15.7.14


Máximo el Confesor y Macario de Egipto - Grecia, s. XVII


IV. Attende (atiende).

Historia de una palabra.

El medio para alcanzar el éxito en esta lucha interior tiene también un nombre clásico entre las hesicastas: nēpsis. Convendría ahora transcribir esta palabra griega y el adjetivo nēptikos porque, como se mostrará en el análisis que realizaremos, expresa un concepto y una realidad psíquica bastante precisos. De esta manera, además, una palabra en otro idioma –que fuera extraña a las ideas hesicastas- podrá traducirla sin traicionar a la verdad histórica.

El término nēpsis posee una historia previa, un recorrido inicial antes de encontrar entre los ascetas orientales la fase más gloriosa de su trayectoria. El verbo neutro nēpsein señala el estado de sobriedad en oposición a methyein, que indica un estado de ebriedad. A partir de este primer sentido material, la palabra logró alcanzar sin dificultad un sentido más elevado para expresar el estado de una inteligencia que está en control de sí misma, que es sabia y es discreta; todo lo contrario a aquella clase de intoxicación mental que, por la razón que sea, despoja al espíritu de su equilibrio: la manía.

El término tiene, precisamente, este significado en el famoso consejo de Epicarno: Náphe kai mémnas apistein – Vigila y recuerda desconfiar; aquí la nēpsis aparece como la disposición próxima al ejercicio de una crítica sana. Y según Filón, la disposición para aquel ejercicio mental por excelencia que es la contemplación, se llama bios nēphōn: la vida sobria; especialmente en el sentido de sobriedad mental [1]. La ebriedad, por el contrario, simboliza a la ignorancia; es decir, a la imposibilidad de poder contemplar. Una forma de expresión idéntica se encuentra con frecuencia entre los libros herméticos [2]; tal como en la Pístis Sophía, en relación con la luz (phōs) del espíritu (pneūma) [3]. Y muy acertadamente ha dicho Hans Lewy que la nēpsis es die Disposition zur Gnosis - la disposición hacia la gnosis [4].

Sin embargo, no es demasiado seguro que los padres se hayan dicho népticos; es decir, que hayan enseñado la nēpsis según la hemos conocido por los autores heterodoxos (excepto por Filón, quien siempre hallará entre los monjes eruditos algunos lectores, como Nicetas Stéthatos o Nicodemo el Hagiorita). De cualquier manera, no tenían necesidad de hacerlo para poder entrar en esta línea de pensamiento, ya que el Nuevo Testamento -por no hablar del Antiguo- utiliza con mucha frecuencia esta metáfora; y la Liturgia de las Horas les haría repetir todas las semanas el texto de san Pedro: “Sobrii estote [nēpsate] et vigilate, quia adversarius vester diabolus tamquam leo rugiens cirquit” (1 Pe. 5:8); frase que describe con precisión la función de la nēpsis en la guerra invisible.

Hay otros pasajes que sitúan a la nēpsis en relación a la contemplación, al menos desde una determinada exégesis espiritual: “¡Regresen a ustedes mismos (eknēpsate), como corresponde, y no pequen! Pues hay algunos que demuestran no conocer a Dios [...]” (1 Cor. 15:34). Y otra vez:  

Todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día; nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. Por lo tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios [grēgorōmen kai nēphōmen]. Pues los que duermen, de noche duermen; y los que se embriagan de noche se embriagan. Nosotros, sin embargo, que somos del día, seamos sobrios [nēphōmen] […] (1 Tes. 5:5-7).

En estos versículos se observa ya, y de manera clara, la afinidad de unos conceptos que aparecerán de forma conjunta entre los escritores ascéticos: la nēpsis, la vigilia y la atención del espíritu. Entre los padres a menudo se hallan entremezclados como sinónimos, tal como lo veremos en seguida. He aquí unos ejemplos: el patriarca de la vida monástica, san Antonio, se resistió a los asaltos de los demonios a través de la grēgorsis (de la atención del alma alerta) y de la nēpsis [5]. El gran fundador de los hesicastas, san Arsenio, dijo que la nēpsis es necesaria para todo hombre; a menos que éste quiera fatigarse en la pérdida absoluta [6]. El fundador de cenobitismo, san Pacomio, sostuvo que: Un corazón que posee la nēpsis es similar a una puerta de bronce; está a salvo de los ladrones [7]; y en otro lugar la sitúa en relación a la oración (nēpsis eykhon) [8].

En la Vitae Patrum hay un breve tratado de 58 apartados titulado: De eo quod oportet sobrie vivere [9]; y en griego: perí toy deín aei nēphein [10]. Sabemos que esta Vitae Patrum es la traducción de una de las más antiguas redacciones de los apotegmas de los padres; lo cual nos indica, mediante la sola presencia de este capítulo, que ya en los primeros tiempos la doctrina de la nēpsis había tomado forma entre los anacoretas. Y lo más notable es que a este tratado lo sigue inmediatamente otro bajo el título: De eo quod sine intermissione et sobrie debet orari | otí deí adiáleiptos kaí en nēpsei proseykhesthai [11].

Sobre este punto, el Pseudo-Macario canta al unísono de los más ortodoxos toda vez que repite la misma antífona (lo que hace con mucha frecuencia) [12], empleándola también como sinónima de “atención” [13]. Y el propósito de tal disposición, según él, es logismois nēphoysin prosēkhein to Kyrio: que el espíritu se una a Dios a través de la sobriedad del pensamiento.

Con no menos frecuencia hallamos a la nēpsis en el Parénesis de san Efrén [14]. Quienquiera que haya sido el verdadero autor de tales exhortaciones, el nombre de san Efrén le concede a la doctrina de la sobrietas [sobriedad] una nueva autoridad; tal como lo hace el nombre de Isaías [15] y como lo hará más tarde el de san Doroteo [16]. En todos ellos constatamos siempre la misma relación entre la nēpsis y la atención, entre la dedicación y el sentido común; y siempre aparecen opuestas a la adiaphōría, a la indiferencia, a la falsa amerimnía [18].

Veamos la siguiente expresión: nēphein perí ton skopón [19]; es decir: custodiar la clara visión del objetivo a fin de no resultar confundidos en la selección de los medios. Para san Barsanufio, la nēpsis es un carisma: to khárisma tes nēpseos [20], tal como lo son -por otra parte- todas las virtudes.

Estos venerables nombres, y aun otros más que podríamos agregar, nos permiten e incluso nos obligan a considerar la doctrina de la nēpsis como un tema esencial de la espiritualidad oriental. Resta ahora intentar comprenderla en sí misma y subrayar el lugar que ocupa en el hesicasmo.

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1. De la vida contemplativa, 74.
2. Cf. R. Reitzenstaein, Piomandres 241; Corpus Herm. I, 27; VIII, 1 y ss.
3. Cf. Pístis Sophía, ed. K. Schmidt, p. 51:16; 35:55; 60:16; 114:5-8; 136:24-31; 139:12, etc. Cf. el índice.
4. Nēphalios Methé, p. 93, nota 3.
5. Vita Antonii, 9.
6. Alf. Arsenio, 33.
7. Vita I, 18, Halkin, p. 11, 26.
8. Ibíd., n. 16, p. 10, 30; cf. también 69, p. 47; 72, p. 49.
9. Libro V, 1,11; PL 73, 941 A - 943 B; cf. 853 A.
10. Ibíd., c. 853 A.
11. Loc. cit. 1. XII, PL 65, 473, 476, 485, 488.
12. V.g. Hom. 4,2; PG 65, 473, 476, 485, 488.
13. V.g. c. 512 y ss.
14. Ed. Rom., vol. II, v.g. 2, p. 75 A y ss.
15. V.g. logos 25, n. 19, p. 172. Ed. Augustinos.
16. V.g. XII, n. 6. No 17.
18. XII, 7.
19. XVI, 1, c. 1793 C.
20. Carta 264, ed. Venezia, 1816, p. 147.


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