicio, totalmente falso y estéril. Éste texto no dice nada realmente interesante para alguien que quiera terminar con su vida o que piense, simplemente, que nacemos y morimos solos, al contrario, le motiva a llevar hasta el final su idea de suicidio. ¡Ah, la estupidez humana...! Siempre pretendiendo que sabemos y conocemos y cuán equivocados estamos. No somos mas que niños perdidos en la inmensidad del misterio de la vida.