por
Franceso Franceschi, Roberto Bernabei, Peter Malfertheiner y Giovanni
Gasbarrini.
Los templarios - reseña histórica.
Anno Domini
1071: la dinastía selyúcida sunita de Turquía se encontraba expandiendo sus
dominios a lo largo de todo el Medio Oriente, amenazando así al Imperio
Bizantino. El emperador de Bizancio, Alejo I Comneno, se vio preocupado por este
avance musulmán y por el asesinato de los peregrinos que viajaban hacia
Jerusalén, símbolo principal del cristianismo. Es por eso que la necesidad de
un ejército permanente que se dedicase a la protección de los visitantes a
Tierra Santa se hizo imperativa [1].
Geoffrey de
Bouillon llegó a Jerusalén junto a un grupo de cruzados y conquistó la ciudad
en 1909 [1, 2]. Luego que aquellos primeros cruzados reconquistaran
Jerusalén, la metrópoli fue asegurada; pero los demás lugares sagrados seguían
permaneciendo bajo peligro y los peregrinos continuaban perdiendo la vida.
Alrededor del 1119, entonces, el caballero francés: Hughes de Payens, le pidió
permiso al rey Balduino II para crear una orden monástico-militar que se
dedicase a la protección de los peregrinos. Al principio, tal orden estuvo
compuesta por sólo nueve caballeros y se la designó con el nombre de “Los
Pobres Caballeros de Cristo”, defensores a quienes se les concedió un palacio construido
sobre las ruinas del Templo de Salomón, de ahí su nombre de templarios
[1].
Los miembros de
la orden templaria hacían votos de pobreza, castidad y obediencia, y -a
diferencia de otras órdenes cristianas- empuñaban las armas bajo la regla de
san Bernardo de Claraval [2, 3]. La orden fue oficialmente aceptada por la
Iglesia Católica en 1129, tras lo cual empezaría a receptar hijos de la
nobleza, dinero, tierras, haciendas y castillos provenientes de familias que
deseaban ayudar a los europeos a mantener su dominio sobre Tierra Santa a la vez que se hacían merecedoras de la salvación. Los templarios
rápidamente se convirtieron en un “Estado dentro de los Estados”, pues podían
desplazarse libremente a través de todas las fronteras y respondían sólo a la
autoridad del Papa. Su lema era: Non nobis Domine, non nobis, ſed nomini tuo
da gloriam | “No a nosotros Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la
gloria”. Como banqueros, los templarios se dedicaron a la concesión de
préstamos personales; lo que era una práctica muy común entre los reyes europeos, en
particular de Felipe IV de Francia, quien al verse desesperado por cubrir sus
gastos de guerra tramó una conspiración en contra de la orden [1-4].
La longevidad
fue una característica particular de los miembros del Temple: Hughes de Payens
murió en 1136, a los 66 años de edad; el último gran maestre, Jacques de Molay,
fue asesinado a la respetable edad de 67 años, luego de siete años bajo
prisión; Geoffrey de Charney, preceptor de Normandía, tenía 63 años cuando fue
ejecutado [1, 2]. Más aún, tal como se señala en los documentos oficiales del
Vaticano, muchos de los templarios vivieron mucho más que sus
contemporáneos de la Edad Media, cuya expectativa de vida promediaba entre los
25-40 años de edad [1]. La excepcional longevidad de los caballeros templarios
generalmente le fue atribuida a una especial gracia divina; sin embargo, la estricta observancia que mantenían sobre ciertas costumbres -de efectos benéficos- podría
explicar las razones de su mayor expectativa de vida.
Los hábitos dietarios de los templarios [a].
Los hábitos dietarios de los templarios [a].
Es sabido que toda la vida de los caballeros templarios se
regía por los preceptos de la regla latina de Bernardo de Claraval [2, 4]. Y resulta
interesante que algunas de las cláusulas de tal regla estén claramente
relacionadas con la dieta y nutrición. Algunos de esos pasajes incluyen, por
ejemplo:
XXIII. De
refectionis conuentus. In uno quidem palacio, ſed melius dicitur
refectorio, communiter vos cibum accipere credimus.
XXIII. Sobre la alimentación en el convento. En verdad, creemos
que han de tomar sus alimentos de manera comunal en un solo edificio, mejor
dicho, en el refectorio.
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XXV. Qualiter manducare milites debent. Duos et duos manducare generaliter oportet, ut ſollerter unus de altero prouideat, ne aſperitas vitæ vel furtiua abſtinentia in communi prandio intermiſceatur.
XXV. De la manera en que han de comer los caballeros.
En general, los hermanos han de comer de dos en dos, de tal manera que uno
pueda velar sobre el otro con atención, no sea que la vida austera o la secreta
abstinencia se conviertan en parte de la comida comunal.
.
XXVI. De carnis refectione. In ebdomada namque, niſi Natali dies Domini, vel Paſcha, vel feſtum ſantæ Mariæ aut omnium ſanctorum euenerit, vobis ter refectio carnis ſufficiat, quia aſſueta carnis commeſtio intelligitur honoroſa corruptio corporum. Si vero in die Martis tale ieiunium euenerit ut eſus carnium retrahatur, in craſtino abundanter vobis impendatur. Die autem dominico omnibus militibus remanentibus necnon et capellanis duo fercula in honore ſancte reſurrectionis bonum et idoneum indubitanter videtur.
XXVI. Sobre el consumo de carne [b]. Ahora bien,
durante la semana –excepto en el día del nacimiento del Señor, de la Pascua, la
fiesta de [la Asunción de] santa María o de Todos los Santos- será suficiente
que consuman carne en tres ocasiones, pues se entiende que la habitual ingesta
de carne produce una significativa corrupción de los cuerpos. Sin embargo, si tal
ayuno y la prohibición de carne acaecen un martes, al día siguiente pueden
obtener un abundante suministro [de la misma]. El día domingo, empero, sin duda
alguna consideramos que para todos los caballeros y capellanes permanentes serán
buenas y adecuadas dos raciones [de carne] en honor de la Santa Resurrección.
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XXVII. Ut aliis diebus duo vel tria leguminum fercula ſufficiant. Aliis namque diebus, videlicet ſecunda et quarta feria necnon et ſabbato, duo aut tria leguminum vel aliorum ciborum fercula, aut ut ita dicam cocta pulmentaria, omnibus ſufficere credimus […].
XXVII. Que los demás días, dos o tres raciones de vegetales sean suficientes. En verdad, los demás días (a saber: lunes, miércoles y también los sábados), creemos que dos o tres raciones de vegetales u otros alimentos –es decir, de comestibles cocidos- serán suficientes para todos […].
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XXVIII. Quo cibo ſexta feria reficere oportet. Sexta autem feria cibum quadrageſimalem ob reuerentiam paſſionis omni congregationi remota infirmorum inbecillitate ſemel ſufficere a feſto omnium ſanctorum uſque in Paſcha […].
XXVIII. De los alimentos que resultan adecuados durante
los viernes. En verdad, el consumo de los alimentos de Cuaresma en honor a
la Pasión es adecuado para toda la congregación, excepto para los enfermos y los
débiles; y que sea así desde la fiesta de Todos los Santos hasta la Pascua […].
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XXIX. Poſt refectionem semper gratias referant. […] Famulis aut pauperibus fragmenta, panibus tamen integris reſeruatis, distribuere fraterna caritate debentur et iubentur.
XXIX. Siempre se han de dar las gracias después de las
comidas. […] Entre los hambrientos y pobres debieran y han de distribuirse
los fragmentos de pan –e incluso las reservas de pan íntegro- con caridad
fraterna.
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XXX. Ut
collatio ſit in arbitrio magiſtri. Cum vero ſol orientalem regionem deſerit
et ad ibernam deſcendit, audito ſigno, ut eſt eiuſdem regiones conſuetudo,
omnes ad completas oportet incedere vos; at prius generalem collationem ſumere
preoptamus. Hanc autem collationem in diſpoſitione et arbitrio magiſtri
ponimus, ut quando voluerit de aqua et quando iugebit miſericorditer ex vino
temperato competenter recipiatur. Verum hoc non ad nimiam ſacietatem oportet
fieri, ſed parcius, quia apoſtatare etiam ſapientes videmus.
XXX. Que la colación sea arbitrio del maestre. En
verdad, cuando el sol abandona la región oriental y desciende por Iberia
[occidente], al sonido de la señal (según la costumbre de esta región) es
oportuno que todos vayan a completas; pero antes de eso les pedimos que tomen
una colación general. Tal colación la dejamos al criterio y decisión del
maestre; según su voluntad será oportunamente consumida con agua o –si lo juzga
con misericordia- con una razonable cantidad de vino temperado. Esto, sin
embargo, no ha de hacerse de manera excesiva sino moderadamente, pues [por el
exceso] hemos visto incluso la caída de los sabios.
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LXV. Ut victus
equaliter omnibus diſtribuatur. Illud quoque congrue et rationabiliter
manutenendum cenſemus, ut omnibus fratribus remanentibus victus ſecundum loci
facultatem equaliter tribuatur.
LXV. Que los alimentos se distribuyan equitativamente
entre todos. En verdad, también es adecuado e inteligente que ajustemos la
manutención, de tal manera que los alimentos sean distribuidos equitativamente
entre todos los hermanos permanentes, según los recursos propios del lugar.
.
Además de las reglas escritas, los templarios tuvieron otras regulaciones concretamente establecidas para evitar la propagación de infecciones: el lavado de las manos era obligatorio para todos antes de las comidas o de la oración; los hermanos encargados de trabajos manuales fuera de la casa estaban exentos de las tareas culinarias y del servicio en la mesa. Aún más, el refectorio siempre estaba limpio y habían manteles a disposición, excepto para los días viernes previos a la Pascua, momento en que los templarios solían comer sobre mesas descubiertas y bien lavadas [1, 2]. El suministro de alimentos era otro tema de importancia para los miembros del Temple; básicamente evitaban la obtención de alimentos de tierras extranjeras y preferían importar animales y semillas directamente desde Europa. La caza estaba estrictamente prohibida, en tanto que los mariscos eran muy apreciados y la piscicultura fue iniciada por ellos. Otros alimentos muy consumidos por los templarios fueron el queso, el aceite de oliva y las frutas frescas [1, 2].
Los efectos de la dieta
templaria en la salud y la enfermedad.
En la Edad Media, la dieta de las personas pudientes era
bastante rica en grasas y calorías, aunque era de escasa variedad. De hecho,
las enfermedades relacionadas con el excesivo consumo de carnes, como la gota,
eran muy comunes [5]. Al mismo tiempo, la obesidad era considerada signo de
riqueza y era bastante común entre los miembros de la elite. La diabetes
mellitus también era frecuente; y bien podrían presumirse altos índices de
colesterol y triglicéridos [6]. Mientras que el síndrome metabólico era algo
común, la dieta templaria estaba específicamente diseñada para luchar contra
tal condición; ¿acaso es posible imaginar a un caballero con sobrepeso peleando
con una docena de enemigos?
Los caballeros templarios solían comer carne sólo tres veces
a la semana, lo que era contrario a la costumbre del resto de la población de
la misma clase social. Durante la Edad Media, la carne mayormente se preparaba
a la parrilla y contenía altos niveles de aminas heterocíclicas cancerígenas e
hidrocarburos aromáticos policíclicos [7]. Más aún, la carne es la principal
fuente de grasas; al reducir el consumo de carne, la concentración de lípidos
en la sangre disminuye junto al peso corporal [8]. Es interesante que los
templarios consideraran a los mariscos un buen sustituto de la carne, pues
aprovechaban los positivos efectos de los ácidos grasos Omega-3 sobre los
niveles de colesterol y triglicéridos en la sangre [9], así como su actividad
antioxidante, antiarrítmica y antidepresiva [10, 11, 12].
Los miembros del Temple solían ingerir grandes cantidades de
frutas, vegetales y legumbres [1, 2]. El hecho de que la elevada ingesta de
frutas y vegetales esté asociada a una reducción en la mortalidad o cáncer cardiovascular
no es un misterio [13, 14]. Las legumbres, además, son la más poderosa fuente
natural de prebióticos, produciendo cambios positivos en la composición de la
microflora intestinal [15-18]. Existen muchos estudios que indican que el
síndrome metabólico podría verse fuertemente influenciado por la composición de
la microbiota intestinal y que la ingesta de alimentos podría aumentar o
disminuir la concentración de diferentes especies bacterianas [19, 20]. Esta es
la razón por la que suponemos que uno de los secretos de la dieta de los
caballeros templarios podría hallarse en los efectos positivos que la misma
produciría en la microbiota intestinal. De hecho, es sabido que una elevada
ingesta de carnes rojas y grasas animales, junto a una reducida ingesta de
frutas y vegetales [21], reducen la concentración de las protectoras Lactobacilli
y Bifidobacterium spp [24, 25], aumentando las dañinas Clostridia y Bacteroides
spp. [24, 25]. Sabemos también que la producción de metabolitos
pro-ateroscleróticos, tales como la Trimetilamina-N-óxido, depende
estrictamente del metabolismo por medio de la selecta microbiota intestinal
[26].
Por último, los templarios solían consumir bajas y moderadas
cantidades de vino durante sus comidas [1], lo cual ayuda a reducir la
mortalidad debido a causas cardiovasculares [27, 28]. Es más, ellos también
sabían servirse de una mezcla de vino con pulpa de áloe, planta dotada de
propiedades antisépticas, bactericidas y fungicidas, muy usadas en países con
ardientes climas desérticos [29, 30]. En conclusión, consideramos que la dieta
y las costumbres de vida de los caballeros templarios podrían albergar razones
para su extraordinaria longevidad. Si fuese así, la frase “aprendiendo del
pasado” jamás podría resultar más apropiada.
...
-Francesco Franceschi. Instituto de Medicina Interna, Universidad
Católica de Roma, Italia.
-Roberto Bernabei. Departamento de Gerontología y Geriatría,
Universidad Católica del Sagrado Corazón, Roma, Italia.
-Peter Malfertheiner. Departamento de Gastroenterología, Hepatología
y Enfermedades Infecciosas, Universidad Otto-von-Guericke, Magdeburgo, Alemania.
-Giovanni Gasbarrini. Fundación para la Investigación en
Medicina ONLUS, Boloña, Italia.
...
a. Nota del T.: he retocado ligeramente esta parte, pues he
añadido los originales en latín junto a una traducción más ajustada, además de renumerar y reordenar los párrafos de manera más correlativa. Ha de tenerse en cuenta, por
otra parte, que no todas las cláusulas están expuestas en su totalidad.
b. Nota del T.: aunque en la actualidad el término “carne”
refiere casi por antonomasia a la derivada del ganado vacuno, en el contexto de
los templarios señalaba principalmente a la procedente de codornices, perdices,
liebres, jabalíes, venados y a la del ganado ovino y caprino.
1. Frale B. (2009). The Templars: the secret history
revealed. Dunboyne, Ireland: Arcade Publisher.
2. Barber M. y Bate K. (2002). The Templars. Manchester,
UK: Manchester University Press.
3. Barber M.C. (2007). The trial of the Templars. segunda
ed. Cambridge: Cambridge University Press.
4. Cerrini S. (1998). “A new edition of the Latin and French
rule of the temple”; en Military orders II. Aldershot: Welfare and Warfare,
del editor Nicholson H.
5. Nuki G., Simkin P.A. (2006). “A concise history of gout
and hyperuricemia and their treatment”. Arthritis Research & Therapy,
8:S1.
6. Medvei V.C. (1993). The history of clinical
endocrinology. Carnforth, Lancs., UK: Parthenon Pub. Group, pp. 23–34.
7. Gilsing A.M., Berndt S.I., Ruder E.H., et al. (2012). “Meat-related
mutagen exposure, xenobiotic metabolizing gene polymorphisms and the risk of
advanced colorectal adenoma and cancer”. Carcinogenesis, 33:1332–9.
8. Hooper L., Abdelhamid A., Moore H.J., et al. (2012). “Effect
of reducing total fat intake on body weight: systematic review and metaanalysis
of randomised controlled trials and cohort studies”. British Medical Journal,
345:e7666.
9. Saravanan P., Davidson N.C., Schmidt E.B. y Calder P.C.
(2010). “Cardiovascular effects of marine omega-3 fatty acids”. Lancet, 376:540–50.
10. Groeger A.L., Cipollina C., Cole M.P., et al. (2010). “Cyclooxygenase-2
generates anti-inflammatory mediators from omega-3 fatty acids”. Nature
Chemical Biology, 6:433–41.
11-30. Lamentablemente, el resto de las referencias no están a disposición.
11-30. Lamentablemente, el resto de las referencias no están a disposición.
...
Fuente: Franceschi et al. (2014). “The diet of Templar
Knights: Their secret to longevity?”. Digestive and Liver Desease, vol.
446, pp. 577-578.
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