Pierre Joseph Maxime Théodore Guillerand, según el registro civil, nació el 26 de enero de 1877 en Dompierre-sur-Henry, en Nièvre, Francia; y murió el 12 de abril de 1945 en el monasterio de la Gran Cartuja. Fue un sacerdote de la diócesis de Nevers que en 1916 se convirtió en monje cartujo en La Valsainte, Suiza. Más tarde, en 1935, fue prior en Vedana, Italia; y coadjutor de la casa principal de su orden en 1940. Es reconocido por sus escritos que versan sobre la espiritualidad cartujana.
Juventud y formación.
Maxime, el quinto de los seis hijos que tuvieron
Guillaume-Martin Guillerand y su esposa Julie Cointe, nació en los dominios de
Reugny, una antigua jurisdicción en Dompierre-sur-Henry, en la región del Canal
de Nivernais. Su padre, un munífico agricultor, murió cuando Maxime tenía
apenas cinco años de edad. Pero su familia supo mantenerse unida. De hecho, durante
toda su vida Dom Augustin mantendrá una segura correspondencia con sus
allegados. De él puede decirse que fue, realmente, un hombre de campo.
Maxime estudió en la escuela comunal de
Dompierre-sur-Henry y pasó después al seminario menor de Pignelin, en 1887. Ahí
resultó ser un buen estudiante y recibió muchas distinciones, sobre todo por
cuestiones literarias. Fue un alumno prometedor, pero no especialmente piadoso;
y se sintió muy atraído por la pesca, un pasatiempo favorito que llevaba a cabo
en el río Yonne.
A la edad de 17 años, entró al seminario mayor de
Nevers, entonces dirigido por los padres maristas (1894). Allí siguió el habitual
currículum de preparación para el sacerdocio. Tras ser diferido
por el comité de revisión médica del ejército debido a una “fatiga pulmonar”,
nada se opuso a que recibiera el sacerdocio. Y es así que, el 22 de diciembre
de 1900, Mons. Étienne Lelong, obispo de Nevers, lo ordenó sacerdote en la
catedral de esa misma ciudad. Y Maxime Guillerand celebraría su primera misa el
27 de diciembre en la iglesia de Dompierre, el mismo lugar en donde recibiera
su bautismo veintitrés años antes.
Ministerio sacerdotal.
Tras dos años de servicio sacerdotal en Corbigny
(1901-1903), Guillerand es nombrado luego párroco en la localidad de Ruages
(1905). Ahí, su frágil salud se ve agobiada y estremecida cuando su sobrino: Pierre
Pesle, de 11 años y quien se hallaba bajo su responsabilidad, se ahoga tras
caer accidentalmente con su bicicleta en el Canal de Nivernais (el 17 de
octubre de 1908). A causa de la tragedia, Guillerand cae nerviosamente enfermo
y busca alivio temporal en la Abadía de Einsiedeln, en Suiza. De regreso al
Nivernais, pide y obtiene permiso para no regresar a Ruages, por lo que es
designado sacerdote de Limon (1912).
En Limon, el estilo de vida de Guillerand se transforma.
Se dedica a su jardín, renuncia a la ayuda que tenía de su hermana, realiza
largas caminatas por los bosques de los alrededores y pasa mucho tiempo en
oración en su iglesia parroquial. Los servicios parroquiales le consumen poco
tiempo, así que puede dedicarse mucho más a su atracción por la soledad en
Dios. En ese entonces piensa ya en la cartuja. Después de que se le negara
repetidas veces el permiso –pues en tiempos de guerra la diócesis carecía seriamente
de sacerdotes-, el obispo de Nevers finalmente lo autoriza a entrar en la orden
de san Bruno. En septiembre de 1916, Guillerand -tras una breve estadía como
huésped- entra como postulante a la Cartuja de La Valsainte, en Suiza.
Cartujo en La Valsainte, Suiza.
Al ser aceptado como novicio, el 05 de octubre de
1916, Guillerand recibió el hábito de la orden y el nombre de Augustin.
De ahí en más será: Dom Augustin Guillerand. En octubre de 1917, su
noviciado es extendido por seis meses más debido a que aún no es cierta su
aptitud a la vida eremítica, particularmente a causa de su fragilidad nerviosa.
Pero el 19 de marzo de 1918, pronuncia sus votos religiosos de estabilidad,
pobreza, castidad, obediencia y conversión de costumbres, según los estatutos
de la orden; recibe, entonces, la gran cogulla de los profesos temporales.
Tres años más tarde -el 06 de octubre de 1921- Agustin
Guillerand realizará su profesión solemne, superando así sus incertidumbres
personales en cuanto a sus problemas de salud. Y es que ahí, en la gran soledad
de la cartuja, siente estar en su propia casa. De hecho, lo que menos le agrada
son los movimientos cenobíticos de la vida de un cartujo, como son los esparcimientos
semanales. Pero aun así, es nombrado vicario de la comunidad [1]; y
luego también coadjutor. Debido a ello, su fatiga nerviosa aumenta y lo conduce
a brotes de fobias, de suspicacias y de sentimientos de persecución. Evita
incluso los ocasionales contactos con la comunidad y tan solo prefiere su
celda.
En diciembre de 1928, tras observar que su salud
podría estar comprometida, el prior general de la Gran Cartuja lo envía a
Marsella –en donde se produce el famoso licor de la orden- como capellán de sus
demás hermanos. Permanece allí solo por tres meses, ya que en abril de 1929 es
enviado como maestro de novicios a la Cartuja de Montrieux, en Provence
(Francia), que hacía poco había sido abierta nuevamente. Y en septiembre de ese
mismo año, es designado vicario de las monjas cartujas de San Francesco, en
Italia.
Vicario en San Francesco.
Dom Augustin se entregó por completo a su cargo de
confesor y director espiritual; un cargo que incluía, además, los aspectos
materiales de mantenimiento de un antiguo convento franciscano convertido
provisoriamente en una cartuja. Se trata de una condición provisoria que se irá
haciendo eterna, pues este cartujo redescubrirá ahí sus raíces campestres.
Su servicio y atención a las monjas los realiza con
mucho cariño. Disfruta de su servicio a las almas, tarea a la que se entrega
por completo y a diario; la mayor parte de su tiempo transcurre entre
confesiones y dirección espiritual. Sus pensamientos y consejos, que contienen una
simple espiritualidad de amor y de abandono a la voluntad de Dios, conmocionan los
corazones. Al parecer, es durante este periodo (1929-1935) que concibe el
opúsculo por el que será reconocido: Silence Cartusien | El silencio cartujano.
Espiritualidad.
Las líneas de su espiritualidad son bastante marcadas:
Dios es vida y es quien nos comunica un gusto absoluto por la vida; por la vida
efímera de la tierra y también por la vida eterna. La unión con Dios se da a
través de la unión de la voluntad humana con la voluntad de aquel. El Espíritu
Santo es el maestro espiritual por excelencia y actúa directamente sobre el
alma.
Para toda alma existe “la hora de Dios” o “el minuto
eterno”; que no necesariamente se da según la lógica de los hombres sobre las
cosas, ya que aquel momento puede acaecer a la inversa de las expectativas
humanas. Lo importante es estar abierto; incluso si el estar preparado no es
nada fácil. Es así que el alma logra una fe pura y penetrante; y el abandono a
Dios se hace activo y generoso, no pasivo.
Las faltas y pecados hacen que se tenga experiencia de
los límites y debilidades humanas; luego, el hombre se entrega a Dios como su
única fuerza y descubre a Cristo como su único Salvador. Dom Augustin no opone
el esfuerzo humano por el progreso espiritual al abandono en Dios. No existe
ningún indicio de quietismo en su espiritualidad.
La eucaristía, que él celebra con gran devoción, es el
mysterium fidei | el misterio de la fe, por excelencia. Aquel que hace
de la eucaristía el centro de su vida está en el recto camino hacia la unión con
Dios. Dom Augustin tuvo una profunda devoción filial hacia la Virgen María y
vivió inmerso en una gran familiaridad espiritual con los santos, con aquella
“gente invisible del paraíso”.
Prior en Vedana, Italia.
En enero de 1935, el superior general de la orden
nombra a Dom Augustin prior de la Cartuja de Vedana, cerca a Belluno, en
Venecia (Italia). Claro que el abandono de San Franceso no lo hizo sin sentir
un cierto desgarro interior, pero había aprendido que (tal como lo registró en
una carta, citando a la escritura): “Aquí, en esta tierra, no tenemos morada
permanente”. Un año más tarde, en 1936, el capítulo general de su orden lo
nombró también visitador canónico de los cartujos de Italia y Yugoslavia. Por
un lado, esto demostraba la estima de la que gozaba dentro de su orden; pero
por otro, a él no le agradaban los frecuentes viajes que debía realizar y que implicaban
abandonar la preciada soledad de su celda.
En Verdana fue estimado como un excelente prior. Sin
embargo, interiormente debía luchar de continuo contra una nerviosidad que lo
hacía susceptible e impresionable; además de tener que lidiar contra sus
imprevisibles cambios de humor. La bondad por la que se lo reconoce es, en
verdad, el fruto de sus esfuerzos continuos y de una rigurosa ascesis
monástica. De hecho, al interior de la orden va siendo cada vez más reconocido
como un maestro espiritual de primer nivel.
En 1939, los rumores de la guerra se iban extendiendo
y las preocupaciones estaban por todos lados. Italia estaba a punto de
declararle la guerra a Francia. Los cartujos franceses debían regresar a su
país, según un acuerdo entre el Vaticano y el gobierno italiano. Dom Augustin
quemó sus anotaciones personales y cruzó la frontera en junio de 1940, poco
antes de que la frontera fuese cerrada. Se dirigió a la Cartuja de Sélignac, en
la región de Bourg, en donde permaneció solo por algunos meses. Allí tuvo
oportunidad, sin embargo, de poder conceder algunos sermones capitulares.
Coadjutor de la Gran Cartuja.
Poco después, Dom Augustin es llamado a la Gran
Cartuja por el prior general: Dom Ferdinand Vidal, quien –junto a otros monjes-
restableció la condición de clausura de la histórica construcción que había
sido requerida por la autoridad local para albergar ciertos “refugiados”, que
no eran sino cartujos franceses que regresaban de su exilio en el extranjero.
Dom Augustin formó parte del grupo que tuvo la agraciada oportunidad de
restituir aquel claustro -que había nacido con san Bruno y sus primeros
compañeros- al ideal cartujano de silencio y soledad [2].
Dom Augustin llegó a la Gran Cartuja el 16 de agosto
de 1940 y fue designado coadjutor; es decir, era el encargado de recibir
a aquellos que buscaban reunirse con el prior de la orden. A finales de 1941
cae enfermo, pero se recupera de manera suficiente –no por completo- para
seguir llevando una vida regular. En su correspondencia con sus familiares incluso
bromea sobre su salud y no pierde oportunidad para invitarlos a vivir en
términos cristianos los momentos de sufrimiento.
Enfermedad y final.
Dom Augustin le escribió una extensa carta a su
hermana Louise acerca de la soledad y el silencio. A fines de 1942 o principios
del 43, una nueva crisis le hace hablar sobre la “hora de los preparativos” que
se avecina, que es también aquella de mayores profundizaciones. Dom Augustin
siente que “la hora se acerca” y se llena de alegría. En 1944 le envía otra
larga carta a su hermana Louise, en donde aborda los grandes temas de su
pensamiento; quizás presintiendo que ésa sería su última misiva.
A fines de 1944, ya con 68 años de edad, Dom Augustin acude
al hospital de Voiron. Y lo vuelve a hacer poco después. Pues durante los
primeros días de 1945, tras retirarse de la celebración del oficio porque no se
sentía bien, lo hallaron tendido sobre el suelo y sobre vómitos de sangre. Tales
padecimientos disminuyen sus fuerzas; ya no puede seguir la vida regular. A
aquel que le llevaba la comunión a su celda pudo confiarle lo siguiente: “¿Cómo
es que tantas alegrías y sufrimientos pueden acordar en este momento?” [3].
El 12 de marzo de 1945 los padres de la Gran Cartuja
le informaron a su familia que su estado de salud se iba agravando. Y un mes más
tarde, el 12 de abril de 1945, Dom Augustin murió en su celda, poco después de
que su enfermero lo dejara en la sencillez de su silencio y soledad, tal como a
un verdadero cartujo.
…
1. Antes del Concilio Vaticano II, para los estatutos
de la orden cartujana, un vicario –en tanto representante general de la
orden- era a la vez confesor y superior de la casa.
2. Habiendo sido nacionalizados por el gobierno
francés en 1903 –luego de que el mismo expulsara a los cartujos- y tras ser
ocupados durante 1940 como “residencia universitaria de verano” por la administración
de Isère, las instalaciones habían sido reclamadas en vano por el prior general,
Dom Ferdinand Vidal, desde el momento de su designación como tal, en 1938. Fue
necesaria la guerra y la simpatía de la autoridad de Saint-Pierre-de-Chartreuse
para que se pudiera destrabar esa situación. Si bien esta autoridad requirió el
edificio para alojar a los “refugiados”, éstos no eran sino los cartujos
franceses que regresaban de su exilio en Farneta, Italia.
3. Acerca de esta dimensión paradojal del sufrimiento
en Cristo, puede verse también:
A las fuentesdel khaírō cristiano.
A las fuentesdel khaírō cristiano.
…
He tomado todo el artículo en francés de Wikipedia y
la he retocado según su propia fuente:
- Ravier, A. (1965). Dom Augustin Guillerand, Prieur chartreux, un maitre spirituel de notre
temps, París, Desclée
de Brouwer.
Nota: antes publiqué
esta entrada y advertí que la desplazaría; ahora queda aquí.
4 comentarios:
Estoy leyendo "Ese Amor que el mundo olvida" de Inés Warren. Me detengo a conocer más sobre los entrevistados. En este capítulo 3, entre otros Agustín Guillerand. Vidas que nos llevan a buscar esa conección con Dios vivo.
La riqueza que me cautiva y me desarma de amor a Dios.
Que hermoso.
Hola ! Buen Blog sobre mística.Por favor estoy buscando el libro de Dom Augustín Guillerand " El secreto del alma fuerte " Alguien me ayuda ? Gracias