Aunque trágico e impactante, este hermoso poema destila un intenso espíritu
estoico y natural que puede servir de inspiración para muchos cristianos, en especial para los solitarios. Pues el estoicismo guarda varios puntos de contacto con las enseñanzas neotestamentarias; ha influenciado, además, el pensamiento de algunos Padres de la Iglesia, como Tertuliano, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, Casiano e Hilario. Por
lo tanto, bien entendido y asimilado es, según Paul Tillich, “la única
alternativa real para la cristiandad del mundo occidental” (1952, p. 9).
...
La muerte del lobo.
Alfred de Vigny († 1863)
I
Las oscuras nubes cruzaban la enardecida luna,
Las oscuras nubes cruzaban la enardecida luna,
tal como
el humo huye en un incendio,
y los
bosques se ennegrecían hasta el horizonte.
Marchamos
sin hablar sobre el húmedo pasto,
por entre
los espesos matorrales y los altos brezos.
De
pronto, bajo abetos parecidos a los de Landas,
vimos
las grandes marcas de sus garras,
la de
aquellos errantes lobos que estábamos persiguiendo.
Los
escuchamos, reteniendo nuestro aliento
y
deteniendo nuestros pasos. Ni los bosques ni llanuras
lanzaban
suspiros en el aire, sólo
la
veleta matinal gemía al cielo;
y el
viento, muy elevado por encima de la tierra,
no
rozaba con sus pies sino las torres solitarias.
Y los
robles, apoyados en rocas reclinadas,
parecían
dormitar y reposar sobre sus codos.
No hubo
susurro alguno, hasta que bajó la cabeza
el más
viejo de nuestros cazadores abocados al rastreo;
inclinándose
se fijó en la arena y de inmediato,
él, que
nunca se había equivocado,
dijo en
voz baja que las recientes marcas
anunciaban
el paso y las poderosas garras
de dos
grandes lobos cervarios y de sus dos lobeznos.
Entonces
preparamos nuestros puñales,
ocultando
nuestros rifles y su resplandeciente brillo.
Avanzamos
paso a paso, apartando la espesura.
Tres [de
los nuestros] se detuvieron, y yo, buscando lo que veían,
percibí
de pronto dos ojos fulgurantes,
y más
allá a cuatro formas delicadas
que danzaban
bajo la luna en medio de los matorrales,
tal
como lo hacen cada día -con mucho ruido y ante nuestra vista-
los
alegres galgos al regreso de su amo.
Y su
ritmo era similar, como similar era su danza,
pero
los lobeznos jugaban en silencio,
pues
bien sabían que a pocos pasos -tan solo dormitando
bajo
muros- reposaba el hombre, su enemigo.
El
padre estaba de pie, y más allá, contra un árbol,
descansaba
su loba, como aquella de mármol
adorada
por los romanos, cuyo velludo cuerpo
abrigó
a los semidioses Rómulo y Remo.
El lobo
se acercó y agazapó con sus patas preparadas,
con sus
agudas garras clavándose en la tierra.
Se
sabía perdido, pues había sido sorprendido;
su
retirada estaba clausurada y todos los caminos ya tomados.
Entonces,
en su ardiente hocico
apresó
la jadeante garganta del perro más temerario
sin
relajar sus colmillos de hierro,
a pesar
de nuestros disparos que atravesaron su carne
y de
nuestros agudos puñales que, como tenazas,
lo
atravesaron penetrando sus amplias entrañas.
Hasta
el final mantuvo aprisionada la garganta del perro
que,
muerto hacía rato, yacía desplomado a sus pies.
Luego
el lobo lo soltó y dirigió su mirada sobre nosotros.
Tenía
en su cuerpo los cuchillos clavados hasta la empuñadura
y lo
estacaban en el pasto inundado con su sangre;
nuestros rifles lo rodearon en una siniestra
media luna.
Nos
miró de nuevo y luego se desplomó
con la
sangre fluyendo de su boca,
y sin
importarle saber cómo moría,
cerró
sus grandes ojos y se fue sin un lamento.
II
Reposé
mi frente sobre mi rifle ya sin pólvora
y me
puse a pensar, sin poder decidirme
a perseguir
a la loba y sus hijos, a aquellos tres
que quisieron
esperarlo; y creo que
de no
ser por sus dos lobeznos, la oscura y sombría viuda
no le
hubiese permitido sufrir solo la gran prueba.
Pero su
deber era salvarlos, a fin de
enseñarles
a bien padecer el hambre,
a jamás
hacer un pacto con las aldeas,
tal como
lo hicieran el hombre y los animales serviles,
los
cuales cazan delante de él -para tener donde dormir-
a los originales propietarios de los bosques y colinas.
III
¡Oh, a
pesar del gran nombre de hombres,
siento
vergüenza de nosotros, de lo débiles que somos!
¡Cómo
se han de abandonar la vida y todos sus males,
eso lo
saben ustedes, sublimes animales!
Al ver
lo que se ha sido sobre la tierra y lo que se ha dejado,
sólo el
silencio es grandioso, lo demás debilidad.
¡Ah, te
entiendo bien salvaje nómade!
Tu
última mirada penetró hasta mi corazón
diciendo:
“Si puedes, haz que tu alma alcance,
a
fuerza del estudio y la reflexión,
aquel
alto grado de orgullo estoico
al que
yo, nacido entre los bosques, llegué antes que otro.
Gemir,
llorar e implorar son igualmente vanos,
dedícate
con toda energía a tu larga y ardua tarea
dondequiera
que el camino o el destino te llamen,
y
luego, al igual que yo, sufre y muere sin hablar”.
…
La
mort du Loup.
I
Les
nuages couraient sur la lune enflammée
Comme sur l'incendie on voit fuir la fumée,
Et les bois étaient noirs jusques à l'horizon.
Nous marchions, sans parler, dans l'humide
gazon,
Dans la
bruyère épaisse, et dans les hautes brandes,
Lorsque,
sous des sapins pareils à ceux des Landes,
Nous
avons aperçu les grands ongles marqués
Par les
loups voyageurs que nous avions traqués.
Nous avons écouté, retenant notre haleine
Et le
pas suspendu. - Ni le bois ni la plaine
Ne poussait un soupir dans les airs; seulement
La
girouette en deuil criait au firmament;
Car le
vent, élevé bien au-dessus des terres,
N'effleurait
de ses pieds que les tours solitaires,
Et les
chênes d'en bas, contre les rocs penchés,
Sur leurs coudes semblaient endormis et
couchés.
Rien ne bruissait donc, lorsque, baissant la tête,
Le plus
vieux des chasseurs qui s'étaient mis en quête
A regardé
le sable en s'y couchant; bientôt,
Lui que jamais ici l'on ne vit en défaut,
A
déclaré tout bas que ces marques récentes
Annonçaient
la démarche et les griffes puissantes
De deux
grands loups-cerviers et de deux louveteaux.
Nous
avons tous alors préparé nos couteaux,
Et, cachant nos fusils et leurs lueurs trop
blanches,
Nous
allions pas à pas en écartant les branches.
Trois s'arrêtent, et moi, cherchant ce qu'ils
voyaient
J'aperçois tout à coup deux yeux qui
flamboyaient,
Et je
vois au delà quatre formes légères
Qui dansaient sous la lune au milieu des
bruyères,
Comme font chaque jour, à grand bruit sous nos
yeux
Quand le maître revient, les lévriers joyeux.
Leur forme était semblable et semblable la
danse;
Mais les enfants du Loup se jouaient en
silence,
Sachant bien qu'à deux pas, ne dormant qu'à
demi,
Se couche dans ses murs l'homme, leur ennemi.
Le père était debout, et plus loin, contre un
arbre,
Sa louve reposait, comme celle de marbre
Qu'adoraient les Romains, et dont les flancs
velus
Couvaient les demi-dieux Rémus et Romulus.
Le Loup vient et s'assied, les deux jambes
dressées,
Par leurs ongles crochus dans le sable
enfoncées.
Il s'est jugé perdu, puisqu'il était surpris,
Sa retraite coupée et tous ses chemins pris;
Alors il a saisi, dans sa gueule brûlante,
Du
chien le plus hardi la gorge pantelante
Et n'a
pas desserré ses mâchoires de fer,
Malgré
nos coups de feu qui traversaient sa chair
Et nos
couteaux aigus qui, comme des tenailles,
Se
croisaient en plongeant dans ses larges entrailles,
Jusqu'au dernier moment où le chien étranglé,
Mort longtemps avant lui, sous ses pieds a
roulé.
Le Loup le quitte alors et puis il nous
regarde.
Les couteaux lui restaient au flanc jusqu'à la
garde,
Le clouaient au gazon tout baigné dans son sang;
Nos fusils l'entouraient en sinistre croissant.
Il nous regarde encore, ensuite il se recouche,
Tout en léchant le sang répandu sur sa bouche,
Et, sans daigner savoir comment il a péri,
Refermant ses grands yeux, meurt sans jeter un
cri.
II
J'ai reposé mon front sur mon fusil sans
poudre,
Me prenant à penser, et n'ai pu me résoudre
A poursuivre sa Louve et ses fils qui, tous
trois,
Avaient voulu l'attendre, et, comme je le
crois,
Sans ses deux louveteaux la belle et sombre
veuve
Ne l'eût pas laissé seul subir la grande
épreuve;
Mais son devoir était de les sauver, afin
De pouvoir leur apprendre à bien souffrir la
faim,
A ne jamais entrer dans le pacte des villes
Que l'homme a fait avec les animaux serviles
Qui chassent devant lui, pour avoir le coucher,
Les premiers possesseurs du bois et du rocher.
III
Hélas! ai-je pensé, malgré ce grand nom
d'Hommes,
Que j'ai honte de nous, débiles que nous sommes!
Comment on doit quitter la vie et tous ses
maux,
C'est vous qui le savez, sublimes animaux!
A voir ce que l'on fut sur terre et ce qu'on
laisse
Seul le silence est grand; tout le reste est
faiblesse.
- Ah! je t'ai bien compris, sauvage voyageur,
Et ton dernier regard m'est allé jusqu'au
coeur!
Il disait : “Si tu peux, fais que ton âme arrive,
A force de rester studieuse et pensive,
Jusqu'à ce haut degré de stoïque fierté
Où, naissant dans les bois, j'ai tout d'abord
monté.
Gémir, pleurer, prier est également lâche.
Fais énergiquement ta longue et lourde tâche
Dans la voie où le sort a voulu t'appeler,
Puis après, comme moi, souffre et meurs sans
parler”.
…
Nota: al parecer, la más antigua traducción al español de este poema filosófico proviene de una colección de 1917, bajo la pluma de Fernando Maristany y Guasch († 1924). Si bien este escritor es bastante fiel al texto original, aquí he procurado una mayor aproximación al detalle además de imprimirle un toque más actualizado y personal.
Nota: al parecer, la más antigua traducción al español de este poema filosófico proviene de una colección de 1917, bajo la pluma de Fernando Maristany y Guasch († 1924). Si bien este escritor es bastante fiel al texto original, aquí he procurado una mayor aproximación al detalle además de imprimirle un toque más actualizado y personal.
2 comentarios:
Busquen en internet "Monje sin monasterio" de Raimon Panikkar. Para ser monje no se requiere ostentar un habito ni aparentar celibato. Ser monje es algo mas del interior del ser humano.
Y por favor no censuren mi comentario. Les da miedo que las personas piensen?