Un ermitaño de la comunidad: Hermits of the Blessed Virgin Mary of Mount Carmel, camina y reza al atardecer. |
respondiendo el llamado
a la soledad y la oración.
por Leslie Fain
- 2013 –
Mientras seguimos pensando que los eremitas son
reliquias de la Iglesia medieval, en la actualidad existen muchos que dedican
la totalidad de sus vidas a la oración solitaria.
Cuando la hermana Mary Diana de 83 años, oriunda de
Springfield, Oregon, se consagró como eremita hace cuarenta años atrás, se
encontraba entre las primeras de Estados Unidos. “Entonces había algunas, pero
no era como es ahora”, dice la religiosa, quien vive junto a la hermana Mary
Magdalene, de 89 años, y quien también estuvo entre aquellas precursoras.
Si la facilidad con la que los eremitas –mujeres y
hombres- pueden ser encontrados en internet resulta en una señal valedera, cada
vez más personas se entregan al discernimiento de un llamado a la vida de
oración y soledad junto a Dios. Pero, ¿a qué atribuiría la hermana Mary Diana
el aumento de las vocaciones eremíticas? “Esperemos que sea a causa del amor
puro hacia Dios, y del deseo de pasar el tiempo con él todos los días de la
vida”, sostiene.
Una de las razones para este gradual aumento se halla
en el hecho de que el canon 603, promulgado en 1984, permite a los obispos a
aceptar en sus diócesis a los eremitas que no estuviesen afiliados a alguna
orden religiosa. El canon permite que hombres y mujeres –como María, que tiene
60 años y pasó la mejor parte de su vida criando niños- tengan la oportunidad
de discernir el posible llamado a la vida eremítica.
Fue algo decepcionante para María saber que la mayoría
de las órdenes religiosas del catolicismo no la aceptarían debido a su edad. Pero
el ser eremita le podía conceder la oportunidad de participar de la vida
religiosa. María vive en la Costa del Golfo, y piensa que el aumento de los
eremitas también podría ser un signo de los tiempos: “Este tipo de llamado fue
respondido por la temprana Iglesia cuando se dieron herejías y persecuciones.
El mundo se había tornado muy injusto y
las personas ya no podían vivir en él”, afirma. Sostiene que este aumento
también podría ser un indicativo del desgaste de las órdenes religiosas:
“Quizás el Espíritu Santo está renovando la vida eremítica para devolvernos a
las órdenes que necesitamos”.
La hermana Mary Diana está de acuerdo en que algunos
están regresando a la vida eremítica debido al decaimiento moral de la cultura.
“Políticamente no podés hacer nada porque las cartas están en tu contra”,
afirma; aunque añade que la oración, por su parte, siempre es una buena opción
debido a que siempre resulta beneficiosa.
¿La vida eremítica es soledad?
Aunque sería fácil imaginarse a la vida eremítica como
una existencia solitaria, la hermana Mary Diana disipa esa idea con una
sonrisa: “¿Cómo es que alguna vez podrías estar solo ante la presencia del
Señor?”, pregunta.
Las hermanas, quienes asisten a una parroquia
católico-bizantina, no tienen ningún programa estructurado -lo cual es una
característica de los eremitas católicos de Oriente-, pero en todo momento
rezan y se mantienen cerca al Señor. Y él, además, acerca a las personas a las
hermanas, según Mary Diana. Ella da cuenta de cierta ocasión en que junto a la
hermana Mary Magdalene tenían un fuerte deseo de orar. Poco después de que
empezaran, un hombre se acercó a la puerta y comenzó a participar de la
oración. La persona estaba atravesando por dificultades, así que ellas se
detuvieron y vieron de ayudarlo.
Muchos años antes, luego de que construyeran su ermita
en otra localidad de Oregon, las hermanas ofrecían una cabaña para retiros a
cualquiera que desease pasar un tiempo junto a la naturaleza y a solas con
Dios. “No había publicidad, pero las personas nos encontraban. Se
convirtió en un flujo continuo de personas. No cobrábamos nada. Cualquier cosa que deseaban darnos, se la devolvíamos”, dice la hermana
Mary Magdalene.
Pero cuando se trata de comunicarse con las personas,
las hermanas participan muy poco de la tecnología. La única razón por la que
tienen un teléfono es debido al delicado estado de salud de la hermana Mary
Magdalene. “Ni radio, ni televisión ni diarios. Escucho a los niños cuando
hablan de los iPads y de Google, pero no sé lo que son y tampoco quisiera
saberlo”, dice la hermana Mary Diana.
El hermano Martin, de la comunidad Hermits of the
Blessed Virgin Mary of Mount Carmel, en Cristoval, Texas, dice que si bien únicamente
a veces está en soledad, “probablemente existan personas en la ciudad que, a
pesar de codearse día a día con otras personas más, son intensamente
solitarias”. Y agrega que el estar en un espacio en donde Dios ocupa el primer
lugar y en donde tiene hermanos que lo rodean evita que sea un solitario de
tiempo completo. Los demás hermanos se han convertido en una familia para él.
La vida eremítica y el llamado a la evangelización.
Mientras vive como eremita, el hermano Martin dice que
imita a Cristo: “En la vida eremítica, uno se retira del mundo de manera muy
similar a como Cristo lo hizo por cuarenta días en el desierto para poder
rezar, o como cuando se iba a lugares solitarios para hacerlo”, afirma.
Algunos se preguntarán cómo es que la vida solitaria
se ajusta con el llamado a la evangelización: “Aunque no lo crean, los
protestantes parecieran identificarse más con lo que hacemos, con la oración
intercesora. Hay muchos protestantes que nos visitan. Ellos ven la
evangelización en la Iglesia orante. Cuando la gente se acerca resulta
evangelizada por el lugar; cuando vienen experimentan la belleza de la
naturaleza y el arte cristiano”, dice el hermano Martin. Y continúa: “Los
protestantes parecieran comprenderla [a la vida eremítica] mejor que muchos
católicos. Cuando éstos ven a los monjes, piensan que no hacemos nada por
nadie; pero cuando una persona hace algo bueno, repercute en todos. Eso
es la comunión de los santos”.
María también sostiene que la principal tarea de la
vida eremítica es la oración por las almas de los demás: “Mientras más
profundizás en el corazón de Cristo, mucho más te elevás. Es como estar en la
cima de una montaña y ver a todo el mundo angustiándose por el pecado, y sentís
tristeza por el mundo y entonces rezás por él”.
Como parte de su vocación, los hermanos eremitas
también tienen tiempo para los huéspedes del eremitorio: “Los hermanos nos
turnamos para atender a las visitas. Les mostramos los alrededores e intentamos
ser amigos de todas las personas”, dice el hermano Martin. En muchos sentidos,
el eremitorio es similar a un monasterio tradicional. La diferencia está en que
los eremitas viven en viviendas separadas y rezan algunas de sus plegarias de
manera privada. Para sustentarse, los hermanos hacen diferentes tipos de panes,
mermeladas, manteca de manzana y dulces de chocolate. Tras recaudar el dinero
luego lo dividen en doce fracciones, como parte de su presupuesto anual. Hay,
además, personas que realizan donaciones y ayudan con la construcción del
eremitorio. Y para la venta de los productos, los hermanos tienen un website, en donde figura su catálogo;
aunque los interesados también pueden adquirirlos directamente en el local del
eremitorio. Algunos de los hermanos van a lugares específicos a vender sus
productos.
Los eremitas deben adherirse a un estricto horario,
que –según el hermano Martin- es físicamente exigente. Se levantan a las 3:30
a.m. todos los días, y cuando no están rezando se dedican a cuidar el
eremitorio y sus huertas, al cuidado de las cabras y las gallinas, atienden la
labor del suelo y cavan fosos. Y aunque existe un tiempo permitido para la
siesta, Martin dice que muchas veces no lo hacen debido a sus tareas. Si los
trabajos de la jornada ya se han completado, la hora para el descanso nocturno
es 20:30 p.m.
El hermano Martin Mary afirma que para los visitantes
lo más sorprendente de la vida en el eremitorio es el programa diario que
tienen, algo que les concede paz a él y a sus hermanos. “Estamos felices y nos
sentimos realizados a través de la entrega de nuestra voluntad y de la
obediencia”, asegura.
Aunque María todavía está discerniendo si ha sido
llamada a la vida eremítica, ella –al igual que el hermano Martin- sigue un
estricto programa llamado horarium.
Algunas de sus actividades diarias incluyen la oración, el acudir a misa, la lectio divina, meditaciones, el estudio,
el ejercicio físico, los quehaceres domésticos y el cultivo de un huerto. “Es
una vida muy ocupada. Pero todo está centrado en el silencio y la soledad, de
tal manera que podés concentrarte en la escucha y el discernimiento de la
palabra de Dios”.
En lo que se refiere a la tecnología, el hermano
Martin y los demás eremitas –tal como las hermanas Mary Diana y Mary Magdalene-
no tienen acceso a la radio, la televisión ni los diarios. Sin embargo, puesto
que venden sus productos online tienen que acceder a internet para mantener su website y revisar las posibles ventas.
En tales momentos, no a cualquiera se le permite acceder a la red, sino que
tiene que hacerlo bajo la presencia de su superior o estando con otro hermano.
“De esa manera evitamos meternos en problemas”, dice el hermano Martin Mary.
El superior de los hermanos se mantiene al tanto de lo
que sucede en las noticias, y les transmite a los otros eremitas aquellas
situaciones climatológicas que resulten amenazantes o sobre aquellos sucesos de
gran envergadura. Por ejemplo, durante el 11S, el superior del hermano Martin
Mary les mostró en la computadora imágenes de lo que había acontecido.
María, quien aún no ha profesado votos públicos o
privados, todavía tiene acceso al teléfono celular y a internet, los cuales ha
de abandonar si decide seguir la vida eremítica.
Reconociendo el llamado.
Antes de convertirse en eremita, la hermana Mary Diana
fue una monja de clausura durante veinte años, y describe a la misma como una
hermosa vocación. Aunque, al igual que la madre Teresa, dice que sintió “un
llamado dentro del llamado”, a través del cual pudo discernir su llamado a una
vida eremítica. “La semilla fue plantada mientras estuve en el monasterio”,
afirma. Y continúa diciendo que si bien no hubo resistencia de parte de su
superiora y de las otras monjas, cuando reveló su llamado a la vida solitaria
al principio hubo una cierta malinterpretación. “Ellas sentían que ya eran contemplativas; pero luego
llegaron a comprenderlo”, dice.
El hermano Martin, quien ha sido eremita durante doce
años, dice: “Sentí que el llamado era muy profundo dentro de mí, buscaba una
vida de oración… y pensaba que se trataba de una forma de vida particular. La
oración era algo que me ayudaba mucho. Había estado creciendo a través de la
oración. Y comprendí que este era el camino que necesitaba recorrer por el
resto de mi vida”.
El hermano Martin se había criado como católico e iba
a misa los domingos. Al ingresar a la universidad, sin embargo, dejó de acudir
a las celebraciones. Pero a través de la influencia y la intercesión de su
madre, quien había dejado la fe y luego regresó, volvió a la práctica católica.
Cuando tomó la decisión de convertirse en eremita, se
encontró con algo de resistencia de parte de su familia. “Soy hijo único, así
que pensar en una vocación célibe descartaba la idea de que mis padres tuviesen
nietos. Eso fue difícil de superar”, dice Martin. Y para su padre, la decepción
todavía se extendió hacia el abandono de su carrera: “En la universidad había
elegido cursar en la escuela médica. Había realizado el MCAT [Medical
College Admissions Test, un examen de ingreso] y ya tenía los formularios.
Fue difícil para mi padre. De estar encaminado a ser un médico pasé a la
vacilante idea de ser un eremita”.
Y continúa: “Lo que yo tenía en claro era que, de
haber ido a la escuela médica, habrían sido otros ocho años más, 24 horas del
día todos los días, en las cuales no tendría tiempo para rezar el rosario ni
para ir a misa. Veía eso como una realidad. Si seguía esa ruta habría perdido
mi vocación”.
Dice que también para su madre resultó ser duro, pero debido a que ella era
mujer de oración fue capaz de superarlo. Y eventualmente su padre también lo hizo así.
En
1996, María comenzó a entonar el oficio divino; y mientras más lo hacía, más
anhelaba ser parte de una orden religiosa: “Me acerqué a varias de ellas, pero
siempre me decían que era muy vieja”. Pero María también tenía diversos
impedimentos, como un hijo menor, deberes para con la familia y una deuda educativa.
“Me uní a un grupo virtual –vía email- para
encontrar vocaciones para mujeres mayores”, dice. Se encontraba leyendo los
mensajes sobre órdenes religiosas cuando se cruzó con un mensaje en la que
alguien se identificaba como “semi-eremítico”. No sabía lo que eso significaba,
así contactó al autor del mensaje, quien resultó ser el superior de unos monjes
eremitas. Pero su orden no tenía una rama femenina. Este religioso “de alguna
manera me abrió los ojos [eye-opener]
para ver que ese tipo de vida existía”, dice. A partir de allí comenzó su
búsqueda y leía todo cuanto podía acerca de los eremitas. Y tan pronto como sus
impedimentos fueron resueltos, buscó un director espiritual que fuera ortodoxo.
María creció como una fundamentalista cristiana en
medio del ferviente catolicismo de St. Louis, Missouri, en donde regularmente
veía monjas y sacerdotes. Luego de que la mayor parte de su vida fuera una
vehemente anti-católica, María se convirtió al catolicismo en 1992. Antes de su
conversión, dice, tuvo que enfrentar una lucha interior: “Podía ver toda esta
belleza dentro de la Iglesia, pero al sentirme atraída por ella pensaba que me
dirigiría al infierno. Durante los ’70 estuve muy enferma y en muchas ocasiones
la Bienaventurada Madre realmente vino a mí de diversas maneras, trayéndome
confort. En ese momento, dejé el anti-catolicismo… dejé de odiar a la Iglesia
Católica”.
¿Cómo sabe uno cuando está en el camino correcto?
María dice que para ella fue resultado de años de estudio, de años de recitar
el oficio divino y de seguir bajo dirección espiritual.
Si vos pensás que tenés un llamado a la vida
eremítica, dice María, “No te rindas. Leé todo lo que puedas”. Afirma que
libros como el Poustinia de Catherine
Doherty y los primeros libros de Thomas Merton realmente la ayudaron en su
proceso de discernimiento.
Según ella, existe mucho prejuicio respecto de la vida
eremítica. “La mayoría de las personas no sabe que existe”, dice, y que hay
otros que “probablemente tenga una respuesta negativa y burlona [knee-jerk]
hacia ella”.
Y termina diciendo: “Mi objetivo es lograr discernir,
paso a paso y junto a mi director espiritual, lo que Dios desea para mí”.
...
Fain Leslie (28 de
octubre del 2013). Modern-Day Hermits: Answering the Call to Solitude, Prayer. The Catholic World Report.
2 comentarios:
Hola, gracias por el testimonio.
Hace varios años siento el llamado a la vida eremitica, cuando era monja en un monasterio.
Había renunciado a este llamado por cobardía....debía luchar contra muchas cosas y personas.
Pero hace algunos meses de nuevo he pensado en buscar esa vida aunque todos se opongan.
Necesito contactarme con alguien que viva esa vida para que me oriente en ese camino.
Muchas gracias. Viviana