Un manifiesto
interespiritual para la vida contemplativa del siglo XXI.
por Rory McEntee & Adam Bucko
“Sostenemos que el
nuevo monaquismo designa un impulso que está intentando encarnarse en la nueva
generación. Y el mismo se encuentra más allá de los límites de cualquier
institución religiosa en particular, aunque bebe profundamente de las fuentes
de nuestras tradiciones de sabiduría. Se trata de una motivación que llama a
una vida intensamente contemplativa, a la conformación de pequeñas comunidades
de amigos, a un activismo sagrado y a descubrir juntos el llamado único de toda
persona y toda comunidad”.
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El texto es bastante extenso, por lo que primero sitúo el link hacia el documento en formato pdf, para su mejor visualización. Debajo aparece la totalidad del contenido dispuesto para este blog:
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El nuevo monaquismo
Un
manifiesto interespiritual para la vida contemplativa del siglo XXI.
En agradecimiento.
Han existido muchas
fuentes de inspiración y muchos guías en el camino hacia este nuevo monaquismo.
Antes de comenzar, tenemos que ofrecer nuestro más profundo agradecimiento a
todas aquellas ideas, vidas, mentores y presencias que nos han traído hasta
aquí. Podemos nombrar a unos pocos de
tales pioneros: el P. Bede Griffiths, Raimon Panikkar, Thomas Merton, el P.
Thomas Keating, el hno. Wayne Teasdale, Andrew Harvey, Matthew Fox, Kurt
Johnson, Cecil Collins, su santidad el Dalai Lama, Dorothy Day, Pir Hazrat Inayat
Khan y Pir Zia Inayat Khan, Catherine Doherty, Madeleine Delbrel, Pierre
Teilhard de Chardin, el P. Richard Rohr, la madre Teresa, a los miembros de
Hermits of Peace en el Sky Farm Hermitage, al hno. Francis Al, a la hna.
Michaela Terrio y muchos otros más; en especial también a aquellos hacedores de
sabiduría sufí y hasídica para quienes “el mundo nunca ha salido del
monasterio”…
Prólogo.
Lo que buscamos es una experiencia que transforme nuestras vidas y que nos incorpore al destino del universo. Estamos en búsqueda de una intuición que sea capaz de concedernos una orientación en la vida –incluso en el presente- para poder existir en el tiempo.
Raimon Panikkar – The Rhythm of Being.
Cuando
miramos a la actualidad del mundo, nos inspiramos en lo que está sucediendo
alrededor del globo: desde los jóvenes que participan en movimientos como Arab
Spring y Occupy Wall Street, hasta los nuevos movimientos monásticos entre los
cristianos evangélicos que se dedican a la oración y al servicio de los pobres,
hasta la conversión de una “Iglesia emergente” ([…] no una nueva religión, sino
una nueva forma de ser religioso), hasta los pequeños grupos de musulmanes que
se reúnen y permiten que las mujeres lideren la adoración, reinventando lo que
significa responder al llamado de Dios; hasta el “budismo comprometido”, que
combina las prácticas sublimes y la compasión de la senda budista con el
activismo social; hasta la juventud “espiritual pero no religiosa”, que está
comenzando a tomar responsabilidad de su propia vida espiritual fuera de las
tradicionales instituciones religiosas.
Vemos
estos movimientos como impulsos espirituales que nos alejan de una era de dogmáticas
formulaciones religiosas y de inamovibles estructuras de poder. Estos impulsos
están despertando a toda una nueva
generación de personas alrededor del mundo. Son personas que no están
interesadas en imponer una nueva e inflexible regla, más bien quieren
comprometerse con una práctica diaria que “haga a un lado sus egos” y explore
lo que significa crear un mundo que funcione para todos, un mundo enraizado en
los principios de una democracia directa, en la ayuda mutua, en la confianza en
nuestra “bondad original” y en una radical aceptación de todo individuo y de
los dones únicos que cada uno tiene para ofrecer.
Estos
movimientos necesitan de la profunda sabiduría contemplativa de nuestra raza
humana para lograr el éxito. Sin ella, los movimientos corren el riesgo de
tener un rol mínimo en el triunfo último de la raza humana. Se trata del
triunfo del alma humana en su totalidad, de un logro que todos esperamos; y nuestras
vidas desean -sea de manera consciente o no- servir a ese nacimiento. Es solo a
través de la senda contemplativa, una senda que conduce a la madurez
espiritual, que este servicio finalmente puede ser alcanzado.
El
nuevo monaquismo tiene como objetivo tomar esta responsabilidad: cruzar por
sobre las tradiciones, cruzar las disciplinas, cruzar las diferencias
vocacionales, cruzar lo secular y lo sagrado… tiene que quebrar límites y
construir puentes para una vida contemplativa adecuada para el siglo XXI. El
monaquismo tradicional ha sostenido largamente este espacio para la raza
humana; pero sus días de gloria han pasado y de manera creciente solo sirve a
un rol menor, especialmente dentro de la sociedad occidental.
El
nuevo monaquismo busca encarnar este rol de manera significativa. No a través
de leyes morales o de nuevos credos, sino a través del apoyo al florecimiento único
e indispensable de todo individuo y de toda comunidad sobre la tierra. Y este
apoyo se da por medio de la dedicación a una profunda y disciplinada vida
contemplativa y a una vida de servicio a todos los demás.
El nuevo monaquismo es una manifestación
intratradicional del bodhisattva, un símbolo encarnado de nuestra
humanidad básica, es nuestra “bondad esencial” y sobre todo nuestra unidad como
un solo ser. Se trata de una manifestación del “cuerpo místico de Cristo”, la
revelación del único ser entre nosotros, de aquel en quien “vivimos, nos
movemos y existimos”. Es hacia este audaz objetivo que el nuevo monaquismo se
atreve a mirar con antelación [foresee]; más aún, ve solo ese objetivo y
garantiza que la propia vida será una simple y disciplinada expresión amorosa
de su obtención.
Que la armonía esté presente en
nuestra intención,
que la armonía esté en nuestros
corazones,
que la armonía esté en nuestras
mentes
y que vivamos todos en paz.
Rig-veda 10.191.4.
Preludio.
Situémonos en el entorno divino. Allí nos hallaremos a nosotros mismos, allí donde el alma es más profunda y en donde la materia es más densa. Allí descubriremos, ahí donde toda su belleza fluye conjunta, el ultravital, ultrasensible y ultraactivo punto del universo. Y al mismo tiempo sentiremos la plenitud de nuestros poderes de acción y adoración sin ningún esfuerzo, ordenados dentro de nuestro más profundo ser.
Pierre Teilhard de Chardin – The Divine Milieu.
El arco de nuestra exposición seguirá el
camino de la creación: comenzaremos con el principio, es decir, con lo que no
tiene principio, con la idea original del Hombre, del purusha, del
arquetipo del monje. Luego seguiremos su destilar a través del curso del tiempo
hasta llegar a su trama en nuestro entorno actual, en donde se transmuta en
nuevas formas siempre fieles al impulso primordial. Y elevaremos nuestra
conciencia a medida que destile provisiones prácticas para nuestras vidas
actuales. Abriremos, también, nuestros corazones a medida que nuevamente
desaparezca más allá del horizonte del tiempo. Dejaremos que ese
resplandeciente sol despliegue sus rayos de calor, de amor y de sabiduría sobre
nosotros, dentro de nosotros y entre nosotros, a medida que vayamos dando
nacimiento a la hermosa variedad del nuevo monaquismo…
Para eso rezamos y en eso nos gozamos.
Lo
que no tiene principio: el arquetipo del monje.
Hablo de una aspiración y de una necesidad. No es porque uno lo dese que se convierte en monje. El monje casi que se ve forzado por una experiencia que solo puede concretarse en la praxis de la propia vida. Por un lado, es una experiencia de la presencia del objetivo de la vida; y por otro, es la ausencia de la misma (o el no haberla alcanzado).
Raimon Panikkar – Blessed Simplicity.
¿Puede haber un preludio a los que no
tiene principio? Sin embargo, aquí estamos. Comenzaremos nuestra exposición con
aquello que hace que un monje sea un monje, observaremos a través de la ventana
de las formas tradicionales hacia la dimensión interior del ser humano que da
nacimiento al monje. Luego nos volveremos hacia la evolución de estas formas
tradicionales para ver lo que llamamos nuevo monaquismo.
Por evolución,
“queremos señalar al cambio y la continuidad, a algo que no solo es un
despliegue del pasado sino a lo que también se sirve de una identidad
subyacente” [1].
A lo largo de nuestra exposición, en
especial al comienzo, haremos amplia referencia al Blessed Simplicity: The
Monk as Universal Archetype, de Raimon Panikkar. Este autor fue un hombre
con una importante comprensión croscultural, lo que lo hace especialmente
adecuado para nuestra presentación. Panikkar fue un sacerdote católico que
también llegó a ser un budista y un hindú, tal como cierta vez lo dijo con una
frase célebre: “Yo ‘dejé’ de ser cristiano, me ‘hallé’ como hindú y ‘volví’ a
ser budista sin nunca haber dejado de ser cristiano” [2]. Además de su
exploración crosreligiosa, Panikkar logró obtener doctorados en filosofía,
química y teología, hablaba siete idiomas y escribía en seis de ellos. Es
difícil hallar a otra persona que sea capaz de sumergirse de manera tan
completa en tan diversos medios culturales.
Blessed Simplicity,
el resultado de un simposio monástico realizado tanto para las tradiciones
orientales como para las occidentales, así como para contemplativos no-religiosos.
Es un trabajo seminal sobre la emergencia del nuevo monaquismo a partir de las
formas tradicionales. Su lectura es una sinfonía de las profundidades y es por
eso que, tal como cuando uno anhela participar y no mejorar a Mozart, lo
citaremos varias veces. La obra de Panikkar manifiesta una tesis sobre el monje
como representante de una dimensión constitutiva del ser humano, a la que él
denomina arquetipo
del monje: “Un arquetipo es un
producto de la propia vida humana, y es, por lo tanto, mutable y dinámico. Hablar
sobre el arquetipo del monje es asumir que existe un arquetipo humano que el
monje manifiesta con mayor o menor éxito. Los monjes tradicionales han
representado a su modo ‘algo’ que también nosotros podríamos estar llamados a
realizar, aunque de manera diferente” [3].
Entonces, ¿cuál es la dimensión
constitutiva del ser humano? ¿Es el arquetipo del monje? “Puede que no tengamos
otro acceso al arquetipo que el estudiar o el venir a conocer al monje como
arquetipo” [4]. Es el monje quien ha representado con mayor frecuencia este
ideal dentro de la familia humana. Cuando miramos al monje y penetramos
profundamente en “aquellos aspectos del ser humano que están más enraizados en
su naturaleza, vemos que el monje finalmente es un monje como resultado de una
necesidad, es el resultado de una experiencia que eventualmente lo conduce a
cambiar y –al final- a quebrar con algo en su vida para alcanzar esa ‘cosa’ que
lo abarca o trasciende todo” [5].
Y continúa Panikkar: “Por monje, o monachos,
entiendo a la persona que aspira a alcanzar al objetivo último de la vida con
todo su ser, renunciando a todo lo que no es necesario; es decir,
concentrándose en este simple y único objetivo. Precisamente, es esta
concentración única o exclusividad de objetivo que evita cualquier otro fin
legítimo como subordinado, lo que distingue a la senda monástica de otros
intentos espirituales hacia la perfección o salvación” [6].
Aunque el ser monje también es una
cuestión personal: “Una cantidad ilimitada de personas puede realizar, cada una
de manera única, su propia perfección. La humanidad es múltiple y, en este
sentido, no existe la naturaleza humana perfecta” [7].
La transición se da cuando vemos al
monje tradicional como “tan solo una forma de realizar este arquetipo
universal. Si la dimensión monástica existe al menos potencialmente en todo ser
humano, la institución del monaquismo debiera estar igualmente abierta a todos.
El monasterio, entonces, no sería el “establishment” de los monjes sino la schola
domini, la escuela en donde la dimensión humana es cultivada y transmitida.
Y aquí aparece el resultado de nuestra distinción entre el monje y el
arquetipo, es decir, entre el monje como paradigma de la vida religiosa y el
arquetipo del monje. En otras palabras, se trata del arquetipo humano tal como
ha sido vivido por los monjes, pero que hoy también puede ser experimentado y
vivido de diversas maneras” [8].
Cada uno de nosotros, sea religioso,
ateo o agnóstico, en uno u otro momento ha sentido la agitación por la que
aspira el monje. Todos hemos tenido momentos de “trascendencia”, momentos de
intensa pasión por la justicia y la verdad, una abundancia de compasión por el
sufrimiento de los demás o perfectos sentimientos de amor por nuestra pareja o
nuestros niños. Tales momentos son parte de nuestra experiencia humana; tocan
una dimensión escondida dentro de nosotros. En cierto sentido, el monje es la
persona que reconoce la legitimidad y primacía de tales momentos. Es como si él
se decidiese tocar la “esencia del asunto” y explorar el origen de esos momentos,
asomarse a la puerta para ver dónde se concentran. Y ese “asomo” eventualmente lo
conduce a un más allá de la mera curiosidad y se convierte en el único objetivo
de toda su vida.
Muchas personas de la actualidad, en
especial los jóvenes, han pasado por tales experiencias inmanentes y
trascendentales. Y puede que hayan sentido profundamente el encanto de tal
llamado, pero no el deseo o la necesidad de entrar a un monasterio, ni tampoco
de seguir una particular tradición religiosa.
El nuevo monaquismo: monjes en el mundo.
Llegará el momento en que los hombres, tras haber despertado al sentido de un solo vínculo estrecho que abraza a todos los movimientos de este mundo –a la obra de la Encarnación que todo lo abraza-, serán incapaces de entregarse a cualquiera de sus tareas sin antes comprender con una clara visión que su trabajo –sin importar cuán elemental sea- es receptado y bien dispuesto por el centro del universo. Cuando llegue ese momento, habrá muy poco para separar entre la vida del claustro y la vida del mundo. Y solo entonces la acción de los hijos del cielo –a la vez que la acción de los hijos del mundo- habrá alcanzado la deseada plenitud de su humanidad.
Pierre Teilhard de Chardin – The Divine Milieu.
El nuevo monje es un
ideal, una aspiración que vive en la mente y el corazón de nuestra generación
actual [9]. El modelo del monaquismo tradicional requería el alejamiento del
mundo, la simplificación de la propia vida y la renuncia a muchas de las comodidades
e impulsos de la existencia en el mundo. Los monjes tradicionales eran
normalmente célibes y con frecuencia vivían lejos de los demás y en soledad,
todo lo cual tenía como objetivo lograr la sagrada simplicidad que los
conduciría a la plenitud de su ser. Sin embargo, como Panikkar lo señala: “El
desafío del monaquismo moderno consiste en el imposible intento –a primera
vista- de adquirir a través de su simplicidad la plenitud de la vida humana”
[10].
Se trata de lo que
el mismo Panikkar llama: “simplicidad a través de la integración. El monje
moderno no desea renunciar -excepto a lo que es simplemente pecaminoso o
negativo- sino más bien transformar todas las cosas. No está interesado en
despojarse de todo sino en asimilarlo todo” [11]. Y respecto a nuestro uso del nombre
“nuevo monje”, Panikkar va directo al tema: “Puede que en último análisis sea
preferible que descartemos la palabra ‘monje’ y busquemos otra menos
sobrecargada, pero eso no demostraría que lo que el monje contemporáneo
pretende no se corresponde a lo que los antiguos estuvieron tratando de hacer”
[12].
Sostenemos que el
nuevo monaquismo designa un impulso que está intentando encarnarse en la nueva
generación. Y el mismo se encuentra más allá de los límites de cualquier
institución religiosa en particular, aunque bebe profundamente de las fuentes
de nuestras tradiciones de sabiduría. Se trata de una motivación que llama a
una vida intensamente contemplativa, a la conformación de pequeñas comunidades
de amigos, a un activismo sagrado y a descubrir juntos el llamado único de toda
persona y toda comunidad.
Quizás debamos hacer
una pausa aquí para observar lo que entendemos por contemplación. En New Seeds
of Contemplation, Thomas Merton la describe bellamente diciendo que: “La
contemplación es la vida misma; la vida plenamente despierta, plenamente activa
y plenamente consciente de que está viva. Es una maravilla espiritual. Es el
espontáneo temor reverencial [awe] ante lo sacralidad de la existencia, la
sacralidad del ser. Es la gratitud por la vida, por la consciencia y por la
existencia. Es una vívida realización del hecho que la vida y el ser en
nosotros proceden de una fuente invisible, trascendente e infinitamente
abundante. La contemplación es, por sobre todo, la consciencia de la realidad
de aquella fuente. La consciencia conoce a la fuente de manera oscura,
inexplicable, pero con una certeza que está más allá de la razón y de la simple
fe. Es una mayor profundidad de fe, un conocimiento demasiado profundo para verse
atrapado en simples imágenes, palabras o incluso conceptos. Esa fuente puede
ser sugerida por medio de palabras, de símbolos, pero en el momento mismo en
que intenta indicar lo que sabe, la mente contemplativa retira lo que ha dicho
y niega lo afirmado” [13].
La contemplación es
la respuesta a un llamado: un llamado de aquel que no tiene voz y aun así habla
en todo lo que existe. Y habla, por sobre todo, en las profundidades de nuestro
propio ser, pues somos su propia palabra. Pero somos palabras que han de
responderle a él, contestarle, hacer eco de él e incluso contenerlo y
significarlo de alguna manera. La contemplación es este eco. Es una profunda
resonancia en el más recóndito centro de nuestro espíritu, en donde nuestra
propia vida pierde su separada voz y resuena con la majestad y misericordia de
aquel que está escondido y vivo. La contemplación es despertar, es iluminación
y es la sorprendente aprehensión intuitiva por medio de la cual el amor obtiene
la certeza de Dios: de su intervención creativa y dinámica en nuestra vida
diaria. Por lo tanto, la contemplación no simplemente “encuentra” una clara
idea de Dios y lo confina dentro de sus límites, manteniéndolo como un
prisionero al que siempre puede regresar. Al contrario, la contemplación es
conducida por él hacia su reino, hacia su propio misterio y hacia su propia
libertad” [14].
Y Panikkar nos dice al
respecto que: “La contemplación es aquella actividad que nos sitúa en un
espacio abierto desde el cual podemos observar y contribuir al curso del
universo. Es esa actividad que disfruta del bienestar de todos los seres. La
vida contemplativa es sencillamente la vida; la vida en su más pleno sentido.
Para algunos, es el descubrimiento de la persona o del ser humano; para otros,
el descubrimiento del ser de todos los seres. En cualquier caso, la
contemplación encuentra que el valor de todo ser reposa en lo que es y no en lo
que hace o tiene. El punto central es el desarrollo de la esencia del ser
humano a su máxima plenitud, cualquiera sea el sentido en que tal esencia o
plenitud sean interpretados” [15].
Tradicionalmente,
esta dedicación a la vida contemplativa resaltaba la primacía del ser sobre el
hacer, en tanto que el nuevo monje “resalta la unidad del ser y el hacer. La
verdadera acción es contemplativa, y la auténtica contemplación actúa” [16]. El
objetivo y la lucha, o quizás el juego, del nuevo monje es encarnar a la vida
espiritual y contemplativa incluyendo a la acción; y ésta no tiene por qué
estar en oposición a aquella. De hecho, la acción puede convertirse en
contemplación. El nuevo monje trabaja por una nueva forma de estar en el mundo,
una forma por la que puede convertirse en expresión del espíritu, una forma a
través de la cual Dios puede vivir y trabajar en el mundo. El nuevo monje busca
ser como una vasija vacía a través de la cual se manifieste la mente-de-Buddha
o mentalidad búdica.
A través de la
oración y práctica contemplativa se logra un profundo estado de receptividad y
escucha, de apertura y espaciosidad. Y a partir de ahí, uno siente un impulso
interior y se mueve según el mismo. Uno se vuelve consciente de un campo
funcionalmente perfecto, que mantiene unido a todo dentro de una indivisa
totalidad y junto a la más elevada sensibilidad, amor, sabiduría y compasión. Y
esta consciencia no se opone a la acción. De hecho, sin una acción integrada no
puede decirse que la contemplación esté completa. Santa Teresa de Ávila logra receptar,
en términos cristianos, esta necesidad de acción dentro de la contemplación:
Cristo no
tiene otro cuerpo sino el tuyo,
no tiene
manos ni pies sobre la tierra sino los tuyos,
tuyos son
los ojos con los cuales el mira este mundo con compasión,
tuyos son
los pies con los cuales camina para hacer el bien,
tuyas son
las manos con las cuales bendice todo este mundo.
Tuyas son
las manos, tuyos son los pies,
tuyos son
los ojos, tú eres su cuerpo.
El nuevo monje
escucha los dolores y lamentos de la nueva creación a su alrededor y no puede
alejarse de ese sufrimiento. Siente que: “la configuración de este mundo es de interés
no solo religioso sino contemplativo, no es algo ajeno ni extraño a la vocación
monástica. Ve que los demonios y asuras de las frías y solitarias
regiones se han convertido en los gritos y llantos de su entorno humano. Los
diarios y noticias se han convertido en su lectura espiritual” (Blessed
Simplicity, pp. 43, 50). El monje moderno siente en la raíz misma de su
alma el llamado a la vida contemplativa, pero “no puede renunciar al mundo
secular porque no cree que éste sea secundario, no puede renunciar a la
actividad en el mundo porque cree que es algo indispensable” [17].
Esto lleva al nuevo
monje a una radical intuición de la “sacralidad de lo secular”. Se trata de un
área en donde la evolución que señalamos al comienzo puede observarse con mayor
claridad. Por secular, nos
referimos no solo a una característica independencia de cualquier institución
religiosa, sino también -y en un misterioso sentido- a una independencia de la
“naturaleza de las cosas” puramente eternas e inmutables. En otras palabras, por
sacralidad
de lo secular entendemos la
sacralidad de todo lo que existe en este mundo. Panikkar describe lo secular
como “el carácter temporal de las cosas”;
y continúa con su intuición: “Esta temporalidad hoy está siendo aceptada
no solo como algo que importa sino como algo que es decisivo. En vez de ser
solo algo temporal, pasajero y efímero, la estructura temporal del mundo
representa ahora un coeficiente de realidad que no puede ser eliminado. Ya no
se la considera algo que de lo que puedas prescindir o incluso que puedas
utilizar para alcanzar algo más importante” [18].
El monje moderno
“tiende hacia lo secular, sin que por eso su búsqueda de santidad se vea
reducida. La secularidad representa la afirmación del cuerpo, de la historia,
del mundo material y de todos los valores temporales en general como decisivos
e insuperables. Y eso significa legitimar el estar comprometidos con los
sucesos temporales, significa que el tiempo posee un valor positivo y que la
persona religiosa debe ocuparse en la reforma de las estructuras
socio-político-históricas de la realidad. Esto implica la incorporación de lo
divino en lo humano, la impregnación de lo divino en todas las estructuras del
mundo material. Si esto representa una mutación en la concepción de lo sagrado,
representa igualmente una paralela revolución en la experiencia de lo secular.
Lo secular no es más aquello que es temporal, provisorio, perecedero,
contingente y demás; es, más bien, el revestimiento de lo permanente, de lo
eterno y lo inmutable” [19].
Esta intuición
naturalmente conduce al nuevo monje a todas las áreas de la arena humana,
principalmente a las áreas de la inclusión, de las relaciones íntimas, de la
preocupación ambiental y de la política y edificación comunitarias. El nuevo
monje ve al cuerpo como una sagrada encarnación, y parte de su tarea espiritual
es mantener una relación saludable, estimulante y transformativa junto al
mismo.
El nuevo monaquismo
también fomenta las relaciones íntimas, las amistades profundas y significativas,
y las relaciones sexuales comprometidas y amorosas. El nuevo monaquismo está
interesado en descubrir la naturaleza divina y el lugar original de todas las
relaciones humanas. No se opone al celibato, antes bien lo reconoce como un
profundo y genuino llamado, aunque uno raro. Y reconoce, al mismo tiempo, que
el celibato no es necesario para expresar el arquetipo del monje.
El nuevo monaquismo acepta
que existe una brecha entre las idealizadas relaciones íntimas y la realidad
que frecuentemente nos toca vivir. Y por eso llama a todos a curar estas
heridas y a construir verdaderas relaciones de intimidad basadas en la
integridad, la confianza, la amistad espiritual y el amor. Los nuevos monjes
quieren ver que el espíritu penetre en todas las áreas de la vida humana, es
por eso que “buscan una espiritualidad que no sea exclusivamente espiritual. No
solo no despreciarán ningún valor humano, sino que realmente intentarán
cultivarlos a todos. El monje ama todo lo que existe e incluso es un apasionado
de todo lo humano, sin que eso excluya lo material y temporal” [20].
Se podría decir que
el nuevo monje escucha no solo las palabras de Jesús que dicen: “El reino de
Dios está dentro de vos”, sino también –y de manera más sustancial- aquellas
que expresan que: “El reino de Dios está entre ustedes”. Estos monjes actuales sienten
la necesidad de trabajar para su salvación a través de las relaciones con los
demás, con el cosmos, con su tarea en el mundo y con la realidad última
(cualquiera sea la manera en que la conciba o sean iniciados en ella). Por lo
tanto, ningún esfuerzo humano está más allá del alcance de estos monjes; y es
en su esfuerzo por elevar todo lo que consideran valioso en la condición humana
que encuentran su unidad con el otro. Ellos se sienten partícipes del acto último
de la creación, del doble acto encarnacional de traer al espíritu a la forma y
de transmutar la forma en espíritu.
Otro punto de
diferencia del nuevo monje respecto al rol tradicional del monje se da en el
área de la dirección espiritual. Es frecuente que el nuevo monje no se vea
inclinado a la tradicional idea de obediencia a un superior o a la total
dedicación a un guru. Si bien se respetan los roles tradicionales y se
reconocen los muchos logros que éstos han producido, con mayor frecuencia el
nuevo monje encuentra su dirección espiritual en las profundidades de la
amistad espiritual. Hay una historia que ilustra bien esta nueva tendencia: un
autor se acercó a un guru muy reconocido para preguntarle si deseaba ser
su director espiritual. Y el maestro le respondió diciendo: “Sí, pero con una
condición: que también vos lo seas para mí”.
El nuevo monje
reconoce –por encima de toda duda- la necesidad de los mayores, la necesidad de
dirección espiritual y el maravilloso don que le han concedido quienes son más
avanzados que él. Es alguien que se esfuerza por desarrollar su sentido de
discernimiento, y sus mentores espirituales le son indispensables como un medio
para reflexionar sobre sus procesos en la toma de decisiones y para revisar sus
diversas intuiciones [insights]. El nuevo monje aprecia esta nueva
dirección espiritual como el más profundo florecimiento de la amistad. Y la
amistad es la piedra angular de la nueva relación entre el mentor y el
aprendiz, entre el maestro y el estudiante. Viene bien recordar la apócrifa
historia de Buddha y su asistente Ananda, quien le pregunta a aquel: “Querido
Buddha, ¿la amistad espiritual es la mitad del camino hacia la iluminación?”. A
lo que Buddha responde con una amplia sonrisa: “No, Ananda, la amistad es todo
el camino”.
La noción de amistad
espiritual ayuda al nuevo monje a reconocer la importancia de las comunidades
humanas, que es una manera en que se podría definir a la “política” en su
sentido original. El nuevo monje está interesado en construir comunidades que
sean sustentables, llenas de un sentido de lo sagrado y que ayuden a sus
miembros a descubrir y vivir su sagrada vocación en el mundo. Sus esfuerzos
para construir comunidades sustentables y enriquecedoras se extiende más allá
de una confortable existencia para sí mismo y para los suyos. Los nuevos monjes
consideran que su misión es ayudar a toda la creación, demostrar –una vez más-
que los seres humanos pueden vivir en un entorno de ayuda, de sustentabilidad y
de crecimiento. Su cuidado se extiende no solo a los demás sino también al
mundo natural que los rodea y a todas las criaturas vivientes.
El nuevo monje puede
ser un artista, un científico, un maestro espiritual, un profesor de primaria,
un trabajador social o un mozo. El trabajo no importa tanto como el lugar desde
donde acercan su obra. Y su obra no puede estar separada de su camino
espiritual. Los nuevos monjes se esfuerzan por conceder una elevada
consciencia, intimidad y autenticidad a su obra, sea que se trate de lavar
platos o de alimentar a los pobres. Obviamente, existen ciertas profesiones en
las que el nuevo monje no puede participar, como las incluidas en la
construcción de armas, la abierta degradación del medio ambiente o la
explotación de nuestros semejantes en pro de beneficios económicos. La mayoría
de profesiones, sin embargo, no solo están abiertas a los nuevos monjes sino
que están tan necesitadas de atención [mundfulness], de generosidad y de
una infusión de gracia en su entorno que se esfuerzan por atraerlas a sus
vidas.
Las consideraciones
económicas no le interesan demasiado al nuevo monje, aunque no es naïve
en este aspecto. Sabe la manera en que funciona el mundo moderno y se ha
comprometido a trabajar de manera inteligente dentro de él. Pero no le presta
atención a las nociones de “éxito” de nuestra era moderna, pues muchas de ellas
no son sino finos velos de agrandamiento del ego y excusas para la explotación
de nuestro entorno y de otros seres humanos. Para el nuevo monje, nuestra
actual “sociedad productiva” es, en el mejor de los casos, una noción efímera;
y en el peor de los casos, una forma de vida insidiosa, desmoralizadora y degradante
para el espíritu humano. Para el monje moderno, una verdadera “sociedad
productiva” permitiría ampliar el tiempo para un sosegado retiro, para la
oración, la meditación y la reflexión del alma.
El punto principal
que resumiría esta parte, es que el nuevo monje no ve una brecha entre su vida
interior y la exterior. El nuevo monje está “en el mundo pero no es de él”, tal
como Jesús nos enseñó a serlo. Este monje “juega alegremente el juego de la
vida en el mundo, pues no permanece en sus reglas y efectúa cambios a algunas
de ellas. Y las hace a riesgo de su propia vida, por supuesto, pues al cambiar
las reglas eventualmente estará cambiando todo el juego” [21].
Para el nuevo monje
solo existe su vida y la mejor manera en que puede contribuir con ella a la
vasta totalidad de la existencia. Este movimiento resulta ser intensamente
personal para todo individuo, el tema de la vocación se convierte en algo
importante para cada uno de sus miembros. El nuevo monje debe lidiar con el
tema de su “llamado”, pues éste es tan
único como su propia individualidad.
El descubrimiento de
la vocación, llamado y dones personales trata -una vez más- sobre la unidad de
la acción y la contemplación. La acción contemplativa surge desde la
receptividad y la escucha. Puede que algunos sostengan que la acción surge de
un consentimiento a la acción de Dios en nosotros, o desde una clara y sutil
percepción de la acción primordial de la mente-de-Buddha. Esta acción puede
tomar un infinito número de formas distintivas, pero esencialmente se trata de
una acción que es expresión de sanación, de sabiduría, de compasión y de amor.
La acción es única según quienes seamos y la situación en donde estemos; esta
acción se vale de toda la experiencia y los dones de nuestra vida. Es una
acción por medio de la cual realmente llegamos a ser lo que hemos nacido para
ser.
Una vez que el llamado
surge desde el espacio contemplativo que hemos creado en nuestras vidas,
nuestra crucial responsabilidad es decirle: “Sí”. Y eso requiere no solo de
voluntad, sino también de paciencia y discernimiento. Al hacerlo, comenzamos a
responder al llamado universal para encarnar la plenitud de nuestro ser y para comenzar
a acercar un amor transformador al mundo. La verdadera contemplación no lo es
en su pleno sentido sino hasta incluir el “sí”, y dentro de ese “sí” también
surge un “no”. Se trata de un “no” a todos los elementos de este mundo que
violan nuestro amor, compasión y sentido de justicia. A través de este proceso,
surge la voz profética del nuevo monje, el “sagrado activismo” de Andrew
Harvey, el profeta como un “místico de acción” según Matthew Fox, y la
concientización según el hno. Wayne Teasdale: “Se trata del despertar de una
consciencia mucho más profunda a los problemas que requieren de cierta
respuesta de nuestra parte, especialmente en los lugares en donde la gente está
sufriendo” [22].
Este proceso
requiere que el nuevo monje recapacite profunda y inteligentemente sobre sus
acciones y sobre la manera en que las mismas afectan el bienestar de todos. El
nuevo monje reconoce que todas sus acciones tienen consecuencias universales,
sea que surjan o no en un espacio contemplativo. Pero su objetivo es permitir
que todas sus acciones surjan desde el “reservorio contemplativo”. El monje se
esfuerza por descubrir su verdadero llamado, por saber cómo servir de la mejor
manera al cosmos y confía en la acción interior de su espíritu. Y no se trata
de un proyecto individual, sino que lo va discerniendo junto a sus mentores y
su sangha (su comunidad de amigos espirituales).
Al final, es la
dedicación de la persona a una vida contemplativa y comprometida, y a una vida
de inteligente servicio a todos los seres vivos, lo que la convierte en un
nuevo monje. Y pareciera que éste se ocupa de lo imposible: construir nada
menos que el reino de Dios en la tierra. No solo derrama lágrimas por la
sociedad de antaño, sino que se compromete a construir la nueva para sí y para
todos. En especial para quienes se encuentran en el último peldaño de nuestra
sociedad: los pobres y oprimidos, los criminales, los mentalmente afligidos y los
abusados sexualmente; “la sal de la tierra”, según nos dijo Jesús.
Pero la compasión
del nuevo monje no se detiene aquí, gracias a su perspicaz mirada es capaz de
ver la desesperación en los rostros de Wall Street, puede ver la soledad y
desesperación en el alma de muchos ricos y privilegiados y por eso que se
esfuerza por todos ellos. Y los fanáticos religiosos, quienes han retorcido el
espíritu y el mensaje de amor de sus fundadores, también se incluyen en la
extensión de su compasión. El nuevo monje está para construir un nuevo mundo no
a través de la violencia sino a través de la fuerza de la compasión, de la voz
profética, de la sabiduría y del amor. Y también mediante la movilización de
todos aquellos que están con él. Este es el trabajo del nuevo monje: encarnar
un mundo nuevo que permita el florecimiento único del espíritu en todo
individuo y toda comunidad.
Construyendo puentes: la vida contemplativa en el s. XXI
El tiempo no es un accidente para la vida o para el ser. Toda existencia es tempiterna: siempre vieja y siempre nueva. Nuestra tarea y nuestra responsabilidad es asimilar la sabiduría de las tradiciones del pasado y, tras haberlas hecho nuestras, permitirles que puedan crecer. La vida no es repetición ni continuación, es crecimiento, y eso implica ruptura y continuidad a la vez. La vida es creación. Si la creación es un acto de contemplación, como lo dice Plotino, el verdadero crecimiento sería manifestar de forma contemplativa nuestra participación en la actividad creatividad de la realidad.
Raimon Panikkar – The Rythm of Being.
Al principio
hablamos de una “evolución” que incluía “al cambio y la continuidad, a algo que
no solo es un despliegue del pasado sino que también se sirve de una identidad
subyacente” [23]. Puesto que estamos hablando de la vida contemplativa en el s.
XXI, nos detendremos ahora en un elemento fundamental para el éxito del nuevo
movimiento monástico: la relación entre nuestros “mayores” espirituales y el
nuevo monje. Por mayores [elders]
nos referimos a aquellas preciosas almas que han realizado su travesía
espiritual mucho antes que nosotros, la gran mayoría de las cuales lo han hecho
principalmente dentro de las centenarias estructuras de las tradiciones de
sabiduría. El P. Thomas Keating, un monje benedictino muy apreciado como
maestro espiritual, establece un tema de gran importancia para el nuevo monje:
“El valor más preciado que tienen en común las diversas religiones del mundo es
su acumulada experiencia de travesía espiritual. Siglos de buscadores han
descubierto y han vivido bajo sus condiciones, tentaciones, ensayos, desarrollo
e integración final. Toda esta riqueza de experiencia personal de lo
trascendente da testimonio del fundamento histórico de nuestra búsqueda
contemporánea. No es solo una novedad pasajera. Al mismo tiempo, este vasto reservorio
de sabiduría práctica heredada del pasado eleva una importante pregunta a los nuevos
buscadores: ¿Se puede trascender el ego empírico y el falso ser sin conectarse
a la tradición espiritual de alguna de las religiones existentes en el mundo?”
[24].
El nuevo monje
reconoce que las tradiciones de sabiduría de este mundo contienen conocimiento,
transmisiones y linajes espirituales a los cuales aspira asimilar en su
interior para luego darlas a luz en el mundo moderno. Mucho de aquella
sabiduría está contenida no solo en las palabras de nuestros mayores, en sus
escritos y en su presencia, sino también en las estructuras que se han
desarrollado alrededor de los intentos de transmisión de la sabiduría de la
tradición. Estas estructuras ayudan a reducir ciertos peligros en el sendero.
Han sido construidas como mecanismo de comprensión y ayuda para aquellos
momentos en que la senda espiritual alcanza uno de sus muchos puntos de clímax.
Como un “gato ante el agujero del ratón”, los directores espirituales y los métodos
que han desarrollado nos ayudan a reconocer esos momentos y a permanecer
alertas y listos ante ellos. Los directores espirituales además, dirigen de
forma sutil nuestros esfuerzos y nos orientan de tal manera que nuestra lucha
produzca sus esperados frutos. Quizás lo más importante sea que ellos son como
un “sustrato cultural” de confianza y como una junta evaluadora que exige que
afilemos nuestras capacidades de discernimiento y descubramos nuestra única
verdad. Ellos son indispensables fuentes de conocimiento para el aspirante
espiritual, como lo es –ciertamente- el nuevo monje.
Pero tenemos que
reconocer que de muchas maneras estamos viviendo en un mundo post-religioso e
interespiritual. Muchos jóvenes de hoy ya no se conectan de manera tan profunda
con nuestras tradiciones de sabiduría. En un reciente informe, cerca del 30% de
la población norteamericana se declaró “espiritual pero no religiosa” [25]; ¡y
tal número se acrecentó hasta el 75% en quienes se encontraban entre los 18 y
29 años de edad! [26]. En cuanto al futuro del monaquismo, las tradiciones de
sabiduría del mundo están luchando fervorosamente para reclutar jóvenes
vocaciones monásticas. El lenguaje de nuestras instituciones religiosas ya no
habla a los corazones y almas de los jóvenes. ¿Acaso la respuesta a nuestra
situación actual es decirles a los jóvenes que tienen que conectarse con una
institución religiosa para poder alcanzar la madurez espiritual? ¿Es posible
que el impulso que conduce a las personas fuera de los muros de las tradiciones
establecidas sea una encarnación del Espíritu Santo?
Nosotros
consideramos que asistimos a la necesidad de un nuevo movimiento, de uno que
responda a las necesidades del cambiante mundo de hoy a la vez que mantenga las
verdades e intuiciones más profundas de nuestras tradiciones de sabiduría.
Nosotros, como una generación aún en contacto con nuestros mayores, tenemos la
obligación solemne de asimilar y transmitir esta sabiduría a las generaciones
más jóvenes. Sin embargo, al hacerlo, no podemos pasar por alto las formas
tradicionales solo porque ellas ya no hablen más a muchos de nuestra juventud.
En vez de eso, se nos pide que traduzcamos aquellas verdades a formas que
resulten relevantes a algunos de los temas más urgentes y a las mentes más
jóvenes de nuestra sociedad. Necesitamos de un movimiento que manifieste un
nuevo esquema universal, uno que sea adecuado para la vida contemplativa en el
s. XXI. Este esquema tiene que ser capaz de inspirar una nueva vida y nuevas
comunidades contemplativas, que las mismas sean capaces de cambiar corazones,
de transfigurar vidas y relaciones y que nos ayuden a dar nacimiento a un nuevo
mundo. Para este emprendimiento, necesitamos de la sabiduría y la guía que
nuestros mayores pueden brindarnos. Aquí vemos la importancia de este diálogo y
de un mutuo deseo y necesidad: la necesidad de nuestros mayores de transmitir
su sabiduría, y la necesidad del nuevo monje de recibirla, asimilarla y
traducirla para una nueva generación.
Esta relación
sinérgica, entre los guardianes de la colectiva sabiduría espiritual de nuestro
planeta y el camino que han de encarnar estos nuevos monjes, es de suma
importancia ya que se tienen que construir puentes. A la luz de este hecho, y
tras consultarlo con nuestros más respetados mayores y mentores, hemos dado
vida a The Foundation for New Monasticism. Se trata de una organización sin fines de lucro que será una alianza
intergeneracional dedicada a llegar hasta la generación de los más jóvenes para
inspirarlos a comprometerse con una vida contemplativa, para ayudarlos a erigir
sus vidas alrededor de la misma. La fundación se dedicará a dar nacimiento a
una red universal de contemplativos que reúna a algunos de nuestros más preciados
mayores y a jóvenes contemplativos. La fundación inicialmente se concentrará en
cuatro proyectos principales (descritos en detalle luego del epílogo): el
primero es una dedicación a los campus universitarios y el trabajo vocacional;
el segundo, un proceso de formación de siete años dirigido a un compromiso
pleno con el nuevo monaquismo; el tercero, crear una empresa editorial dedicada
a guiar a las jóvenes voces contemplativas y a sus diálogos con los mayores; y
el cuarto, erigir un pequeño ashram y un eremitorio neomonástico para
encarnar un espacio sagrado y un símbolo de la nueva vida monástica. Sentimos
que si es sustentada adecuadamente, esta organización puede concederles una
oportunidad a los contemplativos –sean jóvenes o adultos y de cualquier
tradición- para estar presentes uno al lado del otro según la nueva inspiración
que nos está convocando, según una forma íntima, democrática y recíproca.
Tenemos a la vista un modelo aconsejado por el fundador de los cuáqueros:
George Fox, en donde uno está junto al otro de una manera tal que posibilite
que la sabiduría del Espíritu Santo se manifieste a través de cada uno de los
participantes. Esto, así lo creemos, logrará inspirar a amigos, comunidades y a
nuevos esquemas para la vida contemplativa en el s. XXI.
Prevemos este nuevo esquema
como una manera bastante descentralizada a la vez que interconectada de
encarnar la unidad en la diversidad. Este esquema encarnará un nuevo tipo de
liderazgo, una nueva forma de construir comunidades y una nueva forma en la que
mayores y jóvenes se ayuden mutuamente. Este nuevo liderazgo trata, por sobre
todo, de ser capaz de relacionarse con los demás de manera tal que la
transmisión espiritual sea posible y permita que cada uno descubra sus dones y
los ofrezca a la totalidad, compartiéndolos de manera libre y no-jerárquica. Puede
que, a veces, incluso que no resulte claro quién es el líder, pues el liderazgo
simplemente se dará según cada uno vaya descubriendo sus dones y se comprometa
al servicio de la compasión y la justicia.
Prevemos a todas las
comunidades suscribiéndose a ciertos principios generales y sintiéndose libres
de actualizar el nuevo monaquismo de formas que verdaderamente se correspondan
a su verdadera vocación, sea como individuos o comunidades. Algunas comunidades
podrían reflejar una vida monástica más formal, con votos y hábitos; en tanto que otras puede que estarán más
integradas al mundo, aunque profundamente centradas en la vida contemplativa.
Cada quien podría crear su camino de integración, un camino que no vea a la
contemplación y al activismo como factores opuestos de la vida y que se
comprometa a la transfiguración de todos los ámbitos de la vida: sea personal,
institucional, religiosa, económica o política.
Los individuos
dentro de una comunidad también podrían encarnar diversas vocaciones. Estas
comunidades serían, para quienes aspirasen a la vida contemplativa, una vía
para congregarse y empezar a “construir el Reino de los Cielos con una amistad a
la vez”. Y sería posible hacerlo tanto en pequeñas redes de amigos como en
grandes comunidades intencionales. Cada comunidad tendría su expresión única y
cada una tenga una espiritualidad ligeramente diferente. Algunas serían
cristinas, otras hindúes, musulmanas, budistas o judías; algunas hasta combinarían dos o más
tradiciones y otras serían más bien interespirituales. Pero en todas resonarían
los mismos principios básicos.
¿Y cuáles son esos
principios? Su santidad, el Dalai Lama, los comenzó a enunciar en su nuevo
libro: Beyond Religion: Ethic for a Whole World. Allí sostiene que: “Ha llegado
el momento de buscar una forma de pensar sobre la espiritualidad y la ética que
esté más allá de la religión” [27], y luego intenta crear una base de valores
compartidos a través de lo que denomina “valores internos”. El Dalai Lama
continúa diciendo que: “Por valores internos entiendo a las cualidades que
todos apreciamos en los demás. Todos apreciamos las cualidades interiores de
benevolencia, paciencia, tolerancia, perdón y generosidad. Y de la misma
manera, a todos nos molestan las demostraciones de codicia, malicia, odio y
fanatismo. Por lo tanto, el promover activamente las positivas cualidades
internas del corazón humano -que surgen a partir de nuestra esencial
disposición hacia la compasión- y el aprender a combatir nuestras inclinaciones
más destructivas será un hecho apreciado por todos” [28].
Una senda interespiritual.
La principal maravilla del entorno divino es la facilidad con la que congrega y armoniza dentro de sí cualidades que a nosotros nos parecen contradictorias. En el entorno divino, todos los elementos del universo se contactan entre sí por medio de lo que en ellos es más interior y último. Allí, todos ellos concentran, poco a poco, lo más puro y atractivo que hay en sí mismos, sin pérdida y sin peligro de un posterior deterioro. En el corazón del entorno divino las cosas son transfiguradas desde su interior. Ellas se bañan interiormente bajo la luz y, en tal incandescencia, retienen –aunque sería mejor decir: exaltan- lo más específico de sus atributos.
Pierre Theilhard de Chardin – The Divine Milieu.
La palabra interespiritual fue acuñada por el hno. Wayne Teasdale en 1999, en su
libro: Mystic Heart: Discovering a Universal Spirituality in the World’s
Religions. Durante la década pasada, el movimiento interespiritual ha salido
intempestivamente a escena, al punto que ahora se registran cerca de 70,000
entradas en Google [solo 3,000 en español]. La palabra fue usada para denotar
el fenómeno de las tradiciones de sabiduría del mundo que se movían más allá
del diálogo interconfesional (en el que las tradiciones se reúnen para aprender
de sus pares acerca de sus creencias y rituales, dando lugar a un profundo respeto
y confianza recíprocos a través del diálogo) para alcanzar una verdadera
dimensión en la que comparten “tecnologías espirituales” y realizaciones
místicas sobre un nivel experiencial. Lo interespiritual connota también un
reconocimiento por el que las tradiciones de sabiduría del mundo -lejos de una
mutua discrepancia entre ellas- pueden ser vistas como una herencia común de la
humanidad: “las diversas intuiciones, esparcidas como preciosas semillas entre
las religiones, son consideradas como pertenecientes al inclusivo dominio de lo
místico” [29].
El hno. Wayne pudo
intuir el movimiento “espiritual pero no religioso” y predijo que la interespiritualidad
encarnaría la futura dirección de la humanidad: “Puede decirse que la verdadera
religión de la humanidad es la propia espiritualidad, ya que la espiritualidad
mística es el origen de todas las religiones del mundo. Si fuese así, y creo
que lo es, podríamos decir que la interespiritualidad –el acto de compartir las
experiencias últimas en todas las tradiciones- es la religión del tercer
milenio” [30].
El Dr. Kurt Johnson,
en su libro: The Coming Interspiritual Age, sostiene un fuerte argumento
para apreciar el movimiento interespiritual dentro del contexto del proceso
evolutivo de la humanidad. Johnson describe a la interespiritualidad como “la
discusión natural entre los seres humanos sobre aquello que estamos
experimentando, sobre quiénes somos, sobre la razón por la que estamos aquí y
respecto a dónde estamos yendo. La interespiritualidad es también el movimiento
compuesto por todos estos temas que se dirige a la experiencia de profunda
interconexión, de unidad de consciencia y de unicidad” [31].
El Dr. Johnson
incluso se extiende y amplía la visión del hno. Wayne: “El principal vector del
desarrollo espiritual y ético de nuestra especie no fue ninguna de las
innumerables sendas espirituales del mundo, sino la dirección que todas ellas han
compartido. Su histórico desarrollo ha sido una sola experiencia para la
humanidad, una convergencia existencial que se ha desplegado y continúa
haciéndolo en la actualidad, concretando así un aspecto de la maduración de
nuestra especie. La interespiritualidad, entonces, parte de una comprensión
diferente de la religión. Incluso como enseñanza, ella comienza con una visión
de toda experiencia religiosa de nuestra especie como una sola experiencia que
se ha ido desplegando a lo largo de muchas líneas y ramas, facultando a nuestra
especie para sea capaz de lograr una evolución más elevada. En otras palabras,
la interespiritualidad reconoce una experiencia común en toda espiritualidad.
Ella reconoce un origen compartido, un proceso compartido y una madurez compartida”
[32].
En este contexto, la
interespiritualidad está involucrada con la familia humana como una totalidad.
Y esto nos lleva a la intuición de lo que podríamos llamar la tradición humana,
que contempla a toda la humanidad en el evolutivo proceso de maduración. En
esta concepción, la humanidad se considera responsable no solo de sus partes
constitutivas: los seres humanos, sino también de todas las criaturas de
nuestro planeta y del bienestar de la madre tierra, de Gaia. La tradición
humana reconoce que para asumir nuestra responsabilidad tenemos que esforzarnos
por lograr la madurez espiritual y hallar nuevas formas para asimilar y
transmitir la sabiduría colectiva de nuestra raza. Esta tradición “no conoce
límites”, excepto los de la propia raza humana. Todos somos partes integrales
de este florecimiento, y todos contenemos a la totalidad. El microcosmos es un
reflejo del macrocosmos.
Pero, ¿cómo es que
el nuevo monje se aproxima a esta comprensión según su propia senda espiritual?
Sin duda, algunos de los nuevos monjes han sido y serán llamados a encarnar su
camino dentro de una particular tradición de sabiduría ya establecida. Pero
ellos también tienen que estar dispuestos a ver otros caminos como totalmente
legítimos y conducentes a la madurez espiritual. La Vedanta Society, la orden
monástica basada en el genio espiritual de Ramakrishna –un santo de la India-
encarna adecuadamente esta filosofía. Dentro de esta sociedad se articulan
cuatro sendas: la del bhakti-yoga o el camino del amor devocional; la
del karma-yoga o el camino del servicio desinteresado; la del jñana-yoga
o el camino del conocimiento a través de la realización no-dualista; y la del raja-yoga
o el camino real de la meditación. Sin embargo, a los practicantes se les pide
que elijan solo una senda y que se concentren en ella. Incluso a los más
avanzados practicantes se los desalienta a comprometerse en más de dos de los
caminos. Pero todas las sendas son reconocidas como plenamente legítimas y
fructíferas, al igual que lo son los caminos de otras tradiciones de sabiduría
fuera de la tradición de los Vedas.
Muchos de los nuevos
monjes también serán llamados al camino ya esculpido por la mayoría de los mayores.
Se tratará de echar raíces fuertes en una sola tradición, y desde aquel punto
de ventaja realizar una bifurcación para poder beber profundamente en la
sabiduría de otras tradiciones. Esto se puede observar en el ejemplo de monjes
cristianos que se han convertido en roshis zen o que han cultivado la
experiencia advaita (la realización no-dualista) que se halla en los
Vedas y los Upanisads. Existen muchos ejemplos en este sentido, como la
experiencia de Thomas Merton, del P. Thomas Keating, del hno. David
Steindl-Rast, del P. Bede Griffiths, del hno. Wayne Teasdale y de muchos otros más.
Este camino ha llegado a ser tan popular, que de alguna manera se ha convertido
en un toque de clarín para muchos de nuestros mayores, quienes consideran que
uno tiene que estar firmemente establecido en su tradición particular antes de
experimentar con alguna otra.
Sin embargo, el
nuevo monje no siempre encuentra que alguna de estas sendas tradicionales se
correspondan con él, por lo que hay otros caminos que puede tomar. Existe un
camino de múltiple pertenencia religiosa,
recientemente expuesto de manera elocuente por Matthew Wright -un joven nuevo
monje- en la tesis de su maestría: Reshaping Religion: Interspirituality and
Multiple Religious Belonging. Este camino incluye visionarios como Lex
Hixon y el P. Henri Le Saux -también conocido como Abhishiktananda- y consiste
en la integración profunda en uno mismo de múltiples tradiciones religiosas.
Como Wright lo explica: “Esta persona hace todo lo que puede para comprender sinceramente
a la nueva tradición en su interior: acepta la iniciación y se involucra con la
comunidad, la adoración, el estudio y la oración de la misma. Pero al mismo
tiempo mantiene las exigencias similares de su tradición de origen. Resulta
obvio que esto requiere de un trabajo duro y no es para cualquiera. Debido a
esto, he establecido la pertenencia múltiple dentro de una especial categoría
de vocación. Se trata esencialmente de un acto de fe y uno tiene que estar
llamado a la misma” [33].
Wright sostiene,
además, que: “Las diferentes tradiciones religiosas, en su nivel de doctrina y
formulación histórica, con frecuencia son contradictorias; y quien tenga una
pertenencia múltiple debe confrontar esta realidad si quiere mantener su
honestidad e integridad. Quien tenga una pertenencia múltiple tiene que
mantenerse por completo en ambos mundos; tiene que permitir que las aparentes
contradicciones, y con frecuencia las históricas heridas que una tradición ha
infligido sobre la otra, tengan lugar dentro de su alma. Debido a esta tensión,
se espera que algo creativo y sanador emerja, algo que requiere de una profunda
confianza en el llamado” [34].
Existe también un
camino no-tradicional más completo que nos gustaría abordar más ampliamente
aquí, ya que ha sido el camino recorrido por los autores de este manifiesto. Es,
quizás, el menos concretado hasta la fecha. A falta de una mejor palabra, nos
referiremos al mismo como la senda interespiritual. Aunque notamos que todo lo anterior también podría
ser considerado de similar manera, esta senda puede prescindir de una plena inserción
en alguna de las existentes tradiciones de sabiduría. La senda interespiritual surge
de un reconocimiento universal del potencial de los seres humanos para la
madurez espiritual que es necesaria, como base, para un camino más personal. Reconoce
también la visión interespiritual de las tradiciones de sabiduría como una
herencia común de la humanidad. Implica, además, una comprensión más radical de
nuestras tradiciones espirituales, pues todas ellas no son solo caminos hacia
la madurez espiritual, pues uno siente -de una manera misteriosa- que entre
unas y otras bien podrían perfeccionarse.
Toda tradición de
sabiduría sería como una pieza del rompecabezas que es el florecimiento último
de la humanidad. Nuestra mirada reconoce que toda tradición ha explorado y
remarcado sutiles diferencias de la experiencia humana, razón por la que se han
convertido en expertas en diferentes aspectos de nuestro potencial humano. Han
descubierto, además, trampas potenciales y formas de superarlas según avanzamos
en nuestro camino. Toda tradición contiene fragmentos de oro sobre la
comprensión humana y ninguna posee la totalidad de la misma. Según esta
comprensión de la interespiritualidad, toda tradición es tanto maestra como
estudiante, tiene algo que ofrecer y algo que aprender. En su Mystic Heart,
el hno. Wayne señala que: “Finalmente, estoy convencido que es entre unas y
otras que las religiones logran completar su comprensión sobre la realidad
última” [35].
Si el nuevo monje se
encuentra en esta senda, es muy probable que sea a causa de haber sido “guiado”
a la misma. Sin embargo, existen peligros de los que debiera ser consciente
cuando se entrega a esta senda. No debería recorrerlo simplemente por
curiosidad o para explorarlo. Si bien tales características son alentadoras, no
son suficientes. Esta senda requiere de la guía de los mayores en los caminos
tradicionales, así como un alto nivel de integridad y responsabilidad. El nuevo
monje debe estar ansioso por cavar profundamente antes que de manera solo superficial,
tiene que elegir sabiamente a un mentor espiritual y permanecer atento a la
confrontación con su propio ego.
Uno tiene que
abandonar las trampas de la “nueva era”: aquellas que solo transitan de manera
vana por la senda espiritual, que solo logran reconfortar el ego antes que
transformarlo. De una cosa puede estar seguro el nuevo monje, que en su
travesía se encontrará con momentos en los que se alejará de su verdadero
proceso transformativo en la vida contemplativa, tal como les ha sucedido a quienes
estuvieron antes que él. Tratándose de un camino exigente, quizás muchas veces
el nuevo monje tenga que tantear una persistente “muerte del proceso”, pues sin
el marco de una reconocida tradición de sabiduría y sin la guía de un firme
mentor espiritual que ya haya transitado el territorio antes que él, ¿será
capaz de ver por sí mismo?
Puede que uno se
pregunte ahora: ¿por qué hablar, entonces, de una “nueva senda”? ¿Acaso el
camino espiritual no está ya cargado con suficiente dificultad como para
agregarle todavía más peso a tan hercúlea tarea? ¿Y quién, tras revisar el
apagado panorama espiritual de la nueva era: con sus sendas llenas del
superficial “sentirse-bien” y del “pensamiento positivo”, puede dudar que tales
trampas son bastante temibles como para tener que confrontar sus sombras y también
al oscuro capullo de la alquimia espiritual? Esta es una pregunta difícil de
responder. Quizás sea suficiente decir que el nuevo monje situado en esta senda
posee una profunda sensación sentida [felt sense] y sabe que hacerlo de
otra manera sería una renuncia a su verdadero “camino”.
El monje siente en
la raíz de su alma que su relación con Dios, que su identidad con la mente-de-Buddha
y con la vida misma lo han guiado hasta aquí. Y siente que continúan guiándolo
a lo largo de esta senda. Su fidelidad está puesta en ese impulso, en esa
inspiración del espíritu, y no podría librarse del mismo como no podría hacerlo
de sus propios latidos. El monje busca y necesita de la guía y el
discernimiento de sus mayores, pero su madurez espiritual y su camino
finalmente son su propia responsabilidad, le competen a él y solo a él. Aunque sus
frutos le pertenecen a todos.
Hemos visto que un
invalorable aspecto de esta senda –además de una disciplinada práctica
espiritual diaria, como meditación, recitación de mantras, prácticas
conscientes y relacionadas al “momento presente”- es la construcción de
relaciones saludables y la recepción de la dirección espiritual de nuestros
mayores. Cuando se realiza esto con integridad, con respeto, humildad, entrega
y un profundo anhelo espiritual, uno puede recibir de los mayores una auténtica
transmisión espiritual. Y si bien tal trasmisión no está basada en nuestra
aceptación total de la tradición de los mayores, incluye muchos de sus
elementos. Se trata, en esencia, de la experiencia de la realidad última que
han tenido los mayores dentro de su tradición. Ellos nos transfieren su
experiencia sobre esta vida humana y sobre la relación de nuestra existencia con
la realidad última.
Este proceso de infusión
requiere de una disposición humilde, de una que no es cultivada naturalmente en
las sociedades occidentales. Tal disposición implica, en cierto sentido, la
habilidad para “inclinarse” en señal de profunda gratitud. El venerable Chogyam
Trungpa captó su esencia cuando dijo lo siguiente (aquí lo parafraseamos): “La
transmisión es como verter el té en una taza. La taza debe estar por debajo de
la tetera. Y esto es solo la afirmación de un hecho; no contiene ningún trazo
de jerarquía. Si la taza no está debajo de la tetera, el té no llegará a la
taza”.
Esta senda
interespiritual quizás sea un grandioso puente de comprensión encarnada para
una nueva generación. Es una senda que podría ser capaz de asimilar muchos de
nuestros linajes espirituales sin llegar a insertarse –o contemplarse- por
completo en los marcos religiosos que los sostienen. Quienes se encuentran en
esta senda son quienes están especialmente ocupados con el nacimiento de una
renovada comprensión espiritual para la generación más joven, la cual aspira a
los grandes ideales de la humanidad pero necesita de la profunda sabiduría del
conjunto de caminos tradicionales, de los mayores y de la transmisión de su
legado para poder encarnarlos. No se trata de un camino teórico sino de uno que
se ha desarrollado a partir de la praxis vivida por los autores.
Todas las sendas de
naturaleza interespiritual son revolucionarias. Aunque puede que no conduzcan a
una plena comprensión de la realidad última, realmente pueden aumentar nuestra
comprensión de la humanidad dentro de la realidad última. Ellas requieren que
reevaluemos nuestras tradiciones a la luz de la experiencia contemplativa, de
la revelación de las otras tradiciones y en el contexto de lo que hemos
aprendido sobre el mundo gracias a la ciencia y la psicología. Estas sendas
también nos piden que estemos atentos al impulso que se está encarnando en la
nueva generación, en cómo podríamos traspasarles la sabiduría que hemos
heredado.
Finalizaremos esta
sección con otra joya de la sabiduría del hno. Teasdale: A Monk in the World;
es un fragmento que contiene algunas de las trampas y perlas de este camino
interpespiritual: “En cierto sentido, ir tras una vida espiritual intermística
es ser un verdadero pionero del espíritu. No es un camino fácil de recorrer, ya
que no existen muchos mapas y son muchos los que temen perderse. Pero se trata
de un sendero que contiene ricos depósitos de sabiduría a lo largo de su
extensión. Si confiamos, si nos mantenemos en movimiento y compartimos nuestra
experiencia con los demás a la vez que buscamos consejos, estaremos bien. De
hecho, la incertidumbre puede conducir incluso a mayores realizaciones
espirituales. Sin los habituales rituales y creencias de nuestra tradición
sobre las que apoyarnos, a veces nos acercamos más a la realización de los
verdaderos objetivos de la religión” [36].
Epílogo: tocando el horizonte.
“Para Dios no existe la palabra imposible". Y esta es, precisamente, la tarea, alcanzar lo que a primera vista pareciera imposible: unir al cielo y a la tierra, a la carne y al espíritu, a la Palabra y a Dios, a lo masculino y lo femenino, a lo secular y lo sagrado. "El camino del Buddha es inalcanzable. ¡Yo prometo alcanzarlo!".
Raimon Panikkar – Blessed Simplicity.
Concebimos al nuevo
monaquismo como un movimiento, como el surgimiento orgánico de un profundo
deseo de vivir una vida significativa y de servir al mundo a través de nuestro
trabajo y compasión. Este movimiento crece a partir de su deseo de encarnar una
espiritualidad contemporánea, una que beba profundamente de las fuentes de
sabiduría humana que han sido excavadas a lo largo de los siglos, una que hable
a nuestra sensibilidad moderna; que hable refiriéndose al suceso único de la
reunión de la raza humana como un solo mundo, y que se señale las múltiples y
complejas necesidades de la humanidad en los espasmos de transición hacia un
nuevo y mejor mundo; un mundo en donde nuestras diferencias sean comprendidas
dentro del contexto de nuestra unidad como seres humanos, en donde nuestra diversidad
sea celebrada, alentada y apoyada; un mundo en donde lo que hagamos sea menos
importante que lo que somos, y en donde lo que produzcamos sea juzgado según su
sustentabilidad y su contribución al mejoramiento de las relaciones humanas y
al alivio del sufrimiento de nuestro planeta. El nuevo monje bien podría ser el
comienzo de una manifestación física de lo que ya es una realidad en el mundo
espiritual; una manifestación en donde un esfuerzo interconectado y
colaborativo de las energías y verdades espirituales trabaje de manera conjunta
y en armonía por el bien de toda la vida en nuestro planeta. Y esto puede
notarse en la habilidad del nuevo monje para moverse de forma transparente
entre las tradiciones de sabiduría, en el arte, la música, el trabajo duro, la comunidad
y la amistad.
El nuevo monaquismo
es la búsqueda de la más profunda humanidad dentro de nosotros. Y es en esta
búsqueda en donde todos estamos unidos, no solo nuestros “monjes” compañeros
sino todos aquellos que desean un nuevo mundo y que viven y respiran el espíritu;
todos aquellos que desean alcanzar las más hondas profundidades de su ser y
luego entrar al mundo a través de ese portal. Un nuevo monje es alguien que
siente el llamado a su propia evolución, a la profundidad de su espíritu, a su
propio camino transformacional, y entonces responde. Es alguien que se entrega
a su camino para servir mejor a toda vida, sin saber dónde lo llevará su
travesía pero sabiendo que ya no puede aceptar nada en su vida como que esté
separado de la misma. Es alguien motivado por sus ideales de amor y compasión
por los demás, así como también por una impenetrable creencia en la verdad y la
realidad de la humana madurez espiritual, en su poder transformativo, en su
gracia y en su estimulante base. Es alguien comprometido a servir al mundo
mediante crecientes grados de amor sacrificial, de experta sabiduría y de gozo.
La Fundación para el Nuevo Monaquismo
La Fundación para el
Nuevo Monaquismo es una organización sin fines de lucro dedicada a la visión señalada
a lo largo de este manifiesto. Concebimos a la fundación como una alianza
inter-generacional dedicada al desarrollo de nuevos modelos para la vida
contemplativa en el s. XXI. La principal atención de la fundación estará
centrada en la nueva generación y en sus necesidades espirituales. La fundación
reunirá a mayores y jóvenes contemplativos bajo un espíritu que busque
desarrollar una aproximación única a la espiritualidad, una que incluya tanto los
dones de las tradiciones como la incorporación de emergentes intuiciones. El
objetivo de la fundación será ofrecer sabiduría y guías transformativas que
hablen a las salientes necesidades de la nueva generación; consistirá en un mandala
de proyectos e iniciativas. Más abajo describimos cuatro proyectos específicos
que serán la ocupación inicial de la fundación. Creemos que éstos conceden una
mirada global del espíritu de la organización y los mismos servirán como ancla
a la visión del nuevo monaquismo como una forma concreta en el mundo de hoy.
El primer proyecto
será hab, una antigua palabra aramea que representa la dimensión activa
del amor. HAB será una asociación ecuménica e interespiritual para la juventud,
estará dirigida específicamente a trabajar en los campus universitarios. Este
programa tendrá su inicio con programas educacionales y con retiros para los
jóvenes, los cuales tendrán como codocentes a algunos de nuestros más
respetados mayores. El objetivo de HAB será hablar sobre las más urgentes
necesidades existenciales de la juventud y atender a sus interrogantes en el
contexto de la oración contemplativa y de la sagrada amistad. Mientras que la
mayoría de los adultos no necesariamente enmarcan sus anhelos existenciales
bajo el lenguaje “religioso”, los adultos jóvenes sí tienen necesidades espirituales.
Ellos con frecuencia lo expresan haciendo preguntas relacionadas con su llamado
a la vida. HAB será el ancla sobre este tipo de preguntas, comprometiendo a los
jóvenes con un profundo proceso respecto a su vocación y a su “llamado”. A
través de la dirección espiritual, de la práctica contemplativa y de una única
metodología vocacional, HAB ayudará a los jóvenes a desarrollar un vocacional
estilo de vida que incluya vislumbres experienciales de su “verdadero ser” y
una forma de construir sus vidas alrededor del mismo. HAB se esforzará luego por
apoyar el floreciente llamado único de cada persona a través de la reunión de
todos estos jóvenes en una red informal de pequeños grupos y comunidades
contemplativos; una red que continuaría inspirando a los participantes a llevar
vidas contemplativas centradas en sus propios talentos personales que estén al
servicio de la compasión y la justicia.
Un segundo proyecto
es el desarrollo de un proceso de largo plazo de formación del nuevo monje.
Concebimos este proceso en un periodo de siete años; bajo un modelo que se base
en la formación más formal que se da en los monasterios. Este proceso de
formación será la espina dorsal del programa de educación de la fundación, nos
llevará a la conformación de un grupo central de “nuevos monjes” que extenderán
este trabajo alrededor del mundo. Una
característica especial de este programa será su metodología única, que
alentará a los mayores a enseñarles a los jóvenes a partir de su experiencia de
vida; lo que es contrario al hacerlo desde el marco de sus tradiciones. Se dice
que cuando las narrativas institucionales dejan de funcionar es necesario
recurrir a las autobiografías. Esto hará que los jóvenes puedan beber
profundamente de la experiencia viva de sus mayores, y los conectará a ellos más
allá de los esquemas religiosos. Las metodologías similares a las desarrolladas
por la Snowmass Interspiritual Dialogue Fellowship (antes conocida con Snowmass
Conference) son un buen ejemplo de cómo este potente tipo de liderazgo
espiritual puede funcionar. Se trata de una forma de resaltar -a través de un
profundo diálogo- las vivencias más íntimas que cambian nuestras vidas. Se
trata de un diálogo en donde las personas se encuentren unas a otras en el
contexto de una relación “yo-tú” y en donde ambas partes logren el cambio en el
proceso. Además de esta guía, la formación incluirá una diaria actividad
contemplativa, el estudio, el trabajo con la sombra psicológica, prácticas
corporales sagradas, periodos extensos de retiro y un trabajo a largo plazo con
un director espiritual, quien con su ayuda guiará a cada aspirante en su
travesía. La aplicación intelectual estará dirigida a la conformación de un
sólido esquema interespiritual, que ayudará a las personas a integrar diferentes
corrientes de sabiduría; incluyendo lecturas de escrituras tradicionales, de la
obra de los místicos y una comprensión comparativa del camino espiritual, de
sus estados y niveles, según la presentan las diversas tradiciones de sabiduría
del mundo. Vemos esta formación como un proceso que encarna y consolida lo que
sería “un pleno compromiso con la vida espiritual” en el s. XXI.
Un tercer componente
de esta visión es una empresa editorial: New Way Publishing, que serviría como
un canal para que la voz del nuevo monje alcance el extenso mundo y una transite
por una avenida que influya sobre vasta cultura. La mayor parte de la editorial
se centrará en hallar y guiar a las jóvenes voces contemplativas, que puedan
hablar con sabiduría y dirigir su conocimiento hacia la generación más joven. Y
también se concentrará en los diálogos entre los jóvenes y los mayores, viendo
de captar el emergente espíritu y sabiduría de tales encuentros. El objetivo
será producir libros y publicaciones que “luzcan juveniles”, que hablen a los
jóvenes y que incorporen sus preguntas y deseos bajo tal formato; producirá
publicaciones que reflejen el nuevo impulso sinérgico, ayudando a conformar lo
que sería una cultura contemplativa en la era actual. Sentimos que este “nicho”
no es algo que se vea normalmente representado en el panorama editorial, y New
Way Publishing tendrá el potencial para hablar a la generación más joven de una
manera eficaz, de una manera que conecte nuestras profundas raíces
contemplativas a movimientos como Occupy; es decir, con el deseo de una
saludable espiritualidad que puede enriquecer y autenticar su anhelo moral de
un mundo mejor. New Way se concentrará en una amplia distribución dentro del mainstream
de diversas maneras, principalmente en pequeñas comunidades contemplativas, en
campus universitarios, en seminarios teológicos, en colectividades de artistas,
en comunidades ecológicas e intencionales y en organizaciones activistas.
Un último componente,
que es parte de la visión inicial de la fundación, es el establecimiento de un
pequeño ashram interespiritual para el nuevo monje. Se trata de un lugar
en donde vivir, trabajar y tener un espacio sagrado para poder encarnar la
visión del nuevo monje. El eremitorio servirá como un símbolo sagrado de la
nueva vida monástica y será un espacio en el que se puedan alojar los mayores
que nos visiten, en el que se organicen pequeñas conferencias y en donde puedan
permanecer las personas que se comprometan a largo plazo: quienes se incluyan
en el proceso de formación de siete años y quienes mantengan extensos periodos
de retiro. Prevemos que Ray McEntee, Adam Bucko y quizás uno o dos de nuestros
mayores puedan ser residentes permanentes. Habrá también unos pocos eremitorios
para los visitantes y un espacio común para las comidas y las charlas, una
pequeña biblioteca, un espacio de meditación comunal y otro para el estudio. No
será un monasterio tradicional, sino una encarnación de lo que sería esta nueva
vida monástica en nuestra cultura y sociedad. Por ejemplo, los residentes
podrían vivir activas vidas “en el mundo” -según los proyectos arriba
mencionados y otros más- e incluso podrían haber crecientes familias. Este
espacio sagrado serviría como un latido espiritual, continuamente palpitando su
esencia en el mundo exterior y conduciendo al mundo más profundamente dentro de
sí.
Una nota sobre la praxis.
La praxis es un
proceso por el que la teoría, las lecciones o habilidades son manifestadas,
practicadas, encarnadas o realizadas. Sin la praxis, la visión permanece simplemente
como eso, como una mera visión. El movimiento interespiritual ha crecido
exponencialmente en esta primera década y hay mucho para aprender del trabajo
que se ha realizado. La praxis es el cómo efectuamos la teoría, ideas,
intuiciones y realizaciones en los detalles prácticos de la vida y en medio de
la sociedad; de una sociedad que no solo no soporta la vida contemplativa sino
que de muchas maneras le es francamente hostil, al menos en el mundo
occidental. Pero esta es la “esencia de nuestro tema”. Al llevar a cabo nuestra
visión tenemos que estar deseosos de aprender del pasado, tenemos que revaluar
continuamente la teoría y la manera en que están siendo aplicadas, y debemos
permanecer fieles al dictum de Jesucristo: “Por sus frutos los conocerán”.
Los autores.
Rory McEntee es un
contemplativo enraizado en la tradición de la interespiritualidad y el nuevo
monaquismo, trabaja en la intersección de espiritualidad, educación y cultura.
Como amigo cercano y educando [mentee] del hno. Wayne Teasdale, ha participado
en la fundación del movimiento interespiritual. Durante ese tiempo, participó también
en diversos diálogos y colaboró con muchos líderes espirituales del mundo. Actualmente,
Rory se desempeña como administrador del Snowmass InterSpiritual Dialogue -una
institución fundada en 1984 por el P. Thomas Keating- y es miembro del círculo
de liderazgo del The Community of the Mystic Heart. Rory trabaja y colabora con
los líderes espirituales de diversas tradiciones, y está particularmente
interesado en profundos procesos de formación contemplativa para aquellos
jóvenes que pueden emerger de las amistades colaborativas e intergeneracionales
entre los contemplativos. Rory reconoce como sus fuentes de inspiración y
mentores a Joshi Baba-G, al P. Thomas Keating y a su santidad el Dalai Lama. Su
email es: rmcentee21@gmail.com
Adam Bucko es
activista, karma-yogi, director espiritual de muchos jóvenes homeless de
New York y partidario de la aproximación contemplativa para el cambio social.
En el 2004, Adam cofundó la Reciprocity Fundation, una organización sin fines
de lucro que ha sido premiada y que se dedica a ayudar a los homeless y a la
juventud en situación de peligro a quebrar su ciclo de pobreza. Inspirado por
el legado espiritual del P. Bede Griffiths, Adam recientemente fundó HAB, una
asociación interespiritual “neo-monástica” para los jóvenes que ofrece
formación en una espiritualidad radical y en un activismo sagrado. El objetivo
de esta asociación es conceder dirección espiritual y guía contemplativa,
conectando a la juventud con los mayores para construir un movimiento de
pequeñas comunidades que dediquen sus vidas a la contemplación y a una acción
inspirada y transformadora en el mundo. Adam también es miembro de un comité de
liderazgo intergeneracional del The Contemplative Alliance, una organización
que reúne a contemplativos y activistas espirituales de diversas tradiciones
para tratar problemas sociales y temas del mundo. Su email es: adam@adambucko.com
……………..
Referencias.
1. Panikkar, Ramon
(1982). Blessed Simplicity: The Monk as Universal Archetype, New York: Seabury
Press, p. 92.
- La edición en castellano
es: 1993, Elogio de la sencillez, España: Verbo Divino.
2. Panikkar, Ramon 1993).
The Cosmotheandric Experience, New York: Orbis Books, Intro., p. v
- En castellano:
1999, La intuición cosmoteándrica, España: Trotta.
3. Panikkar, Ramon, Blessed
Simplicity, p. 7
4. Ibid., p. 8
5. Ibid. pp. 8-11
6. Ibid.
7. Ibid. p. 13
8. Ibid. pp. 8, 20,
28
9. Ibid. p. 29
10. Ibid.
11. Ibid. pp. 33-34
12. Ibid. p. 27
13. Merton, Thomas, New
Seeds of Contemplation,
- La edición en
castellano es: Nuevas semillas de contemplación, España: Sal Terrae.
14. Ibid.
15. Panikkar, Ramon,
Blessed Simplicity, pp. 45-46
16. Ibid., p. 46
17. Ibid., p. 83
18. Ibid., p. 60
19. Ibid., p. 55-56
20. Ibid., p. 55-56
21. Ibid., p. 93
22. Teasdale, Wayne
(2003). A Monk in the World: Cultivating a Spiritual Life, California:
New World Library, p. 138
23. Panikkar, Ramon,
Blessed Simplicity, p. 92
24. Keating, Thomas
(Junio del 2010), Seekers of Ultimate Mystery, New Jersey: Contemplative
Outreach Newsletter.
25. Newsweek, 2009.
26. Clayton, Phillip
(25 de marzo del 2012). Letting Doubters in the Door, L.A. Times.
27. The Dalai Lama
(2011). Beyond Religion: Ethics for a Whole World, Boston: Houghton
Mifflin Harcourt, Intro., p. xv
28. Ibid., p. xi
29. Teasdale, Wayne,
A Monk in the World, p. 175
30. Teasdale, Wayne (1999).
The Mystic Heart: Discovering a Universal Spirituality in the World’s
Religions, California: New World Library, p. 26
31. Johnson, Kurt
(2012). The Coming Interspiritual Age, Vancouver: Namaste Publishing.
32. Ibid.
33.Wright, Matthew
(2012), Reshaping Religion: Interspirituality and Multiple Religious
Belonging, M.Div. Th., p. 12
34. Ibid.
35. Teasdale, Wayne,
The Mystic Heart, p. 26
36. Teasdale, Wayne,
A Monk in the World, p. 175.
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