2.5.14



Christ the Guru - M.P. Manoj (1993)

Vida creativa a través de la oración y la meditación.

por John Martin, O.S.B. Cam.

Existen dos maneras en que podemos vivir nuestras vidas: una es la vida creativa y la otra es la vida mecánica. La vida mecánica es una vida de repetición, se halla establecida de una vez por todas: el pasado penetra en el presente y es proyectado hacia el futuro. La vida creativa -en cambio- no puede ser definida, porque en el momento en que la definimos deja de ser creativa y se torna mecánica. La vida creativa solamente puede ser descrita en forma negativa; podemos decir lo que ella no es antes que lo que es.

La vida de Jesús es un ejemplo perfecto de lo que es la vida creativa. Su vida fue una respuesta creativa a las situaciones de la propia existencia. Los escribas y fariseos deseaban atrapar a Jesús, es por eso que le hicieron preguntas muy astutas: “¿Es lícito pagar impuestos al César?”, le preguntaron. Su único motivo era  atraparlo. Si Jesús respondía en forma afirmativa, diciendo que se debería pagar impuestos al César, entonces ellos podrían acusarlo de ser enemigo de los judíos, pues estaría pidiéndoles obedecer al emperador y ser sus súbditos. Y si Jesús respondía de manera negativa, diciéndoles que no pagaran impuestos al César, entonces ellos podrían acusarlo de ser enemigo del emperador. En ambos casos Jesús sería apresado. Sin embargo, Jesús les responde: “Denle al César lo que le pertenece al César, y denle a Dios lo que le pertenece a Dios” [Mt. 22:15-22; Lc. 20:19-26]. Ésta no es una respuesta mecánica porque no proviene desde el pasado, no proviene desde la memoria. En la historia de la humanidad, nadie había otorgado esta respuesta anteriormente. Por lo tanto, no es una respuesta mecánica; es una respuesta creativa que proviene desde más allá de la memoria y que era apropiada para esa situación particular.

Cuando los escribas y fariseos llevaron a una mujer capturada en adulterio ante Jesús y le hicieron una pregunta similar a la anterior, éste una vez más les respondió de manera totalmente inesperada y creativa (Jn 8:1-11). Si nosotros repetimos estas mismas respuestas hoy en día, ya no son respuestas creativas sino respuestas mecánicas.

Para que esta creatividad se manifieste en y a través del movimiento de la mente, el movimiento del pasado tiene que ser distendido o silenciado. La práctica espiritual sirve para distender o silenciar el movimiento del pasado o de la memoria. Y también podemos decir que sirve para distender el movimiento del ego, de la personalidad separada. El movimiento del ego es el movimiento mecánico: el pasado penetrando en el presente y yendo hacia el futuro. Es el movimiento de la repetición. En tanto este movimiento no sea silenciado o distendido, la creatividad no podrá tener lugar. Es muy importante que este movimiento sea distendido o silenciado y no combatido, controlado o suprimido, pues estos métodos crean violencia en nuestra mente y hacen que la distensión o el silencio no nos sean posibles.

La humanidad ha desarrollado tantas técnicas como ha podido para lograr distender este movimiento [de repetición], de tal manera que podamos penetrar en un estado de creatividad. La humanidad se ha servido de rituales, danzas, música, oración e incluso de drogas para silenciar la mente.

Me gustaría comentar, ahora, dos métodos bastante probados para silenciar el movimiento del ego: uno es la oración y el otro la meditación.

La oración.

La esencia de la oración consiste en distender el movimiento del ego. Para que la vida creativa se manifieste en y a través de nosotros, es necesario la incondicional distensión del ego. Y Jesús nos ha dicho cómo hacerlo. La esencia de esta rendición incondicional es: “Hágase tu voluntad” [Mt. 6:10]. Cuando el ego descubre su verdadera naturaleza, que es mecánica, repetitiva, entonces se distiende incondicionalmente, de tal manera que la vida verdadera -que es creativa- puede manifestarse en y a través de nosotros. La persona tiene que estar completamente desnuda, tiene que ser según nuestra imagen y semejanza con Dios. Y en esta desnudez o vacuidad no existe siquiera conciencia que estamos viviendo una vida creativa o que Dios está viviendo en nosotros. Cierta expresión de los padres del desierto dice: “Mientras sos consciente de que estás orando, no estás orando”. Incluso la propia conciencia de estar orando crea una dualidad entre Dios y nosotros mismos. En la oración más profunda no existe conciencia de dualidad. Y esta es la pobreza espiritual: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ustedes es el reino de los cielos” [Lc. 6:20], nos dice Jesús. Ser espiritualmente pobre significa ser falto de ego y estar vacío.  

La meditación.

La esencia de la meditación también consiste en distender el movimiento del ego o de la mente. Existe un infinito número de técnicas meditativas: técnicas de respiración, uso de mantras, técnicas de concentración, etc. El propósito de todas ellas es distender el movimiento de la mente o del ego. En el zen se usan los koans para silenciar el movimiento de la mente. El maestro le preguntó al discípulo: “¿Cuál es el sonido de una mano aplaudiendo?”. La mente conoce el sonido de dos manos aplaudiendo pero desconoce el sonido del aplauso de una sola. Es así que la mente gradualmente llega a ser silenciada.

Durante la meditación consciente, la mente crea un observador para vigilarla incondicionalmente. Este observador es como un espejo, es como un cielo vacío que observa el movimiento de la mente de manera incondicional. En esta observación incondicional la mente no es alimentada a través de reacciones y por eso se distiende naturalmente. Puesto que el observador y lo observado son dos aspectos de la mente, cuando lo observado -el movimiento de la mente- se distiende, el observador también se distiende. En esta distensión no existe el ego, solamente existe la vacuidad en la que se manifiesta la creatividad.

Por lo tanto, la esencia de la oración y la meditación consiste en distender el movimiento del ego. Aunque existe también el peligro de que quien ora cree un ego llamado orador (yo estoy orando) y que quien medita pueda crear un meditador (yo soy quien medita). En la oración verdadera no existe conciencia de la oración y en la meditación auténtica no hay conciencia de estar meditando. Existen solamente la vacuidad y la desnudez, que son condiciones esenciales para dar nacimiento a la creatividad y a la vida creativa. 

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Martin J., 1996. Creative Life Through Prayer and Meditation, The Golden String, vol. 3, n°1, pp. 1-2.

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