El silencio: los vélites de un centurión.
por Vāyu-sakha.
En aquella ciudad, la diaria interrelación de sus habitantes estaba signada por el uso de un lenguaje soez y despectivo en la comunicación, ya sea tácito o explícito. Tal es así, que no faltaban ocasiones en que las palabras produjeran un ambiente tenso, que un simple insulto propiciara una escalada a lamentar o que un agravio tuviera una tragedia como desenlace. Se diría que casi todos aceptaban con naturalidad que fuese así en su metrópoli.
Sin embargo, el quincuagenario
líder de una agrupación espiritual no acordaba con esa arraigada costumbre en su sociedad.
Por lo tanto, se vio impulsado a remarcar el ideal de una centenaria conducta entre
sus principales compañeros, a la espera de que la misma se convirtiese en su distintivo y también en el de todos los demás miembros de su comunidad.
Hoy, a más de un milenio y medio
desde que asentara sus palabras, la psicología, sociología y filosofía reconocerían
algunos de sus elementos como determinantes para hacer frente a ciertas
modalidades de bullying y ante la agresión verbal entre adultos, para favorecer la mediación de conflictos y para toda forma de comunicación violenta en
general.
Aunque están fundamentadas, pueden prescindir de las incipientes anotaciones personales que acompañan al
texto.
…
De Officiis Miniſtrorum.
Caput V.
Sobre los
oficios de los ministros.
Capítulo
V.
Contra viſibilem etiam aduerſarium, cum
nos inſtigat, utendum ſilentio, cuius unius ope ſuperiores euadimus, et
humilitatem quæ exhibenda aduerſus omnes, conſeruamus.
Ahora, contra el adversario visible
que nos instiga hagamos uso del silencio, pues por medio de su sola ayuda
podemos evadir a los que son superiores [a nosotros] a la vez que conservamos la humildad
que mostramos a todos los que nos son contrarios.
Ambrosio dice: ſuperiores, en un tono irónico, pues
tales personas solo aventajan al verdadero cristiano en el peccato. Y el peccato, al
contrario de lo que cree el que lo comete, no es propiamente una expresión de
inteligencia y superioridad humana sino un síntoma evidente de inferioridad e
ignorancia del individuo.
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17. Sed etiam ille cauendus eſt, qui videri poteſt, quicumque irritat, quicumque incitat, quicumque exaſperat, quicumque incentiua luxuriæ aut libidinis ſuggerit. Quando ergo aliquis nobis conuiciatur, laceſſit, ad violentiam prouocat, ad iurgium vocat: tunc ſilentium exerceamus, tunc muti fieri non erubeſcamus. Peccator eſt enim qui nos prouocat, qui iniuriam facit, et nos ſimiles ſui fieri deſiderat.
17. Pues tenemos que ser precavidos incluso contra
aquel que puede ser visto, quienquiera que sea el que nos irrita, el que nos incita,
el que nos exaspera o el que nos incentiva hacia la lujuria o lo libidinoso.
Luego, cuando alguien nos insulte, nos agite y nos provoque a la violencia,
invitándonos a la disputa, en ese entonces guardemos silencio, no nos
avergoncemos por quedarnos mudos. Pues aquel que nos provoca es un pecador, es quien
nos injuria y quiere que seamos iguales a él.
¿En qué consiste el peccato? En este caso, refiere principalmente
al disfuncional placer que encuentra una persona al ejercer diversos tipos de provocación
verbal sobre los demás. Siendo incapaz de elevarse a las silenciosas alturas del iusto, el peccator se dedica hábilmente a difamarlo a fin de arrastrarlo
hacia su propia bajeza.
Vean que Ambrosio dice
asertivamente: tunc muti fieri non
erubeſcamus | no nos avergoncemos por quedarnos mudos; el guía latino reconoce
la primera reacción interna que propicia la actitud de mutismo en tales ocasiones y por
eso pide que nos autocontrolemos. He aquí una muestra de su empatía hacia los
demás, ¿acaso también él habría padecido de ciertos insultos? Es posible, pues luego
ampliará el detalle de esta reacción, demostrando que la conoce bastante bien. Pero
ya sea a partir de sus experiencias personales o por su aguda observación de los demás, lo que dice implícitamente aquí
es: Non erubesce, tú no te avergüences, no cedas, no te rebajes, ¡sé firme!
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18. Denique ſi taceas, ſi diſſimules, ſolet dicere: Quid taces? Loquere, ſi audes. Sed non audes: mutus es, elinguem te feci. Si ergo taceas, plus rumpitur: victum ſeſe putat, irriſum, poſthabitum atque illuſum. Si reſpondeas, ſuperiorem ſe factum arbitratur, quia parem inuenit. Si enim taceas, dicetur: Ille conuiciatus eſt, hunc contempſit iſte. Si referas contumeliam, dicetur: Ambo conuiciati ſunt. Uterque condemnatur, nemo abſoluitur. Ergo illius eſt ſtudium, ut irritet, ut ſimilia illi loquar, ſimilia agam: iusti eſt autem diſſimulare, nihil loqui, tenere bonæ fructum conſcientiæ, plus committere bonorum iudicio, quam criminantis inſolentiæ, contetum eſſe gravitate morum suorum. Hoc eſt enim ſilere a bonis; quia bene ſibi conſcius, falſis non debet moueri: nec æſtimare plus ponderis in alieno eſſe conuicio, quam in suo teſtimonio.
18. En verdad, si callas, si preservas
tus emociones, él normalmente dirá: “¿Por qué no dices nada? Habla, si te
atreves. Pero no te atreves, eres mudo; te he dejado sin habla”. Si callas,
entonces, se quiebra todavía más: se considera derrotado, burlado, subestimado
y ridiculizado. Si le respondes, piensa que es superior, que ha hallado a
alguien como él. Si tú callas, luego dirán: “Aquel lo insultó y éste no le
prestó atención”. Si devuelves la afrenta, dirán: “Ambos son abusivos”. Cada
uno será condenado, ninguno será absuelto. Por lo tanto, éste es su deseo: que
me irrite para que hable como él, para que actúe de manera similar. El justo,
sin embargo, preserva sus emociones y no dice nada, posee el buen fruto de su
consciencia, está más entregado al juicio de los buenos que a la insolencia del
calumniador; se siente satisfecho con la gravedad de su conducta. He aquí, en
verdad, el callar estando ante lo bueno; pues a quien tiene una buena
consciencia no ha de perturbarlo la falsedad, ni tampoco estima él concederle
más peso al insulto del otro que a su propio testimonio.
Con el término: diſſimules, Ambrosio no expresa
fingimiento sino retracción emocional, indiferencia; señala al autocontrol que
es propio del cristiano. Observen con cuánta perspicacia penetra en el
movimiento psíquico del peccator, de
la inmediata red social y del iusto. Es
necesario que el iusto se permita una
pausa interior y se adentre en el sentido del ſilere a bonis, que implica el mantenerse en silencio –sobre todo
ante circunstancias desfavorables- teniendo frente a uno mismo solamente lo bueno. Y
lo bueno está conformado por la estima que nos concede nuestra límpida consciencia,
por el asimiento de la antigua enseñanza de nuestros padres y por la gravedad con la
que conducimos nuestra existencia. A este equilibrado peso del iusto se contrapone el presuntuoso peso
del peccator: la liviandad de su vida
social, la estupidez compartida entre los suyos y el sometimiento mutuo a la valoración de sus pares. Entre estos dos pesos, ¿cuál ha de tener mayor valor para el
cristiano?
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19. Ita fit ut etiam humilitatem cuſtodiat. Si autem nolit humilior videri, talia tractat, et dicit ipſe ſecum: [a] Hic ergo ut me contemnat, et in conſpectu meo loquatur talia aduerſum me, quaſi non poſſim ego ei aperire os meum? Cur non etiam ego dicam, in quibus eum mœsſtificare poſſim? Hic ergo ut mihi iniurias faciat, quaſi uir non ſim, quaſi vindicare me non poſſim? Hic ut me criminetur, quaſi ego non poſſim grauiora in eum componere?
19. Por lo tanto, sea custodiada
también la humildad. Pues si no se observa mayor humildad, se piensa esto y uno se
dice a sí mismo: “¿Así que éste me desprecia; y frente a mí se expresa en
contra mía como si yo no pudiese abrir mi boca? ¿Por qué no expresarme de tal
manera que lo aflija? ¿Acaso tengo que dejar que me injurie como si no fuese un
hombre, como si no pudiese tomar venganza? ¿Acaso me tiene que calumniar como
si yo no pudiese afirmar cosas peores sobre él?”.
Ambrosio amplía ahora
la emoción de vergüenza o indignación que antes mencionara. Si frente a la anterior balanza circunstancial,
el cristiano le concede mayor peso al caudal del peccator y se deja afectar por él, dará lugar a un movimiento frenético
dentro de sí: “Si el otro me insulta para estimarse más viril frente a los
demás, ¡yo le puedo demostrar mi superioridad!”. Aceptar esto es comenzar a
deslizarse hacia el fangoso juego del poder social: “Yo soy superior a aquel,
lo destruiré frente a todos y así los demás me aclamarán”; quien cae en él,
difícilmente logra salir. Ese juego tiene un efecto multiplicador, establece
una inagotable progresión de insultos y conduce a embestidas que podrían
culminar en una tragedia. Por eso nuestro guía nos recuerda: “Tú estás allá arriba
por tu humildad aquí abajo; si pierdes lo de abajo, tampoco estarás arriba”.
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20. Qui talia dicit, non eſt mitis atque humilis, non eſt ſine tentatione. Tentator eum exagitat, ipſe ei tales opiniones inſerit. Plerumque [b] adhibet hominem, atque apponit nequam ſpiritus, qui hæc illi dicat: ſed tu in petra fixum veſtigium tene. Etſi ſeruus conuicium dicat, [c] iustus tacet; etſi infirmus contumeliam faciat, iuſtus tacet: etſi pauper criminetur, iuſtus non reſpondet. Hæc ſunt arma iuſti, ut cedendo vincat. Sicut periti iaculandi cedentes ſoleat vincere, et fugientes grauioribus ſequentem vulnerare ictibus.
20. Quien así se expresa, no es
manso ni humilde, ni tampoco está libre de tentación. El tentador lo perturba, pero es él mismo quien inserta tales opiniones dentro de sí. Con frecuencia, aquel
se sirve de otros hombres y aumenta los espíritus inicuos para que digan lo que
él. Pero tú, pon tus pies sobre roca firme. Aunque sea un siervo quien lo
insulte, el justo calla; aunque sea un enfermo quien lo ultraje, el justo
calla; y aunque sea un pobre quien lo calumnie, el justo no responde. Tales son
las armas del justo para que cediendo, venza; tal como los expertos en jabalinas
que se retiran tienden a ganar, pues al huir infligen graves heridas a
sus perseguidores.
Atiendan lo que dice Ambrosio: “Si el otro te insulta y tú lo escuchas, finalmente eres tú mismo
quien se insulta”. Si el cristiano se entretiene rumiando emociones negativas,
irá perdiendo la característica mansedumbre y humildad que debieran revestirlo;
lo que es lo mismo que ir desarmándose frente al adversario. Y vean cuán necesario
es revestirse de humildad, que Ambrosio nos recuerda que esta agresión por
parte de un solo individuo es apenas el comienzo de la afrenta; pues, siguiendo
un rígido patrón conductual, este tipo de peccator
hará uso de sus habilidades sociales para replicar de manera grupal su ofensivo accionar
sobre nosotros. Frente a tal perspectiva, si antes fue indirecto en su consejo,
ahora Ambrosio es bastante explícito: eſſe
unum vel adeſſe plures, tu in petra fixum veſtigium tene | sea uno o sean
muchos, tú, ¡pon tus pies sobre roca firme!
Además, debido a que ha
logrado percibir la manera en que ciertas emociones negativas generan una inmediata
reacción en cadena dentro de un desvirtuado entramado social, dice todavía con intenso
tono estoico: “Si incluso los discriminados te discriminan, tú, que perteneces a la milicia de Cristo, persevera humilde en el silencio. ¡Sé firme!”.
He aquí las armas y la táctica
espiritual de manos de un grandioso centurión cristiano.
…
a. Hinc edit. Gill. ac Rom. unius aut
alierius mſs. auctoritate triplicem particulam at ſuſtulerant: quam tamen alæ edit. ac mſs. frequentiſſimi elegan
ius exhibent. Est autem ibi quædam ellypſis ſupplenda per verbum patiar, ferendur eſt, aut quid ſimile.
b. Rom. edit. sola, adhibet hominem nequam ſpiritus.
c. Mſs. non pauci hic et infra, iustus taceat: et poſt pauca, iuſtus non reſpondeat.
a. De aquí que las edic. de Gill.
y Rom., estos y otro ms., sean una
triple autoridad para quitar la partícula: ut.
Aunque otras edic. y mss. la exhiben con recta elegancia, si bien conteniendo cierta
elipsis adicional en la palabra patiar,
ferendur eſt, o algo parecido.
b. Solo en la ed. Rom. se dice: adhibet hominem nequam ſpiritus | se
sirve de hombres de espíritu inicuo.
c. En no pocos mss., aquí y
después: iuſtus taceat ; y poco
después: iuſtus non reſpondeat.
…
Fuente: Ambroſius A. (c. 391). De Officiis Miniſtrorum, PL. III.I.V, cols. 6-7.
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