10.5.16




La dieta de los caballeros templarios: ¿el secreto de su longevidad?

por Franceso Franceschi, Roberto Bernabei, Peter Malfertheiner y Giovanni Gasbarrini.


Los templarios - reseña histórica.

Anno Domini 1071: la dinastía selyúcida sunita de Turquía se encontraba expandiendo sus dominios a lo largo de todo el Medio Oriente, amenazando así al Imperio Bizantino. El emperador de Bizancio, Alejo I Comneno, se vio preocupado por este avance musulmán y por el asesinato de los peregrinos que viajaban hacia Jerusalén, símbolo principal del cristianismo. Es por eso que la necesidad de un ejército permanente que se dedicase a la protección de los visitantes a Tierra Santa se hizo imperativa [1].

Geoffrey de Bouillon llegó a Jerusalén junto a un grupo de cruzados y conquistó la ciudad en 1909 [1, 2]. Luego que aquellos primeros cruzados reconquistaran Jerusalén, la metrópoli fue asegurada; pero los demás lugares sagrados seguían permaneciendo bajo peligro y los peregrinos continuaban perdiendo la vida. Alrededor del 1119, entonces, el caballero francés: Hughes de Payens, le pidió permiso al rey Balduino II para crear una orden monástico-militar que se dedicase a la protección de los peregrinos. Al principio, tal orden estuvo compuesta por sólo nueve caballeros y se la designó con el nombre de “Los Pobres Caballeros de Cristo”, defensores a quienes se les concedió un palacio construido sobre las ruinas del Templo de Salomón, de ahí su nombre de templarios [1].

Los miembros de la orden templaria hacían votos de pobreza, castidad y obediencia, y -a diferencia de otras órdenes cristianas- empuñaban las armas bajo la regla de san Bernardo de Claraval [2, 3]. La orden fue oficialmente aceptada por la Iglesia Católica en 1129, tras lo cual empezaría a receptar hijos de la nobleza, dinero, tierras, haciendas y castillos provenientes de familias que deseaban ayudar a los europeos a mantener su dominio sobre Tierra Santa a la vez que se hacían merecedoras de la salvación. Los templarios rápidamente se convirtieron en un “Estado dentro de los Estados”, pues podían desplazarse libremente a través de todas las fronteras y respondían sólo a la autoridad del Papa. Su lema era: Non nobis Domine, non nobis, ſed nomini tuo da gloriam | “No a nosotros Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria”. Como banqueros, los templarios se dedicaron a la concesión de préstamos personales; lo que era una práctica muy común entre los reyes europeos, en particular de Felipe IV de Francia, quien al verse desesperado por cubrir sus gastos de guerra tramó una conspiración en contra de la orden [1-4].

La longevidad fue una característica particular de los miembros del Temple: Hughes de Payens murió en 1136, a los 66 años de edad; el último gran maestre, Jacques de Molay, fue asesinado a la respetable edad de 67 años, luego de siete años bajo prisión; Geoffrey de Charney, preceptor de Normandía, tenía 63 años cuando fue ejecutado [1, 2]. Más aún, tal como se señala en los documentos oficiales del Vaticano, muchos de los templarios vivieron mucho más que sus contemporáneos de la Edad Media, cuya expectativa de vida promediaba entre los 25-40 años de edad [1]. La excepcional longevidad de los caballeros templarios generalmente le fue atribuida a una especial gracia divina; sin embargo, la estricta observancia que mantenían sobre ciertas costumbres -de efectos benéficos- podría explicar las razones de su mayor expectativa de vida. 

Los hábitos dietarios de los templarios [a].

Es sabido que toda la vida de los caballeros templarios se regía por los preceptos de la regla latina de Bernardo de Claraval [2, 4]. Y resulta interesante que algunas de las cláusulas de tal regla estén claramente relacionadas con la dieta y nutrición. Algunos de esos pasajes incluyen, por ejemplo:

XXIII. De refectionis conuentus. In uno quidem palacio, ſed melius dicitur refectorio, communiter vos cibum accipere credimus.

XXIII. Sobre la alimentación en el convento. En verdad, creemos que han de tomar sus alimentos de manera comunal en un solo edificio, mejor dicho, en el refectorio.

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XXV. Qualiter manducare milites debent. Duos et duos manducare generaliter oportet, ut ſollerter unus de altero prouideat, ne aſperitas vitæ vel furtiua abſtinentia in communi prandio intermiſceatur.

XXV. De la manera en que han de comer los caballeros. En general, los hermanos han de comer de dos en dos, de tal manera que uno pueda velar sobre el otro con atención, no sea que la vida austera o la secreta abstinencia se conviertan en parte de la comida comunal.

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XXVI. De carnis refectione. In ebdomada namque, niſi Natali dies Domini, vel Paſcha, vel feſtum ſantæ Mariæ aut omnium ſanctorum euenerit, vobis ter refectio carnis ſufficiat, quia aſſueta carnis commeſtio intelligitur honoroſa corruptio corporum. Si vero in die Martis tale ieiunium euenerit ut eſus carnium retrahatur, in craſtino abundanter vobis impendatur. Die autem dominico omnibus militibus remanentibus necnon et capellanis duo fercula in honore ſancte reſurrectionis bonum et idoneum indubitanter videtur.

XXVI. Sobre el consumo de carne [b]. Ahora bien, durante la semana –excepto en el día del nacimiento del Señor, de la Pascua, la fiesta de [la Asunción de] santa María o de Todos los Santos- será suficiente que consuman carne en tres ocasiones, pues se entiende que la habitual ingesta de carne produce una significativa corrupción de los cuerpos. Sin embargo, si tal ayuno y la prohibición de carne acaecen un martes, al día siguiente pueden obtener un abundante suministro [de la misma]. El día domingo, empero, sin duda alguna consideramos que para todos los caballeros y capellanes permanentes serán buenas y adecuadas dos raciones [de carne] en honor de la Santa Resurrección.
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XXVII. Ut aliis diebus duo vel tria leguminum fercula ſufficiant. Aliis namque diebus, videlicet ſecunda et quarta feria necnon et ſabbato, duo aut tria leguminum vel aliorum ciborum fercula, aut ut ita dicam cocta pulmentaria, omnibus ſufficere credimus […].

XXVII. Que los demás días, dos o tres raciones de vegetales sean suficientes. En verdad, los demás días (a saber: lunes, miércoles y también los sábados), creemos que dos o tres raciones de vegetales u otros alimentos –es decir, de comestibles cocidos- serán suficientes para todos […].
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XXVIII. Quo cibo ſexta feria reficere oportet. Sexta autem feria cibum quadrageſimalem ob reuerentiam paſſionis omni congregationi remota infirmorum inbecillitate ſemel ſufficere a feſto omnium ſanctorum uſque in Paſcha […].

XXVIII. De los alimentos que resultan adecuados durante los viernes. En verdad, el consumo de los alimentos de Cuaresma en honor a la Pasión es adecuado para toda la congregación, excepto para los enfermos y los débiles; y que sea así desde la fiesta de Todos los Santos hasta la Pascua […].
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XXIX. Poſt refectionem semper gratias referant. […] Famulis aut pauperibus fragmenta, panibus tamen integris reſeruatis, distribuere fraterna caritate debentur et iubentur.

XXIX. Siempre se han de dar las gracias después de las comidas. […] Entre los hambrientos y pobres debieran y han de distribuirse los fragmentos de pan –e incluso las reservas de pan íntegro- con caridad fraterna.
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XXX. Ut collatio ſit in arbitrio magiſtri. Cum vero ſol orientalem regionem deſerit et ad ibernam deſcendit, audito ſigno, ut eſt eiuſdem regiones conſuetudo, omnes ad completas oportet incedere vos; at prius generalem collationem ſumere preoptamus. Hanc autem collationem in diſpoſitione et arbitrio magiſtri ponimus, ut quando voluerit de aqua et quando iugebit miſericorditer ex vino temperato competenter recipiatur. Verum hoc non ad nimiam ſacietatem oportet fieri, ſed parcius, quia apoſtatare etiam ſapientes videmus.

XXX. Que la colación sea arbitrio del maestre. En verdad, cuando el sol abandona la región oriental y desciende por Iberia [occidente], al sonido de la señal (según la costumbre de esta región) es oportuno que todos vayan a completas; pero antes de eso les pedimos que tomen una colación general. Tal colación la dejamos al criterio y decisión del maestre; según su voluntad será oportunamente consumida con agua o –si lo juzga con misericordia- con una razonable cantidad de vino temperado. Esto, sin embargo, no ha de hacerse de manera excesiva sino moderadamente, pues [por el exceso] hemos visto incluso la caída de los sabios. 

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LXV. Ut victus equaliter omnibus diſtribuatur. Illud quoque congrue et rationabiliter manutenendum cenſemus, ut omnibus fratribus remanentibus victus ſecundum loci facultatem equaliter tribuatur.

LXV. Que los alimentos se distribuyan equitativamente entre todos. En verdad, también es adecuado e inteligente que ajustemos la manutención, de tal manera que los alimentos sean distribuidos equitativamente entre todos los hermanos permanentes, según los recursos propios del lugar.
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Además de las reglas escritas, los templarios tuvieron otras regulaciones concretamente establecidas para evitar la propagación de infecciones: el lavado de las manos era obligatorio para todos antes de las comidas o de la oración; los hermanos encargados de trabajos manuales fuera de la casa estaban exentos de las tareas culinarias y del servicio en la mesa. Aún más, el refectorio siempre estaba limpio y habían manteles a disposición, excepto para los días viernes previos a la Pascua, momento en que los templarios solían comer sobre mesas descubiertas y bien lavadas [1, 2]. El suministro de alimentos era otro tema de importancia para los miembros del Temple; básicamente evitaban la obtención de alimentos de tierras extranjeras y preferían importar animales y semillas directamente desde Europa. La caza estaba estrictamente prohibida, en tanto que los mariscos eran muy apreciados y la piscicultura fue iniciada por ellos. Otros alimentos muy consumidos por los templarios fueron el queso, el aceite de oliva y las frutas frescas [1, 2].    
   
Los efectos de la dieta templaria en la salud y la enfermedad.

En la Edad Media, la dieta de las personas pudientes era bastante rica en grasas y calorías, aunque era de escasa variedad. De hecho, las enfermedades relacionadas con el excesivo consumo de carnes, como la gota, eran muy comunes [5]. Al mismo tiempo, la obesidad era considerada signo de riqueza y era bastante común entre los miembros de la elite. La diabetes mellitus también era frecuente; y bien podrían presumirse altos índices de colesterol y triglicéridos [6]. Mientras que el síndrome metabólico era algo común, la dieta templaria estaba específicamente diseñada para luchar contra tal condición; ¿acaso es posible imaginar a un caballero con sobrepeso peleando con una docena de enemigos?

Los caballeros templarios solían comer carne sólo tres veces a la semana, lo que era contrario a la costumbre del resto de la población de la misma clase social. Durante la Edad Media, la carne mayormente se preparaba a la parrilla y contenía altos niveles de aminas heterocíclicas cancerígenas e hidrocarburos aromáticos policíclicos [7]. Más aún, la carne es la principal fuente de grasas; al reducir el consumo de carne, la concentración de lípidos en la sangre disminuye junto al peso corporal [8]. Es interesante que los templarios consideraran a los mariscos un buen sustituto de la carne, pues aprovechaban los positivos efectos de los ácidos grasos Omega-3 sobre los niveles de colesterol y triglicéridos en la sangre [9], así como su actividad antioxidante, antiarrítmica y antidepresiva [10, 11, 12].

Los miembros del Temple solían ingerir grandes cantidades de frutas, vegetales y legumbres [1, 2]. El hecho de que la elevada ingesta de frutas y vegetales esté asociada a una reducción en la mortalidad o cáncer cardiovascular no es un misterio [13, 14]. Las legumbres, además, son la más poderosa fuente natural de prebióticos, produciendo cambios positivos en la composición de la microflora intestinal [15-18]. Existen muchos estudios que indican que el síndrome metabólico podría verse fuertemente influenciado por la composición de la microbiota intestinal y que la ingesta de alimentos podría aumentar o disminuir la concentración de diferentes especies bacterianas [19, 20]. Esta es la razón por la que suponemos que uno de los secretos de la dieta de los caballeros templarios podría hallarse en los efectos positivos que la misma produciría en la microbiota intestinal. De hecho, es sabido que una elevada ingesta de carnes rojas y grasas animales, junto a una reducida ingesta de frutas y vegetales [21], reducen la concentración de las protectoras Lactobacilli y Bifidobacterium spp [24, 25], aumentando las dañinas Clostridia y Bacteroides spp. [24, 25]. Sabemos también que la producción de metabolitos pro-ateroscleróticos, tales como la Trimetilamina-N-óxido, depende estrictamente del metabolismo por medio de la selecta microbiota intestinal [26].  

Por último, los templarios solían consumir bajas y moderadas cantidades de vino durante sus comidas [1], lo cual ayuda a reducir la mortalidad debido a causas cardiovasculares [27, 28]. Es más, ellos también sabían servirse de una mezcla de vino con pulpa de áloe, planta dotada de propiedades antisépticas, bactericidas y fungicidas, muy usadas en países con ardientes climas desérticos [29, 30]. En conclusión, consideramos que la dieta y las costumbres de vida de los caballeros templarios podrían albergar razones para su extraordinaria longevidad. Si fuese así, la frase “aprendiendo del pasado” jamás podría resultar más apropiada.


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-Francesco Franceschi. Instituto de Medicina Interna, Universidad Católica de Roma, Italia.
-Roberto Bernabei. Departamento de Gerontología y Geriatría, Universidad Católica del Sagrado Corazón, Roma, Italia.
-Peter Malfertheiner. Departamento de Gastroenterología, Hepatología y Enfermedades Infecciosas, Universidad Otto-von-Guericke, Magdeburgo, Alemania.
-Giovanni Gasbarrini. Fundación para la Investigación en Medicina ONLUS, Boloña, Italia.

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a. Nota del T.: he retocado ligeramente esta parte, pues he añadido los originales en latín junto a una traducción más ajustada, además de renumerar y reordenar los párrafos de manera más correlativa. Ha de tenerse en cuenta, por otra parte, que no todas las cláusulas están expuestas en su totalidad.
b. Nota del T.: aunque en la actualidad el término “carne” refiere casi por antonomasia a la derivada del ganado vacuno, en el contexto de los templarios señalaba principalmente a la procedente de codornices, perdices, liebres, jabalíes, venados y a la del ganado ovino y caprino.

1. Frale B. (2009). The Templars: the secret history revealed. Dunboyne, Ireland: Arcade Publisher.
2. Barber M. y Bate K. (2002). The Templars. Manchester, UK: Manchester University Press.
3. Barber M.C. (2007). The trial of the Templars. segunda ed. Cambridge: Cambridge University Press.
4. Cerrini S. (1998). “A new edition of the Latin and French rule of the temple”; en Military orders II. Aldershot: Welfare and Warfare, del editor Nicholson H.
5. Nuki G., Simkin P.A. (2006). “A concise history of gout and hyperuricemia and their treatment”. Arthritis Research & Therapy, 8:S1.
6. Medvei V.C. (1993). The history of clinical endocrinology. Carnforth, Lancs., UK: Parthenon Pub. Group, pp. 23–34.
7. Gilsing A.M., Berndt S.I., Ruder E.H., et al. (2012). “Meat-related mutagen exposure, xenobiotic metabolizing gene polymorphisms and the risk of advanced colorectal adenoma and cancer”. Carcinogenesis, 33:1332–9.
8. Hooper L., Abdelhamid A., Moore H.J., et al. (2012). “Effect of reducing total fat intake on body weight: systematic review and metaanalysis of randomised controlled trials and cohort studies”. British Medical Journal, 345:e7666.
9. Saravanan P., Davidson N.C., Schmidt E.B. y Calder P.C. (2010). “Cardiovascular effects of marine omega-3 fatty acids”. Lancet, 376:540–50.
10. Groeger A.L., Cipollina C., Cole M.P., et al. (2010). “Cyclooxygenase-2 generates anti-inflammatory mediators from omega-3 fatty acids”. Nature Chemical Biology, 6:433–41.
11-30. Lamentablemente, el resto de las referencias no están a disposición.


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Fuente: Franceschi et al. (2014). “The diet of Templar Knights: Their secret to longevity?”. Digestive and Liver Desease, vol. 446, pp. 577-578.


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