27.3.14


San Menas y Cristo - ícono copto del s. VI

Abba Pafnucio y los monjes del Alto Egipto.

El siguiente texto proviene de la traducción realizada por Tim Vivian en Histories of the Monks of Upper Egypt & the Life of Onnophrius (1993). Vivan basa su traducción en los textos coptos publicados por E.A. Wallis Budge entre 1914 y 1915, más específicamente en: Histories of the Monks of the Upper Egyptian Desert by Paphnutius, vol. V, pt. 1, pp. 432-495. A partir de ellos, y para suplir sus varias lagunas y mejorar la traducción, Vivian se vale no solo del manuscrito hallado en la British Library: Oriental 7029, sino también en fragmentos de la historia hallados en otros manuscritos de la misma biblioteca: Oriental 7558 (89, 93 y 159).

Los sucesos que a continuación se narran tuvieron lugar  a fines del s. IV en la zona del Alto Egipto, en el extremo sur de esta región, en los alrededores de Asuán y la Isla de Filae.
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Pafnucio visita a Pseleusio y a los hermanos [1]

1. / […][2] y el servicio [3] que te hemos confiado a ti. ¡Bienaventurados nosotros! Nuestra tierra se ha hecho digna de tus benditos pasos. El salmista David ha dicho con toda razón: ¡Cuán amables son tus moradas! [Sal. 83:1]; y también: Bienaventurados son a causa de sus padres. Es el Señor quien [habla], pues […] con gran [¿temor?] y alegría [4]. Y recuerdo lo que el Señor ha dicho en el evangelio: Cuando entren a una casa, digan primero: ‘Que la paz esté en esta casa’. Si allí hay hijos de la paz, que la paz de ustedes se pose sobre ella; si no, que la paz [regrese] a ustedes [Mt. 10:12-13]. Cuando vi que ellos eran hijos de la paz, dejé que mi paz se posara sobre ellos, según la palabra del maestro de todos nosotros: Cristo Jesús, nuestro Señor.

2. Luego, cuando llegó el momento celebramos la eucaristía [5]. Se preparó una mesa para nosotros y oramos. Y comimos [y bebimos…] / comimos con estos santos de Dios, tal como lo hizo el siervo de Abraham, quien alegremente fue [admitido] y todos sus deseos se vieron satisfechos [Gn. 24.33, 54]. Y [también] glorifiqué a Dios porque no dejó que […] a aquel que lo busca. Tal como está escrito: Aquel que […] a las personas, realiza la adoración a Dios [6]. Luego de encender las lámparas, completamos nuestra oración, rezando y hablando [sobre] la palabra de Dios y sobre las sagradas enseñanzas.

3. Luego pude hablar con el venerable anciano, Abba Pseleusio, sobre cierto maestro, un buen hermano con quien  <él> [7] había vivido: Abba Zebulón. Se trataba de un hombre de cuya compañía podías beneficiarte, y nosotros nos beneficiamos grandemente de él. Y el anciano me dijo: ‘Yo mismo he obtenido beneficios de él de esta manera: me he visto favorecido por su humildad y su silencio. Él se rehusaba a [resolver] mediante palabras cualquier tema, fuese cual fuese. Sin importar si la persona que hablaba con él carecía de importancia o si era alguien grandioso, él siempre respondía: [No lo] sé’.

La historia de Abba Pseleusio.

4. Y le dije: ‘¿Cómo [es que puedes hablar] de esta manera [y] / actuar de esta forma?’. Y el anciano [me] respondió: Escúchame y te lo diré [a ti]. Cuando era joven, Pseleusio tomó una esposa y logró progresar mucho en todos sus trabajos. Era alguien célibe desde su infancia y rehuía a todo intercambio con las mujeres, pues tenía temor de lo que está escrito: Quien mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón [Mt. 5:28; Stg. 1:15]. Él se encontraba caminando con toda humildad y tuvo la siguiente visión. Mientras pensaba, vio a un glorioso hombre parado delante de él que le dijo: ‘Nadie puede servir a dos señores, pues amará a uno y odiará al otro [Mt. 6:24; Lc. 16:13]. Y esta es exactamente tu situación, Pseleusio, hermano mío. Pones empeño en las buenas obras, tal como lo ha escrito el apóstol: Aquel que es un soldado no se enreda en [asuntos civiles, pues su objetivo es satisfacer] / a aquel que lo ha alistado.  Y todavía más, si uno compite como atleta, no recibe la corona a menos que compita según las reglas [2 Tim. 2:4-5]. Tú serás victorioso tanto en la derecha como en la izquierda’. Y súbitamente aquel que estaba hablando con él desapareció y no lo vio más.

5. Cerca de él vivía un anciano conocedor de las escrituras. Pseleusio con frecuencia acudía a él y aprendía sobre los pasajes de la escritura leídos en la iglesia (era alguien que amaba mucho a los pobres). Más aun, con frecuencia Pseleusio le revelaba sus pensamientos y aquel satisfacía su corazón con las sagradas escrituras. Cuando amaneció, fue hacia el anciano y le contó la visión que había tenido, y le preguntó sobre lo que podía significar. El anciano le dijo: ‘Abandona todo lo que tienes, toma tu cruz, sigue a tu Señor y deja que los muertos entierren a sus muertos […] [Cf. Mt. 8:22] / vano. ¿Acaso no has escuchado lo que el Señor dice en los evangelios?: Todo aquel que pone sus manos en el arado y luego se vuelve no alcanza el reino de los cielos [Cf. Lc. 9:62]. Ahora bien, esta frase: se vuelve, significa la atención a este mundo frívolo y a sus preocupaciones terrenales, algo que no reconocemos [8]. Ahora, mi querido hermano, debido a que tu conocimiento y tu visita me son de beneficio, no quisiera que te vayas y me dejes. Sin embargo, quisiera que acudas al llamado al que has sido llamado. Levántate y ve hacia los hermanos, ellos te revestirán con el hábito del monje y te dirán lo que es apropiado que realices’.

Pseleusio se encuentra con Juan.

6. Y fue así como Pseleusio partió, según le había dicho el anciano. Se fue hacia los hermanos, a un lugar llamado [… y se encontró con un monje cuyo] nombre [era Juan…] / y muy educado. Su rostro era bastante pálido [9] y todo su cuerpo lo era aún más debido a su ascetismo. Tal como está escrito: Las alas de una paloma palidecen como plata, y el contorno de su cuello es verdoso como el oro [Sal. 68:13]. Y él habla de esta manera porque cuando el anciano levantaba sus brazos, éstos eran como las alas de una paloma, según lo describe la escritura. El anciano se asemejaba al brillo de la plata debido a la pureza de sus oraciones; y al pálido verde del oro debido a su palidez por el ascetismo. Tal como está escrito: Bienaventurados los puros de corazón, porque son ellos quienes verán a Dios [Mt. 5:8]. Era alguien que se esforzaba en el sufrimiento. Con frecuencia pasaba la noche en vigilia y solía comer plantas silvestres como Juan el Bautista, de quien se dice: [Su alimento eran langostas] y miel silvestre […] [Mt. 3:4] / a causa de la pureza de su corazón y de la pureza de su cuerpo.

Pseleusio cuenta la historia de Juan.

7. El venerable Abba Pseleusio dijo que Juan con frecuencia percibía numerosas revelaciones y que toda palabra que profiriese se hacía realidad. Tenía visiones como Daniel, el vidente. Abba Pseleusio también dijo: Entonces, cuando llegué a él, a Juan -de quien he hablado y de quien digo estas cosas-, me recibió con gran hospitalidad. No vi nada en su morada, excepto tres porciones de pan. Y estaban ahí solo para los extraños que pasaran por allí, aunque no se diría que: ‘El anciano no come pan’.

8. Luego de haber estado con él por un momento, le supliqué que me revistiera con el hábito monástico [… y me enseñe] / las reglas monásticas. Y me dijo: ‘Mi hermano Pseleusio, está escrito: Tus palabras, Señor, son más dulces a mi paladar que la miel sobre mi boca [Sal. 119:103]. Puesto que me has preguntado sobre las enseñanzas, hijo mío, muestra propiedad ante los forasteros y sé condimentado con la sal; tal como el Señor les dice a sus apóstoles en el evangelio: Ustedes son la sal de la tierra [Mt. 5:13]. Sé amable y sincero en tu corazón, como dice nuestro Señor: Miren que los envío como ovejas en medio de lobos. Por eso, sean sabios como serpientes e inofensivos como palomas [Mt. 10:16]. Les dice como ovejas, pues debido a la falta de cuidado de éstas, él no confiaba lo suficiente en las ovejas para hacerlas caminar en […] sus corazones, debido a las seducciones de los demonios […] / destrucción, ni a entregarnos a la comida, la bebida y el placer, pues nuestro adversario, el demonio, camina poniendo trampas a las personas, rugiendo como un león y buscando devorar nuestras almas’ [Cf. 1 P. 5:8].

9. Mientras estuve algunos días con él, me [dijo] estas palabras y otras similares. Le supliqué que me llevase a un lugar para mí, y me trajo hasta aquí. Y se quedó conmigo [10] algunos días, hasta haberme enseñado a valerme por mí mismo en el desierto, dándome algunos preceptos e instrucciones para resistir los pensamientos de los demonios y para poder sostener el duro combate contra ellos.

10. Me dejó solo y estuve así hasta que vino mi hermano Zebulón. Entonces él me dijo: ‘Te suplico, padre mío, Pseleusio, ya que existe […]’ / El anciano [Juan] respondió y me dijo: ‘Puesto que lo has pedido te lo diré y no me guardaré nada ante ti. Más aún, el Espíritu Santo te revelará las cosas que te están ocultas estando frente a mí’. Y le dije: ‘Por favor, padre mío, no pases por alto a tu siervo’. Y me respondió diciéndome: ‘Puesto que lo has pedido, te lo diré’.

La historia de cómo Juan se encontró con dos eremitas.

11. Abba Juan dijo: Cierta vez me adentré bastante en el desierto. Después de viajar durante casi dos días, encontré unas pocas palmeras y dátiles en un pequeño valle; había una fuente de agua y algunas plantas que la rodeaban. Me senté junto a la fuente para descansar un poco, agotado por mi travesía, y me dije: ‘Me pregunto si habrá algún hermano por aquí’. Y mientras estaba pensando esto, levanté la vista y vi [dos] hombres [… yo] [los llamé…] / palmeras, y me trajeron un poco de agua para beber. Quise quedarme con ellos allí, pero recordé a mi hermano Zebulón. No podía permanecer sin él, como lo dice el apóstol: Aun cuando se me abrió una gran puerta [por el Señor], mi espíritu no podía descansar estando <sin> mi hermano Tito. [2 Cor. 2:12-13] Y también se dice: Fui yo quien plantó, fue Apolo quien regó y fue Dios quien concedió el crecimiento [1 Cor. 3:6].  Y les dije: ‘¿Cómo es que han llegado a este lugar y qué es lo que encuentran para comer? ¿Cuáles son sus nombres y de dónde provienen? ¿Cómo hacen para participar de la eucaristía mientras están aquí?’.

La historia de los dos eremitas.

12. Y ellos dijeron: Somos ciudadanos de Asuán, en donde estuvimos viviendo desde que nacimos. Es más, ya entonces éramos amigos: íbamos juntos a la iglesia a la mañana y al atardecer, y escuchábamos la lectura de las sagradas escrituras; y la lectura del evangelio que dice: Quien ama a su padre o a su madre más que a mí / no es digno de mí [Mt. 10:37]. Y también: El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí [Mt. 10:38].

13. Cuando escuchamos esas palabras de vida de labios de nuestro Señor y salvador, Jesucristo, quien ama a la humanidad; y cuando escuchamos otras palabras similares a esas [11], como: Quien ama [su] vida la perderá; y quien [pierda] su vida por mí la encontrará [Cf. Jn. 12:25; Mt. 10:39] Y también:  Si una persona gana el mundo pero pierde su vida, [¿de qué le serviría?]; ¿qué daría una persona a cambio de su vida? [Mt. 16:26]; en ese entonces nuestros corazones se correspondieron, pues la palabra de Dios nos resultaba más dulce que la miel en su panal. Y entonces acordamos abandonar algún día la ciudad. Y esperamos algunos días, mientras pensábamos: ‘Quizás los demonios están tentándonos’. Pero al darnos cuenta de la buena intención que nos animaba a no relegar nuestro plan, distribuimos nuestras abundantes pertenencias entre los necesitados y adquirimos una pequeña balsa. Y llegamos a una comunidad monástica [12], a un lugar llamado ‘el ángulo’.

14. En ese lugar fuimos capaces de vivir junto a los venerables hermanos debido a que, por la gracia de Dios, era un tiempo de gran plenitud. Conocimos a un anciano de nombre Zaqueo, quien había envejecido viviendo como anacoreta. Era un gran asceta. Y había otros dos hermanos que vivían cerca de él, que eran sus discípulos. El nombre de uno de ellos era Serapamón, y el nombre del otro era Mateo. Los dos eran muy avanzados como atletas espirituales, agradecían a Dios y obedecían al anciano, Abba Zaqueo, en todo lo que les decía.

Las prácticas acéticas de Serapamón y Mateo.

15. [Ahora bien], Serapamón atendía una práctica de caridad que consistía en lo siguiente: toda vez que una persona venía a comprarle alguna artesanía, él primero reunía a los hermanos y les decía: ‘Aquel que tenga alguna artesanía lista, tráigamela [y yo le] pagaré lo que cueste’. Entonces él […] la artesanía y con mucho afán […] la artesanía […] / se acercaba a él, y él lo sabía, pues se la quitaba a la fuerza y le daba la suya. Es más, le gustaba más perder que ganar, y la vergüenza más que el honor. Y mantuvo esta práctica de caridad hasta el día de su perfección.

16. Y también Mateo atendía esta práctica ascética [13]. Nunca se le pudo persuadir de decir algo sobre la escritura. Si alguien le preguntaba respecto a alguna lección sobre la misma, él le respondía de esta manera: ‘Perdóname, pero no lo entiendo’; lo decía aún cuando era muy versado y había sido instruido en los textos de las sagradas escrituras [14]. Y de esa manera se fue a su descanso, el décimo quinto día de paope [15].

Las prácticas ascéticas de Abba Zaqueo.

17. Y respecto al anciano de quien ya hemos hablado, esto es, de Abba Zaqueo, fue él quien nos enseñó cómo vivir en el [desierto] y fue él quien nos revistió con [el] hábito monástico. El anciano también nos habló de las virtudes [16] [de] los santos del desierto, quienes celosamente buscaban no ver a nadie. Fue él quien [nos dio las reglas] para llevar una estricta práctica ascética […] y nos dio un mandato, diciendo: ‘¡Cuiden sus almas!’ […] / Él era muy adelantado en una muy estricta forma de vida [17] a pesar de su avanzada edad. Toda su vida había sido célibe, rehuía a todo intercambio con las mujeres y a toda conversación.

Abba Zaqueo interpreta las sagradas escrituras.

18. Abba Zaqueo gustaba más de las lágrimas que de las risas, y no paraba de llorar durante el día o en la noche. Por eso le dijimos: ‘Padre mío, ¿por qué lloras de esta manera?’

19. Él entonces dijo: ‘Es bueno que uno realice todos sus actos de renuncia, y que no deje de realizarlos durante el día o en la noche, mientras llora por sus pecados. Tal como está escrito: Bienaventurados los que se lamentan, porque ellos serán consolados [Mt. 5:4]. Si aceptas este pasaje con el corazón hallarás alivio para tus sufrimientos. Pues es correcto que todas las personas mantengan delante de sí estas tres / cosas;  es decir, su separación del cuerpo, atentos a nuestra sentencia en el grandioso y temible día del juicio. Porque de seguro han escuchado del admirable Moisés, sobre cómo mantuvo sus dos brazos levantados y pudo superar a Amalek; y sobre cómo, cuando los bajó, dejó que Amalek derrotara a / [los israelitas] y los dominara. Pues las sagradas escrituras dicen que Aarón levantaba el brazo derecho de Moisés, y que Hur lo hacía con la izquierda [Éx. 17:11-13]. Y de esa manera, por su acto coordinado y conjunto, elevando los brazos de Moisés, Amalek fue derrotado. Las sagradas escrituras dicen también: Y Aarón levantó sus brazos hasta el atardecer [Éx. 17:12];  es decir, se mantuvo así durante todo el día.

20. De igual manera sucede con la humanidad. Toda persona que eleve sus brazos bajo la forma de la cruz de Cristo derrota a todos sus enemigos; tal como lo hizo Moisés, quien derrotó a Amalek levantando sus brazos. En cuanto a Aarón, la escritura lo asemeja al lugar descanso que está en el cielo, al regocijo que se halla en la Jerusalén celestial y al trono y los atuendos que serán entregados a los santos. Tal como está escrito: Me has quitado el sayal y me has revestido de alegría [Sal. 30:11]. Y también: <Él> será digno de ser compañero de los primogénitos, cuyos nombres están escritos en el cielo y en el  / paraíso del este. Ni el ojo ha visto ni el oído ha escuchado, ni tampoco ha alcanzado al corazón del hombre, lo que Dios ha preparado para aquellos que lo aman [Cf. Hb. 12:22-23; I Cor. 2:9; Is. 64:4].

21. A Hur, por otro lado, la escritura lo asemeja a los juicios, al gusano que nunca duerme y al torrente de lágrimas, al rechinar de dientes y a las tinieblas del exterior, al abismo insondable y al río de fuego que fluye temiblemente [Cf. Mt. 8:12; Mc. 9:48]. Por eso, cuando uno recuerda estas cosas en su corazón toda vez que se dedica a rezar, su petición avanza hacia el trono de Dios; y todo lo que le pide a Dios le será concedido. Tal como está escrito: La petición [de] la persona justa tiene un gran poder y efecto [Stg. 5:16] y logra derrotar al furtivo Amalek y a su poder.

22. Y lo segundo por lo que uno reza es por el gozo y por el llanto. Por el gozo, debido al llanto que acompaña al recuerdo del lugar de descanso en el cielo; por el llanto, debido al recuerdo de los castigos en el infierno [copto: Amente] / [Hermanos míos, hijos míos,] es bueno que [todas] las personas pongan delante de sí el recuerdo de estas dos cosas: del gozo y del sufrimiento. De esta manera, luego que hayamos sufrido un poco en esta vida, podremos descansar’.

Abba Zaqueo instruye a los dos eremitas.

23. Y luego de haber escuchado estas cosas del venerable anciano, Abba Zaqueo, nos llenamos [de] alegría y le dijimos: ‘Muéstranos tu misericordia y llévanos a vivir en donde tú sabes que seremos salvados’. Y de esa manera nos dio pan y dos libros. Y viajó con <nosotros> [18] hasta traernos a este lugar. Él permaneció con nosotros unos días hasta que aprendimos cómo vivir en el desierto. Nos dio órdenes y reglas estrictas sobre las vigilias nocturnas y sobre un responsable acto en el comer y el beber. Nos enseñó sobre la manera en que los demonios tientan a las personas bajo diversos disfraces. Tal como está escrito por el apóstol: Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre sino contra los principados, contra los poderes, contra / los espíritus del mal debajo de los cielos [Ef. 6:12], pues en la noche los demonios luchan desnudos entre sí. Y nos dio unas reglas respecto a ciertos hermanos; si se acercaban a nosotros tendríamos que pelear contra ellos. 

La muerte de Abba Zaqueo.

24. Y de esa manera nos dejó, y se fue a su descanso el décimo primer día de thoth [19]. Y hemos permanecido aquí desde entonces, venerable padre. Nuestro alimento han sido los dátiles de estas palmeras, y vamos al monasterio [29] para participar de la eucaristía con los hermanos en sabbath y en el día del Señor. Y ya te hemos contado sobre nuestro retiro del mundo. De tu parte, haznos el favor de rezar por nosotros, venerable padre nuestro.

La muerte de los dos eremitas: Aniano y Pablo.

25. Luego los dejé y me fui a vivir en mi propia morada. El nombre de uno de ellos era Aniano, y el nombre del otro era Pablo. A los pocos días escuchamos de un hermano que los visitaba con frecuencia. Y cuando le preguntamos sobre ellos, nos dijo que ambos se habían ido a su descanso. Aniano en el vigésimo día de paope, y Pablo en el tercero [21]. Cuando nuestro hermano Banufiel supo de esto, fue a buscar sus cuerpos y los enterró en un lugar próximo a él.

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1. La división de los párrafos y los títulos de las secciones son obra de Tim Vivian, aunque en parte los he modificado ligeramente.  Y he agregado, además, algunas aclaraciones a sus notas a pie de página.
2. La primera o dos primeras páginas se han perdido.
3. Del griego: diakonía: servir, ministrar, atender un deber.
4. El texto copto de esta oración es muy incierto.
5. Del griego: synaxis: reunirse, juntarse, conformar una asamblea. En el contexto copto la palabra hace referencia, principalmente, al oficio divino realizado por una comunidad de monjes; al igual que a la regla de oración individual seguida por los solitarios.
6. Esta parte es incierta, al igual que la escritura que cita.
7. Original: .
8. La cita de Lucas dice “mira hacia atrás”, pero el texto copto indica “se vuelve/ regresa”.
9. Literalmente: verde; nótese el contexto.
10. El original dice: con nosotros.
11. El original dice: ésta - él.
12. En el original: oros, montaña, colina; pues las comunidades monásticas solían erigirse al pie de las montañas.
13. Del griego: politeia, ciudadanía, deberes y derechos de un ciudadano. Aquí refiere a la forma de vida religiosa, a la práctica ascética.
14. Hay un juego de palabras en copto: versado se dice sah; y textos es shai.
15. Según el calendario copto, se corresponde con el 22 de junio.
16. Del griego: areté, virtudes, talentos, excelencia.
17. Del griego: politeia.
18. Original: ellos.
19. Se corresponde al 21 de septiembre.
20. Del griego: oro, montaña.
21. Se corresponde con el 13 de octubre.
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14.3.14


Paradise Lost (2011) - Simon Bisley.

Satanás, el pecado y la sociología.

La clara comprensión del pecado ha sido reemplazada por una cultura terapéutica y por el “hombre psicológico”.

por Anne Hendershoftt, Ph.D.

26 de enero del 2014

Durante su primera homilía, dada el 14 de marzo del año pasado, el Papa Francisco advirtió a los fieles que “aquel que no reza al Señor, le reza al diablo”. E insistió diciendo que: “Cuando no profesamos a Jesucristo, profesamos la mundanalidad del mal, una mundanalidad demoníaca”. Desde aquel día, con frecuencia ha estado hablando de alguien a quien ha llamado “el príncipe de este mundo” y el “padre de la mentira”. Además, en su libro Sobre el cielo y la tierra (2013), el entonces cardenal Jorge María Bergoglio dedicó todo un capítulo a hablar: Sobre el Demonio, advirtiendo que los frutos de Satanás son “la destrucción, el odio y la calumnia”.

Para muchos católicos, en especial para los de la era posterior al Vaticano II, el hablar en voz alta sobre el mal, el pecado y Satanás es algo que quizás nunca hayan experimentado; ni siquiera dentro de la Iglesia. Puede que algunos tengan que recurrir a internet –o al diccionario- para poder hallar una definición de calumnia. Pareciera que, luego de una prolongada brecha temporal, el mal y el pecado están siendo “redescubiertos” por algunas personas.

Hace ya más de sesenta años, T.S. Eliot escribió sobre el sentido de alienación que tiene lugar cuando los reguladores sociales comienzan a dividirse y la autoridad de control moral de la sociedad deja de ser efectiva. Eliot pudo notar que el “sentido del pecado” estaba comenzando a desaparecer. En su obra: The Cocktail Party, una joven y atribulada protagonista visita a su psiquiatra y le confiesa que se siente “pecadora” a causa de su relación con un hombre casado. Pero no se siente afligida por lo ilícito de la relación sino más bien por una extraña sensación de pecado. Elliot escribe que el “tener esa sensación de pecado le parece anormal” a la mujer; nunca antes había notado que su conducta podría ser vista bajo ese término. Ella creía que se había convertido en “malvada”.

Mientras escribía en la década de los 50, Eliot sabía que el lenguaje del pecado estaba decayendo; aunque la mayoría de nosotros pensaría que en ese entonces el concepto de pecado todavía era fuerte. Sin embargo, al mirar hacia atrás, se nota que para muchos el concepto de pecado estaba comenzando a ser reemplazado por una emergente cultura terapéutica. Y dentro de esa creciente cultura de “liberación”, las personas ya no se veían a sí mismas como pecadoras cuando bebían demasiado, cuando consumían drogas o cuando se entregaban a conductas violentas o abusivas. Antes bien, tales acciones se veían cada vez más como indicadores de que tales individuos estaban siendo víctimas de una enfermedad sobre la que tenían poco o ningún control.

Siendo promocionada por la comunidad psicológica y popularizada por profesionales como Carl Rogers, la mentalidad terapéutica comenzó a filtrarse en la Iglesia a medida que los psicólogos empezaron a asesorar a las diócesis católicas para que se dedicasen a implantar la cultura terapéutica dentro de la Iglesia misma. Es así que se instruyó a los seminaristas para que no hiciesen juicios sobre los demás y, en vez de eso, utilizasen un lenguaje que versase sobre la enfermedad y sobre la terapia. El suicidio ya no era un pecado que privaba a la víctima de un sepelio cristiano sino la simple evidencia de una enfermedad. El abuso del alcohol y de las drogas ya no eran imperfecciones en el carácter o el resultado de las propias elecciones, sino la simple evidencia de una reserva de genes defectuosos que “forzaban” a la víctima hacia la enfermedad del abuso de sustancias.

Y los sociólogos -quienes comprenden mucho mejor que la mayoría la manera en que las conductas desviadas son definidas y redefinidas- comenzaron a prestar atención a este cambio cultural. El sociólogo Philip Rief, experto en el pensamiento de Freud, en su ahora clásico libro: The Triumph of the Therapeutic, ya había advertido que el “hombre psicológico” estaba comenzando a reemplazar al “hombre cristiano” como una tipología dominante en nuestra sociedad. A diferencia de la cristiandad tradicional, que efectúa exigencia morales sobre sus creyentes, el mundo secular del “hombre psicológico rechaza tanto la idea de pecado como la necesidad de salvación”. Fue así que el hablar acerca de una “sensación de pecado”, de una “ocasión de pecado” o del pecado en sí, ya no estaba permitido.

Quizás esta es la razón por la que resulta extraño experimentar este reavivamiento del lenguaje del pecado cuando el Papa Francisco habla, en verdad, de pecados “reales” y no solo de los metafóricos. Al hablar sobre pecados específicos (como la calumnia) que aprendimos hace mucho pero habíamos olvidado, el Papa ha dado inicio al proceso de separación -y aun de mucho más- de la cultura terapéutica y de la Iglesia. Y al recordarnos el tema del pecado, nos recuerda también que existe el mal, el verdadero mal, en este mundo y en nuestras vidas; y el mismo existe junto a una entidad real llamada Satanás, quien es su verdadera fuente.

De hecho, las referencias del Papa Francisco a la figura de Satanás son muy notables; y más aún considerando que pocas figuras públicas se animan a hablar abiertamente de este ser. Pues dondequiera que alguno se atreva a hablar abiertamente sobre Satanás, las personas “ilustradas” se escandalizan. El juez de la Corte Suprema de Justicia, Antonin Scalia, pudo notar eso el pasado mes de octubre, cuando fue entrevistado por una escéptica periodista del New York Magazine. El juez Scalia respondió a una pregunta sobre su herencia de forma tan imprevista que sorprendió a la entrevistadora. Además de sostener que “nunca he sido custodio de mi legado”, dijo que: “Cuando esté muerto y me haya ido, seré maravillosamente feliz o terriblemente infeliz”.

La reportera del New York Magazine resultó incrédula y le preguntó: “¿Usted cree en el cielo y el infierno?”. Y Scalia respondió: “Por supuesto que sí”; la reportera, por su parte, dijo no creer en aquello.

Pero el juez Scalia sorprendió aun más a la reportera al inclinarse y decirle en voz baja: “Incluso creo en el demonio… Sí, él es una persona real. ¡Hey, vamos!, esta la doctrina católica estándar. Todo católico cree en esto”. Pero ella difícilmente podía creer en todo aquello y respondió: “¿Todo católico cree en esto? Allá afuera hay una amplia variedad de católicos”.

Lamentablemente, lo que dijo es verdad. Pues existe una gran cantidad de católicos a los que nunca se les ha enseñado que el demonio es “real”. Simplemente les resulta inconcebible. Pero el pasado mes de octubre, cuando el Papa Francisco realizó una misa en la capilla de la Casa de Santa Marta y les señaló a los fieles: “Siempre tenemos que estar en guardia frente a la mentira, frente a la seducción del mal”, se refirió al verdadero mal que es presentado por un verdadero demonio. Para el Papa Francisco “hay una batalla; y una batalla en donde la salvación está en juego, la eterna salvación”. Y dijo también que: “La presencia del demonio está ya en la primera página de la Biblia; y la Biblia también finaliza con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio”.

Son muchos los católicos que parecieran haber olvidado todo esto, y tenemos que estar agradecidos al Papa Francisco por habérnoslo recordado. Aunque puede que algunos de nosotros ni siquiera sepan lo que hay en la primera página de la Biblia debido a que no la han leído. Pero muchos de nuestros hermanas y hermanos nunca lo han olvidado. Tal como Russell Moore, presidente de la Ethics and Religion Liberty Commission de la Southern Baptist Covention, recientemente escribió en las primeras páginas de First Things: “Los evangelistas son personas que se ven impulsadas por un relato […] La centralidad del evangelio exige cierta forma de compromiso público. El evangelio, después de todo, es el anuncio de la redención de los pecadores por parte de Dios, realizada a través de la vida, muerte, resurrección y eterno reinado de Jesucristo”.  

Los católicos necesitan volver a aprender este lenguaje. Y el Papa Francisco, continuando con la obra de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, nos enseña a regresar a la Biblia y a ver, tal como nos lo recuerda Russell, que “el universo está configurado alrededor del evangelio de Jesucristo, y el hecho de perder nuestro vivo sentido de un telos último nos conduce a una teleología insostenible”. Probablemente todos nosotros necesitemos recordar que Satanás es una persona real.

Los escritores religiosos con frecuencia se han referido a Satanás como un “genio del mal” debido a su habilidad para ocultarse y para tentarnos de formas sutiles. C.S. Lewis nos ofrece una convincente descripción de la manera en que el “padre de toda mentira” astutamente intenta convencernos de alejarnos de Dios. En sus satíricas Screwtapes Letters [Las cartas de Screwtape], Lewis crea un demonio mayor llamado Screwtape que se dedica a instruir a Wormwood, su joven protégé, acerca de la mejor manera de capturar al alma y así conducirla al infierno. Cuando Wormwood busca tentar a su objetivo para que haga alguna maldad grandiosa en pro de un gran beneficio, Screwtape le aconseja al joven demonio -a quien estaba entrenando- que no es necesario tratar que el objetivo cometa “grandes pecados”. Más bien, como lo dice en la Carta XII, “el camino más seguro al infierno es aquel que es gradual, es la delicada pendiente, es el suavizado camino en donde no hay cambios súbitos y el que no tiene hitos ni señales”.

El Papa Francisco está advirtiéndonos acerca de aquellas delicadas pendientes sin ninguna señal. Nos previene acerca de las “pequeñas” tentaciones: del logro codicioso, del olvido del pobre, de los peligros de la murmuración y del orgullo. Aunque han sido pocos meses, en muchas ocasiones Francisco se ha dedicado a hablar acerca de las tentaciones de Satanás y acerca de la realidad del mal. Pero eso no es suficiente. Los católicos necesitan comenzar a creer que el mal es real y que está activo. En su Carta VII, Screwtape le dice a su joven protégé que lo más efectivo que podría hacer para llevar a las almas al infierno es hacerles creer que Satanás no existe: “El hecho que los ‘demonios’ sean principalmente figuras cómicas en la imaginación moderna te será de mucha ayuda. Si en la mente del individuo empezase a surgir alguna leve sospecha de tu existencia, sugeríle la imagen de algo en pantimedias rojas; y persuadílo para que vea que si no puede creer en aquello, tampoco puede creer en vos”.   

El Papa Francisco se ha rehusado a que esta mentira continúe; y ésta es la razón por la que él es muy importante para nuestra Iglesia.

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Anne Hendershott es catedrática de Sociología en la Franciscan University of Steubenville, Ohio. Es autora de The Politics of Deviance (2004), una obra que obtuvo buena recepción y comentarios en la academia. Es también coautora de Renewal: How a New Generation of Priests and Bishops are Revitalizing the Catholic Church (de próxima aparición, Encounter Books).
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