por John Martin, O.S.B. Cam.
Existen dos maneras
en que podemos vivir nuestras vidas: una es la vida creativa y la otra es la
vida mecánica. La vida mecánica es una vida de repetición, se halla establecida
de una vez por todas: el pasado penetra en el presente y es proyectado hacia el
futuro. La vida creativa -en cambio- no puede ser definida, porque en el
momento en que la definimos deja de ser creativa y se torna mecánica. La vida
creativa solamente puede ser descrita en forma negativa; podemos decir lo que
ella no es antes que lo que es.
La vida de Jesús es
un ejemplo perfecto de lo que es la vida creativa. Su vida fue una respuesta
creativa a las situaciones de la propia existencia. Los escribas y fariseos
deseaban atrapar a Jesús, es por eso que le hicieron preguntas muy astutas:
“¿Es lícito pagar impuestos al César?”, le preguntaron. Su único motivo
era atraparlo. Si Jesús respondía en
forma afirmativa, diciendo que se debería pagar impuestos al César, entonces
ellos podrían acusarlo de ser enemigo de los judíos, pues estaría pidiéndoles
obedecer al emperador y ser sus súbditos. Y si Jesús respondía de manera negativa,
diciéndoles que no pagaran impuestos al César, entonces ellos podrían acusarlo
de ser enemigo del emperador. En ambos casos Jesús sería apresado. Sin embargo,
Jesús les responde: “Denle al César lo que le pertenece al César, y denle a
Dios lo que le pertenece a Dios” [Mt. 22:15-22; Lc. 20:19-26]. Ésta no es una
respuesta mecánica porque no proviene desde el pasado, no proviene desde la
memoria. En la historia de la humanidad, nadie había otorgado esta respuesta
anteriormente. Por lo tanto, no es una respuesta mecánica; es una respuesta
creativa que proviene desde más allá de la memoria y que era apropiada para esa
situación particular.
Cuando los escribas y
fariseos llevaron a una mujer capturada en adulterio ante Jesús y le hicieron
una pregunta similar a la anterior, éste una vez más les respondió de manera
totalmente inesperada y creativa (Jn 8:1-11). Si nosotros repetimos estas mismas
respuestas hoy en día, ya no son respuestas creativas sino respuestas
mecánicas.
Para que esta
creatividad se manifieste en y a través del movimiento de la mente, el
movimiento del pasado tiene que ser distendido o silenciado. La práctica
espiritual sirve para distender o silenciar el movimiento del pasado o de la
memoria. Y también podemos decir que sirve para distender el movimiento del ego, de la personalidad separada. El
movimiento del ego es el movimiento mecánico: el pasado penetrando en el
presente y yendo hacia el futuro. Es el movimiento de la repetición. En
tanto este movimiento no sea silenciado o distendido, la creatividad no podrá tener
lugar. Es muy importante que este movimiento sea distendido o silenciado y no
combatido, controlado o suprimido, pues estos métodos crean violencia en nuestra
mente y hacen que la distensión o el silencio no nos sean posibles.
La humanidad ha
desarrollado tantas técnicas como ha podido para lograr distender este
movimiento [de repetición], de tal manera que podamos penetrar en un estado de
creatividad. La humanidad se ha servido de rituales, danzas, música, oración e
incluso de drogas para silenciar la mente.
Me gustaría comentar,
ahora, dos métodos bastante probados para silenciar el movimiento del ego: uno
es la oración y el otro la meditación.
La oración.
La esencia de la
oración consiste en distender el movimiento del ego. Para que la vida creativa se
manifieste en y a través de nosotros, es necesario la incondicional distensión
del ego. Y Jesús nos ha dicho cómo hacerlo. La esencia de esta rendición incondicional
es: “Hágase tu voluntad” [Mt. 6:10]. Cuando el ego descubre su verdadera
naturaleza, que es mecánica, repetitiva, entonces se distiende incondicionalmente,
de tal manera que la vida verdadera -que es creativa- puede manifestarse en y a
través de nosotros. La persona tiene que estar completamente desnuda, tiene que ser según
nuestra imagen y semejanza con Dios. Y en esta desnudez o vacuidad no existe
siquiera conciencia que estamos viviendo una vida creativa o que Dios está
viviendo en nosotros. Cierta expresión de los padres del desierto dice: “Mientras
sos consciente de que estás orando, no estás orando”. Incluso la propia
conciencia de estar orando crea una dualidad entre Dios y nosotros mismos. En
la oración más profunda no existe conciencia de dualidad. Y esta es la pobreza
espiritual: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ustedes es el
reino de los cielos” [Lc. 6:20], nos dice Jesús. Ser espiritualmente pobre
significa ser falto de ego y estar vacío.
La meditación.
La esencia de la
meditación también consiste en distender el movimiento del ego o de la mente.
Existe un infinito número de técnicas meditativas: técnicas de respiración, uso
de mantras, técnicas de concentración, etc. El propósito de todas ellas es
distender el movimiento de la mente o del ego. En el zen se usan los koans para
silenciar el movimiento de la mente. El maestro le preguntó al discípulo:
“¿Cuál es el sonido de una mano aplaudiendo?”. La mente conoce el sonido de dos
manos aplaudiendo pero desconoce el sonido del aplauso de una sola. Es así que la mente gradualmente llega a ser silenciada.
Durante la meditación
consciente, la mente crea un observador para vigilarla incondicionalmente. Este
observador es como un espejo, es como un cielo vacío que observa el movimiento
de la mente de manera incondicional. En esta observación incondicional la mente
no es alimentada a través de reacciones y por eso se distiende naturalmente. Puesto
que el observador y lo observado son dos aspectos de la mente, cuando lo
observado -el movimiento de la mente- se distiende, el observador también se
distiende. En esta distensión no existe el ego, solamente existe la vacuidad en
la que se manifiesta la creatividad.
Por lo tanto, la
esencia de la oración y la meditación consiste en distender el movimiento del
ego. Aunque existe también el peligro de que quien ora cree un ego llamado orador
(yo estoy orando) y que quien medita pueda crear un meditador (yo soy quien
medita). En la oración verdadera no existe conciencia de la oración y en la
meditación auténtica no hay conciencia de estar meditando. Existen solamente la
vacuidad y la desnudez, que son condiciones esenciales para dar nacimiento a la
creatividad y a la vida creativa.
Martin J., 1996. Creative Life Through Prayer and Meditation, The Golden String, vol. 3, n°1, pp. 1-2.
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Martin J., 1996. Creative Life Through Prayer and Meditation, The Golden String, vol. 3, n°1, pp. 1-2.
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