30.5.15




En busca del cuarto custodio.

por Vāyu-sakha.



Epistola ad fratres de Monte Dei.

Caput IX.

Carta a los hermanos del Monte de Dios.

Capítulo IX.


27. Ne enim horrori ſit tibi tua ſolitudo, et ut tutius in cella habites, tres tibi deputati ſunt cuſtodes; ſcilicet, Deus, conſcientia, et ſpiritualis pater. Deo debes pietatem, cui te totum impendas: conſcientiæ tuæ, honorem, coram qua peccare erubeſcas: patri ſpirituali, obedientiam charitatis, ad quem de omnibus recurras.

En verdad, para que tu soledad no te sea temible y para que habites seguro en tu celda, se te han asignado naturalmente tres custodios: Dios, la consciencia y el padre espiritual. A Dios le debes piedad, a él te has de entregar por completo; a tu consciencia, [le debes] honor, antes de que te avergüences por pecar; a tu padre espiritual, [le debes] una obediencia llena de caridad, a él has de recurrir por lo que sea.

Inſuper ut gratum me habeas, addam tibi et quartum: et quandiu paruulus es, et donec plenius addiſcas diuinam cogitare præſentiam, pædagogum tibi procurabo.

Además, para que halles gozo en mí, te agregaré a un cuarto [custodio]. Puesto que [todavía] eres un niño, y hasta que aprendas a pensar plenamente en la presencia divina, te procuraré un pedagogo.

Elige tibi tu ipſe conſilio meo hominem, cuius vitæ exemplar ſic cordi tuo inſederit, reuerentia inhæſerit, ut quoties eius recordatus fueris, ad reuerentiam cogitati aſſurgas, et temetipſum ordines et componas: qui cogitatus ac ſi præſens ſit, in affectum mutuæ charitatis emendet in te omnia emendanda, et tamen nullum patiatur damnum ſecreti ſui ſolitudo tua. Hic præſens tibi adſit quandocunque volueris: occurrat ſæpe et cum nolueris. Increpationes eius deſcribet tibi cogitata ſancta eius seueritas; conſolationes, pietas et benignitas; exemplum, ſanctæ vitæ ſinceritas. Nam omnes cogitationes tuas cum ab eo videri cogitabis: ac ſi videat, ac ſi arguat, emendare cogeris.

Elige tú mismo -es mi consejo- un hombre cuya vida ejemplar se sitúe en tu corazón y que te instale en la reverencia, de tal manera que toda vez que lo recuerdes se eleve en ti un pensamiento de reverencia y así tú mismo te ordenes y te restaures. Si tal pensamiento se hace presente, el afecto de mutua caridad enmendará en ti todo lo que ha de ser enmendado; sin que, empero, padezca daño alguno tu soledad debido a su ausencia. Así presente, acudirá a ti cuandoquiera que lo desees; y hasta ocurrirá con frecuencia sin que lo desees. Sus reprensiones inscribirán en tu pensamiento su sagrada severidad; sus consolaciones [inscribirán] su piedad y benignidad; sus ejemplos [inscribirán] la sinceridad de su santa vida. En verdad, todos tus pensamientos los concebirás como si él los estuviese viendo; como si los viese, como si se los mostrases, los reunirás para enmendarlos.
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¿Por qué considera Guillaume de Saint-Thierry que la soledad podría resultarle temible a una persona? Debido a inesperados sucesos sobrenaturales: la irrupción de fuerzas angélicas o demoníacas, por lo que ahí está el cuidado de Dios; debido a la agitada marea interior: los embates positivos o negativos de la propia psiquis, por lo que ahí está el cuidado de la consciencia; y a causa de las rutinarias actividades diarias: lo correcto o incorrecto de nuestro desenvolvimiento, por lo que ahí está el cuidado del padre espiritual. En esencia, al primero nos acercamos por la pietas: la intensa absorción en Dios; a la segunda por el honor: el sincero examen de conciencia; y al tercero por la obedientia: el fiel cumplimiento de su palabra.

Vean que Guillaume nos considera párvulos hasta que no seamos plenamente conscientes de las elevadas realidades eternas, por lo que nos permite elegir -con toda libertad- a un pædagogum como nuestro noble custodio temporal. Pero, ¿a quién se estaría refiriendo con este término? En la antigua cultura grecorromana, el pædagogum usualmente era un siervo ya maduro de la familia, aquel a quien el paterfamilias le confiaba el acompañamiento e instrucción no formal de su hijo hasta que éste alcanzara la adolescencia. Era frecuente, entonces, que tuviese una procedencia socialmente marginal y que perteneciese a un grupo minoritario, pero su larga y estrecha inserción al grupo familiar lo convertían en parte del mismo y hacían que su función fuera de mucha importancia para la correcta evolución de todos. En general, durante aquel periodo de supervisión -y según su grado de idoneidad o severidad- este custodio lograba desarrollar junto al niño una relación con matices paternales a la vez que amistosos.  

En el contexto de la Plena Edad Media, es probable que Guillaume todavía tuviese en mente algunas de tales características al hablarnos del pædagogum. Aunque noten que él no dice ni sugiere que la elección del futuro tutor deba recaer en el padre espiritual; antes bien, nos concede a nosotros esa plena libertad espiritualEste tutor ha de despertar la intensa admiración de nuestra inteligencia, la profunda atracción de nuestro corazón e incluso hacernos sentir su eficaz y continuo influjo a la distancia. Siendo así, además, ¿quién podría olvidar después a tan valioso compañero

Por otra parte, y situados en nuestra posmoderna globalidad, si con este particular custodio ha de existir tal nivel de reciprocidad afectiva en una dimensión interna, ¿tendría que ser únicamente un cristiano contemporáneo a nosotros o también pudiera tratarse de alguien del pasado? ¿Sería específicamente un varón o podría ser también una fémina devota? En cualquiera de estos casos, ¿debiera tratarse exclusivamente de un religioso católico o podría ser un simple fiel dotado de profunda integridad y sabiduría? Y todavía más, ¿podría ser de un cristiano de otra denominación cultural o incluso una persona venerable de otra tradición religiosa? 

¿Conoces tú a tu pædagogum?... Que Dios, tu consciencia y tu padre espiritual te ayuden a encontrar a tu cuarto custodio.


Fuente: Guillelmi S.T. (c. 1145). Epistola ad fratres de Monte Dei. PL. CLXXXIV, cols. 212-213.


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