por Vāyu-sakha.
Tratado Práctico – Praktikós
Evagrio el Solitario – evagríou monakhou
Tratado Práctico – Praktikós
Evagrio el Solitario – evagríou monakhou
1. Hermano
Anatolio, ya que desde la sagrada montaña recientemente me has pedido a mí, que
resido en Escete, que te explique el simbolismo de la vestimenta [1] de los
monjes egipcios -que no por casualidad ni sin razón es muy diferente a
la vestimenta que llevan otros hombres-, te haré saber todo lo que nosotros
hemos aprendido al recibirlo de los santos padres.
1. Gr. σχῆμα - skhēma | lat. habitus.
Anotaciones.
Anotaciones.
Según E.
Amélineau († 1887), este desconocido Anatolio
bien podría haber sido el personaje que se menciona con el mismo nombre en la Historia
Lausíaca: español y alto funcionario romano que renunció al mundo y se fue
a visitar a Abba Pambo, a quien le entregó una gran cantidad de piezas de oro.
A. Guillaumont
(† 2000) sostuvo que la sagrada montaña (agíon órous), probablemente haya sido el
Monte de los Olivos, en Jerusalén. En este lugar, Melania la Grande y Rufino de
Aquilea habían fundado c. 380 una comunidad monástica de la cual Anatolio habría
sido miembro. Si fuese así, entre Anatolio y Evagrio mediaba una ribera
mediterránea de casi 600 kms.; si no fuese el caso, todavía estamos ante una
realidad de incierto distanciamiento geográfico.
En uno u otro caso –y al margen de la posible procedencia hispana de Anatolio-, se trataba de una distancia que implicaba un contexto cultural muy diferente. Evagrio da a entender que Anatolio –quien sí provendría de un elevado status social y era neófito en cuanto a la espiritualidad del desierto- inicialmente consideró a la vestimenta egipcia como muy diferente (tosautēn parallagēn) a la de otros hombres. Y confirma tal contraste, pero no dice nada más al respecto; lo cual indicaría que no se trataba de una característica exótica ni extemporánea para los habitantes de la propia sociedad egipcia. ¿Cuál sería, entonces, esa marcada diferencia?
En uno u otro caso –y al margen de la posible procedencia hispana de Anatolio-, se trataba de una distancia que implicaba un contexto cultural muy diferente. Evagrio da a entender que Anatolio –quien sí provendría de un elevado status social y era neófito en cuanto a la espiritualidad del desierto- inicialmente consideró a la vestimenta egipcia como muy diferente (tosautēn parallagēn) a la de otros hombres. Y confirma tal contraste, pero no dice nada más al respecto; lo cual indicaría que no se trataba de una característica exótica ni extemporánea para los habitantes de la propia sociedad egipcia. ¿Cuál sería, entonces, esa marcada diferencia?
...
2. La capucha
[1] es el símbolo de la gracia de nuestro Salvador y Dios; ella protege lo primordial, y a quienes son niños en Cristo [2] los sostiene frente a los que buscan golpear
y lastimar con sus manos [3]. Por eso, los que la llevan sobre la cabeza dicen
con fuerza:
“Si el Señor
no construye la morada y custodia la ciudad, en vano se esfuerza el constructor
y se empeña el centinela” [4].
Mediante la
recitación de estas palabras surge la humildad y se arranca el orgullo, aquella
maldad que en el principio precipitó a Tierra al Eósforo que se eleva al
amanecer [5].
1. Gr. κουκούλλιον - koukoúllion | lat. cucullus.
2. Cf. 1 Cor. 3:1.
3. Cf. 2 Cor 12:7.
4. Sal. 126:1.
5. Gr. Eósforo
| lat. Luciferum. No se trata aquí de un trazo de cristianización, pues no
se hace referencia a la antigua deidad griega del amanecer; es solo la
traducción más precisa del nombre hebreo de este personaje: Hêlêl ben Šāḥar
| Heylel, hijo de Sachar | Lucero, hijo del Amanecer (Is. 14:12). Véase
también, 2 Cor. 11:14.
Anotaciones.
Nuevamente, si
la vestimenta hubiese sido suficientemente extraña a su entorno, Evagrio habría
hecho referencia directa a la burla, al ridículo y/o a la exclusión que aquella
propiciaba. Pero lo que sugiere aquí, es que muchos de aquellos primeros anacoretas
tuvieron que enfrentarse con un continuo trato violento por parte de los demás
debido a la manifiesta mansedumbre e inocencia de su conducta, debido a que
buscaban entregarse por completo a la voluntad de Dios.
Por otro lado,
notemos -solo de paso- que la violencia verbal es una estrategia básica entre
los demonios; es la maniobra primera por la que siempre buscan iniciar su
escalada de intimidación. Y digo “demonios”, dejando de lado los más actuales y
deslumbrantes apelativos psicológicos, porque la explícita mención de su líder
no es casual aquí, en el prólogo de una posterior demonología. Aquellos “que
golpean y lastiman” (rapízein aeí kai titrōskein) no fueron ni serán solo
paganos o seglares, también lo fueron y serán religiosos; y hasta monjes de los
más frugales.
Allí donde
haya un auténtico eremita jamás faltará un círculo de demonios.
...
3. La desnudez
de sus manos [1] manifiesta que su forma de vida está libre de hipocresía. La
terrible vanagloria, en efecto, puede cubrir y ensombrecer a las virtudes; pues
espera cazar lo mejor de entre los hombres [2] y expulsar así a la fe.
“¿Cómo es
posible que afirmen creer, cuando unos reciben la gloria de los otros y no
buscan la gloria que sólo viene de Dios?” [3].
Porque el bien
debe ser elegido por sí mismo y no por otra causa; si no, aquello que nos
impulsa a actuar parecerá ser mucho más valioso. Y sería totalmente absurdo
considerar y sostener que algo es mejor que Dios.
1. Gr. γεγυμνῶσθαι
τὰς χεῖρας - gegymneōsthai
tas keíras
| lat. manus nudas.
2. Cf. 1 Tes. 2:6.
3. Jn. 5:44.
Anotaciones.
Esta desnudez
de las manos del skhēma de Evagrio, apunta directamente a la lebitōna
de Abba Patermutio, que se verá más adelante.
Se nos
conceden, ahora, otros indicios sobre el tipo de personas que rodeaban a los
solitarios: hipócritas a causa de su búsqueda de vanagloria; seglares y
religiosos. No es difícil notar que los individuos con ambiciones egoístas se
lanzan siempre a una agitada carrera, en donde la duplicidad es un trato
imprescindible, a fin de ganar posiciones y obtener el reconocimiento de los
demás. Estas personas cuidan mucho su apariencia, gustan de los vestidos
refinados y son completamente avasalladoras a su paso; mucho más con aquellos
cuya presencia les recuerda el extremo contrario al que ellos aspiran: el
abajamiento. Aunque el abajamiento del eremita siempre esconde la
inconmensurable gloria de lo divino.
...
4. Además, el
escapulario [1], que en forma cruz envuelve los hombros, es símbolo de los que tienen
fe en Cristo, quien sostiene a los apacibles [2]; y a quienes lo visten, él les
remueve las dificultades en sus labores.
1. Gr. ἀνάλαβος - análabos | lat. analabus – scapulare.
2. Cf. Sal.
147:6.
Anotaciones.
Este esquivo análabos
era un conjunto de cintas cruzadas que se usaban para sujetar los pliegues de
la túnica y así facilitar las labores del eremita. Esto lo sabemos gracias a Casiano
(Inst. 5); y mucho después también san Benito señalará su utilidad: et scapularem propter opera | “y un
escapulario para el trabajo” (Regula, cap. LV, 4). Casiano vacila entre
definirlo como subcinctoria, redimicula o rebracciatoria;
es decir, como cintos, fajas o lazos con varios extremos.
Esta sentencia
guarda relación con los capítulos 2 y 3, ya que alude a un patrón de
interrelación social que será replicado y amplificado a lo largo de los siglos:
los apacibles (praeís) serán acosados
por los irascibles; los que siguen a Cristo siempre serán perseguidos por los
seguidores del Eósforo. Si no fuese así, ¿quién sería capaz de obtener disfrute
a partir de la agresión u obstrucción de la labor de quienes son simples, mansos
y no ambicionaban las posesiones ni la gloria de los demás?
...
5. El cinturón
[1], que sujeta los riñones, aleja toda impureza y proclama: “Es bueno para el hombre
abstenerse de mujer” [2].
1. Gr. ζώνη - zōnē | lat. zona - cingulum.
2. 1 Cor. 7:1.
Anotaciones.
Antiguamente,
los riñones eran considerados el lugar de asiento de las pasiones. Así lo
estimaron Filón, Orígenes, Basilio el Grande, Gregorio de Nacianzo y
Gregorio de Nisa.
En la cultura
monástica, además, siempre se han tenido como peligrosas las proyecciones que
de inmediato (en la imaginación) y prolongadamente (en el recuerdo) erigía el
inmaduro anacoreta a partir de la presencia física o virtual de la mujer. Es
por esto que con frecuencia se buscaba limitar la proximidad y el trato con el
sexo opuesto.
No sería
desacertado suponer que esta arraigada conducta haya resultado perturbadora
para muchos individuos de tendencias contrarias; ya fuesen éstos monógamos, de
libertina orientación sexual o con diversas inclinaciones latentes. En muchos
casos incluso habría sido fastidioso para las seductoras de vida indigna y
hasta para las ocasionales enamoradizas.
Todo esto, por
supuesto, también es válido desde el punto de vista de las solitarias.
...
6. Y usan el
manto de piel de oveja [1] porque siempre llevan en sus cuerpos, y por todas
partes, la muerte de Jesús [2]; pues controlan las irracionales emociones del
cuerpo y cercenan la maldad del alma por medio de su participación en el bien;
porque aman la pobreza y se apartan de la avaricia, que es madre de la
idolatría [3].
1. Gr. μηλωτὴν - mēlōtēn | lat. melotem – pellem ovinam.
2. 2 Cor.
4:10.
3. Cf. Col.
3:5; 1 Cor. 10:14 y Ef. 5:5.
Anotaciones.
Ya que en
aquellas áridas regiones las más bajas temperaturas nocturnas estaban próximas
a los 6°C en verano y a los 0°C en invierno, en el ropaje de los más simples
pastores nunca faltaría una cruda piel de oveja –o de cabra o de camello- con
que protegerse del frío. No les faltó, tampoco, a los humildes compañeros y
testigos de Cristo que se encontraban en las muchas regiones de Egipto (al
norte, principalmente en Nitria, Kellia y Escete); no les faltó mientras se
ejercitaban en el autocontrol de su conducta y pensamientos, siempre abrazando una
profunda rusticidad de vida. El mēlōtēn representaba esa pobreza
pastoril adecuada a los padres del desierto.
Orígenes († 254) sostuvo lo siguiente acerca de este símbolo de la mortificación:
Se nos concede también el pelo de cabra […] El pelo es una cosa muerta, sin sangre y sin alma. Aquel que lo acepta, muestra que su gusto por el pecado ha muerto, que el pecado no vive más ni reina en sus miembros. Se nos conceden incluso las pieles de carneros. Antes que nosotros, ya algunos han visto en el carnero un símbolo de la ira. Y la piel de estos animales muertos era también un símbolo: aquel que acepta pieles de carnero muestra en sí una ira ya muerta (In Ex. XIII).
Aunque no lo
revelase, Evagrio bien sabía que esta prenda hundía sus raíces en el austero
ajuar de los profetas: en el אַדֶּרֶת אֵלִיָּהוּ (‘addereth ‘Eliyah),
el sagrado manto de Elías (2 Reyes 2:8, 13-14); y en la τριχῶν καμήλου (trikhōn kamēlou), la piel de camello que
vestía Juan el Bautista (Mt. 3:4; Mc. 1:6).
Pienso que esta
es la principal característica del vestuario eremítico dentro de su propio contexto
social: la extrema simplicidad. Evagrio lo subraya al decir que los monjes
“aman la pobreza” (penían men agapontes). Como contraste, estos anacoretas
se verían rodeados o importunados regularmente por gente acaudalada, o por gente
con menos posesiones pero con un irrefrenable gusto por la ostentación y
decididamente ambiciosa; gente por sobre todo de espíritu pagano antes que
cristiano.
Lamentablemente,
tanto este símbolo como lo simbolizado pronto serán transmutados y descartados del
sistema monástico; el manto de piel de oveja llegará a desaparecer por completo
de entre los monjes. Aunque en la Plena Edad Media, el melotem –o algún derivado del mismo bajo este nombre- continuará subsistiendo
esporádicamente en Europa gracias a ciertos eremitas laicos y religiosos.
...
7. La vara [1]
es árbol de vida para quienes la poseen, un firme sostén para los que se apoyan
en ella como en el inamovible Señor [2].
1. Gr. ῥάβδος - rhábdos | lat. virga - baculus
2. Cf. Gén.
2:9; Prov. 3:18.
Anotaciones.
Si
consideramos la superficie del suelo desértico, la impetuosidad de vientos como
el khamsīn y el cuidado del rebaño, veremos
que entre los pastores tampoco faltaría una reseca vara que les sirviese de
apoyo. Y esta vara la llevarán también los rústicos anacoretas.
Al escribir
esta carta, Evagrio era consciente de que si Anatolio estaba mínimamente familiarizado
con las escrituras, no podría evitar la inmediata asociación de la vara eremítica
con el sagrado מַטֶּה (matteh) de Moisés (Éx.
4:2 y ss.); o con el מַשְׁעֵנָה (mishenah) de
Eliseo (2 Reyes 4:29).
Con
posterioridad, en muchas ocasiones este rhábdos se convertirá en
distintivo de autoridad y poder cenobítico: el báculo abacial; objeto de
codicia más que símbolo de pobreza. Aunque la presencia ignorada de la vara en manos
de algunos eremitas del medioevo logrará salvaguardar su sentido original; tal
como lo hará –de modo indirecto- en manos de innumerables y anónimos peregrinos,
que hicieron de ella una prenda específica de su ajuar.
Finalmente, entonces,
el conjunto de la indumentaria descrita se remonta al amanecer de los padres
del desierto. Cuando Evagrio -con 40 años de edad y recientemente convertido en
monje- se situó en Nitria alrededor del 385, el original atavío ascético tenía
ya unas cuantas décadas de uso. Su configuración final tuvo que concluirse en la
primera parte del dorado siglo de adentramiento al yermo (que comenzara c.
270). Al respecto, la Historia Monachorum X.9 (c. 394) tiene un texto
que le concede el genio creativo a Abba Patermutio:
Fue el primero en concebir la vestimenta del solitario [monadikón]: le ponía directamente la lebitōna [una especie de kolóbion, una túnica de lino sin mangas], le cubría su cabeza con una capucha y lo adentraba en la vida ascética. También le cubría los hombros con el mēlōtēn y le ceñía la cintura con un lienzo [léntion, muy probablemente de lino].
En estos siete
capítulos, Evagrio ha dejado traslucir la diferencia que distinguía aquella venerable
indumentaria del vestido de otros hombres: se trata de la simplicidad extrema
del aldeano copto, de la crudeza pastoril, de la pobreza; se trata de una
indumentaria que se inscribía de buen grado en la antigua línea frugal de los
profetas hebreos y que era adecuada a los austeros inicios de la aventura en el
desierto.
...
8. Este
resumen realizado es símbolo de la vestimenta. Es por eso que los padres siempre
han dicho:
La fe, ¡oh,
hijos!, se afirma con el temor a Dios; éste a su vez, lo hace mediante la
continencia [1]. Y a ésta lo fortalecen la tolerancia y la esperanza. De éstas
surge la impasibilidad [2], y ésta engendra a la caridad. Y la caridad es la
puerta al conocimiento del universo creado, el cual conduce al conocimiento de
lo divino [3] y a la beatitud suprema.
1. El gr. egkráteia
hace referencia general al autocontrol de la persona, en donde se incluye cualquier
tipo de moderación; la regulación de los impulsos sexuales es solo una de ellas.
En el Nuevo Testamento, esta palabra aparece solo en dos versículos: en 1 Cor.
7:9, en clara alusión al control sexual; y 1 Cor. 9:25, reflejando el control
general que los atletas debían tener sobre sus alimentos, el vino y las
prácticas sexuales como parte de su
entrenamiento.
2. Gr. apátheia
| lat. impassibilitas. Indica el estado de libertad de las emociones (páthos),
de insensibilidad o indiferencia a cuanto sucede alrededor en términos
mundanos, en la medida en que los acontecimientos y protagonistas no están
relacionados con lo divino.
3. El gr. theología
señala a la contemplación, relación o conocimiento de Dios; pero no en términos
discursivos sino siempre unitivos.
Anotaciones.
Si antes he
sugerido un entorno violento alrededor del solitario y sus hermanos, aquí se
confirma -de manera indirecta- que el eremita con frecuencia habrá de habitar
una cierta tensión espiritual, psíquica y/o física. Pues solo así le será
posible seguir de manera fiel y hasta sus últimas consecuencias la presente
genealogía ascético-mística. Si no, ¿cómo podría decirse autocontrolado quien
nunca atravesó por los oscuros valles del caos? ¿Quién se diría tolerante si
nada ni nadie lo agobiaba en su reposo o en su camino? ¿Y qué mérito habría en
la esperanza de quien casi todo lo tenía?
He aquí, por
otra parte, una división tripartita tomada de la psicología platónica, que es
común en la obra de Evagrio:
- El cuerpo (sōma) está relacionado con las virtudes
de la fe, el temor de Dios, la continencia, la tolerancia y la esperanza
puestas en práctica (pertenecen a la dimensión de la praktikē).
- El alma (psykhēs)
está relacionada con la obtención de la impasibilidad y la caridad que conceden
el acceso al conocimiento del universo creado (pertenecen a la fysikhē).
- El espíritu
o intelecto (noūs) se relaciona con
el conocimiento de Dios y la beatitud suprema (pertenecen a la theologikhē).
...
9. Y diré solo
esto sobre la sagrada vestimenta y sobre las enseñanzas de los ancianos.
Ahora te
describiré en detalle lo referente a la vida práctica y a la gnóstica [1]; pero
no sobre lo grandioso que hemos visto y escuchado, sino acerca de lo que
aprendimos y podemos decirles a los demás. Son cien los capítulos sobre la
práctica [2]; y la gnóstica la hemos resumido en cincuenta, además de otros
seiscientos.
Y esto lo
hemos velado y obscurecido, para no dar a los perros lo que es sagrado y no
arrojar las perlas a los cerdos [3]. Pero le será revelado a aquellos que sigan
las huellas.
1. Gr. bíon
tou te praktikou kaí gnōstikou | lat.
vita autem tum practica, tum gnostica; y aclara: quae actione
vel cogniscione constant - es decir, lo relativo a la actividad y al
conocimiento.
2. Gr. kephalaíois
| lat. capita. Estamos viendo que lo que se traduce como “capítulos” son
más bien sentencias o aforismos; se trata de un antiguo género literario.
3. Mt. 7:6.
Anotaciones.
Evagrio podría
haber escrito más sobre la vestimenta, pero no lo hizo. Por lo tanto, ya antes
del capítulo 8 se dedicó a ensombrecer algunos hechos para concederle a
Anatolio –y con él a toda la posteridad- tan solo un conocimiento básico,
evitando así faltar al consejo evangélico (lo que yo no estaría haciendo).
A través de su
exégesis del skhēma, este filósofo del desierto intenta revestir la real vulnerabilidad de
la pobreza eremítica con la impenetrable certeza de su riqueza espiritual;
busca reforzar, mediante la profunda simbología de la fe, la dignidad de ser el
último de los cristianos en un entorno social y solitario continuamente hostil.
Allí, en medio de una tensión inter e intrapsíquicamente duradera y ondulante,
el eremita ha de consolidar su atención fijándola únicamente en Cristo.
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