27.11.13



Un ermitaño de la comunidad: Hermits of the Blessed Virgin Mary of Mount Carmel, camina y reza al atardecer.
Los eremitas de la actualidad: 
respondiendo el llamado a la soledad y la oración.

por Leslie Fain

- 2013 –

Mientras seguimos pensando que los eremitas son reliquias de la Iglesia medieval, en la actualidad existen muchos que dedican la totalidad de sus vidas a la oración solitaria.

Cuando la hermana Mary Diana de 83 años, oriunda de Springfield, Oregon, se consagró como eremita hace cuarenta años atrás, se encontraba entre las primeras de Estados Unidos. “Entonces había algunas, pero no era como es ahora”, dice la religiosa, quien vive junto a la hermana Mary Magdalene, de 89 años, y quien también estuvo entre aquellas precursoras.

Si la facilidad con la que los eremitas –mujeres y hombres- pueden ser encontrados en internet resulta en una señal valedera, cada vez más personas se entregan al discernimiento de un llamado a la vida de oración y soledad junto a Dios. Pero, ¿a qué atribuiría la hermana Mary Diana el aumento de las vocaciones eremíticas? “Esperemos que sea a causa del amor puro hacia Dios, y del deseo de pasar el tiempo con él todos los días de la vida”, sostiene.

Una de las razones para este gradual aumento se halla en el hecho de que el canon 603, promulgado en 1984, permite a los obispos a aceptar en sus diócesis a los eremitas que no estuviesen afiliados a alguna orden religiosa. El canon permite que hombres y mujeres –como María, que tiene 60 años y pasó la mejor parte de su vida criando niños- tengan la oportunidad de discernir el posible llamado a la vida eremítica.

Fue algo decepcionante para María saber que la mayoría de las órdenes religiosas del catolicismo no la aceptarían debido a su edad. Pero el ser eremita le podía conceder la oportunidad de participar de la vida religiosa. María vive en la Costa del Golfo, y piensa que el aumento de los eremitas también podría ser un signo de los tiempos: “Este tipo de llamado fue respondido por la temprana Iglesia cuando se dieron herejías y persecuciones. El  mundo se había tornado muy injusto y las personas ya no podían vivir en él”, afirma. Sostiene que este aumento también podría ser un indicativo del desgaste de las órdenes religiosas: “Quizás el Espíritu Santo está renovando la vida eremítica para devolvernos a las órdenes que necesitamos”.

La hermana Mary Diana está de acuerdo en que algunos están regresando a la vida eremítica debido al decaimiento moral de la cultura. “Políticamente no podés hacer nada porque las cartas están en tu contra”, afirma; aunque añade que la oración, por su parte, siempre es una buena opción debido a que siempre resulta beneficiosa.

¿La vida eremítica es soledad?

Aunque sería fácil imaginarse a la vida eremítica como una existencia solitaria, la hermana Mary Diana disipa esa idea con una sonrisa: “¿Cómo es que alguna vez podrías estar solo ante la presencia del Señor?”, pregunta.

Las hermanas, quienes asisten a una parroquia católico-bizantina, no tienen ningún programa estructurado -lo cual es una característica de los eremitas católicos de Oriente-, pero en todo momento rezan y se mantienen cerca al Señor. Y él, además, acerca a las personas a las hermanas, según Mary Diana. Ella da cuenta de cierta ocasión en que junto a la hermana Mary Magdalene tenían un fuerte deseo de orar. Poco después de que empezaran, un hombre se acercó a la puerta y comenzó a participar de la oración. La persona estaba atravesando por dificultades, así que ellas se detuvieron y vieron de ayudarlo.

Muchos años antes, luego de que construyeran su ermita en otra localidad de Oregon, las hermanas ofrecían una cabaña para retiros a cualquiera que desease pasar un tiempo junto a la naturaleza y a solas con Dios. “No había publicidad, pero las personas nos encontraban. Se convirtió en un flujo continuo de personas. No cobrábamos nada. Cualquier cosa que deseaban darnos, se la devolvíamos”, dice la hermana Mary Magdalene.

Pero cuando se trata de comunicarse con las personas, las hermanas participan muy poco de la tecnología. La única razón por la que tienen un teléfono es debido al delicado estado de salud de la hermana Mary Magdalene. “Ni radio, ni televisión ni diarios. Escucho a los niños cuando hablan de los iPads y de Google, pero no sé lo que son y tampoco quisiera saberlo”, dice la hermana Mary Diana.

El hermano Martin, de la comunidad Hermits of the Blessed Virgin Mary of Mount Carmel, en Cristoval, Texas, dice que si bien únicamente a veces está en soledad, “probablemente existan personas en la ciudad que, a pesar de codearse día a día con otras personas más, son intensamente solitarias”. Y agrega que el estar en un espacio en donde Dios ocupa el primer lugar y en donde tiene hermanos que lo rodean evita que sea un solitario de tiempo completo. Los demás hermanos se han convertido en una familia para él.

La vida eremítica y el llamado a la evangelización.

Mientras vive como eremita, el hermano Martin dice que imita a Cristo: “En la vida eremítica, uno se retira del mundo de manera muy similar a como Cristo lo hizo por cuarenta días en el desierto para poder rezar, o como cuando se iba a lugares solitarios para hacerlo”, afirma.

Algunos se preguntarán cómo es que la vida solitaria se ajusta con el llamado a la evangelización: “Aunque no lo crean, los protestantes parecieran identificarse más con lo que hacemos, con la oración intercesora. Hay muchos protestantes que nos visitan. Ellos ven la evangelización en la Iglesia orante. Cuando la gente se acerca resulta evangelizada por el lugar; cuando vienen experimentan la belleza de la naturaleza y el arte cristiano”, dice el hermano Martin. Y continúa: “Los protestantes parecieran comprenderla [a la vida eremítica] mejor que muchos católicos. Cuando éstos ven a los monjes, piensan que no hacemos nada por nadie; pero cuando una persona hace algo bueno, repercute en todos. Eso es la comunión de los santos”.

María también sostiene que la principal tarea de la vida eremítica es la oración por las almas de los demás: “Mientras más profundizás en el corazón de Cristo, mucho más te elevás. Es como estar en la cima de una montaña y ver a todo el mundo angustiándose por el pecado, y sentís tristeza por el mundo y entonces rezás por él”.

Como parte de su vocación, los hermanos eremitas también tienen tiempo para los huéspedes del eremitorio: “Los hermanos nos turnamos para atender a las visitas. Les mostramos los alrededores e intentamos ser amigos de todas las personas”, dice el hermano Martin. En muchos sentidos, el eremitorio es similar a un monasterio tradicional. La diferencia está en que los eremitas viven en viviendas separadas y rezan algunas de sus plegarias de manera privada. Para sustentarse, los hermanos hacen diferentes tipos de panes, mermeladas, manteca de manzana y dulces de chocolate. Tras recaudar el dinero luego lo dividen en doce fracciones, como parte de su presupuesto anual. Hay, además, personas que realizan donaciones y ayudan con la construcción del eremitorio. Y para la venta de los productos, los hermanos tienen un website, en donde figura su catálogo; aunque los interesados también pueden adquirirlos directamente en el local del eremitorio. Algunos de los hermanos van a lugares específicos a vender sus productos.

Los eremitas deben adherirse a un estricto horario, que –según el hermano Martin- es físicamente exigente. Se levantan a las 3:30 a.m. todos los días, y cuando no están rezando se dedican a cuidar el eremitorio y sus huertas, al cuidado de las cabras y las gallinas, atienden la labor del suelo y cavan fosos. Y aunque existe un tiempo permitido para la siesta, Martin dice que muchas veces no lo hacen debido a sus tareas. Si los trabajos de la jornada ya se han completado, la hora para el descanso nocturno es 20:30 p.m.

El hermano Martin Mary afirma que para los visitantes lo más sorprendente de la vida en el eremitorio es el programa diario que tienen, algo que les concede paz a él y a sus hermanos. “Estamos felices y nos sentimos realizados a través de la entrega de nuestra voluntad y de la obediencia”, asegura.

Aunque María todavía está discerniendo si ha sido llamada a la vida eremítica, ella –al igual que el hermano Martin- sigue un estricto programa llamado horarium. Algunas de sus actividades diarias incluyen la oración, el acudir a misa, la lectio divina, meditaciones, el estudio, el ejercicio físico, los quehaceres domésticos y el cultivo de un huerto. “Es una vida muy ocupada. Pero todo está centrado en el silencio y la soledad, de tal manera que podés concentrarte en la escucha y el discernimiento de la palabra de Dios”.

En lo que se refiere a la tecnología, el hermano Martin y los demás eremitas –tal como las hermanas Mary Diana y Mary Magdalene- no tienen acceso a la radio, la televisión ni los diarios. Sin embargo, puesto que venden sus productos online tienen que acceder a internet para mantener su website y revisar las posibles ventas. En tales momentos, no a cualquiera se le permite acceder a la red, sino que tiene que hacerlo bajo la presencia de su superior o estando con otro hermano. “De esa manera evitamos meternos en problemas”, dice el hermano Martin Mary.

El superior de los hermanos se mantiene al tanto de lo que sucede en las noticias, y les transmite a los otros eremitas aquellas situaciones climatológicas que resulten amenazantes o sobre aquellos sucesos de gran envergadura. Por ejemplo, durante el 11S, el superior del hermano Martin Mary les mostró en la computadora imágenes de lo que había acontecido.

María, quien aún no ha profesado votos públicos o privados, todavía tiene acceso al teléfono celular y a internet, los cuales ha de abandonar si decide seguir la vida eremítica.

Reconociendo el llamado.

Antes de convertirse en eremita, la hermana Mary Diana fue una monja de clausura durante veinte años, y describe a la misma como una hermosa vocación. Aunque, al igual que la madre Teresa, dice que sintió “un llamado dentro del llamado”, a través del cual pudo discernir su llamado a una vida eremítica. “La semilla fue plantada mientras estuve en el monasterio”, afirma. Y continúa diciendo que si bien no hubo resistencia de parte de su superiora y de las otras monjas, cuando reveló su llamado a la vida solitaria al principio hubo una cierta malinterpretación. “Ellas sentían que ya eran contemplativas; pero luego llegaron a comprenderlo”, dice.

El hermano Martin, quien ha sido eremita durante doce años, dice: “Sentí que el llamado era muy profundo dentro de mí, buscaba una vida de oración… y pensaba que se trataba de una forma de vida particular. La oración era algo que me ayudaba mucho. Había estado creciendo a través de la oración. Y comprendí que este era el camino que necesitaba recorrer por el resto de mi vida”.

El hermano Martin se había criado como católico e iba a misa los domingos. Al ingresar a la universidad, sin embargo, dejó de acudir a las celebraciones. Pero a través de la influencia y la intercesión de su madre, quien había dejado la fe y luego regresó, volvió a la práctica católica.

Cuando tomó la decisión de convertirse en eremita, se encontró con algo de resistencia de parte de su familia. “Soy hijo único, así que pensar en una vocación célibe descartaba la idea de que mis padres tuviesen nietos. Eso fue difícil de superar”, dice Martin. Y para su padre, la decepción todavía se extendió hacia el abandono de su carrera: “En la universidad había elegido cursar en la escuela médica. Había realizado el MCAT [Medical College Admissions Test, un examen de ingreso] y ya tenía los formularios. Fue difícil para mi padre. De estar encaminado a ser un médico pasé a la vacilante idea de ser un eremita”.

Y continúa: “Lo que yo tenía en claro era que, de haber ido a la escuela médica, habrían sido otros ocho años más, 24 horas del día todos los días, en las cuales no tendría tiempo para rezar el rosario ni para ir a misa. Veía eso como una realidad. Si seguía esa ruta habría perdido mi vocación”. Dice que también para su madre resultó ser duro, pero debido a que ella era mujer de oración fue capaz de superarlo. Y eventualmente su padre también lo hizo así.

En 1996, María comenzó a entonar el oficio divino; y mientras más lo hacía, más anhelaba ser parte de una orden religiosa: “Me acerqué a varias de ellas, pero siempre me decían que era muy vieja”. Pero María también tenía diversos impedimentos, como un hijo menor, deberes para con la familia y una deuda educativa.

 “Me uní a un grupo virtual –vía email- para encontrar vocaciones para mujeres mayores”, dice. Se encontraba leyendo los mensajes sobre órdenes religiosas cuando se cruzó con un mensaje en la que alguien se identificaba como “semi-eremítico”. No sabía lo que eso significaba, así contactó al autor del mensaje, quien resultó ser el superior de unos monjes eremitas. Pero su orden no tenía una rama femenina. Este religioso “de alguna manera me abrió los ojos [eye-opener] para ver que ese tipo de vida existía”, dice. A partir de allí comenzó su búsqueda y leía todo cuanto podía acerca de los eremitas. Y tan pronto como sus impedimentos fueron resueltos, buscó un director espiritual que fuera ortodoxo.

María creció como una fundamentalista cristiana en medio del ferviente catolicismo de St. Louis, Missouri, en donde regularmente veía monjas y sacerdotes. Luego de que la mayor parte de su vida fuera una vehemente anti-católica, María se convirtió al catolicismo en 1992. Antes de su conversión, dice, tuvo que enfrentar una lucha interior: “Podía ver toda esta belleza dentro de la Iglesia, pero al sentirme atraída por ella pensaba que me dirigiría al infierno. Durante los ’70 estuve muy enferma y en muchas ocasiones la Bienaventurada Madre realmente vino a mí de diversas maneras, trayéndome confort. En ese momento, dejé el anti-catolicismo… dejé de odiar a la Iglesia Católica”.

¿Cómo sabe uno cuando está en el camino correcto? María dice que para ella fue resultado de años de estudio, de años de recitar el oficio divino y de seguir bajo dirección espiritual.

Si vos pensás que tenés un llamado a la vida eremítica, dice María, “No te rindas. Leé todo lo que puedas”. Afirma que libros como el Poustinia de Catherine Doherty y los primeros libros de Thomas Merton realmente la ayudaron en su proceso de discernimiento.

Según ella, existe mucho prejuicio respecto de la vida eremítica. “La mayoría de las personas no sabe que existe”, dice, y que hay otros que “probablemente tenga una respuesta negativa y burlona [knee-jerk] hacia ella”.

Y termina diciendo: “Mi objetivo es lograr discernir, paso a paso y junto a mi director espiritual, lo que Dios desea para mí”.


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Fain Leslie (28 de octubre del 2013). Modern-Day Hermits: Answering the Call to Solitude, Prayer. The Catholic World Report.

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2 comentarios:

anne-odile dijo...

Hola, gracias por el testimonio.
Hace varios años siento el llamado a la vida eremitica, cuando era monja en un monasterio.
Había renunciado a este llamado por cobardía....debía luchar contra muchas cosas y personas.
Pero hace algunos meses de nuevo he pensado en buscar esa vida aunque todos se opongan.
Necesito contactarme con alguien que viva esa vida para que me oriente en ese camino.
Muchas gracias. Viviana

anne-odile dijo...
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