21.11.13




Guía práctica sobre el solitario [loner]:
los verdaderos conocedores.

Los solitarios son vistos con lástima dentro de nuestra cultura que pregona el "siempre tenés que estar con la gente". Pero el introvertido sabe cosechar gozos secretos de la vida solitaria.   
por Elizabeth Svoboda
- 2007 -

Miina Matsuoka vive de manera independiente en New York City, tiene dos gatos y con regularidad atiende sus maullidos. Pero antes de que saltés a ciertas conclusiones, tenés que saber que esta mujer se siente a gusto en cualquiera de las cinco lenguas que su trabajo le exige como administradora de negocios en una firma internacional de diseño de iluminación. Ella simplemente se siente segura eligiendo no socializar, dedicándose en cambio a largas sesiones de baño, a los DVD’s y a la inmersión en sus proyectos de arte. Miina tiene buenos amigos, muy cercanos, y por eso va a bailar casi una vez por mes; pero luego siente una intensa necesidad de "esconderse y recuperarse". En nuestra sociedad, en donde los extrovertidos conforman las tres cuartas partes de la población, los solitarios [loners] son tildados de sombríos o patéticos (excepto Henry David Thoreau). Pero los solistas como Matsuoka pueden desenvolverse muy bien en el mundo, solo que prefieren viajar a través de su propio universo interior.

Con frecuencia, los solitarios oyen a personas bienintencionadas que les dicen que necesitan ser más sociales. Pero insinuar que ellos son solo los opuestos de aquellas personas burbujeantes de vida -como si se tratase del binomio blanco y negro- carece de sentido. Los introvertidos no solo son menos sociables que los extrovertidos, también se comprometen con el mundo bajo formas totalmente diferentes. Mientras que la gente extrovertida disfruta los matices de la interacción social, los solitarios tienden a centrarse más en sus propias ideas y en los estímulos que la mente de los demás no registran. El compromiso social los agota, en tanto que los momentos de tranquilidad les proporcionan un incremento de energía. 

Contrario a la creencia popular, no todos los solitarios tienen un temor patológico al contacto social. "Ciertas personas simplemente tienen poca necesidad de relacionarse", dice Jonathan Cheek, psicólogo del Wellesley College: "Hay una gran diferencia entre un solitario por opción y un solitario a la fuerza. Quienes eligen quedarse en el living en vez de ir a bailar puede que hayan heredado su temperamento", dice Cheek. O puede que su predilección por la soledad refleje una mezcla de tendencias innatas y experiencias varias, como la de no haber tenido muchos amigos durante la infancia o el haber crecido en una familia que valoraba la privacidad. 

James McGinty, por ejemplo, es un asistente social que eligió dejar la carrera de abogado debido a que no se sentía socialmente capacitado para las demandas diarias del trabajo. Si bien James tiene un pequeño círculo de amigos, prefiere cenar solo: "Tuve un fuerte resfrío el día de Acción de Gracias y eso me salvó de tener que ir a lo de mi cuñado. No soy un Scrooge [por Ebenezer Scrooge, personaje del Cuento de Navidad, de corazón duro, egoísta y a quien le molestaba la alegría de los niños], sino que tengo temor a las reuniones", sostiene. Y Matsouka entiende su temor: "No puedo estar en medio de grandes multitudes y con mucho ruido. Es estresante mantener interacciones positivas y presentarte veinte veces. Realmente tengo que encender el automático para hacer eso".

Placeres solitarios.

Matsuoka es divorciada pero se mantiene abierta a las relaciones románticas, aunque "cualquiera sea la persona con la que esté, tiene que saber que al menos un día a la semana necesito encerrarme y ponerle plumas a una escultura", advierte. El trabajo artístico es una forma de meditación para ella: "Me sumerjo por completo en esa labor. Me aclara la mente al punto de que nada me molesta". Si bien unos pocos estudios han mostrado una correlación entre creatividad, originalidad e introversión, quizás los más sorprendente sea el profundo goce que los introvertidos parecieran obtener de los esfuerzos creativos. 

Amanda Guyer, psicóloga del National Institutes of Health en Bethesda, Maryland, ha visto que la gente socialmente retraída posee una mayor sensibilidad a todo tipo de interacciones emocionales y señales sensoriales, lo que podría significar que encuentran placer donde los demás no lo hacen. Guyer separó a varios niños en grupos de "extrovertidos" y "reservados" y los puso en un juego en el que tenían que presionar un botón para ganar dinero. Los reservados mostraron dos o tres veces más actividad que el otro grupo en la región cerebral del striatum, que está asociada con la gratificación. 

Ya con anterioridad, estudios de resonancia magnética mostraron que durante situaciones sociales, ciertas áreas del cerebro de los solitarios experimentan un enérgico flujo de sangre, indicando cierto tipo de sobreestímulo, lo que explica por qué encuentran los grupos tan agotadores. Pero los resultados de Guyer también sugieren que los introvertidos pueden adaptarse a todo tipo de experiencias positivas. Esa sensibilidad adicional, sugiere, podría significar que la gente reservada posee una habilidad para responder rápidamente a situaciones como la de ayuda en momentos de necesidad o mostrar una empatía inusual hacia un amigo debido a su fuerte antena emocional. 

Las investigaciones de la psicoterapeuta Elaine Aron confirman las sugerencias de Guyer, demostrando que la gente reservada posee una agudeza sensorial muy elevada. Debido a que los solitarios son buenos percibiendo las sutilezas que los demás no logran, sostiene Aron, están bien capacitados para carreras que requieran observaciones detalladas, como la de escritor o la investigación científica. No sorprende que solitarios famosos e históricos incluyan a Emily Dickinson, Stanley Kubrick e Isaac Newton. 

El enfermizo caso del solitario aislado.

El discutido campo de los introvertidos roza de cerca el terreno de los que se ven socialmente agobiados. Matsuoka, por ejemplo, dice que era "patológicamente tímida" cuando niña, lo cual probablemente fundamentó su actual forma de vivir, aun cuando ella ganara más confianza en su segunda década de vida. Aquellos que son "solitarios a la fuerza" ansían pasar el tiempo junto a las demás personas, pero la timidez y la ansiedad les impiden hacerlo. "Los introvertidos son personas a quienes les gusta estar solos", dice Paula Montgomery, contadora de St. Louis. "Yo, en cambio, prefiero estar con otras personas, pero a causa de mi timidez me resulta difícil unirme a los grupos y hacer amigos". 

Estos solitarios cargan con diversas tensiones que pueden dañarlos: puede que se sientan nerviosos cuando tengan que afrontar encuentros en persona, y son además sujetos de la presión externa para que sean sociables. Cuando surjan grandes problemas en sus vidas es muy poco probable que estos solitarios busquen ayuda social. 

John Cacciopo, psicólogo de la University of Chicago, ha resaltado el aislamiento social como un factor de riesgo para la salud comparado con la obesidad y el hábito de fumar. "La soledad es como el hambre y la sed, una señal de alerta para ayudar a tus genes a sobrevivir. Cuando estás solo hay una reacción de estrés en tu cuerpo, y no es nada saludable mantenerse así durante mucho tiempo", afirma Cacciopo.
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Svoboda Elizabeth, 2007. Field Guide to the Loner: the Real Insiders. Psychology Today

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