3.10.15



Los cartujos y el rosario.


I. La oración del rosario.
II. El rosario cartujo.
III. El rosario: algunos indicios históricos y espirituales.




I. La oración del rosario.

Todos saben de la aparición de la Virgen a santo Domingo de Guzmán, cuando ella le enseñó a rezar el rosario y lo convirtió en su apóstol. Se trata de una historia maravillosa, sin duda, pero lamentablemente sin fundamento. Ninguno de los primitivos documentos de la orden dominica hablan sobre el hecho, ni tampoco los siete primeros biógrafos del santo y ni siquiera los muchos testigos que se acercaron a dar su testimonio durante el proceso de canonización, realizado en 1233. La leyenda no tiene lugar sino muchos siglos después. Entonces, ¿cuál es el verdadero origen del rosario?

La oración del Ave Maria.

Comencemos por ver la historia del Ave Maria. Si bien el uso de la salutación de Isabel unida al saludo del ángel es muy antigua [1], la segunda parte de la oración es mucho más reciente. Y es en la Orden de los Cartujos que vino a aparecer antes de ser difundida por toda la Iglesia. De hecho, la súplica: Sancta Maria, ora pro nobis | “Santa María, ruega por nosotros”, aparece por vez primera en un breviario cartujo del s. XIII. Y en el siglo siguiente, también dentro de breviarios cartujos, la fórmula evoluciona y se convierte en: Ora pro nobis peccatoribus. Amen | “Ruega por nosotros, pecadores. Amén”; apareciendo a veces con la mención Mater Dei después de Maria. Finalmente, hacia el 1350, figura también dentro de un breviario cartujo: Nunc et in ora mortis. Amen | “Ahora y en la hora de la muerte. Amén” [2].

La estructura del rosario.  

Al principio, la costumbre de rezar 150 veces las dos salutaciones [de Gabriel e Isabel] permitía que las personas analfabetas pudiesen significar con ellas el rezo de los 150 Salmos. Luego, un movimiento de devoción que quería expresar las dos salutaciones con mayor recogimiento, redujo el “Salterio de María” (cuya práctica es sobre todo evidente en los países renano-flamencos) a un “rosario” que sólo mantuvo 50 repeticiones.

Y, ¿cuándo tiene lugar el hecho de unir a las salutaciones dirigidas a la Virgen, la oración del Padre Nuestro? Hacia la mitad del s. XIV, un monje de la cartuja de Colonia [Alemania], Dom Henri de Kalkar, introduce en el “Salterio de María” el rezo de un Padre Nuestro antes de cada serie de diez Ave Maria [3]. Después de que se dio a conocer este novedoso uso al prior de la cartuja de Londres, su práctica pasaría a difundirse rápidamente por toda Inglaterra y después por el amplio continente europeo [4].

Los misterios del rosario.

La búsqueda de una oración más interior hizo que a principios del s. XIV apareciesen cláusulas después del nombre de Jesús, las cuales expresaban lo que él hizo, lo que dijo, lo que sufrió, etc. (como: “Jesús, adorado por los magos”, “Jesús, tentado por el demonio”, “Jesús, quien le lavó los pies a sus discípulos”, etc.). Esta contribución específica pertenece a los cistercienses de la región de Trèves [Francia], quienes nos ofrecen no menos de 98 cláusulas de este tipo.

A comienzos del siglo siguiente, ingresó a la cartuja de Trèves un joven novicio: Domingo Helión (llamado: “Domingo de Prusia”), quien luego de su entrada al monasterio, en 1409, cayó en un estado depresivo. Su prior, Adolfo de Essen, lo ayudó iniciándolo en una forma contemplativa de rezo del rosario: más allá de las palabras de salutación, hay que fijar la atención en Jesús, el Salvador. Domingo, entonces, para hacerlo fácil, concibió agregar al nombre de Jesús una serie de cincuenta cláusulas diferentes -de una o dos líneas- que representaran toda la vida de Cristo. Por ejemplo: “Jesús, a quien Juan bautizó en el Jordán y le dio el nombre de ‘Cordero de Dios’”, “Jesús, quien luego de reunir a sus discípulos predicó el reino de Dios”, “Jesús, quien durante la última cena instituyó el sacramento de su cuerpo y de su sangre”, etc.

El procedimiento, que ya había surgido entre los cistercienses, es entonces sistematizado [5]. Luego, entre 1435 y 1445, y para bien de sus hermanos cartujos que vivían en los países flamencos y rezaban el “Salterio de María”, Domingo compuso una serie de 150 cláusulas divididas en tres secciones, los cuales se correspondían con sucesos de los evangelios sobre la infancia de Cristo, sobre su vida pública y sobre su pasión-resurrección.

El propio Domingo de Trèves revelaría el espíritu de su método:

No es necesario detenerse demasiado en las palabras empleadas aquí o allá para expresar los puntos de meditación. Cada uno puede a voluntad -según su devoción- ampliar, reducir o incluso modificar el tema, ya sea de una o de otra manera; dependerá de los tiempos que cada uno tenga y de la disposición en la que se encuentre. Difícilmente pueda hacerse algo mejor durante la breve hora consagrada al rosario.

La “breve hora” que menciona muestra bien que su rosario tendía lo más posible a alejarse de la oración vocal para convertirse en una verdadera introducción a la oración silenciosa.

Los cartujos fueron desde entonces los apóstoles de este método y lo difundieron ampliamente a través de sus escritos. Y para apoyarlo, lo relacionaron con dos relatos que tratan sobre visiones. El primero registra una historia conocida ya en el s. XII: un monje (cartujo) que estaba de viaje, se detuvo en un bosque para rezar las cincuenta Ave Maria que solía ofrecerle todos los días a la Virgen. De pronto, apareció un salteador que tomó su caballo, sus pertenecías y se disponía a matarlo, cuando “vio a una hermosa dama que en sus manos tenía lo que se usa para hacer coronas. Con cada Ave que el monje rezaba, ella tomaba con sus labios una rosa que luego ataba a una cinta. Cuando la corona de cincuenta rosas estuvo terminada, ella se la puso en su cabeza y desapareció. El ladrón se acercó al monje y le preguntó sobre aquella dama. El monje le dijo que había estado ocupado y le aseguró que no había visto nada. Y el otro, al entender que podría haber sido Nuestra Señora, le devolvió todo”.  

El segundo relato trata de una visión que habría tenido Adolfo de Essen hacia 1429 [6]. En tal visión, la Virgen aparecía rodeada por toda su cohorte celestial. Todos le cantaban el rosario con las cláusulas de Domingo. Y al nombre de María todos inclinaban la cabeza; y al nombre de Jesús, se arrodillaban. Al final, terminaban el canto de las cláusulas con un Aleluya. Todos tributaban a Dios grandes acciones de gracias por los frutos espirituales producidos por el rezo del rosario; y le pedían, a la vez, que les concediese la gracia de un abundante beneficio en el avance interior de quienes lo rezasen.

Más tarde, un dominico: Alano de la Roca [†1475], quien estaba en contacto con los cartujos, descubrió por ellos el método del rosario de Domingo de Prusia; pero confundió a éste con Domingo, el fundador de su orden (!). Y así, los relatos de las visiones, que eran parte de los cartujos, se transformaron en aquellas que habría tenido el primero de los hermanos predicadores. Y los 50 misterios fueron elegantemente reducidos a 15 -entre gozosos, dolorosos y gloriosos- a la vez que se suprimió todo lo relativo a la vida pública de Cristo. No fue sino hasta la llegada del Papa Juan Pablo II y de su carta apostólica: Rosarium Virginis Mariæ, que aquella práctica sería reintroducida mediante los cinco nuevos “misterios de luz”. La práctica de las cláusulas se vio así recuperada [a].

Según los registros, Domingo de Prusia había nacido en Borussia y era un antiguo estudiante de la universidad de Cracovia, de la que Wojtyla sería obispo; ¿casualidad  o providencia?

Bibliografía sobre la relación entre los cartujos y el rosario.

- Dom Yves Gourdel, “Le culte de la très sainte Vierge dans l’Ordre des chartreux”, en Maria, études sur la Sainte Vierge, t. 2, Beauchesne, París, 1952.
- “El santo rosario en la Cartuja”, en Analecta Cartusiana 103 (1983), Institut für Anglistik and Amerikanistik universität Salzburg, A-500, Salzburgo, Austria.


Notas de la parte I.

1. Ya atestiguado en la liturgia hacia el año 600, junto al ofertorio del 4° domingo de Adviento.
2. La introducción del nombre de Jesús al final de la primera parte se le atribuye tradicionalmente a Urbano IV, pero tal atribución es tardía.
3. Según los documentos de la época, fue luego de una aparición de la Virgen María, en la que ella le enseñó esta práctica.
4. La introducción del Gloria es mucho más tardía y surgió dentro de la orden dominica.
5. Ignoramos las relaciones que pudieron haber existido entre los cistercienses y los cartujos de aquel entonces. Los documentos de la época sostienen que Domingo de Prusia ignoraba todo sobre este método y que concibió su idea bajo plena inspiración divina.
6. Revelado solamente por los escritos hallados en su celda luego de su muerte (1493).
a. Nota del T.: la carta no menciona expresamente las cláusulas, pero recuerda su práctica y la alienta [+].



II. El rosario cartujo.

El capítulo anterior nos ha mostrado las estrechas relaciones que unen al rosario con los cartujos, demostrándonos también la existencia de un verdadero “rosario cartujo”, de uno que es diferente del rosario dominico a la vez que fuente del mismo.

¿Qué es el rosario cartujo y cómo se lo reza?

Cómo rezar el rosario cartujo.

El rosario cartujo no está dividido en cinco misterios (el rezo de los cuales difiere según los días), sino que cada Ave Maria está consagrado a un misterio particular de la vida de Cristo; y el Padre Nuestro (al que se le puede anteponer el Gloria [1]), simplemente se inserta en la serie de 50 salutaciones a fin de otorgarle a la oración su culminación trinitaria y doxológica.    

Sin embargo, la persona que lo reza es siempre libre de detenerse en un misterio en particular según lo quiera y de repetirlo tantas veces como lo desee; incluso puede añadir otros misterios de la vida de Cristo o cambiar el texto de las cláusulas según su devoción personal. La fórmula es, por lo tanto, mucho más flexible que la del ya conocido rosario dominico.

Puesto que el objetivo es alcanzar la contemplación, la oración vocal puede suprimirse cuando la misma logra su manifestación, por lo que la persona simplemente ha de permanecer en silencio junto al Señor. Luego, cuando esa gracia profundamente contemplativa pasa, la persona lentamente puede volver a retomar su oración vocal. Finalmente, según el tiempo del que se disponga, no es necesario rezar los cincuenta Ave Maria sino que es posible elegir el número de veces que se puede/quiere hacerlo, teniendo siempre cuidado en dar mayor importancia a la calidad antes que a la cantidad. Diez salutaciones dichas lentamente mientras se medita con atención en uno de los misterios de la vida de Cristo, valen más que una treintena dicha con celeridad. Una vez más: el objetivo primordial es alcanzar la oración propiamente contemplativa.

He aquí las 50 cláusulas de Domingo de Trèves [2]:

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Dios te salve María, llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús… [a]

1. a quien, tras el anuncio del ángel, concebiste por el Espíritu Santo.
2. a quien, mientras gestabas, lo llevaste a la montaña para visitar a Isabel.
3. a quien, manteniéndote siempre virgen en cuerpo y alma, engendraste con alegría.
4. en quien adoraste a tu Creador, amamantándolo con tus senos.
5. a quien envolviste en pañales y recostaste en un pesebre.
6. a quien los ángeles celebraron cantando el Gloria in excelsis y los pastores visitaron en Belén.
7. quien fue circuncidado el octavo día y recibió el nombre de Jesús.
8. a quien los magos le ofrecieron tres [tipos de] presentes y lo adoraron.
9. a quien en tus brazos maternales llevaste al templo y lo presentaste ante Dios, su padre.
10. a quien el viejo Simeón bendijo en brazos y la santa viuda Ana reconoció.
11. con quien huiste a Egipto a causa de Herodes.
12. con quien regresaste siete años después a tu tierra, tras ser advertida por el ángel.
13. a quien perdiste en Jerusalén cuando tenía doce años y con angustia hallaste en el templo tres días después.
14. quien cada día crecía en edad, en gracia y sabiduría delante de Dios y de los hombres.
15. a quien Juan bautizó en el Jordán y luego señaló con su dedo como el “Cordero de Dios”.
16. quien ayunó durante cuarenta días en el desierto y venció ahí tres veces a las tentaciones de Satán.
17. quien después de reunir a sus discípulos predicó el reino de Dios a todo el  mundo.
18. quien abrió los ojos a los ciegos, curó a los leprosos, levantó a los paralíticos y liberó a todos los que eran oprimidos por el Diablo.
19. cuyos pies María Magdalena lavó con sus lágrimas, secó con sus cabellos, los besó y luego los ungió.
20. quien resucitó a Lázaro al cuarto día, y también a otros difuntos.
21. quien el Domingo de Ramos, y sentado sobre un asno, fue recibido con gloria por el pueblo.
22. quien en la última cena instituyó el venerable sacramento de su cuerpo y de su sangre.
23. quien fue al huerto con sus discípulos y tras orar profundamente sudó sangre.
24. quien yendo al encuentro de sus enemigos, se entregó voluntariamente en sus manos.
25. a quien los enviados de los judíos sujetaron fuertemente y llevaron prisionero ante los sumos sacerdotes.
26. a quien acusaron falsamente, vendaron, escupieron y golpearon abundantemente.
27. quien delante de Pilatos y Caifás fue condenado a morir en la cruz como un criminal.
28. quien por orden de Pilatos fue despojado de sus vestidos y cruelmente flagelado.
29. a quien los soldados coronaron de espinas, revistieron con un manto púrpura y adoraron burlonamente.
30. a quien condenaron con una muerte vergonzosamente injusta y elevaron junto a dos ladrones.
31. cuyas manos y pies fueron clavados en la cruz y luego le ofrecieron vinagre mezclado con hiel.
32. quien oró por quienes lo crucificaron diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
33. quien le dijo al ladrón de su derecha: “En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso”.
34. quien le dijo a su santísima Madre: “Madre, he ahí tu hijo”; y a Juan: “He ahí tu Madre”.
35. quien exclamó: ¡Eli, Eli, ¿lama sabactani?!
36. quien dijo: “Todo está consumado”.
37. quien finalmente dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
38. quien sufrió una tormentosa y sagrada muerte por nosotros, miserables pecadores.
39. cuyo costado fue traspasado por una lanza, y manó agua y sangre para el perdón de nuestros pecados.
40. cuyo sagrado cuerpo fue bajado de la cruz y depositado sin vida sobre tu seno, según el piadoso testimonio.
41. quien fue perfumado con aceites por hombres justos y santos, y envuelto en lienzos para ser enterrado.
42. cuyo sepulcro fue bien sellado por los judíos y sobre el cual pusieron guardia.
43. cuya sacratísima alma descendió a los infiernos para consolar a los santos patriarcas y llevarlos al paraíso.
44. quien resucitó al tercer día y te colmó a ti de un gozo inefable.
45. quien después de su resurrección se apareció a sus discípulos y fieles para fortalecerlos en la santa fe.
46. quien en tu presencia y  la de los fieles, subió al cielo y se sentó a la derecha del Padre.
47. quien el día de Pentecostés envió sobre sus discípulos el Espíritu Santo, según había prometido.
48. quien finalmente te llamó hacia sí a ti, su muy dulce Madre, situándote a su derecha y coronándote de gloria.
49. quien invita a los suyos y a los tuyos, a que después de esta miserable vida –y por tu intercesión- nos situemos en el reino de su Padre.
50. quien con el Padre y el Espíritu Santo -y contigo, su muy santísima Madre-, reina siempre invencible y glorioso por los siglos de los siglos.


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Después de la visión de Adolfo de Essen [3], se estableció la costumbre de realizar un Aleluya tras cada cláusula. Todos los misterios de la vida de Cristo, incluyendo los de su pasión, se convirtieron así en acción de gracias y alabanza a Dios por todo el amor que nos revela y ofrece a través de ellos. Y este aire de gozo que recorre todo el rosario es una bella reminiscencia del himno Akáthistos; es el equivalente de este himno del oriente cristiano.

Domingo de Prusia recomendó, finalmente, una oración mariana para terminar su rosario [4].

¡Oh, Inmaculada! [5], siempre bendita y excelsa Virgen María, Madre de Dios; ¡Oh!, Templo de Dios, el más hermoso de todos los templos; ¡Oh!, Puerta del Reino Celestial, por medio de quien el mundo entero ha sido salvado, tiende hacia mí tu misericordiosa escucha y sé mi dulce protectora, pues soy un pobre y miserable pecador; sé mi ayuda en todas mis necesidades. Amén.

La persistencia del rosario cartujo a través del tiempo.

Incluso después de la aparición del rosario dominico (del que fue inspiración y en el que, por lo tanto, siempre “sobrevivió”), la práctica del rosario cartujo como tal jamás desapareció por completo del pueblo cristiano. Continuó siendo honrado y alabado hasta el s. XVII por personas bienaventuradas; y ha sido utilizado en los alrededores de la región de Trèves hasta nuestros días. Su práctica no menguó sino a causa de las indulgencias concedidas por los Papas al rosario dominico, pues estuvieron convencidos de la inexistente visión de santo Domingo [6].

Pero este último rosario evolucionó en algunas regiones de Alemania y Suiza, en donde después del nombre de Jesús se le añadieron cláusulas que recordaban a las de Domingo de Trèves. Y se sabe que ese rosario gozaba de las mismas indulgencias que los demás por un decreto de la Santa Sede del 21 de enero de 1921. Esta es la práctica que recordó el Papa Pablo VI en su Marialis Cultus; y, basándose en tal documento, es esta misma práctica la que el Papa Juan Pablo II se propuso difundir.

Algunas proposiciones.

El rosario cartujo original.
  
Al principio, el rezo del Ave Maria terminaba con la expresión de la cláusula (tras la cual venía el Amen y finalmente el Aleluya); su segunda parte aún no era de uso universal, ni siquiera entre los cartujos que la habían creado. En ese entonces, todo terminaba siempre con el misterio de Cristo, resaltando así la dimensión cristológica de la oración como el lugar al que María nos conducía a través de su Hijo. Nada de esto se ha prohibido en la actualidad. Por lo tanto, tras el Aleluya dicho después del Amen puede hacerse un breve silencio. Esta es una manera de rezar que conduce más fácilmente a la contemplación.

Interés ecuménico en el rosario cartujo original.

No se puede dejar de subrayar el interés ecuménico en el rosario cartujo de los orígenes. El texto de las dos salutaciones ha sido extraído de la Palabra de Dios y puede ser dicho, por consiguiente, junto a los hermanos y hermanas protestantes (cf. el documento del Grupo de Dombes sobre “la Virgen María en la historia de la salvación”) [b]; y las cláusulas que representan la vida de Cristo, le conceden a esta oración un aspecto cristocéntrico que es también adecuado para ellos. El texto de las cláusulas simplemente debería revisarse un poco a fin de que esté expresamente conforme con las escrituras. El nombre de Jesús también puede, por ejemplo, verse seguido siempre de las palabras: “nuestro único Salvador”, para así facilitar aún más la oración en común. La repetición de las salutaciones puede reafirmar, sobre todo, la importancia central del misterio de la encarnación dentro de la economía de la salvación. Y ya hemos mencionado la armonía que existe entre el rosario cartujo y el himno Akáthisto -tan querido a los orientales- con la introducción del Aleluya después de cada cláusula. 

La segunda parte del Ave Maria.

Para quien elige volver a la forma original del rosario a la vez que busca conservar la segunda parte del Ave Maria, un método sencillo es rezar esta parte antes de cada Gloria.

A propósito de esta segunda parte, sabemos que apareció de manera progresiva en el curso del tiempo. Entonces, ¿por qué tal evolución debería detenerse obligatoriamente ahí en nuestros días? Antes de pedirle a la Virgen que ruegue por nosotros, sería bueno que comenzásemos por agradecerle. El texto de la segunda parte debería ser, entonces: “Santa María, Madre de Dios, gracias por todo. Ruega por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.

Y quien no quiera separar lo que Dios ha unido, bien puede añadir el nombre de José al de María, estableciendo así la afirmación en plural: “Santa María, Madre de Dios, y san José, gracias por todo. Rueguen por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”. El descubrimiento del [inigualable] lugar de este gran santo en la historia de la salvación, ¿no es acaso un descubrimiento de tiempos modernos? Escuchemos, entonces, lo que el Espíritu le dice a las Iglesias mediante la lectura de los signos de los tiempos.


...

Notas de la parte II.

1. O alguna otra doxología trinitaria, como la antigua: “Gloria al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo…”, etc.; a la que también se puede recurrir según su moderna forma de inspiración bíblica: “Al Dios que era, que es y que viene, por los siglos de los siglos. Amén”.
2. Para terminar las salutaciones con el nombre de Jesús, es necesario rezar: “… y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”; cita que también puede verse seguida de la expresión: “nuestro único Salvador” antes de cualquier cláusula.
3. Véase la mención que hiciéramos en el capítulo anterior.
4. Se han suprimido solo unas pocas palabras a la traducción a fin de evitar su inútil repetición.
5. La creencia en la Inmaculada Concepción de María siempre fue defendida por la Orden de los Cartujos, incluso desde mucho antes de la definición del dogma. Dionisio el Cartujano [† 1471], en particular, fue uno de los que contribuyó con su luz a demostrar la verdad de lo que entonces no era sino una opinión teológica.
6. Los primeros trabajos críticos sobre el origen del rosario datan recién de principios del s. XX.
a. Nota del T.: he modificado ligeramente las cláusulas en francés para así ajustarlas mucho más a su original en latín.
b. Nota del T.: El Grupo de Dombes es una agrupación de diálogo ecuménico fundado en 1937 y que reúne a miembros protestantes y católicos de habla francesa. Esta reunión interconfesional es un referente internacional en lo que concierne al diálogo ecuménico; sus trabajos sirvieron de inspiración al Concilio Vaticano II y al Consejo Ecuménico de las Iglesias.



III. El rosario: algunos indicios históricos y espirituales.

Nos encontramos a finales de la Edad Media en Renania, región que se caracteriza por un fuerte movimiento de resurgimiento evangélico llevado a cabo –entre otras personas- por la prédica de Juan Taulero, así como por los escritos místicos del maestro Eckhart y de Enrique Suso. La Iglesia atraviesa por la crisis del Gran Cisma (1370-1417) mientras que Francia e Inglaterra contienden una guerra que durará cien años (1339-1453). En este panorama de intenso contraste, de fervor y de grandes aflicciones, las almas sienten la necesidad de interiorizar y de personalizar al máximo el evangelio. El apego y la devoción a Cristo y a su santa Madre se vuelven entonces muy importantes. Los cristianos, hombres y mujeres, religiosos y laicos, buscan una religión del corazón en la que la humanidad de Cristo se halle en el centro. Es en este contexto que aparecerán los primeros indicios de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que se desarrollará más plenamente algunos siglos después.  

Volviendo al tiempo de la Cartuja de san Albano de Trèves (1398), un joven llamado Adolfo de Essen será el autor del primer escrito que recomiende el rezo de cincuenta Ave Maria sostenidos por la meditación en el nacimiento y vida de Jesús. Esta forma de oración repetitiva, que ayudó y sostuvo a la devoción del corazón, es conocida en todo lugar en donde se busca una oración a Dios que sea continua. Los Salmos se expresan de esta manera; y la “Oración de Jesús”, de los monjes del desierto, nació de esta misma necesidad de ayudar al corazón mediante una breve oración vocal que fuera repetida continuamente. Es en la época de Adolfo que se comenzó a practicar el primer rosario, en donde se decía el Ave Maria bajo su forma breve, deteniéndose en “y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”. Y nuestro autor deja bien en claro que esta oración no adquiere toda su belleza sino gracias a la meditación en la vida de Jesús; insistiendo, a la vez, en que durante tal meditación se evite toda fantasía o embellecimiento innecesario y que tienda a alejarnos del evangelio. Finalmente, recomienda encarecidamente que quien rece [este rosario] se esfuerce por conformar su vida según los misterios en los que ha meditado. Como vemos, se trata de una oración eminentemente personal a la vez que cálida y, sobre todo, en línea con el camino espiritual de los cartujos.

Hacia el final de si vida, Adolfo pudo testimoniar lo siguiente:

¡De ninguna manera podría ayudarme si Dios no se hubiese hecho hombre! No sabría dónde ni cómo buscar a Dios. Es por eso que aprecio tanto la naturaleza humana y la vida terrestre de Cristo. 

Y Adolfo no guardó para sí lo que había descubierto. Pues compartiría la gracia recibida mediante el rezo de su rosario con la duquesa Margarita de Baviera [-Straubing], joven mujer que estuvo a punto de perder su cordura debido a la difícil situación eclesial y política que le tocó vivir, así como por la infidelidad de su esposo [Juan I de Borgoña]. Apoyándose en el rezo del rosario, Margarita poco a poco recobró su fe; a tal punto que el duque Carlos II constató que “su esposa [de Juan] comenzó a adquirir una práctica tan espontánea, viva y perseverante del rosario, que apareció de pronto transformada y poseyendo de forma cada vez más perfecta las virtudes de la vida de Cristo”. Margarita misma, situada de esa manera en el camino de la sanación interior, comenzó a difundir la práctica del rosario entre los nobles de su corte y entre la sencilla gente que estaba a su servicio y en el de su marido. Su acción en favor del rosario fue, ciertamente, determinante y duradera.

Durante aquellos años entró a la cartuja de Trèves un joven estudiante: Domingo de Prusia. Estando física y psíquicamente exhausto debido a haber llevado una disipada vida, Domingo pensó que estaba cerca de su muerte. Su admisión se dio con dificultad; el monje encargado de acompañarlo tuvo duros momentos junto a él. El ya citado Adolfo, convertido entonces en prior, le hizo saber de su nueva manera de rezar y le dijo: “¡No existe un hombre tan corrompido que no logre una seria rectificación de su conducta tras rezar este rosario durante un año!”. Y efectivamente, Domingo llegó hasta a personalizar un poco más su rezo: a cada Ave Maria le añadió una frase de su cosecha que le recordaba un determinado momento de la vida de Jesús. Por ejemplo, al 9° Ave Maria le agregó: “a quien presentaste en el templo de Dios, su Padre”. Estas adiciones evangélicas, puestas por escrito, se difundieron luego a través de un millar de copias mientras Domingo todavía estaba vivo.    

Cuando la práctica de este rosario, que era muy personal, comenzó a ser más conocido en Baviera, Bélgica y el norte de Francia, se fueron formando grupos para rezarlo en común. De ahí provienen las cofradías del rosario, las cuales influenciarán profundamente la vida espiritual de los cristianos de fines de la Edad Media. Siempre en evolución constante, es en el seno de tales cofradías que el rosario gradualmente adquirió la forma que aun en la actualidad conocemos: al igual que los 150 Salmos, se rezan 150 Ave Maria (agrupados en decenas), en medio de los cuales se recuerdan los 15 misterios en total, que son los gozosos, dolorosos y gloriosos.

La leyenda que atribuye el nacimiento del rosario al fundador de la Orden de los Predicadores, se basa en una confusión entre Domingo de Prusia y santo Domingo de Guzmán; y la misma no aparece sino hasta 1460.

Si el Santo Padre [Juan Pablo II] recomienda con firmeza que los cristianos de nuestros tiempos recen el rosario, es porque esta forma de oración nos prepara gradualmente para leer y meditar el evangelio con los ojos y el corazón de María, quien obtiene su más grandioso placer cuando conduce a sus hijos a un conocimiento cada vez más profundo de Jesús.

Julio del 2001.

Un cartujo.  

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Fuente: Un cartujo (2001). Les Chartreux et le Rosaire, edición digital de la Cartuja de Serra San Bruno.


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