En busca del cuarto custodio.
por Vāyu-sakha.
Epistola ad fratres de Monte Dei.
Caput IX.
Carta a los hermanos del Monte
de Dios.
Capítulo IX.
27. Ne enim horrori ſit tibi tua ſolitudo, et ut tutius in cella habites, tres tibi deputati ſunt cuſtodes; ſcilicet, Deus, conſcientia, et ſpiritualis pater. Deo debes pietatem, cui te totum impendas: conſcientiæ tuæ, honorem, coram qua peccare erubeſcas: patri ſpirituali, obedientiam charitatis, ad quem de omnibus recurras.
En verdad, para que tu soledad no te sea temible y para
que habites seguro en tu celda, se te han asignado naturalmente tres custodios:
Dios, la consciencia y el padre espiritual. A Dios le debes piedad, a él te has
de entregar por completo; a tu consciencia, [le debes] honor, antes de que te
avergüences por pecar; a tu padre espiritual, [le debes] una obediencia llena
de caridad, a él has de recurrir por lo que sea.
Inſuper ut
gratum me habeas, addam tibi et quartum: et quandiu paruulus es, et donec
plenius addiſcas diuinam cogitare præſentiam, pædagogum tibi procurabo.
Además, para que halles gozo en mí, te agregaré a un
cuarto [custodio]. Puesto que [todavía] eres un niño, y hasta que aprendas a
pensar plenamente en la presencia divina, te procuraré un pedagogo.
Elige tibi tu
ipſe conſilio meo hominem, cuius vitæ exemplar ſic cordi tuo inſederit,
reuerentia inhæſerit, ut quoties eius recordatus fueris, ad reuerentiam
cogitati aſſurgas, et temetipſum ordines et componas: qui cogitatus ac ſi
præſens ſit, in affectum mutuæ charitatis emendet in te omnia emendanda, et
tamen nullum patiatur damnum ſecreti ſui ſolitudo tua. Hic præſens tibi adſit
quandocunque volueris: occurrat ſæpe et cum nolueris. Increpationes eius
deſcribet tibi cogitata ſancta eius seueritas; conſolationes, pietas et
benignitas; exemplum, ſanctæ vitæ ſinceritas. Nam omnes cogitationes tuas cum
ab eo videri cogitabis: ac ſi videat, ac ſi arguat, emendare cogeris.
Elige tú mismo -es mi consejo- un hombre cuya vida
ejemplar se sitúe en tu corazón y que te instale en la reverencia, de tal
manera que toda vez que lo recuerdes se eleve en ti un pensamiento de
reverencia y así tú mismo te ordenes y te restaures. Si tal pensamiento se hace
presente, el afecto de mutua caridad enmendará en ti todo lo que ha de ser
enmendado; sin que, empero, padezca daño alguno tu soledad debido a
su ausencia. Así
presente, acudirá a ti cuandoquiera que lo desees; y hasta ocurrirá con
frecuencia sin que lo desees. Sus reprensiones inscribirán en tu pensamiento su
sagrada severidad; sus consolaciones [inscribirán] su piedad y benignidad; sus
ejemplos [inscribirán] la sinceridad de su santa vida. En verdad, todos tus
pensamientos los concebirás como si él los estuviese viendo; como
si los viese, como si se los mostrases, los reunirás para enmendarlos.
.
¿Por qué considera Guillaume de Saint-Thierry que
la soledad podría resultarle temible a una persona? Debido a
inesperados sucesos sobrenaturales: la irrupción de fuerzas angélicas o
demoníacas, por lo que ahí está el cuidado de Dios; debido a la agitada marea interior: los embates positivos o negativos de la propia
psiquis, por lo que ahí está el cuidado de la consciencia; y a causa de las
rutinarias actividades diarias: lo correcto o incorrecto de nuestro
desenvolvimiento, por lo que ahí está el cuidado del padre espiritual. En esencia,
al primero nos acercamos por la pietas: la intensa absorción en Dios; a la segunda por el honor: el sincero examen de conciencia; y al tercero por la obedientia:
el fiel cumplimiento de su palabra.
Vean que Guillaume nos
considera párvulos hasta que no seamos plenamente conscientes de las elevadas
realidades eternas, por lo que nos permite elegir -con toda libertad- a un pædagogum
como nuestro noble custodio temporal. Pero, ¿a quién se estaría refiriendo con
este término? En la antigua cultura grecorromana, el pædagogum usualmente era un siervo ya maduro de la familia, aquel a quien el
paterfamilias le confiaba el acompañamiento e instrucción no formal de su hijo
hasta que éste alcanzara la adolescencia. Era frecuente, entonces, que tuviese una
procedencia socialmente marginal y que perteneciese a un grupo
minoritario, pero su larga y estrecha inserción al grupo familiar lo convertían en parte del mismo y hacían que su función fuera de mucha importancia para la correcta evolución de todos. En general, durante aquel periodo de supervisión -y según
su grado de idoneidad o severidad- este custodio lograba desarrollar junto al
niño una relación con matices paternales a la vez que amistosos.
En el contexto de la Plena Edad Media, es probable que
Guillaume todavía tuviese en mente algunas de tales características al hablarnos del pædagogum.
Aunque noten que él no dice ni sugiere que la elección del futuro tutor deba recaer en el padre espiritual;
antes bien, nos concede a nosotros esa plena libertad espiritual. Este tutor ha de
despertar la intensa admiración de nuestra inteligencia, la profunda atracción
de nuestro corazón e incluso hacernos sentir su eficaz y continuo influjo a la
distancia. Siendo así, además, ¿quién podría olvidar después a tan valioso compañero?
Por otra parte, y situados en nuestra posmoderna globalidad, si con este particular custodio ha de existir tal nivel de reciprocidad afectiva en una dimensión interna, ¿tendría que ser únicamente un cristiano contemporáneo a nosotros o también pudiera tratarse de alguien del pasado? ¿Sería específicamente un varón o podría ser también una fémina devota? En cualquiera de estos casos, ¿debiera tratarse exclusivamente de un religioso católico o podría ser un simple fiel dotado de profunda integridad y sabiduría? Y todavía más, ¿podría ser de un cristiano de otra denominación cultural o incluso una persona venerable de otra tradición religiosa?
¿Conoces tú a tu pædagogum?...
Que Dios, tu consciencia y tu padre espiritual te ayuden a encontrar a tu cuarto custodio.
…
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