¿una opción
monástica judía?
por Norman R. Davies.
- 2010 -
¿Qué harías si hallaras que sos un judío que desea
vivir una vida totalmente dedicada a la oración contemplativa, pero sabés que
pertenecés a una religión que normalmente promueve una intensa actividad social
y comunitaria? ¿Qué harías si quisieras vivir una vida solitaria cuando el
judaísmo que te rodea enfatiza el importante deber de tener hijos y de vivir
dentro de familias que aseguren a la tribu y a su religión? ¿Qué harías si no te
vieras atraído a los roles legales, instructivos y de liderazgo del rabinato,
pero sí sintieras un fuerte llamado a un estado profesional de práctica
contemplativa al que te dedicases voluntariamente y fuese aprobado por la
comunidad? Dicho de manera simple: ¿qué harías si te sintieras llamado a ser un
monje o una monja judío dentro de una religión que no posee monasterios?
Estas son preguntas que me hice a mí mismo en el 2003,
y mi respuesta personal fue ser lo
que quería encontrar y observar cómo se sentía serlo. Ya era un “judío
contemplativo”, pero decidí convertirme en un “Dedicated Jewish Contemplative”
(DJC) [un consagrado judío contemplativo]. Básicamente, me
convertí en un monje judío.
Y habiendo mantenido un estilo de vida como DJC
durante siete años, creo que he hallado un camino que concede un conjunto de
respuestas a aquellas preguntas iniciales; y se trata de un camino que me ha
hecho feliz. Ahora quisiera compartir esta experiencia para beneficio de otros
que quizás puedan estar haciéndose las mismas preguntas.
Los contemplativos monjes cristianos son casi siempre
personas que profesan votos de por vida. Y los monjes budistas normalmente
practican breves periodos de consagración prescrita, los cuales pueden
prolongarse si resultan apropiados. Los sufíes musulmanes (y sus similares
judíos) practican intensos periodos de retiros solitarios para luego regresar a
la “vida normal”. No tengo ninguna objeción al modelo de toda la vida, pero
aquí estoy promoviendo principalmente un estilo de vida temporal: una forma de
monaquismo judío en donde la gente pueda vivir de manera contemplativa –en
forma comunal o solitaria- durante periodos prefijados o totalmente
abiertos. Podría tratarse de semanas o meses; quizás hasta de muchos años.
A lo largo de mi transcurrir, he escuchado muchas
objeciones al estilo de vida DJC que practico. Con frecuencia se trata de
objeciones a la idea de judíos viviendo el celibato o vidas solitarias. Pero un
monje o monja es básicamente alguien que vive una vida de alguna manera
“separada”. No necesitan vivir en total
soledad ni abrazar el celibato de por
vida, si bien un distanciamiento temporal de las compañías más cercanas -o
de los enredos emocionales con los demás- para entrar a un retiro silencioso es
una forma demostrada de ahondar en la actividad contemplativa. El monaquismo
puede ser solitario (eremítico) o comunal (cenobítico). Para mí, ambas formas
monásticas son opciones a formas de vida judías
que tienen una historia judía y una
actual importancia para desplegar y desarrollar el judaísmo.
En nuestra Biblia, veo tres principales modelos para
un consagrado estilo de vida contemplativo: el levítico, el nazareato y el
profético.
Los sacerdotes y levitas del santuario del desierto y
de los posteriores templos, transcurrían su tiempo al margen de la actividad
normal –mayormente sobre una base cíclica- y con frecuencia vivían en un
encierro comunal. Ellos estaban exclusivamente dedicados a los rituales de
adoración, muchos de los cuales eran ofrecidos en silencio. En muchas
corrientes del judaísmo contemporáneo, si bien existen vestigios de honor
ligados a la presunta descendencia de antepasados levíticos o kohenites, no existe ningún equivalente
moderno a tal “profesión” consagrada aparte del rabinato clerical y académico.
Pero aún existen personas cuyos corazones lloran porque: “Una cosa, y solo una
cosa, busco yo: morar en la casa del Señor todos los días de mi vida […] y meditar
en su santuario” (Salmo 27:4). Para mí, esa “meditación” consiste en hegyon ha-lev (la lectio divina) y en la
silenciosa oración contemplativa, sea que se practiquen mientras realizan
sus davening [oraciones litúrgicas] o como parte de la diaria oración
mental de cada uno (hitbodebut).
El rol levítico era hereditario y, para muchos, su
función hoy es obsoleta. En tanto institución bíblica y como esencia, “Leví”
era una pequeña pero importante “comunidad separada” con un específico rol de
adoración y oración. El concepto levítico podría concedernos un modelo para una
nueva expresión elegida de una vida
religiosa consagrada. Ya no como un estilo de vida ligada al status, sino una
que podría conceder un hogar a los judíos contemplativos.
Existen ciertos sobretonos de timbre monástico en
el concepto bíblico del nazareato, expresados primero en el Parasha Naso. Un nazir era alguien que se dedicaba a ciertas prácticas ascéticas,
normalmente por el mínimo periodo de treinta días. Estas prácticas consistían
en: aceptar un voto, abandonar todos los productos de la vid, no cortarse el
cabello, abandonar el contacto con los muertos y ofrecer un sacrificio al final
del nazareato. Pienso que los detalles de tales prácticas no son tan
importantes como el hecho de que el nazir
era un laico “consagrado” o “separado para el Señor” (Números, 6:8). En épocas
posteriores, hubo incluso un estilo de nazareato de por vida (véase Jueces,
13:7) y uno de largo plazo (como el practicado por Shimon Ha-Tzaddik de la Gran
Asamblea). Existen también ejemplos de “nazareato extendido”, en los que el
estado de consagración era renovado en sucesivos periodos de siete a años de
duración.
Los conceptos levíticos y nazareos se encuentran en el
corazón de la Torah. Se trata de tradiciones esenciales que han estado dormidas
durante siglos. Y nos invitan a una importante renovación viva y actual. En Amós
2:11, leemos: “Haré que los profetas surjan de entre sus hijos y los nazareos
de entre sus jóvenes”. Somos compañeros de nuestro Dios y podemos hacer que
esto suceda, o también podemos posponer el día en que tenga lugar. Pero creo
que “hoy” es un buen momento para empezar a girar la rueda.
La tradición bíblica también señala con total obviedad
que un extendido retiro solitario es una opción judía. Tan solo tenemos que considerar los retiros de Moisés y
Elías para ver la marca de autenticidad kosher
en tales prácticas. Y no estamos hablando solo del retiro de un fin de semana
en algún centro determinado; estamos hablando de largos silencios solitarios: cuando
Moisés “penetró en la nube”, según el Éxodo 24:18, lo hizo para un retiro
solitario de cuarenta días. El encuentro de Elías con la “serena voz” en la
cueva de Horeb (I Reyes 19:9-18) fue un suceso culmen que resultó tras una
larga travesía solitaria -una meditación de camino- de cuarenta días (I Reyes,
19:8).
La tradición profética también produjo las escuelas de
“los hijos de los profetas” (2 Reyes 4:38; I Samuel, 10:5 y 19:20). Entonces
existían comunidades de profetas “entrenados”. Y aunque la motivación y
práctica ritual de algunos era cuestionable, existían también comunidades de
contemplativos full-time que intentaban prepararse en su apertura a la
inspiración divina. En este sentido, representan otro modelo para monjes y
monjas judíos.
El judaísmo rabínico también produjo ejemplos de vida
eremítica, incluyendo estrellas como Yichak Luria y Menachem Mendel de Kotsk,
quienes vivieron largos periodos de soledad contemplativa; el primero durante
siete años, y el segundo durante diecinueve.
Una forma de “monaquismo” comunal también se halla
manifiesta en las comunidades de sufíes judíos, a quienes Abraham y Obadiah Ben
Maimon concedieron sus manuales. Y también están las comunidades contemplativas
señaladas en los escritos de Bachya Ibn Pekuda. El declarado objetivo de su
grupo era una perpetua atención a
Dios, tanto en medio de sus negocios y vida social como en sus periodos de
profundo retiro. Sus escritos, sin embargo, dejan en claro que al menos algunos miembros vivían un célibe retiro
comunal o solitario sobre una base semi-permanente.
Pero quizás el más claro ejemplo histórico de un organizado
estilo de vida judío-contemplativo lo encontramos en las “comunidades
eremíticas” para ambos géneros: los therapeutae
o terapeutas. La única fuente histórica que existe para conocer los detalles de
esta orden religiosa de monjes y monjas judíos es la De Vita Contemplativa, de Filón. Aunque este documento fue escrito
tempranamente, en el s. I d.C., describe una precisa forma de vida y
organización que -al decir de Filón- en ese entonces ya estaba bien
establecida. Filón describe a los esenios como una orden “activa”, y a los
terapeutas como “contemplativos”. Puesto que está hablando de grupos judíos, una categorización como la suya
es muy significativa.
Cada uno de los eremitas de esta orden (mujer u
hombre) vivían en soledad durante los primeros seis días de la semana. Sus
“celdas” personales era casas pequeñas que consistían en una sala de estar, una
habitación usada exclusivamente para la oración y el estudio de textos sagrados, y
un jardín cerrado (todo esto es notablemente similar a las celdas de las casas
del desierto carmelitas y a las celdas de la Cartuja). Esta “orden” de judíos
contemplativos practicaban cierto grado de ascetismo durante la semana, pero en
sabbath toda la comunidad se reunía
para las comidas y servicios colectivos. La comunidad descrita era célibe, aunque
se ha sugerido que los miembros principales eran ancianos, que se habían
“apartado” de sus familias y trabajos anteriores, y estaban acompañados por “novicios”
temporales que eran más jóvenes. Es este modelo de monaquismo judío, que
combinaba tanto lo eremítico (al eremita) y lo cenobítico (a la comunidad), el
que me gustaría promover más que cualquier otro. Incluso si el aspecto comunal
solo puede ser creado a través de internet para superar distancias a nivel global, quizás algún día pueda darse un experimento basado en un lugar concreto.
Estas son algunas de las raíces de la “tradición”
monástica judía, según lo veo yo. Pero estas no en son en sí mismas el
justificativo por el que abracé la vida monástica como un DJC. El justificativo
tiene que ver más bien con una convicción -y probablemente “vocación”- personal
antes que con alguna confianza en la sanción tradicional. La vocación puede ser
un tema relacionado con la herencia genética y las experiencias de vida
personales, pero también puede estar relacionado con un llamado divino. Idealmente es
un tema de “elección”.
En la Mishnah, los compañeros de Simón Ben
Azzai lo reprendieron por ser célibe. Su respuesta simplemente fue que otros
habrían de observar el mandamiento de procrear, pues él sentía que su tarea
personal era expresar su amor por la Torah de una inusual manera exclusiva. Un
contemplativo es un estudiante de la Torah que lo hace con el corazón y puede que no
necesariamente haga uso de los textos tal como lo hace un rabino o un
estudiante yeshivah; pero él o ella
bien podría participar de la dinámica pasión de Simón Ben Azzai. Ser célibe no es, para mí, una forma de crear
cierto tipo de pureza o de experimentar una forma de mortificación ascética. Es
solo un estado que ha emergido debido a las circunstancias, me ha liberado para
poder intensificar mi indivisa atención a Dios en la oración contemplativa. Cuando logré comprender esta función, el celibato pasó a ser una elección. Es una elección que pocos judíos desearían
tomar, pero, ¿por qué habría de detenerlos si así lo quisieran hacer? Para la
reducida minoría judía que ha sido llamada al celibato monástico, una
prohibición en su contra convertiría una potencial bendición en una condenación
represiva. La personas que son como nosotros son “los hijos del infecundo
Elías”. Estamos llamados a continuar la labor que él dejó inconclusa en la
cueva de Horeb, tenemos que dedicarnos a la oración contemplativa de una manera
específica y concentrada.
Aunque es específica y concentrada no lo es en un sentido de superioridad; y
de ninguna manera amenaza a otras formas de respuesta al mandamiento
del Dios de Israel de amarlo con todo el corazón.
Pero quienes buscan una forma de vida contemplativa dentro
de una existencia judía son
fuertemente criticados. Quizás no solo sean las ideas de soledad y celibato lo
que genera controversias; quizás las objeciones sean más profundamente éticas.
El judaísmo es una religión de “actividad”, y mucho de
la misma es comunitaria. Su mensaje esencial es de justicia y sus adherentes la
mayoría de las veces lo expresan a través de la acción social. Esta discusión
sobre la contemplación (en tanto estudio religioso) versus la acción (en tanto acciones tangibles) es una disputa ya antigua. Comenzó con las extrañas visiones de un recluso que vivía en una
cueva: Shimon Bar Yohai (en Shabbat 33a-b) y continúa hasta nuestro
días. Finalmente, sin embargo, se trata de dos formas diferentes de lograr el
mismo objetivo altruista. Pienso que serán solo una minoría los judíos que
compartan mi visión respecto a que los que practican la oración contemplativa y
derraman pensamientos de compasión también son activistas que transforman el
mundo. Sin embargo, esa mirada es compartida por la mayoría de las escuelas de
misticismo y espiritualidad del judaísmo, en especial por las corrientes que
practican la kabbalah.
Recientemente he dado lugar a una experiencia
comunitaria online de judíos contemplativos, junto a Christine Gilbert y un
puñado de judíos de igual pensamiento, para promover esta mirada y hacerla una
práctica tanto comunal como individual. La declaración de nuestra misión lo afirma
de esta manera:
“Nosotros vivimos y oramos como una pequeña
congregación dentro de la comunidad de Israel, aunque puede que nunca nos
juntemos.
Nos adherimos a Dios. Y al hacerlo, esperamos ser
redimidos del egoísmo; al hacerlo, rezamos por los miembros de nuestra
congregación; al hacerlo, rezamos por la comunidad de Israel; al hacerlo,
rezamos por toda la creación. Esperamos que este sea nuestro específico y
aceptable servicio a Dios”.
Los efectos de vivir esta contemplativa vida de devekut no es para beneficio de los que
la practicamos sino para bien de “todos los mundos”. La oración y la atención a
lo sagrado y numinoso es tan importante para la salud de un renovado judaísmo,
como lo es el lado más concreto de nuestra religión. Ambos son inseparables.
Hay un auténtico sentido en el hecho de que todos los judíos sean sacerdotes
del santuario y buscadores proféticos de la justicia. Cada uno de nosotros
utiliza sus destrezas y su personalidad para desarrollar aquello en lo que es
bueno para bien de todos.
Los “contemplativos” del judaísmo son una minoría.
Pero siempre han estado ahí. La tribu de Leví es solo una de las doce tribus; y
dentro de ella están los kohanim, un
subgrupo más reducido todavía. El hilo azul del tzitzit es solo un hilo entre muchos otros. Pero, tal como sucede
con todas las afirmaciones de la Torah, está allí por alguna razón, por una que
estamos invitados a sondear y a desarrollar.
Existe una potencial “tribu” de “consagrados judíos
contemplativos” en el corazón de Israel. Pero en su mayor
parte sigue estando oculta. Yo me estoy manifestando. Y si vos
estás leyendo esto y también deseas hacerlo, espero que este pequeño artículo
te sirva de aliento.
...
Davies Norman R. (15 de octubre del 2010). Dedicated
Jewish Contemplatives: A Jewish Monastic option?, Zeek magazine.
N.
del T.: Davies Norman se describe a sí mismo como un ex profesor de música y un entusiasta
por el gamelán de Java. En el pasado fue un monje Carmelita Descalzo;
actualmente vive un solitario estilo de vida judío-contemplativo en Granada,
España. Es fundador de la comunidad online Community of Jewish Contemplatives,
y administra el siguiente blog: http://www.jewishcontemplatives.blogspot.com.ar/
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