4.12.13



Anciano estudiando la Torah.

Consagrados judíos contemplativos:
¿una opción monástica judía?

por Norman R. Davies.

- 2010 -

¿Qué harías si hallaras que sos un judío que desea vivir una vida totalmente dedicada a la oración contemplativa, pero sabés que pertenecés a una religión que normalmente promueve una intensa actividad social y comunitaria? ¿Qué harías si quisieras vivir una vida solitaria cuando el judaísmo que te rodea enfatiza el importante deber de tener hijos y de vivir dentro de familias que aseguren a la tribu y a su religión? ¿Qué harías si no te vieras atraído a los roles legales, instructivos y de liderazgo del rabinato, pero sí sintieras un fuerte llamado a un estado profesional de práctica contemplativa al que te dedicases voluntariamente y fuese aprobado por la comunidad? Dicho de manera simple: ¿qué harías si te sintieras llamado a ser un monje o una monja judío dentro de una religión que no posee monasterios?

Estas son preguntas que me hice a mí mismo en el 2003, y mi respuesta personal fue ser lo que quería encontrar y observar cómo se sentía serlo. Ya era un “judío contemplativo”, pero decidí convertirme en un “Dedicated Jewish Contemplative” (DJC) [un consagrado judío contemplativo]. Básicamente, me convertí en un monje judío.

Y habiendo mantenido un estilo de vida como DJC durante siete años, creo que he hallado un camino que concede un conjunto de respuestas a aquellas preguntas iniciales; y se trata de un camino que me ha hecho feliz. Ahora quisiera compartir esta experiencia para beneficio de otros que quizás puedan estar haciéndose las mismas preguntas.

Los contemplativos monjes cristianos son casi siempre personas que profesan votos de por vida. Y los monjes budistas normalmente practican breves periodos de consagración prescrita, los cuales pueden prolongarse si resultan apropiados. Los sufíes musulmanes (y sus similares judíos) practican intensos periodos de retiros solitarios para luego regresar a la “vida normal”. No tengo ninguna objeción al modelo de toda la vida, pero aquí estoy promoviendo principalmente un estilo de vida temporal: una forma de monaquismo judío en donde la gente pueda vivir de manera contemplativa –en forma comunal o solitaria- durante periodos prefijados o totalmente abiertos. Podría tratarse de semanas o meses; quizás hasta de muchos años.

A lo largo de mi transcurrir, he escuchado muchas objeciones al estilo de vida DJC que practico. Con frecuencia se trata de objeciones a la idea de judíos viviendo el celibato o vidas solitarias. Pero un monje o monja es básicamente alguien que vive una vida de alguna manera “separada”. No necesitan vivir en total soledad ni abrazar el celibato de por vida, si bien un distanciamiento temporal de las compañías más cercanas -o de los enredos emocionales con los demás- para entrar a un retiro silencioso es una forma demostrada de ahondar en la actividad contemplativa. El monaquismo puede ser solitario (eremítico) o comunal (cenobítico). Para mí, ambas formas monásticas son opciones a formas de vida judías que tienen una historia judía y una actual importancia para desplegar y desarrollar el judaísmo.

En nuestra Biblia, veo tres principales modelos para un consagrado estilo de vida contemplativo: el levítico, el nazareato y el profético.

Los sacerdotes y levitas del santuario del desierto y de los posteriores templos, transcurrían su tiempo al margen de la actividad normal –mayormente sobre una base cíclica- y con frecuencia vivían en un encierro comunal. Ellos estaban exclusivamente dedicados a los rituales de adoración, muchos de los cuales eran ofrecidos en silencio. En muchas corrientes del judaísmo contemporáneo, si bien existen vestigios de honor ligados a la presunta descendencia de antepasados levíticos o kohenites, no existe ningún equivalente moderno a tal “profesión” consagrada aparte del rabinato clerical y académico. Pero aún existen personas cuyos corazones lloran porque: “Una cosa, y solo una cosa, busco yo: morar en la casa del Señor todos los días de mi vida […] y meditar en su santuario” (Salmo 27:4). Para mí, esa “meditación” consiste en hegyon ha-lev (la lectio divina) y en la silenciosa oración contemplativa, sea que se practiquen mientras realizan sus davening [oraciones litúrgicas] o como parte de la diaria oración mental de cada uno (hitbodebut).

El rol levítico era hereditario y, para muchos, su función hoy es obsoleta. En tanto institución bíblica y como esencia, “Leví” era una pequeña pero importante “comunidad separada” con un específico rol de adoración y oración. El concepto levítico podría concedernos un modelo para una nueva expresión elegida de una vida religiosa consagrada. Ya no como un estilo de vida ligada al status, sino una que podría conceder un hogar a los judíos contemplativos.

Existen ciertos sobretonos de timbre monástico en el concepto bíblico del nazareato, expresados primero en el Parasha Naso. Un nazir era alguien que se dedicaba a ciertas prácticas ascéticas, normalmente por el mínimo periodo de treinta días. Estas prácticas consistían en: aceptar un voto, abandonar todos los productos de la vid, no cortarse el cabello, abandonar el contacto con los muertos y ofrecer un sacrificio al final del nazareato. Pienso que los detalles de tales prácticas no son tan importantes como el hecho de que el nazir era un laico “consagrado” o “separado para el Señor” (Números, 6:8). En épocas posteriores, hubo incluso un estilo de nazareato de por vida (véase Jueces, 13:7) y uno de largo plazo (como el practicado por Shimon Ha-Tzaddik de la Gran Asamblea). Existen también ejemplos de “nazareato extendido”, en los que el estado de consagración era renovado en sucesivos periodos de siete a años de duración.

Los conceptos levíticos y nazareos se encuentran en el corazón de la Torah. Se trata de tradiciones esenciales que han estado dormidas durante siglos. Y nos invitan a una importante renovación viva y actual. En Amós 2:11, leemos: “Haré que los profetas surjan de entre sus hijos y los nazareos de entre sus jóvenes”. Somos compañeros de nuestro Dios y podemos hacer que esto suceda, o también podemos posponer el día en que tenga lugar. Pero creo que “hoy” es un buen momento para empezar a girar la rueda. 

La tradición bíblica también señala con total obviedad que un extendido retiro solitario es una opción judía. Tan solo tenemos que considerar los retiros de Moisés y Elías para ver la marca de autenticidad kosher en tales prácticas. Y no estamos hablando solo del retiro de un fin de semana en algún centro determinado; estamos hablando de largos silencios solitarios: cuando Moisés “penetró en la nube”, según el Éxodo 24:18, lo hizo para un retiro solitario de cuarenta días. El encuentro de Elías con la “serena voz” en la cueva de Horeb (I Reyes 19:9-18) fue un suceso culmen que resultó tras una larga travesía solitaria -una meditación de camino- de cuarenta días (I Reyes, 19:8).

La tradición profética también produjo las escuelas de “los hijos de los profetas” (2 Reyes 4:38; I Samuel, 10:5 y 19:20). Entonces existían comunidades de profetas “entrenados”. Y aunque la motivación y práctica ritual de algunos era cuestionable, existían también comunidades de contemplativos full-time que intentaban prepararse en su apertura a la inspiración divina. En este sentido, representan otro modelo para monjes y monjas judíos. 

El judaísmo rabínico también produjo ejemplos de vida eremítica, incluyendo estrellas como Yichak Luria y Menachem Mendel de Kotsk, quienes vivieron largos periodos de soledad contemplativa; el primero durante siete años, y el segundo durante diecinueve.

Una forma de “monaquismo” comunal también se halla manifiesta en las comunidades de sufíes judíos, a quienes Abraham y Obadiah Ben Maimon concedieron sus manuales. Y también están las comunidades contemplativas señaladas en los escritos de Bachya Ibn Pekuda. El declarado objetivo de su grupo era una perpetua atención a Dios, tanto en medio de sus negocios y vida social como en sus periodos de profundo retiro. Sus escritos, sin embargo, dejan en claro que al menos algunos miembros vivían un célibe retiro comunal o solitario sobre una base semi-permanente.

Pero quizás el más claro ejemplo histórico de un organizado estilo de vida judío-contemplativo lo encontramos en las “comunidades eremíticas” para ambos géneros: los therapeutae o terapeutas. La única fuente histórica que existe para conocer los detalles de esta orden religiosa de monjes y monjas judíos es la De Vita Contemplativa, de Filón. Aunque este documento fue escrito tempranamente, en el s. I d.C., describe una precisa forma de vida y organización que -al decir de Filón- en ese entonces ya estaba bien establecida. Filón describe a los esenios como una orden “activa”, y a los terapeutas como “contemplativos”. Puesto que está hablando de grupos judíos, una categorización como la suya es muy significativa.

Cada uno de los eremitas de esta orden (mujer u hombre) vivían en soledad durante los primeros seis días de la semana. Sus “celdas” personales era casas pequeñas que consistían en una sala de estar, una habitación usada exclusivamente para la oración y el estudio de textos sagrados, y un jardín cerrado (todo esto es notablemente similar a las celdas de las casas del desierto carmelitas y a las celdas de la Cartuja). Esta “orden” de judíos contemplativos practicaban cierto grado de ascetismo durante la semana, pero en sabbath toda la comunidad se reunía para las comidas y servicios colectivos. La comunidad descrita era célibe, aunque se ha sugerido que los miembros principales eran ancianos, que se habían “apartado” de sus familias y trabajos anteriores, y estaban acompañados por “novicios” temporales que eran más jóvenes. Es este modelo de monaquismo judío, que combinaba tanto lo eremítico (al eremita) y lo cenobítico (a la comunidad), el que me gustaría promover más que cualquier otro. Incluso si el aspecto comunal solo puede ser creado a través de internet para superar distancias a nivel global, quizás algún día pueda darse un experimento basado en un lugar concreto. 

Estas son algunas de las raíces de la “tradición” monástica judía, según lo veo yo. Pero estas no en son en sí mismas el justificativo por el que abracé la vida monástica como un DJC. El justificativo tiene que ver más bien con una convicción -y probablemente “vocación”- personal antes que con alguna confianza en la sanción tradicional. La vocación puede ser un tema relacionado con la herencia genética y las experiencias de vida personales, pero también puede estar relacionado con un llamado divino. Idealmente es un tema de “elección”.

En la Mishnah, los compañeros de Simón Ben Azzai lo reprendieron por ser célibe. Su respuesta simplemente fue que otros habrían de observar el mandamiento de procrear, pues él sentía que su tarea personal era expresar su amor por la Torah de una inusual manera exclusiva. Un contemplativo es un estudiante de la Torah que lo hace con el corazón y puede que no necesariamente haga uso de los textos tal como lo hace un rabino o un estudiante yeshivah; pero él o ella bien podría participar de la dinámica pasión de Simón Ben Azzai. Ser célibe no es, para mí, una forma de crear cierto tipo de pureza o de experimentar una forma de mortificación ascética. Es solo un estado que ha emergido debido a las circunstancias, me ha liberado para poder intensificar mi indivisa atención a Dios en la oración contemplativa. Cuando logré comprender esta función, el celibato pasó a ser una elección. Es una elección que pocos judíos desearían tomar, pero, ¿por qué habría de detenerlos si así lo quisieran hacer? Para la reducida minoría judía que ha sido llamada al celibato monástico, una prohibición en su contra convertiría una potencial bendición en una condenación represiva. La personas que son como nosotros son “los hijos del infecundo Elías”. Estamos llamados a continuar la labor que él dejó inconclusa en la cueva de Horeb, tenemos que dedicarnos a la oración contemplativa de una manera específica y concentrada.

Aunque es específica y concentrada no lo es en un sentido de superioridad; y de ninguna manera amenaza a otras formas de respuesta al mandamiento del Dios de Israel de amarlo con todo el corazón.

Pero quienes buscan una forma de vida contemplativa dentro de una existencia judía son fuertemente criticados. Quizás no solo sean las ideas de soledad y celibato lo que genera controversias; quizás las objeciones sean más profundamente éticas.

El judaísmo es una religión de “actividad”, y mucho de la misma es comunitaria. Su mensaje esencial es de justicia y sus adherentes la mayoría de las veces lo expresan a través de la acción social. Esta discusión sobre la contemplación (en tanto estudio religioso) versus la acción (en tanto acciones tangibles) es una disputa ya antigua. Comenzó con las extrañas visiones de un recluso que vivía en una cueva: Shimon Bar Yohai (en Shabbat 33a-b) y continúa hasta nuestro días. Finalmente, sin embargo, se trata de dos formas diferentes de lograr el mismo objetivo altruista. Pienso que serán solo una minoría los judíos que compartan mi visión respecto a que los que practican la oración contemplativa y derraman pensamientos de compasión también son activistas que transforman el mundo. Sin embargo, esa mirada es compartida por la mayoría de las escuelas de misticismo y espiritualidad del judaísmo, en especial por las corrientes que practican la kabbalah.

Recientemente he dado lugar a una experiencia comunitaria online de judíos contemplativos, junto a Christine Gilbert y un puñado de judíos de igual pensamiento, para promover esta mirada y hacerla una práctica tanto comunal como individual. La declaración de nuestra misión lo afirma de esta manera:

“Nosotros vivimos y oramos como una pequeña congregación dentro de la comunidad de Israel, aunque puede que nunca nos juntemos.

Nos adherimos a Dios. Y al hacerlo, esperamos ser redimidos del egoísmo; al hacerlo, rezamos por los miembros de nuestra congregación; al hacerlo, rezamos por la comunidad de Israel; al hacerlo, rezamos por toda la creación. Esperamos que este sea nuestro específico y aceptable servicio a Dios”.

Los efectos de vivir esta contemplativa vida de devekut no es para beneficio de los que la practicamos sino para bien de “todos los mundos”. La oración y la atención a lo sagrado y numinoso es tan importante para la salud de un renovado judaísmo, como lo es el lado más concreto de nuestra religión. Ambos son inseparables. Hay un auténtico sentido en el hecho de que todos los judíos sean sacerdotes del santuario y buscadores proféticos de la justicia. Cada uno de nosotros utiliza sus destrezas y su personalidad para desarrollar aquello en lo que es bueno para bien de todos.

Los “contemplativos” del judaísmo son una minoría. Pero siempre han estado ahí. La tribu de Leví es solo una de las doce tribus; y dentro de ella están los kohanim, un subgrupo más reducido todavía. El hilo azul del tzitzit es solo un hilo entre muchos otros. Pero, tal como sucede con todas las afirmaciones de la Torah, está allí por alguna razón, por una que estamos invitados a sondear y a desarrollar.

Existe una potencial “tribu” de “consagrados judíos contemplativos” en el corazón de Israel. Pero en su mayor parte sigue estando oculta. Yo me estoy manifestando. Y si vos estás leyendo esto y también deseas hacerlo, espero que este pequeño artículo te sirva de aliento.
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Davies Norman R. (15 de octubre del 2010). Dedicated Jewish Contemplatives: A Jewish Monastic option?, Zeek magazine.

N. del T.: Davies Norman se describe a sí mismo como un ex profesor de música y un entusiasta por el gamelán de Java. En el pasado fue un monje Carmelita Descalzo; actualmente vive un solitario estilo de vida judío-contemplativo en Granada, España. Es fundador de la comunidad online Community of Jewish Contemplatives, y administra el siguiente blog: http://www.jewishcontemplatives.blogspot.com.ar/


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